La queja principal
contra el dicho Bautista se refiere a su ausencia de sentido pastoral y su
falta de misericordia para con el rey Herodes Antipas, a quien acusó de vivir
en adulterio.
Gracias al gran lío
informático con el Citius, vino a mi computador, procedente del Supremo
Tribunal de justicia del Cielo, una copia del acto de descanonización de San
Juan Bautista, propuesta por algunos católicos, que se hicieron representar por
su abogado. Alega el casuístico que el dicho Juan, hijo de Zacarías y de
Isabel, fue precipitadamente elevado a la honra de los altares ya que, a la luz
de la misericordia pastoral, recientemente descubierta por los referidos
fieles, es muy dudosa su santidad.
La verdad es que dicha
madre del referido Juan, Isabel, era prima de María y, por tanto, el hijo de
esta, Jesús, era pariente próximo del Bautista, lo que indica favoritismo en su
canonización, cuyo proceso, por más señas, no consta en los archivos de la
congregación para la causa de los santos. También se teme que el alegado santo
haya sido ilícitamente beneficiado por el hecho de que dos de sus discípulos,
Andrés y Juan, fueron después seguidores de Cristo (¿trafico de influencias?)
Por otro lado, no se conoce ningún milagro, comprobado científica y
canónicamente, que sea debido a su intercesión. Además del hecho de vivir en
las dunas, de cubrirse con pieles de animales (quizá de especies protegidas),
comer langostas (que, desde las plagas de Egipto, están en vías de extinción) y
de alimentarse de miel silvestre (producto no autorizado por la ASAE), lo que
indica comportamientos antiecológicos y, en consecuencia, dignos de grave
censura social y eclesial.
Con todo, la queja
principal contra el dicho Juan Bautista se desprende de su ausencia de sentido
pastoral y su falta de misericordia para con el rey Herodes Antipas, a quien,
públicamente, acusó de vivir en adulterio con Herodías, mujer de su
hermano Filipo y madre de Salomé. Hasta que los autos prueben que es verdadera
esa convivencia marital, es absolutamente lamentable que, en vez de acoger
misericordiosamente al simpático gobernante, Juan lo tiene condenado
éticamente, incurriendo así en la santa ira de Herodías. Ahora bien, en una
perspectiva más inclusiva y gradual, no sólo se debería haber abstenido de
tales pronunciamientos moralistas, sino que debería haber participado
misericordiosamente en el banquete natalicio de Herodes Antipas, según la
famosa tesis que afirma que ningún convidado a una cena puede ser legítimamente
impedido de comer en ella.
Aunque los exégetas
discutan si este principio teológico-gatronómico, muy en boga en ciertas
jornadas, ya constaba en las tabas de la Ley, dadas por Moisés, o si parte de
algún sermón de San Agustín, o incluso si se encontraba en la Suma Teológica,
nadie duda de que es de fe divina y católica.
Por otro lado, la unión
de Herodes con la cuñada era, indiscutiblemente, una relación amorosa y, siendo
la cariad la principal virtud cristiana, debe prevalecer la actitud pastoral de
valorar ese amor, teniendo también en cuenta el bien de la joven y bella Salomé,
que de tan amorosa madre y de su afectuoso consorte recibía, como bailarina,
una esmerada educación artística, que
debe ser también estimulada.
Por último, la forma
ruda como el dicho Juan tenía por costumbre dirigirse a las autoridades eclesiásticas,
como los fariseos o los doctores de la ley, no está de acuerdo con el estilo
pastoral postconciliar, el cual, en vez de apelar a la conversión, o juzgar, prohibir
o condenar actos objetivamente contrarios a la doctrina cristiana, acoge,
bendice y alaba todas las actitudes de cualquier ser humano.
Por todo esto y más que pueda quedar por decir, entienden los demandantes que la sentencia no puede ser otra
que la descanonización de Juan Bautista, corriendo a cargo del demandado las
costas procesales, sin posibilidad de recurso ni apelación, excepto en sede de
juicio final.
Al margen, se lee aún
en los autos: se aconseja vivamente que sea también revisado el proceso de un
tal Tomás Moro, que se opuso al divorcio de Enrique VIII y fue, por ese motivo,
ejecutado, siendo por tanto igualmente sospechoso de actitudes contrarias a la
misericordia cristiana. Recomienda además la apertura de los procesos de
canonización de Herodes Antipas, de Salomé y de Herodías, patronos del amor
libre, así como a Enrique VIII, víctima del fundamentalismo católico. Firmado:
el abogado del diablo, suficiente procurador y representante de los referidos
católicos*.
*Aviso a navegantes:
con este texto irónico no se pretende negar la práctica de la misericordia en
relación todos los hombres y, con mayor
razón, a todos los fieles cristianos, cualquiera que sean sus circunstancias
personales y familiares, pero sólo recordar que la caridad presupone la
justicia, y que no hay peor injusticia que la de tratar a todos por igual. La
acogida misericordiosa que a todos los cristianos sin excepción, debe ser dispensada,
no puede ser hecha a costa de la verdad moral objetiva, ni del propósito de
conversión, al que la Iglesia invita a todos, como requisito necesario para la
salvación.
Genial...
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