sábado, 30 de diciembre de 2017

Quieren un cambio, pero no quieren rectificar




Opinión de JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS



Los malos momentos son tan importantes como los buenos. Tal vez incluso más.

Pasan las horas. El tiempo pasa y todo lo que le está sujeto. Hay buenas y malas semanas. Minutos mejores y peores. Años de gracia y años de desgracias. Y en un solo día se puede vivir la plenitud de la vida, perder todo o llegar hasta el cielo.

Los malos momentos son tan importantes como los buenos. Tal vez incluso más. Nos hacen trabajar y luchar, poniendo a prueba las fuerzas que tenemos para resistir y los talentos para superar las adversidades. Al final, estaremos aún más fuertes y dignos.

Hay instantes en la vida en que nos sentimos en total desequilibrio, como si cayéramos en el abismo, sin amparo alguno. Es la señal clara de que el tiempo de cambiar lo que se debe cambiar está cerca de finalizar. Esta urgencia implica que busquemos incluso aquello que antes habíamos evitado, haciendo aquello que nunca antes habíamos hecho. Con miedo, pero con una enorme voluntad de vivir en paz.

Es esencial que cada uno tenga confianza en sí y en las acciones de las que es capaz. Las intenciones valen muy poco.

Nadie vine a eximirnos de nuestra vida, pero hay quien se pasa la vida a la espera de los milagros. No es fe, es falta de capacidad de comprender el sentido de la existencia.

La flecha que se lanza solo va hacia adelante después de haber sido empujada hacia atrás en el arco. ¡Así, cuando la vida parece estar por amargarnos, lo  cierto es que, resistiendo, más pronto o más tarde, conseguiremos volar más alto que las nubes más bellas!

Parece que las cosas necesitan ir mal antes de ir bien… que tenemos que lidiar con las personas equivocadas antes de conocer las acertadas. Como si fuese un precio, un aprendizaje esencial o una mezcla de las dos cosas…

Los más valientes son aquellos a quienes la miseria intenta abrazar, sin éxito. Viven en la desgracia, mas no se dejan corromper.

Los que toman la vida en sus manos, aquellos que luchan para mantenerse en pie a pesar de todo, son señores del tiempo. Viven en este mundo, pero no le pertenecen, son parte del tiempo que existe antes y después del tiempo.

Desde la eternidad antes del tiempo la vida es un don que se debe merecer. Y así será.

¿Qué hiciste con el tiempo que ya pasó?
Ilustración Carlos Ribeiro


http://rr.sapo.pt/artigo/101804/querem-mudanca-mas-nao-querem-mudar-se

viernes, 29 de diciembre de 2017

¿¡ El día mundial de los pobres, es una hipocresía!?







Con el valor, ciertamente astronómico de la hipotética venta de la Piedad, millones de pobres, que viven ahora en la miseria, podrían recibir una ayuda considerable. 

No es preciso ser  muy perspicaz para adivinar el comentario que, ciertamente, muchos no católicos habrán hecho a propósito de la institución, por el Papa Francisco, del Día Mundial de los Pobres: más que crear una efeméride de este género, que poco o nada va a beneficiar a los más indigentes, mejor sería que el vaticano abriese la mano de sus fabulosos tesoros y, con el valor de la venta de esos bienes, ayudase efectivamente a los pobres. Caso contrario, el Día mundial de los Pobres, que tuvo su primera edición en pasado día 19 de noviembre, se arriesga a ser una gran hipocresía.

La alegada duplicidad de la iglesia en relación a la cuestión social, recuerda la falsa leyenda de la dama cínica que, ricamente vestida y ostentando lujosas joyas, habría respondido así a un mendigo, a la salida de un baile de caridad: -¿¡cómo se atreve el señor a pedirme limosna, cuando estuve toda la noche danzando por su causa!?

La inmensa riqueza de la iglesia católica, principalmente la del Vaticano, es un tópico referido recurrentemente por los anticlericales. En verdad, no se puede dejar de reconocer que la Basílica de San Pedro, el palacio apostólico, la Capilla Sixtina, la Biblioteca de los museos vaticanos encierran obras de arte de incalculable valor. Es cierto que esos tesoros no son directamente rentables –es probable que los ingresos por su exposición al público no sirvan para siquiera para cubrir los gastos inherentes a su conservación –pero no se puede negar que, la venta de alguna de esas obras de arte, sería suficiente para matar el hambre de mucha gente. Piénsese, por ejemplo, en la Piedad de miguel Ángel: ¿no siendo esa famosa imagen  de Nuestra Señora de la Piedad esencial a la misión de la Iglesia, porque no se promueve su venta, en subasta mundial? Los 450 millones de dólares en los que fue rematado recientemente el cuadro “Salvator Mundi”, de Leonardo da Vinci, podrían fácilmente ser superados por la ‘Piedad’. Con el valor astronómico de ese extraordinario ingreso, millones de pobres, que viven ahora en la mayor miseria, podrían ver mejoradas sus condiciones de vida.

Es verdad. Así como es verdad también que esta misma crítica se podría hacer a otras entidades, comenzando por el Estado portugués. Es significativo que, aún en tiempos de la más severa austeridad nacional, nadie haya sugerido  que el Museo nacional de Arte Antigua vendiese alguna de sus obras más valiosas- como, por ejemplo, el tríptico de Nuno Gonçalves –a pesar de saber que tal enajenación iba a permitir al Estado obtener un ingreso nada despreciable. Más aún, fue precisamente en 2015 y 2016 que, paradójicamente, se lanzó una campaña nacional para la adquisición, por 750 mil euros, de ‘la Adoración de los Magos’ de Domingos Antonio Sequeira. Afortunadamente se consiguió, por suscripción pública, rescatar esa obra y devolverla al patrimonio nacional. Curiosamente, no consta que alguien haya considerado hipócrita aquella campaña…

Tampoco se ha escuchado hasta ahora, que se sepa, ninguna voz reclamando la venta de ese cuadro, o de otro tesoro nacional cualquiera, en provecho de las víctimas de los incendios. Nadie consideró hipócritas a la presidencia de la República, o del Parlamento u otro gobierno, por el hecho de no haber dispuesto de los bienes de los museos nacionales con ese fin. Los partidos políticos y las centrales sindicales, siempre tan preocupadas con los pobres, tampoco avanzaron ninguna propuesta en ese sentido, sin que nadie los hubiese acusado de fariseísmo. Por lo visto, la hipocresía es una virtud exclusiva de los católicos y su Iglesia respectiva…

Por increíble  que parezca, lo que muchos querrían que la iglesia hiciese con sus bienes, ya sucedió en otro país. Por eso, con el liberalismo, todos los conventos masculinos fueron extinguidos, así como los femeninos, aunque éstos solo después de la muerte de la última religiosa. Algunos de los conventos expropiados y su mobiliario fueron integrados en el patrimonio nacional, pero la mayor parte de sus bienes muebles  e inmuebles fueron vendidos en subasta pública y después vorazmente dilapidados. Edificios, imágenes de arte sacra y bibliotecas de enorme valor artístico y cultural, que las órdenes religiosas tenían, durante siglos, creado y conservado, para bien de la nación, se perdieron para siempre. Henrique Leitão e Luana Giurgevich publicaron, recientemente, en una obra de referencia (‘Clavis bibliothecarum’, 2016), los catálogos e inventarios de las instituciones religiosas en Portugal, hasta 1834. Más de cuatrocientas bibliotecas desaparecieron con esa catástrofe cultural, solo comparable al terremoto de 1755 y a la tragedia que fue, para enseñanza nacional y cultura científica portuguesa, la expulsión de los jesuitas, en 1759.

¿Qué sucedió con cuadro “Salvator Mundi”, recientemente comprado en subasta, por un desconocido multimillonario? Pura y simplemente desapreció, para el público en general, que ya no lo puede contemplar: desgraciadamente, puede más el poder económico de uno solo que el legítimo interés cultural de todos. Lo mismo sucedería con la ‘Pietà’, o los demás tesoros artísticos del Vaticano, si tuviesen el m ismo destino. Esos bienes son de hecho, de la humanidad; la Iglesia católica solo los conserva y garantiza que estén a disposición de todos, sobre todo de los más pobres. Cualquier sin techo puede ahora entrar en la Basílica de San Pedro y contemplar, gratuitamente y durante el tiempo que quiera, esta magnífica escultura de Miguel Ángel, que le estaría prohibida si fuese propiedad privada, como es ahora el “Salvator Mundi”. Si esa imagen mariana fuese también eventualmente subastada, serían todos los pobres los principales perjudicados, aunque el dinero de su venta revertiese a favor de algunos de ellos.   Porque la ‘Pietà’ es de la Iglesia es de todos nosotros, también de los no creyentes y, sobre todo, de los pobres.

Cristo, siendo rico, se hizo pobre, para que todos fuésemos ricos en su pobreza (cf. 2Cor 8, 9). Su Iglesia, siendo pobre y para los pobres, como recordó el papa Francisco, se hizo rica, para que todos los pobres puedan ser ricos con su riqueza.

http://observador.pt/opiniao/o-dia-mundial-dos-pobres-uma-hipocrisia/


martes, 26 de diciembre de 2017

Historia de una Navidad diferente





La Navidad, en su versión comercial, es una historia muy sentimental, llena de paz, de amor y angelitos rechonchos, tocando el arpa y cantando hosannas. Pero no fue así hace 2017 años…

Cuando oímos hablar de Navidad, se nos cuenta siempre la misma historia romántica. Se habla de Jesús bebé y del matrimonio maravilloso, María y José. Se mencionan la vaquilla y el burrito, con diminutivos que hacen aún más tierna la escena. Los misteriosos Magos, venidos de Oriente, dan una nota de fantasía, digna de una mega producción de Disney, en cuanto a la adoración de los pastores introduce una nota ecológica, políticamente muy correcta, pues funde en el mismo amor el culto a Dios niño y a la devoción por la naturaleza.

Esta es, por así decir, la versión comercial de la Navidad: una historia sentimental, llena de paz, de amor y de angelitos rechonchos, tocando el arpa y cantando hosannas. Pero esta no es toda la historia que aconteció hace aproximadamente 2017 años…

De hecho, cuando Herodes supo del nacimiento del Rey de los Judíos, título Mesiánico al que era inherente a la realeza de Israel, decidió eliminar al usurpador. Al no saber su paradero, mandó matar a todos los recién nacidos en Belén de Judá. Jesús no pereció porque antes huyó, con María y José, a Egipto, donde permanecieron algún tiempo. Pero hubo niños que fueron asesinados en esa ocasión y, como murieron por Cristo, la Iglesia los venera como mártires.

No se sabe con certeza el número de víctimas de la furia asesina del tirano, pero se puede creer que fueron bastantes: casi todos los que habían nacido en Belén, en aquellos dos últimos años. José y María solo salvaron a Jesús, porque no sabían, ni pudieron prever, la matanza de los santos inocentes. La horrible muerte de aquellos niños tiñó, con sangre infantil, el misterio de la Navidad.

También ahora, la Navidad tiene una vertiente dramática, muchas veces ocultada en estos días de fiesta. El Evangelio, citando palabras de Jesús en la inminencia de su Pasión y muerte en la cruz, habla de la alegría del nacimiento de un niño: “La mujer, cuando está para dar a luz, siente tristeza, porque llegó su hora; pero, cuando da a luz un hijo, ya no se acuerda de su aflicción, con la alegría de haber traído un hombre al mundo” (Jn 17,21). ¿¡Pero, qué sucede cuando esa criatura no está sana y sin defecto!?

El hedonismo moderno se ha apropiado del odio de Herodes y, todos los años, siega la vida de millares de niños deficientes. Hay países en los que esos bebés ya no nacen, porque su muerte es provocada anticipadamente, por vía del llamado aborto terapéutico. En las naciones en que se ha aprobada la eutanasia, también se practica la eliminación selectiva de los recién nacidos con mal formaciones. Tal vez aquellos que, en un momento de desesperación, deciden poner término a la vida inocente de un niño discapacitado, antes o después de su nacimiento, tengan algún atenuante, no obstante la gravedad de ese acto homicida. Pero los padres que, conscientes de las anomalías del hijo en gestación, lo acogen con amor son, por lo general, verdaderos héroes.

Habrá quien piense que hay egoísmo en esa actitud, porque incluso para el propio menor sería preferible abreviar su sufrida existencia. Claro que, si así fuese, todas las vidas concebidas serían, en nombre de esa suposición, también eliminables, porque nadie puede garantizar, de antemano, que una nueva vida, física y psíquicamente normal, va a estar siempre exenta de sufrimiento. En realidad, la única forma eficaz de evitar el dolor es por la eliminación de la persona porque, donde hay vida, hay siempre esa posibilidad.

Por otro lado, una persona incapacitada no es, necesariamente, desgraciada. No obstante sus penosas circunstancias, si es amada por sus padres y demás familiares, estos niños también pueden ser felices en esta vida. Pero, aunque su infelicidad fuera por el propio sufrimiento y conscientemente, nada ni nadie está legitimado para suprimir su existencia. Por eso, la muerte provocada de un ser humano inocente, aunque estuviera enfermo, es siempre un asesinato, que ofende gravemente a Dios y ataca uno de los principios más sagrados de la convivencia social.

Mi amigo Pablo y su mujer sufrieron una terrible sacudida cuando supieron, por la ecografía, que su última hija padecía el síndrome de Dawn. El nacimiento de Gracinha fue, con todo, un momento de felicidad, aunque enturbiado por la aprensión causada por la deficiencia. Más tarde, cuando comenzó a manifestarse su personalidad, puso de manifiesto una extrema afectividad e, incluso, su alegría.

Los padres se dieron cuenta entonces que aquella hija no era una maldición de Dios, ni un castigo, sino un don y una bendición: si Dios les había dado aquel ser particularmente deficiente, era porque depositaba en ellos una enorme confianza. Cuando unos padres se ausentan durante una temporada y, por eso, tienen que distribuir  la prole entre familias amigas, confían al más necesitado al matrimonio que más aprecian. Así hace Dios también, distinguiendo a los padres a quien concede esta gracia.

Por exigencias profesionales, Pablo tuvo que vivir un tiempo en el extranjero, a donde no pudo llevar a su familia. En su pequeño apartamento tenía, luego a la entrada, una sola fotografía: la de su hija más joven. Al fin del día, al llegar a casa, no le pesaba el cansancio ni la soledad porque, al mirar aquel retrato, se sentía acompañado por aquella que era, sin exageración, la alegría de la familia. Además, cuando venía a Portugal, para estar con la mujer y los hijos, Gracinha era siempre la que más fiesta le hacía.

Los santos inocentes no murieron en vano: su muerte por Cristo fue su triunfo y, por eso, la Iglesia los festeja como protomártires del cristianismo. También ellos son navidad porque, cuando el Hijo de Dios nació para el mundo, ellos nacieron para la eternidad. ¡Quiero creer que, en el cielo, hay una gloria especial para estos hijos predilectos de Dios, pero también para sus padres, hermanos y para cuantos los acogieron con la misma ternura y amor con que María y José recibieron a Jesús! ¡Santa Navidad!

http://observador.pt/opiniao/historia-de-um-natal-diferente/


sábado, 23 de diciembre de 2017

La Navidad según José




Opinión de José Luís Nunes Martins


No somos señores de nosotros mismos, y nunca seremos buenos jueces de los demás, por más que nos esforcemos y mejor sea nuestra intención.

Muchas veces, el amor exige que nos hagamos invisibles, casi insignificantes, convirtiéndonos en un soporte del otro. Un instrumento escondido de su vida.

En algún momento de nuestra existencia, nos encontramos con  situaciones difíciles, que creemos que están por encima de nuestras fuerzas y talento. Con buen juicio, abandonamos esas posibilidades casi imposibles. ¡Pero es que, en un sueño, nos es dado ver que la vida está tejida de milagros que sobrepasan nuestra capacidad de comprender! Y avanzamos, porque algunos milagros dependen solo de nosotros, para que se hagan verdad.

Hay un hilo invisible que nos une al futuro. A veces se tensa, otras veces lo sentimos nuestro, es muy fuerte, inquebrantable, y nos  impide caer en los agujeros más hondos de la existencia. ¡Nos empuja hacia lo alto, aunque de forma muy delicada y sutil! Con todo, su voluntad es siempre respetada, hasta el punto de que podemos cortar esa línea.

Algunas personas entregan su corazón al egoísmo y al orgullo, creyendo que son jueces de sí mismos y que ante nadie más tendrán que responder. Otras piensan que interesa impresionar y conquistar la opinión de los demás. Ahora bien, no somos señores de nosotros mismos, y nunca seremos buenos jueces de los demás, por más que nos empeñemos y mejor intención tengamos.

En este mundo nuestro, hay mucha gente todavía que no se avergüenza de la miseria ajena. No se alegra con las victorias justas de otros, ni es consciente de que corresponde a cada uno juntar unas cuantas piedras en la construcción del mundo…

La ternura y la humildad no son cosas de débiles, en cambio, sí son virtudes de los más fuertes. De los que no necesitan maltratar a nadie para sentirse importantes.

Con paciencia y tranquilidad, se llega siempre a la hora… y la luz aparece.

El silencio de quien cree que su presencia hace la diferencia es la paz absoluta. La sencillez de algunos gestos, como ayudar a otro en las tareas más simples y vulgares, son casi milagros. ¡Es extraño y curioso, pero las personas se empeñan siempre en  complicarlo, creen que lo esencial es tan  básico que hasta se puede  dejar a un lado!

¿Con el nacimiento del milagro absoluto justo delante de nosotros, qué se nos pide? Que estemos presentes, en silencio y cuidando de lo sencillo. Nada de más, nada de extraordinario.

Claro, estar en el lado bueno implica resistir a los ataques de los que están al otro lado.

¿Tiene importancia que alguien más sepa el bien que hacemos? No, somos nosotros quienes más ganamos con eso. ¿Para qué la vanidad?

Nos corresponde hacer lo que establecemos como nuestro deber, aceptando el resto, porque depende más de nosotros.

Cuando no podemos hacer nada más, debemos entregar el asunto a Dios… e ir a dormir.

Quien se esfuerza en querer lo que Dios quiere, anda muy cerca del cielo.



                                                        Ilustración Carlos Ribeiro


http://rr.sapo.pt/artigo/101386/o-natal-segundo-jose

LA ADORACIÓN






Pablo Garrido Sánchez



El hombre postrado ante DIOS define la adoración. La postración interior de la adoración es el resultado de la admiración por lo revelado. DIOS realiza acciones pedagógicas con nosotros y sabe la forma de hacerse entender. La Biblia está llena de modelos de encuentro con DIOS, en los que su iniciativa conduce a Abraham, a Isaac o a Jacob a reconocerlo como su DIOS único al que deben culto de adoración. La lista de personas alcanzadas por la acción amorosa de DIOS puede ampliarse en la Biblia con profusión, así continuamos con Moisés, Josué, Gedeón, Judit, Rut, o Ester; Elías o Samuel ,Isaías o el autor sagrado del libro de la Sabiduría; los Magos de Oriente o los pastores de Belén. Todos ellos son guiados y se acompañan de una constelación de personas atraídas por el oculto imán de la presencia de DIOS en el corazón de estos discípulos de DIOS.



Jacob, por orden de su padre, sale de la casa paterna en Canaán para dirigirse a la tierra de Jarán, a casa de Labán su pariente, con el fin de buscar esposa. Jacob recibe la bendición paterna y se pone en camino. Al anochecer se dispone a dormir apoyado en una piedra, que le sirve de almohada y se le concede el sueño de la escala de Ángeles que ascienden y descienden desde el trono de YAHVEH hasta la tierra Cf. Gn28 . Al despertar, Jacob, reconoce aquel lugar como un espacio sagrado y unge la piedra en la que se le ha revelado DIOS mediante el sueño. Jacob establece un compromiso de fidelidad ante aquella revelación divina y por la comprobación de la providencia en los acontecimientos que estaban por venir. El cielo se abrió para mostrar algo de su verdad y misterio; y los Ángeles manifestaron también algo de su misión. Dios en su trascendencia puede asistirse de sus intermediarios, que siempre son los bienaventurados, santos o Ángeles.



El cielo se rasgó con la Encarnación del VERBO  y su nacimiento. Los Ángeles tienen una  función prioritaria en este mundo ordenada por el PADRE, y consiste en la adoración del VERBO, JESÚS, nacido de MARÍA: “Adórenle todos los Ángeles de  DIOS” (Cf. Hb 1, 6 ). Cualquier otra tarea para el Ángel distinta de la adoración del VERBO encarnado, es secundaria; y los Ángeles tienen abundantes misiones entre nosotros, pero no pierden de continuo la contemplación de DIOS  mismo (Cf. Mt 18, 10) en todo lo que ÉL es de trascendente e inmanente(interior a la creación), de Humano, en JESÚS de Nazaret, y de divino en su condición de VERBO consustancial al PADRE (Cf Jn 1,1).



La Biblia nos refleja una imagen de los Ángeles de una envergadura espiritual que sobrepasa esa imagen infantil de angelitos rechonchos con alas en la espalda (Cf Ju 13, 6 ; Ap 10, 1ss).



La Navidad es un tiempo entrañable para  vivir la adoración además de corresponder con todos aquellos compromisos familiares y sociales. Por lo menos durante unos días en el año adoptamos unas actitudes más fraternas que nunca vienen mal. Pero, además, deberíamos pedir al SEÑOR que acreciente en nuestros corazones el don de la adoración en ESPÍRITU y Verdad (Cf Jn 4, 23).


viernes, 15 de diciembre de 2017

Entre la cancela y la puerta






Opinión de JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS




Desde el portón de entrada en nuestra interioridad hasta la entrada en nuestra intimidad hay una distancia. Como si el ser más profundo de cada uno de nosotros estuviese escondido dentro de un bosque o solo fuese accesible a través de un laberinto.  



Podemos oír o ver algo y no querer que lo que oímos, o vemos, toque nuestro corazón.



Esta voz secreta que solo se puede escuchar en total recogimiento no está siempre accesible.



El lugar de nuestro valor y nuestra valentía, estando lejos de las murallas que nos protegen del exterior, están aún dentro de una fortaleza interior bien guardada, hasta de nosotros mismos.



Pocos son los que reconocen que son una amenaza para sí mismos. Hay muchos hombres que se creen señores de sí mismos y acaban por volverse salteadores y destructores de sus propios tesoros, porque no saben resguardar su intimidad y confunden lo cercano con lo íntimo, la simple sonrisa con el afecto puro, la palabra con la verdad.



Aceptar, sin prudencia, todo de todos es algo tan tonto como dar todo a todos, sin sensatez.



Es importante guardar las distancias que nos protegen de los ataques del exterior, distinguir lo que se puede decir de aquello que debe ser guardado para ser dicho después y, aún más importante, mantener la integridad de lo que tenemos de más auténtico: nuestro amor.



Quien no reconoce su altura y profundidad, su integridad a todos los niveles, no puede esperar que su verticalidad se mantenga por mucho tiempo. La prudencia y el cuidado para con nosotros mismos son esenciales.



Hay quien exige de los otros un respeto que no es capaz de tenerlo siquiera consigo mismo. Descuidar la cortesía con los que nos son más cercanos es un desastre, ante nosotros mismos es todavía más trágico. Acarea una confusión que nos hace perder lo que tenemos de más valioso: nuestra alma.


Hay un camino que va de la cancela de nosotros mismos hasta la puerta misma de nuestra intimidad. Es importante cuidarlo, mantenerlo limpio, iluminado y sin las amenazas propias de lo que está abandonado.



Este es el camino por donde pasan los que invitamos a vivir con nosotros, en lo más íntimo de lo que somos. Donde un fuego nos calienta sin quemarnos, nos ilumina sin cegarnos, nos señala el camino sin confusión, nos acepta como suyos y nos hace amar.



No podemos amar sin prepararnos para aceptar y acoger al otro en nosotros. Entregándole lo mejor de lo que somos. Aquello que fuimos capaces de preservar para él.




                                                       Ilustración Carlos Ribeiro



domingo, 10 de diciembre de 2017

Amar es destruir la soledad del otro






Opinión de José Luís Nunes Martins




El sentido de la vida pasa por salir de la comodidad y salir al encuentro de los que nadie quiere ver, por ser malos o mejores que nosotros, y caminar con ellos en el tiempo. Dando sin esperar recibir. Aceptando sin juzgar. Perdonando sin un por qué. Aprendiendo siempre.



El egoísmo es una forma que algunos encuentran para lidiar con el miedo a hablar. Una respuesta casi natural para quien no se quiere molestar. Se apartan, haciendo que la distancia le sirva de muralla.



Tendemos a creer que somos diferentes y mejores que los otros.



Creemos que sabemos todo y que nadie nos puede enseñar nada, pues si algo nos es desconocido, lo es porque apenas tiene importancia. La humildad es algo que queda siempre bien en los discursos, aunque no la practiquemos, como si eso fuese señal de inferioridad o cobardía.



Para justificar esta actitud de crear diferencias donde tal vez no existan, ¡nos disculpamos condenando a los otros! ¡No cometemos errores, los otros están equivocados a nuestro entender!



Cuanto más se piensa así, más abandonado se queda.



Otros hay que, por ser buenos acaban por ir siendo apartados. Pocos tienen el coraje de compararse con ellos. Su verdad incomoda. Admitir que son ejemplos a seguir es algo demasiado duro para quien solo quiere elogios y éxitos –aunque no sean verdaderos o merecidos.



El amor no es un juego donde se intercambian beneficios.



En el amor, es quien más pierde, por dar más, el que gana… se gana sí mismo, mostrándose, y viéndose, en su forma más auténtica.



El sentido de la vida pasa por salir de la comodidad y salir al encuentro de los que nadie quiere ver, por ser malos o mejores que nosotros, y caminar con ellos en el tiempo. Dando sin esperar recibir. Aceptando sin juzgar. Perdonando sin un por qué. Aprendiendo siempre.



Creando caminos que, después de llevarnos al encuentro de unos con otros, puedan ser largos o suficientes para que, juntos, sigamos en la misma dirección. Pero sin que por eso cada uno deje de tener que escoger entre una infinidad de caminos.



¡Amar es destruir la soledad del otro… y la nuestra!



                                                         Ilustración Carlos Ribero



http://rr.sapo.pt/artigo/100244/amar-e-destruir-a-solidao-do-outro


sábado, 2 de diciembre de 2017

¿Qué buscas?




Opinión de José LUÍS NUNES MARTINS



Nuestra existencia es mucho más que el tiempo entre el inicio y el fin de la vida. La profundidad es esencial. ¿Cómo se llega allí? A través de la escucha atenta de sí mismo. La mayor parte de las personas como no oye, no sabe hablar y no aprende. Y si no aprende, no sabe preguntar, tampoco responder.

Escuchar a alguien es conocerlo. Escucharnos a nosotros mismos es revelarnos la persona que más importa que conozca y ayude. Claro, la razón habrá de filtrar después lo que entró por el oído.

¿Qué buscas?
Hay diálogos superficiales que, en verdad, no son más que monólogos intercalados.

Los que están silenciosos, a veces, no están escuchando, solo están a la espera de su turno para hablar.


La verdadera escucha es una reflexión profunda. Primero salimos de nosotros mismos y nos dirigimos al otro, entonces reunimos, con todos los sentidos, impresiones, hechos y datos.


Es importante escuchar las voces originales, las que aportan opiniones distintas y aquellas que tienen silencios diferentes de los nuestros.


Hay un peligro común del  que es importante mantenerse a distancia: quedar sordo ante el barullo de  palabras y opiniones en exceso que se escuchan a nuestro lado.

¿Qué buscas?

Escúchate. Dialoga contigo mismo. Acéptate y sonríe a tu corazón.

Con confianza, revélate a ti mismo lo que, en el fondo de ti es más elevado.

No dejes que la muerte te encuentre soñando con lo mismo que soñabas en la juventud. Olvidando que el tiempo pasó y nada hiciste para hacer realidad aquello de lo que eres capaz. Lleno de disculpas para tus prejuicios y orgullo.

¿Qué quieres oír de ti mismo cuando tus días estuvieran cerca del fin?

En aquel momento, frente a la aparente inutilidad de lo que ya no somos capaces… solo queda nuestro valor como personas. Y nuestra voz interior, la de siempre, que un día nos garantizó que íbamos a ser muy felices.


                                                         (Ilustración de Carlos Ribeiro)

sábado, 25 de noviembre de 2017

¿Qué es lo mejor para mí?




Opinión de JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS

Nuestra inteligencia nos hace creer que siempre conseguimos evaluar las posibilidades a nuestra disposición, escogiendo después aquella que consideramos mejor.

Creer que hay sentidos que nos sobrepasan es algo de elemental humildad. ¿Por qué razón tendrían que caber los misterios del mundo en nuestras cabezas?
....
Nos engañamos a nosotros mismos, a veces sin darnos cuenta. Es curioso que no aprendamos a dudar  más de nuestras opiniones respecto a todo lo que nos rodea.

¿Hacemos lo que queremos o debemos?

Muchas veces la voluntad se confunde con los apetitos (impulsos naturales y básicos para la satisfacción casi ciega de necesidades primarias) y con los deseos (pulsiones de componente emotiva y que procuran satisfacer una atracción que no proviene de la razón).

Ser libre no es ser esclavo del deseo, tampoco de los apetitos. Ser libre es saber que no hay otro destino a no ser aquel que nuestras manos determinen. Aceptar los sacrificios de la misión forma parte del heroísmo de luchar por lo mejor.

Querer es aceptar las consecuencias de lo que se quiere.
En ese sentido, el mayor enemigo de cualquiera de nosotros es la mala voluntad.

Por la voluntad vencemos las adversidades. No es la intención donde está la diferencia, sino la decisión y la determinación con que se hacen las obras. ¿La medida de la voluntad? El esfuerzo y la disposición de que se es capaz, en particular la paciencia de afrontar el tiempo en que el bien se demora, sin perder la convicción.

La voluntad está en torno a la raíz del talento. De cualquier talento. Sin voluntad, ningún talento llega a concretarse.

Hay muchas cosas que son independientes a nuestra voluntad y que escapan a nuestro entendimiento. Podemos tratar de encontrarles algún sentido, como si fuesen una voluntad mayor y, tal vez, mejor.

Tendemos a dudar más que a tener fe, a despreciar más que a admirar, a buscar más que a esperar, a pensar más en nuestra satisfacción que en amar. Pero somos libres. Siempre. Incluso delante del amor podemos volver las espaldas e irnos en buena hora.

Entreguémonos a la vida, cumpliendo lo que nos corresponde, aceptando que hay sentidos mayores y mejores que aquellos que somos capaces de concebir.
Quiera yo el mayor bien para mí, aunque no lo comprenda ni sea el más agradable.

Aprenda yo a creer, a admirar, a esperar y a amar.
                                                   Ilustração Carlos Ribeiro

sábado, 18 de noviembre de 2017

El silencio nuestro de cada día


Opinión de José Luís Nunes Martins



Nuestro espíritu debe descansar también. Es fundamental darnos paz a nosotros mismos. Sólo nosotros podemos conceder este don a nuestro corazón. Nunca nos va a llegar desde fuera.

Es esencial que sepamos encontrar y valorar los tiempos para parar, pensar y sosegarnos.

En cada hora un minuto, lleno de paz, sosiego y tranquilidad, será suficiente para que nuestra disposición y humor mejoren y, así, nos podamos disponer a los trabajos que forman parte de nuestro deber.

Que cada día haya un tiempo para cerrar los ojos, sintiendo la vida, agradeciendo las fuerzas y los talentos y saboreando las cosas buenas de la existencia, por más pequeñas que sean o nos puedan parecer.

Cada semana un día, dedicado a pasarlo con aquellos que están o debieran estar más próximos. Escuchando, admirando y cuidando. Compartiendo la alegría y las tristezas del día a día.

Cada año algunos días, hay que hacer un intervalo entre los desasosiegos, volar con el fin de ver bien la línea del camino construido y recorrido, así como para saber cuales serán las opciones en adelante. En verdad, por más que hayamos llegado al punto donde queríamos, eso, no significa que estemos caminando en el sentido correcto.

El silencio no tiene que ser un tiempo de aburrimiento o infelicidad. Muy al contrario, puede ser un punto álgido donde, apartados del tumulto cotidiano, nos podamos encontrar con nosotros mismos y dialogar. Descansar es también estar donde nadie nos vea. ¡A veces, podemos huir ante los ojos de otros, sin que ellos se den cuenta! ¡Ellos están ahí y nosotros... encima de una montaña desde donde se ve el mar!

Hay quien tiene mucho miedo de sí mismo y huye, por todos los medios, de los momentos en que teme oírse, de las ocasiones en que no puede mentir de ninguna forma, de los instantes donde la verdad es evidente.

Nuestro espíritu debe también descansar. Darnos paz a nosotros mismos es fundamental. Sólo nosotros podemos concedernos este don al corazón. Nunca nos va a llegar desde fuera.

La coherencia de vida y la armonía de la existencia se fundamentan en el bien que hacemos. En la forma como nos entregamos. E, si nos podemos entregar mejor, entonces es eso mismo lo que debemos hacer. Sin egoísmo, fingimiento, superficialidad, hipocresía, presunción, arrogancia u orgullo. El silencio y el descanso son esenciales para perfeccionarnos. El esfuerzo constante agota.

La grandeza de mi silencio está en la confianza de que, aquietando mis preguntas, podré cuchar respuestas que no son mías... y la verdad que susurran.

                                                            Ilustración Carlos Ribeiro

http://rr.sapo.pt/artigo/98647/o-silencio-nosso-de-cada-dia

miércoles, 15 de noviembre de 2017

¿Curas casados? II


Pablo Garrido Sánchez

Escasez de sacerdotes

¿La adopción del celibato opcional solucionaría la escasez de sacerdotes? Pretender una solución definitiva a un problema de esas características no es realista. Sería como decir que acabamos con el problema del hambre cuando haya alimentos suficientes. Las cosas son más complejas, porque tenemos una producción de alimentos, ahora mismo, capaz de satisfacer las necesidades de todos los habitantes del planeta, y sin embargo siguen muriendo millones de personas a causa del hambre. De manera parecida ocurriría con la apertura del celibato opcional. Dicho lo anterior resulta obvio que habría más sacerdotes disponibles, en primer lugar porque hay vocaciones jóvenes que darían el paso hacia el sacerdocio si no encontraran la barrera del celibato, y por otro lado, de los más de cien mil sacerdotes dispensados muchos ofreceríamos  nuestro servicio y ayuda de modo totalmente desinteresado.

Es muy probable que no pase mucho tiempo sin que alguna de las cosas aquí comentadas sean una realidad visible dentro de nuestras parroquias. El papa Francisco parece estar dispuesto a valorar las propuestas realizadas, en principio, por las distintas conferencias episcopales. Sabemos que Brasil, el país con más católicos del mundo, tiene una alarmante escasez de sacerdotes y se está tratando el asunto. La misma Conferencia Episcopal de Alemania, en su última reunión plenaria manifestó con crudeza el problema de la escasez de sacerdotes y la necesidad de ponerle remedio, planteando al Papa un proyecto de ordenación de “varones casados”.

El papa Francisco, en el recién concluido Año de la Misericordia, el último viernes en que tenía actos fuera de la agenda oficial, concertó una visita a un domicilio en Roma con tres sacerdotes dispensados de celibato entre los que se encontraba un español. El tono de la nota oficial dando cuenta de la visita distaba mucho de la severidad  de pronunciamientos oficiales anteriores. Este encuentro del papa Francisco con estos sacerdotes dispensados del celibato y sus familia viene a paliar un poco el lenguaje ambiguo oficial, que ha trascendido a los fieles en general . La ambigüedad se manifiesta de modo especial cuando la doctrina oficial, ya desde el Concilio de Trento, que el sacerdote debidamente ordenado nunca será un laico, afirmación doctrinal recogida por el actual Catecismo. El texto es muy claro: “Un sujeto válidamente ordenado puede ciertamente, por justos motivos, ser liberado de las obligaciones y de las funciones vinculadas a la ordenación, o se le puede impedir ejercerlas, pero no puede convertirse de nuevo en laico en sentido estricto, porque el carácter impreso por la ordenación es para siempre. La vocación y la misión recibidas el día de su ordenación, lo marcan de manera permanente” (CIC n. 1583).

 La ambigüedad aparece una vez más cuando el que solicita la dispensa de celibato y la recibe se le hace entender que es una gracia que la Iglesia le concede, pero al mismo tiempo el desarrollo del canon anteriormente citado está por llevar a cabo, impidiendo que se realice lo que la propia Iglesia oficialmente dispone.

El camino que conduce a un sacerdote a pedir la dispensa de celibato, que no la secularización, es un proceso altamente doloroso en la mayoría de los casos, y se realiza por una búsqueda de coherencia, sea una decisión acertada o equivocada; de la misma forma que el que persevera en el don del celibato recibido lo hace por ser fiel al SEÑOR y a su conciencia. La mayor parte de los sacerdotes dispensados han dejado en el ministerio sacerdotal los mejores años de su vida, y por elegir el estado matrimonial, perfectamente compatible con el carisma sacerdotal sufren la marginación oficial. Una Iglesia que pretenda aparecer  con un rostro renovado no puede seguir manteniendo en la indiferencia a más de cien mil sacerdotes en todo el mundo que por las causas que fueren  han pedido la dispensa para casarse cuando los propios apóstoles estaban casados (Cf. 1Cor 9, 5).

Hará muy bien el papa Francisco en atender las propuestas de las distintas conferencias episcopales o de obispos particulares para regular una nueva disciplina en torno al celibato. La íntima relación con el SEÑOR se puede establecer desde una teología del celibato por el Reino de los Cielos, o por el camino de la conyugalidad que es el signo visible del amor de JESUCRISTO a su Iglesia (Cf Ef 5, 31-32) El propio papa Francisco, en la exhortación “La alegría del amor”, trajo a la memoria la cita de uno de los más grandes teólogos del siglo trece, Alejandro de Hales, que afirmaba la superioridad del matrimonio, en cierto sentido, sobre el celibato (Amoris laetitiae,n159).

Breve bibliografía:

Häring Bernhard:”¿Qué sacerdotes para hoy?”, Editorial Ppc 1995.
Lobinger Fritz, cardenal:”El altar vacío” editorial Herder 2015.
Pablo VI: “Sacerdotalis coelibatus”,1967, encíclica.



Papa Francisco: “Amoris Laetitia”, exhortación apostólica postsinodal 2016. 
Sebastián Aguilar Fernando, cardenal:”Memorias con esperanza”, Editorial Encuentro 2016.

lunes, 13 de noviembre de 2017

¿CURAS CASADOS? I



Pablo Garrido Sánchez

La problemática y el debate de curas casados sí, o todos los curas célibes, viene de lejos. El momento en el que de forma terminante se zanjó la cuestión se traslada al Concilio de Trento, pues hasta ese momento, y con grandes dificultades, un buen número del área anglosajona y germana se casaban y tenían hijos un tanto clandestinamente. Cuando el rito del matrimonio se estableció en los términos en los que hoy lo conocemos, entonces casarse se volvió casi imposible para el clérigo, ya que podía terminar en manos de la Inquisición. La Reforma de Lutero exigía la abolición del celibato, sin embargo la Contrarreforma Católica cierra todas las puertas; pero parafraseando al evangelio, en el principio no fue así. El matrimonio de los diáconos, presbíteros y obispos en las tres primeras generaciones de cristianos, es decir, en sus ciento cincuenta años iniciales, es un hecho atestiguado de forma inequívoca en el Nuevo Testamento(Cf Mc 1, 29-31; Hch 21,9; 1Cor 9,5;1Tm 3,1-13; Tt 1,5-9).

Muchas personas podrían pensar que la ley del celibato surgió con la Iglesia, siendo algo desconocido anteriormente en otras culturas, pues no hay tal cosa. La continencia total ya estaba en el mundo pagano antes del Cristianismo. Valgan dos ejemplos: las vestales romanas, que permaneciendo en virginidad hasta los treinta y cinco años debían velar en el templo de Vesta  por la permanencia de la llama sagrada, y el caso de los esenios de Qumran, monjes en estricto celibato con motivo de una pretendida expectativa mesiánica. Desde el concilio de Elvira celebrado en Granada, alrededor del año 304, hasta el concilio de Trento, pasando por la prohibición taxativa de Gregorio VII, en el mil ochenta y cuatro, la situación del matrimonio de los clérigos se mantuvo en tensión continua durante todo ese tiempo, arreciando según el obispo que a cada cual le tocase.

En el capítulo diecinueve de san Mateo, el don de la continencia y el celibato por el Reino de los Cielos está en paralelo con el don del matrimonio, que habría que considerar también por el Reino de los Cielos, dado que es una gracia especial para vivir el matrimonio según el plan primigenio de DIOS. A lo largo de los escritos del Nuevo Testamento encontramos los matrimonios que viven su condición de matrimonio por el Reino de los Cielos, como es el caso de Priscila y Aquila mencionados en diversas ocasiones(Cf Rom 16,3;1Cor 16,19; 2Tim 4,19). San Pablo en su opción por el celibato no le cuesta trabajo admitir que es tan lícito su estilo de vida como el de aquellos otros apóstoles y evangelizadores que van acompañados de sus respectivas mujeres en la misión (Cf. 1Cor 9, 5). El apóstol lo había dicho: “Sobre la vida en continencia no tengo mandato del SEÑOR. (1Cor 7,6,7); pero no se preocupe mi atento lector, que en la actualidad todavía hay predicadores y escritores, que no me atrevo a llamar teólogos, que se inventan interpretaciones sobre textos de la Escritura para justificar de manera inapelable el celibato. El celibato honra a todos aquellos que habiendo recibido el don del mismo lo viven con sencillez y alegría de espíritu.

¿Qué dice el canon 1335?

Estamos al inicio del curso y echamos cuentas de los seminaristas que están en el Seminario Diocesano, y las cuentas no salen: no hay seminaristas para atender  a las jubilaciones y defunciones del clero en activo. Ahora nuestro obispo se está haciendo experto en reclutar sacerdotes de otras diócesis e incluso nacionalidades. Bienvenidos sean todos, pero algunos de los sacerdotes llegados y sus respectivas comunidades van a tener que pasar un periodo intensivo de adaptación por dificultades de idioma. Y con esto quiero traer el ascua a mi sardina, pues naturalmente que si. Si la propia institución fuese coherente con el Derecho Canónico hace tiempo que habría llamado a más de un sacerdote dispensado de celibato a echar una mano en las tareas pastorales con toda normalidad. Esto que digo puede sorprender a la gran mayoría, pero veamos qué dice el canon mil trescientos treinta y cinco, en su único artículo: 
Si la censura prohíbe celebrar los sacramentos o sacramentales, o realizar actos de régimen, la prohibición queda suspendida cuantas veces sea necesario para atender a los fieles en peligro de muerte; y, si la censura latae sententiae no ha sido declarada se suspende también la prohibición cuantas veces un fiel pide un sacramento o sacramental o un acto de régimen; y es lícito pedirlo por cualquier causa justa”.

Cualquiera puede encontrar este canon en Internet y comprobarlo. Tenemos, pues, en el mismo canon dos situaciones que se parecen, pero que son distintas: la primera obedece a una máxima urgencia por la que el fiel cristiano solicita la intervención de un sacerdote dispensado de celibato a realizar un sacramento, confesión, unción e incluso eucaristía; y por otro lado se contempla que una persona o varias ante una causa justificada requieran la intervención del mismo sacerdote dispensado para cubrir las necesidades espirituales de esas personas. Una aclaración: un sacerdote dispensado de celibato, en principio, no está afectado de pena canónica alguna. 

Pensemos por un momento: ¿Cuántas parroquias están desatendidas por ausencia de sacerdotes? Existen diócesis en las que un mismo sacerdote tiene que atender más de cuarenta pueblos, por lo que la frecuencia de misa dominical es mensual en el mejor de los casos. Ante la situación presente, ¿no sería más racional y evangélico ampliar las posibilidades del canon mil trescientos treinta y cinco y que un obispo en su diócesis pueda disponer de la colaboración de sacerdotes casados y dispensados de celibato? Más aún, debería ser posible que un párroco pudiera libremente solicitar la colaboración de los sacerdotes dispensados  que hubiera en su parroquia.

Varones probados”

Si escuchásemos a alguien decir en estos tiempos, “la Iglesia tendrá que ver la posibilidad de ordenar a personas casadas de vida probada, y la ordenación presbiteral de mujeres”. Puede ser que el primer término de la propuesta resulte aceptable y ante la segunda saliesen a relucir bastantes reservas; pues esta doble propuesta está formulada por el obispo emérito y cardenal, Fernando Sebastián, en su libro “Memorias con esperanza”, páginas 253 y 389, comentando la escasez de sacerdotes que tuvo en las diócesis en que fue titular: en la de León, al comienzo de su ordenación como obispo, y en la de Navarra.

¿Sacerdotes casados en activo dentro de la Iglesia Católica? Los que pedimos el celibato opcional dentro de la Iglesia Católica somos los de rito latino, pues en la obediencia al Papa se encuentran algunas iglesias de rito oriental provenientes de la fractura producida en el siglo once. En los tiempos del buen Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid, nada favorable al celibato opcional, tenía en el seminario de su diócesis a seminaristas de rito oriental, que cursaban estudios y tenían su novia, con la que habrían de casarse antes de la ordenación presbiteral. Por supuesto, dentro de la Iglesia Católica existen sacerdotes casados ejerciendo su ministerio provenientes de otras confesiones, como la anglicana, además de los que propiamente ostentan la procedencia de ritos orientales.

(continua)

¿Lutero: reformador o revolucionario?

P. Gonçalo Portocarrero de Almada


Si a la mujer del César no le basta ser honesta, pues debe parecerlo, con más razón la Iglesia, esposa de Cristo, debe rechazar los revisionismos históricos.


A propósito de los quinientos años de la 'reforma' protestante, protagonizada por Martín Lutero, en 1517, muchas han sido las iniciativas, también en la Iglesia católica. Después del gran cisma de oriente, que dividió a los cristianos en orientales y latinos al final del primer milenio, la 'reforma' luterana apartó de la Iglesia católica a millones de fieles, sobre todo en Alemania y los países escandinavos. Lutero no solo se separó de la Iglesia romana, sino que también dio origen a numerosas confesiones cristianas, llamadas reformadas o protestantes.

Martín Lutero, que tradicionalmente fue tenido, por la Iglesia católica, como el heresiarca responsable de la separación de los cristianos que, siguiéndolo, abandonaron Roma, es ahora considerado por algunos católicos como alguien providencial, como si hubiese sido el instrumento del Espíritu Santo para la reforma de la Iglesia católica. Así lo dio a entender el secretario general de la Conferencia Episcopal italiana, Nuncio Galantino, cuando, en octubre pasado, en la romana Universidad Lateranense, afirmó que “la reforma iniciada, hace quinientos años, por Martín Lutero, fue un acontecimiento del Espíritu Santo”.

Es verdad que todos los acontecimientos, también los negativos, son de algún modo consentidos por el Espíritu Santo, como expresamente afirma San Pablo, cuando dice que todas las cosas contribuyen al bien de aquellos que Dios ama (cf. Rm 8, 28). El creador escribe derecho con lineas torcidas, pero no se puede imputar a la providencia divina los pecados y miserias humanas. Gracias a pasión y muerte de Jesucristo, se dio la redención de la humanidad, pero es obvio que tal efecto sobrenatural no absuelve a los verdugos del Redentor: Judas Iscariote, el Sanedrín, Poncio Pilato, etc. Lo mismo puede decirse, mutatis mutandis,de la 'reforma' luterana: aunque haya sido la ocasión propicia para un posterior esclarecimiento, por el Concilio de Trento, de algunos aspectos dela doctrina católica, no se pueden ignorar los efectos catastróficos del cisma provocado por Lutero.

El cardenal Gerhard Müller se opone a este revisionismo histórico, en un artículo ahora publicado en 'La Nuova Bussola Quotidiana'. Para este prelado, la 'reforma' luterana “tuvo un efecto contrario a la voluntad de Dios”: desde el punto de vista de la doctrina católica, dicha 'reforma' luterana no fue tal, “sino una auténtica revolución de la doctrina de la Iglesia”.
Es verdad que muchos historiadores tienden a justificar a Martín Lutero, porque luchó contra el abuso de las indulgencia y denunció las malas costumbres que entonces se vivían en la corte pontificia. Pero, como aclara el Cardenal Müller, “abusos y comportamientos indignos hubo siempre en la Iglesia y también los hay hoy. Somos una Iglesia que es santa por la gracia de Dios y por los sacramentos, pero todos los hombres de la Iglesia son pecadores y, por eso, todos necesitan del perdón, de la contrición y dela penitencia”. Si Lutero se hubiese limitado a predicar la reforma moral, o a censurar los vicios de algunos de los cristianos de su tiempo, habría sido, por eso, un venerable reformador, como nuestro beato Fray Bartolillo de los Mártires, arzobispo de Braga y figura importante del concilio de Rento. Desgraciadamente, Lutero quiso emprender un cambio radical de la doctrina cristiana, alterando sustancialmente el modo como, hace más de mil quinientos años, se creía y viví la fe cristiana, dando así origen a una experiencia religiosa inédita, divergente de la tradición eclesial.

A propósito de ‘De captivitate Babylonica ecclesiae’, que Martín Lutero escribió en 1520, Gerhard Müller dice: “es absolutamente claro que Lutero abandonó todos los principios de la fe católica en relación a la Sagrada Escritura, a la Tradición apostólica, al magisterio del papa, a los concilios y al episcopado. Se opone [...]a la noción católica del sacramento, como señal eficaz de la gracia contenida en él, sustituyendo la eficacia objetiva de los sacramentos por una fe subjetiva”.


Por todo esto -escribió aún el cardenal Müller- no podemos aceptar que la reforma de Lutero pueda ser tenida como una reforma de la Iglesia, en sentido católico. Una reforma católica es una reforma de la fe vivida en gracia, una renovación moral y ética, una renovación espiritual y moral de los cristianos; pero no la fundación de una nueva Iglesia. Por tanto, es inaceptable afirmar que la reforma de Lutero 'fue una reforma del Espíritu Santo'. Por el contrario, fue contra el Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo es quien garantiza la continuidad de la Iglesia por medio de su magisterio, sobre todo el petrino: Jesús fundó su Iglesia únicamente sobre Pedro (Mt 16,18), 'la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad' (Itm 3,15)”.

No se piense, con todo, que esta intervención del cardenal Müller se opone al movimiento ecuménico, tan fuertemente incentivado por el Concilio Vaticano II y por todos los papas del post concilio, especialmente el Papa Francisco. “Ciertamente -se reconoce en este artículo- pasaron quinientos años y no es hora de fomentar polémicas sino de buscar la reconciliación, aunque no a costa de la verdad. […] Si, por un lado se debe reconocer la acción del espíritu Santo en los cristianos no católicos que personalmente con cometieron el pecado de la separación de la Iglesia, por otro no se puede cambiar la historia sobre lo que aconteció hace 500 años. Una cosa es tener el deseo de mantener buenas relaciones con los actuales cristianos no católicos […], pero otra muy diferente es la incomprensión o falsificación de lo que aconteció hace 500 años y de su efecto desastroso, contrario a la voluntad de Dios”, la cual es, obviamente, la unidad eclesial ( cf. Jn 17, 21).

A su vez, D. Manuel Clemente, Cardenal Patriarca de Lisboa y presidente de la Conferencia episcopal Portuguesa, considera a Lutero como “una gran fuente de inspiración”, porque “procuraba volver a las fuentes bíblicas directamente”. Aunque no pretendiese provocar una ruptura en la Iglesia, la verdad es que fue responsable del cisma que, desde entonces, divide a los cristianos y que, desgraciadamente, aún no fue superado.

Cristo quiere la unidad de todos los que creen en él, pero en la verdad. Escamotear la historia, incluso aunque sea con un loable propósito ecuménico, no es aceptable. San Pablo exhortaba a los primeros cristianos a la práctica de la caridad en la verdad (Cf. Ef 4, 15). Si a la mujer del César no le basta con ser honesta, ya que debe también parecerlo, con mayor razón la iglesia, esposa de Cristo, debe rechazar los revisionismos históricos, no solo por ser contrarios a la verdad, sino también porque van contra la tan deseada unidad de los cristianos.

http://observador.pt/opiniao/lutero-reformador-ou-revolucionario/