sábado, 13 de abril de 2019

Vivimos sin tiempo y con la atención dispersa



José Luís Nunes Martins


En nuestro mundo hay una cantidad enorme de personas, trabajadoras y muy inteligentes, que se dedican, por dinero, a crear dos formas de captar dos de las cosas más preciosas que tenemos: nuestra atención y nuestro tiempo. Aunque consigan cazarnos por solo unos segundos, ya han alcanzado gran parte de su objetivo.

Parece que somos casi impotentes para resistir a estas esas llamadas. El error más grande reside en el hecho de no que no reconocemos inmediatamente que se trata de algo malo para nosotros. Al final, nuestra atención y nuestro tiempo son limitados y no dan para todo. Al dejarnos llevar a donde estas seducciones quieren, estamos dejando atrás otras cosas, tal vez más necesarias.

Descansar es algo esencial. Pero hay quien toma el sosiego como un desperdicio del tiempo. Prefieren seguir por los seductores caminos que las tecnologías de hoy nos proponen. Vamos de imagen en imagen, del enlace en enlace, y casi nunca encontramos algo que, de verdad, nos interese… pero parece que nos encanta andar por estos muestrarios.

Nuestras mentes, rebeldes y muy ágiles, como si fuesen monos, saltan de un sitio para otro, sin cesar, nunca paran, nunca admiran nada. Hay mucho movimiento de ideas y dispendio de energía, pero ninguna acción. No se construye ni se gana nada… solo se pierde, atención y tiempo.

Cada vez más las personas tienen miedo de sí mismas, de los recuerdos, alegrías y terrores de los caminos de su intimidad. Usan la tecnología para mantenerse a una distancia segura de sí mismos, pero acaban todavía más infelices cuando se dan cuenta del resultado de sus elecciones… la solución que encuentran es infantil de tan ingenua: metiéndose cada vez más en aquello que nos distrae, para ver si todo no pasa de una pesadilla de la cual nos acordaremos y … de forma instantánea, todo saldrá bien!

Otras veces soñamos con cambios inmediatos de condición y de lugar, sin darnos cuenta de que, aunque sucediese, no solucionarían el problema, ya que reside dentro de nosotros y en las puertas que mantenemos abiertas a lo que nos intenta esclavizar. Podríamos volvernos millonarios o ir a vivir a una bella y tranquila isla que, aun así, no tendríamos paz. El problema está en nosotros, no en nuestras circunstancias.

Durante siglos, hombres y mujeres, un poco por todo el mundo, construirán monasterios y conventos para vivir. Su preocupación principal era la de no dejarse distraer a fin de aprovechar su tiempo en construir una vida mejor. Pero estas paredes inspiraban a cada uno de ellos para construir dentro de sí un castillo, donde su atención profunda se concentraba en lo más importante y no se perdiese.
Las distracciones de un mundo cada vez mayor y más salvaje tienen que quedar al margen de nuestra vida, so pena de desperdiciar nuestra existencia.

El problema no es la inteligencia artificial. Es la inteligencia humana que está  artificializándose y definiéndose, cada vez que cede a los mecanismos básicos de quien nos quiere autómatas dependientes, consumidores automáticos y esclavos de intereses ajenos.

Es esencial que aprendamos a aprovechar al máximo el tiempo que nos es dado, garantizando que somos señores de nuestra atención.


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