José Luís Nunes Martins
Vivimos en un mundo extraño. A veces creemos que los otros son todos felices y los únicos desgraciados en el mundo somos nosotros!
El deseo de no desilusionar, ni incomodar a nadie, nos lleva a no compartir nuestras angustias y desesperanzas. Esbozamos una sonrisa que parece obligatoria y sufrimos solos.
Nuestra cultura es una especie de dictadura de un optimismo ridículo. Nadie parece estar dispuesto a escuchar historias reales y tristes de boca de otras personas. Es mejor escucharlas en la televisión o verlas en Internet donde siempre se puede volver la cara, cambiar de canal o pasar página y poner la atención en algo mas animado.
Lo mismo cuando alguien nos pregunta como estamos, nunca debemos responder con honestidad, pues nos arriesgamos a que nos den la espalda de inmediato. Desde muy temprano aprendemos que estás preguntas se hacen , pero no para ser respondidas.
Hay quien tiene muchos amigos solo porque nunca los importunó.
Hoy también se concede mucho valor a aquello que llaman creatividad y desobediencia. Después, con hipocresía, a nadie se le perdona que vaya contra el pensamiento de la multitud o que se atreva siquiera a violar una sola de las leyes de la opinión general, que cambia más deprisa que cualquier otra moda… aunque sean prejuicios más arraigados que los peores vicios.
Un resumen simple de lo que se nos exige: parecer siempre bien, por muy mal que nos sintamos ; Sonrisa en la cara para agradar a todos y no incomodar a nadie; ser atrevido y desobediente, pero solo de acuerdo con las normas e innumerables modelos que existen de eso y de los límites de la moda del momento.
Frente a este contexto, es importante y urgente que tengamos el coraje de ser auténticos, de ser hombres y mujeres de carne y hueso, con alegrías y tristezas, llenos de gracias y desgracias. Dispuestos a ser la mitad de un abrazo para los que quieren ser como nosotros: verdaderos.
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