sábado, 25 de febrero de 2017

El misterio Trump



El misterio Trump se explica por la paradoja que mejor lo define: la arrogancia de la izquierda en un político de derechas. Hay razones para creer que América ‘se mueve’ y, con ella, el mundo.

La misión de la teología es explicar misterios. Algunos, como la Trinidad y la Eucaristía son sobre Dios; otros dicen respecto al mundo, como los de su origen y su fin; y otros todavía se refieren a los hombres y a su misteriosa capacidad para el bien y para el mal. Cada ser humano es un misterio, pero hay algunos que lo son más que otros: es el caso de Donald Trump, el actual presidente de los Estados Unidos de América.

Dígase lo que se diga, la verdad es que Donald Trump tiene la condición de irritar a mucha gente, desde la derecha más conservadora a la izquierda más progresista. A nadie le gusta su estilo arrogante, de su palabrería ordinaria a veces, de ser un nuevo rico de mal gusto, para no hablar de su increíble melena. ¿¡Cómo se explica entonces que haya ganado la elección presidencial!? Posiblemente no se explica, pero estas diez pistas tal vez ayuden a comprender mejor el misterio Trump.

1º.  Trump es la expresión de lo políticamente incorrecto: su elección es una reacción contra el sistema político que, en nombre de la democracia, asfixia la libertad. Por eso los norteamericanos eligieron un político anti sistema, en detrimento de Hillary Clinton, que era un profesional de la política, una funcionaria del sistema.

2º.  Trump tenía prácticamente toda la prensa en contra, con la excepción del Fox News y  The Telegraph. Si Watergate fue, al lograr la dimisión de un presidente de los Estados Unidos de América, el auge del poder de la prensa, la elección de Trump fue su canto de cisne. Fue sobre todo gracias al facebook, al twiter y al Instagram como Trump consiguió hacer llegar su mensaje al electorado. Una prensa libre es esencial a la democracia, pero la parcialidad de los medios en la campaña electoral puso en evidencia los intereses políticos y económicos a que, a veces, ceden algunos medios de comunicación.

3º. Trump tiene las ideas claras sobre la vida humana, el matrimonio y la familia y está dispuesto a luchar por ellas. Los partidos conservadores tienen, en general, una actitud tibia y vergonzosa, pero los partidos de izquierda tienen una agenda clara y no pierden ocasión para impulsar: la liberalización del aborto gratuito; matrimonio y adopción por personas del mismo sexo; vientres de alquiler; eutanasia; etc. Trump no tiene respetos humanos en lo que respecta a la defensa de la vida, al matrimonio natural y de la familia, como se vio por las medidas tomadas en relación al aborto.

4º. Trump tiene una relación diferente con los lobis. Muchos gobiernos viven prácticamente secuestrados por los grupos de presión, que son una especie de comisarios políticos de la democracia. Trump ya dio a entender que, en América, manda él, porque fue él, y no esos grupos, por muy respetables que puedan ser, quien fue elegido presidente.

5º.  Trump no tiene miedo de la iniciativa privada, si fuera la que mejor sirve al bien común. La izquierda privilegia la salud pública y la enseñanza estatal porque, en teoría, son los que mejor sirven al interés nacional pero, en la práctica, porque heredó del marxismo una concepción totalitaria del poder y desconfía de la libertad y de la iniciativa privada. Trump cree en el mercado pero, como el Papa Francisco tiene alertado, la lógica de lo descartable es injusta y profundamente inhumana.

6º.  Trump manda él mismo y, por eso, dimitió la procuradora general interina, después de que  Sally Yates cuestionara la orden presidencial que prohíbe la entrada en los Estados Unidos de América a ciudadanos de siete países de mayoría musulmana. También dimitieron todos los embajadores ‘políticos’, que habían sido nombrados por su antecesor y que no eran de su confianza. Es razonable que el presidente exija lealtad a sus funcionarios, mientras  no sobrepasasen sus competencias, respete nla independencia del poder judicial y la separación de poderes.

7º.  Trump no tiene una visión utópica o idealista del mundo. Quiere contribuir a la NATO, cuya importancia estratégica conoce, pero no si Europa no estuviera interesada en su seguridad. En relación al Medio Oriente, es sensible a las pretensiones de Israel, teniendo decidida ya la instalación de la embajada de los Estados Unidos de América en Jerusalén. La capital del estado judío, lo que ciertamente no es una buena noticia para los palestinos. Quiere la paz mundial, pero no solo con los sacrificios de su país.

8º. Trump está a favor de la libertad religiosa, pero no admite que nadie, ni ninguna religión, ponga en peligro la paz y la seguridad de los ciudadanos norteamericanos. Es justo, mientras no viole el derecho fundamental de cualquier creyente a profesar, privada y públicamente, su religión. Los musulmanes no son todos potenciales terroristas, pero es evidente que esta religión  es esencialmente guerrera y que hay un terrorismo mahometano, que deriva del concepto islámico de guerra santa: la jihad.

9º.  Trump es patriota y defiende los legítimos intereses de su país, principalmente por medio del muro en la frontera austral. Todos los estados tienen derecho a evitar la inmigración ilegal y es bueno no olvidar que fue Bill Clinton, un presidente demócrata, quien decidió e inició la construcción del muro, que ya se levanta a lo largo de mil kilómetros, cerca de un tercio de la frontera con México. Y la verdad es que Obama, durante sus dos mandatos, no lo destruyó; ni Hillary, si hubiese sido elegida, lo haría. Pero una América cerrada sobre sí misma puede llevar al resurgir de los nacionalismos proteccionistas, con grave perjuicio para la solidaridad internacional y para los países más necesitados.

10º.  Trump es arrogante, es cierto, y sus efectos no parecen ser lo mejor. No son referencias adecuadas a su función: es, como es obvio, un peligro para su país y para todo el mundo. En realidad, es preocupante que un hombre, a veces tan básico e imprevisible, esté al frente de la mayor superpotencia mundial. Pero no es lo único...

Tal vez el misterio Trump se explique por la paradoja que mejor lo define: La arrogancia de la izquierda en un político de derechas. Por todo esto y lo que queda por decir, hay razones para creer que América ‘se mueve’ y, con ella, el mundo. Si es para mejor o peor, el tiempo lo dirá. Ahora mismo, hay que rezar: ¡Dios bendiga América!

http://observador.pt/opiniao/o-misterio-trump/


La culpa es el dolor por lo que no hemos sido


OPINIÓN DE JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS

La culpa pasa y repasa. Pisotea y aplasta. Azota, casi sin fin. Nunca mata, solo quiere prolongar el sufrimiento.

La libertad nos condena a la responsabilidad. Ser libre es decidir, pero es, aún más, haber aprendido a vivir con todas las consecuencias de nuestras elecciones. Buenas y malas. La culpa aparece cuando nos damos cuenta de haber sido autores de un mal.

Con todo, muchas veces somos irresponsables... no solo no asumimos nuestras faltas sino que las atribuimos a otros... algunos de los cuales las aceptan sin comprender que cargan peso que no es suyo.

La falta nunca está en lo que sentimos, sino en lo que aceptamos sentir. La culpa también.
Lo peor de la culpa es el espacio y el tiempo que abre al miedo. El culpable que tiene conciencia de eso ya está cumpliendo parte de su pena, un temor constante que lo paraliza, impidiéndole las alegrías más simples.

La culpa se redime, no por el pesar y por el remordimiento, sino por el arrepentimiento. Compromiso por el cual el futuro se altera a fin de lograr un verdadero perdón por el pasado. Quien se pierde justificándose solo enmascara su culpa, dando al mal aún mayor fuerza y poder.

El arrepentimiento solo tiene sentido y valor si, de hecho, las decisiones futuras obedecieran a la noble voluntad de perfeccionarnos y, recurriendo a todos los medios necesarios, no volvemos a cometer el mismo crimen contra nosotros mismos.

La voluntad de expiar la culpa es el principio de su fin.

La culpa de tanta infelicidad no suele ser de los otros, sino de nosotros mismos.

Nacemos para ser felices, no para ser esclavos del pasado, ni del miedo o la culpa.


                                                 (ilustração de Carlos Ribeiro)


http://rr.sapo.pt/artigo/76961/a_culpa_e_a_dor_do_que_nao_fomos

viernes, 24 de febrero de 2017

Un día sí, y otro también... "La casa que enloquce"


Ya está bien. ¡Y suerte que no pasa nada en las oficinas del SEPE, del SAE, del INSS, y cualquiera
 otra que tenga que ver con asuntos sociales, donde van parados, de larga duración o  que no han trabajado aún en su vida; los que han trabajado años y años y no tienen derecho a prestación alguna...; madres separadas, divorciadas,  con hijos, que apenas sobreviven con las pensiones de sus ‘ex’ (ex maridos, ex pareja, ex acompañante sentimental...), cuando se las pasan...! Aunque,  según me ha dicho un usuario de esas oficinas ya han ocurrido ‘cosas’, porque hay unos carteles en rojo, uno advirtiendo de hacer fotos, audios o vídeos dentro del recinto, y otro  advirtiendo la oportuna denuncia si algún empleado recibía amenazas, insultos u agresión.

El usuario que me ha informado es un amigo mío, que ha ido hoy al SEPE a solicitar la contraseña
que le permita obtener el último certificado que necesita para volver a percibir el salario social, dentro de otros largos meses de espera, y eso si no hay alguna otra contrariedad administrativa..., yo creo, me dice,  que intentan ‘desestabilizarnos emocionalmente’... porque el funcionario no sólo no le facilita dicha contraseña, le aconseja hacerse el carnet digital para obtener cualquier certificado. Pero tiene que entregar ese mismo día el certificado a su trabajadora social, en una oficina que está en el extremo opuesto. Mi amigo se dirige a la oficina del DNI, pero el ordenador está averiado... Menos mal que lo acompañaba otro usuario que disponía de moto y lo trasladó a la oficina de su trabajadora social, para informarle a tiempo del incidente, y no sufrir alguna penalización o retraso en la solicitud de la ayuda solicitada.

Es posible, o más bien probable, están probando a ver hasta donde aguanta este modelo social, en el que el Estado administra caprichosamente, discriminatoriamente, o mejor, a conveniencia, los fondos que él mismo dedica a la partida de asuntos sociales. Me recuerda todo esto un capítulo de Asterix y Obelix, “La Casa que Enloquece”. El mismo Obelix, cae rendidos después de subir y bajar escaleras, preguntar en una ventanilla detrás de otra en busca de un certificado para enrolarse en la legión, o algo parecido.

¡Es tan larga la lista de atentados contra la serenidad, la paciencia, el aguante de los ‘pacientes’ usuarios de estas oficinas, los ‘multiexcluidos’ sociales!, ¡Dice tan poco bueno de esta decadente sociedad del bienestar!...que, da una pena enorme, y sobre todo causa una indignación explosiva. De verdad que no sabe uno si alegrarse de que no ocurra nada malo a diario en esas oficinas, si admirar la paciencia infinita de tantas personas como acuden a diario a intentar solventar asuntos vitales para sí mismos o sus hijos, de lo que depende si pueden comer en casa o tienen que acudir a un comedor social o a cáritas; depende si duerme bajo techo o tiene que dormir en la calle, quizá por una temporada, o quién sabe, si la cosa se alarga puede que se convierta en ‘un sin techo’ de larga duración...

Hace unos días, en nuestra misma oficina, una de estas personas, que hemos visto deteriorarse día tras día, se hizo sus necesidades en la silla... porque se sentía a gusto, ‘protegido’, acompañado, tras tomarse su café calentito con galletas, o quizá con polvorones que todavía nos quedan de Navidad, y claro, no le dio tiempo de ir al servicio. No le pudimos dar ni unos pantalones, porque aquí no tenemos otros recursos, y además se tuvo que ir avergonzado, supongo, ante el rechazo que le dispensaron algunos compañeros usuarios...

Eso es la calle, va acabando con la dignidad de la persona, pasito a pasito, sin que se dé cuenta siquiera; en su fuero interno sigue viéndose persona, ser humano aspirante a cualquier cosa buena que poder ofrecer, y con lo que dignificarse ante sí y ante los demás. Pero la realidad es tozuda, su mente se aísla de la realidad, como un Quijote que no le gusta lo que ve y se rebela, pero yerra el golpe y cae, y se restablece para volver a caer; hasta que, al final,  depende de otros que le quieran ayudar, o, sencillamente, solo se encuentre a gusto en su falsa libertad, entre sus ‘alucinaciones’ y los pocos espacios accesibles que le queden, porque muchos a los que se dirija serán meros ‘espejismos’ que le impulsan a ir de un lado a otro, creyéndose que va a alguna parte..., a un lugar ideal donde todo sea distinto, empezando por él mismo.


¡Dios tenga piedad de nosotros, y no salve! Todos somos hijos suyos, unos más ‘hijos pródigo’ que otros. En nombre de todos los que sufren alguna exclusión social: "¡Dios mío, ven en nuestro auxilio, date prisa en socorrernos!” OM

miércoles, 22 de febrero de 2017

LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS II

Pablo Garrido Sánchez

 Lutero y la Reforma


Pero volvamos al motivo nuclear de la Reforma Protestante. ¿Qué movió a Lutero al enfrentamiento con su religión materna? El motivo fue doble: la resolución de la culpabilidad personal y la justificación del bautizado por la Fe. Los dos términos de la proposición no se pueden separar: Lutero siente una necesidad imperiosa de ser perdonado, porque se ve profundamente pecador e incapaz de ponerse a la altura del listón ético al que lo llevaba su espiritualidad como monje agustino. Ante esta barrera insalvable, sólo le quedaba la desesperación o el descubrimiento, como así sucedió en su experiencia personal, de la justificación por la Fe. Es DIOS el que nos hace justos de forma absolutamente gratuita, si creemos que ÉL nos ha salvado definitivamente por medio de su HIJO JESUCRISTO. Las obras personales no pueden alcanzar por sí solas ni la justificación ni la salvación eterna. Este descubrimiento de Lutero que se apoya en la doctrina más genuina de san Pablo y de todo el Nuevo Testamento, revolucionó su vida, y este descubrimiento personal fue el principal motivo del enfrentamiento con Roma agravado por el asunto de las indulgencias. No fue la compraventa de las indulgencias la causante directa de la ruptura con Roma, que si provocó por parte de ésta una reacción virulenta por las noventa y cinco tesis en contra de las mismas, que Lutero colgó en la puerta de la catedral de Wittenberg con la intención de provocar un debate lo más sonoro y amplio posible. En este momento Lutero no tuvo una sola palabra desabrida contra el Papa, aunque ironizó y ridiculizó la compraventa de indulgencias en un grado que dolió el vientre de los cardenales y tocó la tiara del Papa, en palabras de Erasmo de Roterdam. Fue en mil quinientos diecisiete, cuando Lutero desencadenó la polémica contra las indulgencias, quedando como fecha simbólica de la Reforma Protestante, de la que celebramos quinientos años.

Lutero fue desarrollando su cuerpo doctrinal y dejándolo en sus escritos. Transitó de monje a exegeta (traductor e intérprete) y divulgó la Biblia en lengua alemana; propuso la Escritura como única fuente de autoridad y conservó los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía, aceptando la presencia real de JESÚS en contra de Juan Calvino y Zwinglio, que dieron lugar a otras ramas de la Reforma. Saltaron por los aires el primado del Papa y la tradición, el sacramento del orden y el magisterio eclesial. La reacción romana basada en la fuerza de la autoridad, y en la autoridad de la fuerza, no lograron doblegar a Lutero cuyo legado fue asumido por un buen número de creyentes, sancionándose por parte de la Iglesia Católica con el Concilio de Trento.  Parecía que este concilio iba a calmar las aguas y dejar en su sitio todas las cosas, pero no fue así. Las guerras de religión entre católicos y reformados desolaron Europa y prepararon el argumentario secularista de la Ilustración, cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días y de las que hoy tanto nos quejamos no sin razón; pero las cosas no vienen por sí solas.

Comunicado conjunto


Damos un gran salto y nos venimos a mil novecientos noventa y nueve, en la ciudad alemana de Ausgburgo. Volvemos a tener presente el Concilio Vaticano II, que abrió las ventanas de la Iglesia y entró un aire nuevo, pues el Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, emanado del propio Concilio, mantuvo reuniones con distintos grupos de las iglesias de la Reforma hasta concluir una declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación, que reza así:
Las iglesias Luterana y Católica Romana han escuchado juntas la Buena Nueva proclamada en las Sagradas Escrituras. Esta escucha común, junto con las conversaciones teológicas mantenidas en estos últimos años, forjaron una interpretación de la justificación, que ambas comparten. Dicha Interpretación engloba un consenso sobre los planteamientos básicos que, aún cuando difieran, las explicaciones de las respectivas declaraciones no contradicen.

En la fe, juntos tenemos la convicción de que la justificación es obra del DIOS trino. El PADRE envió a su HIJO al mundo para salvar a los pecadores. Fundamento y postulado de la justificación es la Encarnación, Muerte y Resurrección de CRISTO. Por lo tanto, la justificación significa que CRISTO es justicia nuestra,  la cual compartimos mediante el ESPÍRITU SANTO, conforme con la voluntad del PADRE. Juntos confesamos: Sólo por gracia mediante la fe en CRISTO y su obra salvífica, y no por algún mérito nuestro, somos aceptados por DIOS y recibimos el ESPÍRITU SANTO, que renueva nuestros corazones, capacitándonos y llamándonos a buenas obras.  (Declaración conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, n. 14 y 15)

Casi quinientos años después lo que le pareció esencial a un monje agustino aguijoneado por su conciencia fue elevado a doctrina solemne por la oficialidad de las iglesias contendientes en aquella fractura, que nunca debió producirse, trayendo irreparables males para los creyentes y para la sociedad en general especialmente la europea. Como diría Hans Kung, “la paz mundial depende de la paz entre las religiones”; y Walter Kasper añade, “habrá paz entre las religiones, si hay paz entre las iglesias”.

Revisión del papado


Un problema por resolver en el camino ecuménico que afecta tanto a la Iglesia Ortodoxa como al resto de las iglesias de la Reforma es el papado. Para la Iglesia Ortodoxa la dificultad estriba en el modo de ejercer la función de pastor universal, pues le conceden legitimidad al carisma del primado de Pedro. La cosa se complica un poco más con las iglesias de la Reforma que no admiten más que el sacerdocio de los bautizados, por lo que el episcopado como el presbiterado no tienen cabida, aunque designen responsables de las distintas comunidades eclesiales, incluso con la denominación de obispos. San Juan Pablo II, en la encíclica antes citada abrió la posibilidad a esta revisión de la función del primado de Pedro: “Por razones muy diversas, y contra la voluntad de unos y otros, lo que debía ser un servicio pudo manifestarse bajo una luz bastante distinta, pero por el deseo de obedecer verdaderamente a la voluntad de CRISTO, me considero llamado,  como obispo de Roma, a ejercer ese ministerio... que el ESPÍRITU SANTO nos dé su luz e ilumine a todos los pastores y teólogos de nuestras iglesias para que busquemos, por supuesto juntos, las formas con las que este ministerio pueda realizar un servicio de fe y de amor reconocido por unos y otros .

Tarea ingente, que no podemos rechazar y que no puedo llevar a término solo. La comunión real, aunque imperfecta, que existe entre todos nosotros, ¿no podría llevar a los responsables eclesiales y a sus teólogos a establecer conmigo y sobre esta cuestión un diálogo fraterno, paciente, en el que podríamos escucharnos más allá de estériles polémicas, teniendo presente sólo la voluntad de CRISTO para su Iglesia, dejándonos impactar por su grito “que ellos también sean uno en NOSOTROS, para que el mundo crea que TÚ  me has enviado” (Jn 17, 21)?
Esta declaración expresada en el año noventa y cinco, del siglo anterior, no ha tenido de momento repercusión alguna. El nuevo estilo del papa Francisco puede responder con los hechos y las actitudes a la anterior declaración pontificia.


Perspectivas para el futuro


La Iglesia Católica lleva pocos años en una decidida tarea ecuménica, y se han conseguido algunas metas, pero da la impresión que todavía queda mucho camino por andar. Los especialistas en ecumenismo nos dicen que el proceso ecuménico discurre por tres vías: el ecumenismo espiritual, el trabajo doctrinal destinado a los teólogos y las iniciativas conjuntas de carácter social. En esta misma línea habla el papa Francisco cuando, en su tono afable, dice: dejen trabajar a los teólogos, que ellos lo saben hacer, y lo hacen bien”. Y en otro momento anima a las comunidades, de modo especial en los países de misión a realizar actividades conjuntas, pues en ese instante desaparecen todas las diferencias doctrinales. El mismo papa Francisco habla del ecumenismo de sangre, es decir, aquellos cristianos, sea de la confesión que sean, que entregan su vida confesando a JESUCRISTO como su SALVADOR, y perdonando a sus verdugos.
Las celebraciones conjuntas de oración, las liturgias ecuménicas, constituyen momentos de alta  significación ecuménica, pues se está adorando, alabando y celebrando al mismo DIOS que nos salva en su HIJO JESUCRISTO. Es el propio san Juan Pablo II, en la encíclica antes mencionada el que ofrece la posibilidad de participar en los sacramentos de la Eucaristía, Confesión y Unción de Enfermos, a personas individuales provenientes de las iglesias de la Reforma, cuando manifiestan  un profundo deseo o necesidad: (o.c.,n.46).


Si la unidad de los cristianos es un mandato del SEÑOR: “Que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21); esta unidad se verificará como don del mismo SEÑOR; pero hay que pedirlo y trabajarlo. Somos expertos en dividir y devolver al caos lo que mantenía una cierta armonía; el camino de retorno nos exige disponer habilidades o actitudes relacionadas con el verdadero diálogo, la búsqueda sincera de la verdad en lo doctrinal, y en el mantenimiento en el tiempo de una convivencia fraterna que haga posible la diversidad en la unidad, y viceversa la unidad en la diversidad. Decimos: “hay que ir a los alejados”; pero, ¿qué perciben los alejados para animarse a volver?. 

lunes, 20 de febrero de 2017

LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS I

 Por Pablo Garrido Sánchez

La unidad en general


Se entiende que la unidad es requisito necesario para que algo permanezca en el tiempo. El diálogo, el entendimiento y el encuentro contribuyen de modo  esencial a la armonía de los distintos grupos humanos. Una familia se entiende por tal cuando existe unidad entre sus componentes; una asociación, sindicato o partido político existen mientras mantengan un ideario que de orden y sentido a las actividades ajustadas a sus fines y objetivos. Una agrupación de carácter recreativo o deportivo ha de tener definidos sus objetivos lúdicos, por los que capta a sus socios y simpatizantes. Si nos fijamos en  lo biológico observamos que cualquier ser vive si todos sus órganos mantienen una unidad de acción de acuerdo con sus diferentes funciones especificas. Esta última imagen fue utilizada por san Pablo, en(Cf. 1Cor 12,12ss ) para significar la unidad en la diversidad dentro de la Iglesia. Por tanto, la unidad se convierte en un principio del cual partir para cimentar la realidad eclesial; y, por otra parte, la unidad es una resultante del bien hacer. Fragmenta la unidad la envidia, la violencia o el rencor; fractura la convivencia la crítica, el engaño y la difamación; corrompe la raíz misma de la unidad la hipocresía, la codicia y la soberbia. Por tanto nos encontramos ante un panorama arduo: la unidad es fundamental para que algo exista con nobleza, pero dada la vulnerabilidad de la condición humana, es preciso mantener vigilancia y discernimiento.

La unidad cristiana


 El Nuevo Testamento, los últimos veintisiete libros de la Biblia que recogen los cuatro evangelios principalmente, constituye un mosaico suficientemente ilustrativo de variedad teológica, indicándonos como la uniformidad de pensamiento está ausente en los fundamentos mismos de la Fe cristiana. La unidad es una diversidad en armónica relación, pues como dice Urs von Baltasar, teólogo católico, la verdad es sinfónica. El Nuevo Testamento refleja posturas personales diversas como entre Pablo y Bernabé. Los enfoques sobre los fundamentos de la Fe, en los escritos del Nuevo Testamento, son poliédricos y complementarios, necesitándose unos a otros. Y también los textos sagrados con realismo aportan las disensiones y divisiones en las nacientes iglesias particulares (1Cor 1,12ss ). No obstante, el libro de los Hechos de los Apóstoles eleva la unidad eclesial a objetivo necesario para la Iglesia de todos los tiempos (Cf. Hch 2,42-45 ). Nos movemos, por tanto,  en un discurrir de la historia personal y grupal que va de la unidad a la dispersión, obligando a considerar la unidad como una tarea permanente, que en primer lugar es un don de DIOS. El entendimiento precisa renovación continua en un conjunto de factores éticos y en la acción de la Gracia, al mismo tiempo. La renovación de la vida y la búsqueda de la verdad no pueden cesar en los grupos eclesiales. La historia muestra que el camino ofrece avances y retrocesos, aciertos y errores. La unidad de los cristianos no siempre estuvo en el objetivo principal de la eclesialidad, dándose episodios de imposición de unos grupos sobre otros; o de flagrantes transgresiones de los principios evangélicos ante lo cual no queda otra  postura que el arrepentimiento, la petición de perdón y la restauración de la fraternidad cristiana entre los distintos grupos eclesiales. Veinte siglos de historia del Cristianismo han dado para muchas luces y sombras; y tanto unas como otras constituyen una herencia irrenunciable. De manera irremediable por el hecho de haber nacido nos hacemos solidarios y herederos de una humanidad de la que formamos parte, y lo hacemos en una familia determinada, en una nación concreta y en bastantes casos en una confesión religiosa con su historia y cuerpo doctrinal. Desde el momento en el que nos insertamos en esta diversidad de ámbitos no nos queda otra alternativa que responder de la manera mejor posible a las nuevas situaciones que tal pertenencia implica. En lo tocante a lo que nos ocupa: se nos presenta una tarea ecuménica y misionera, sin deslindar la una de la otra.

El camino de la iglesia

“El ecumenismo es el camino de la Iglesia” (Ut unum sint, n.7, Juan Pablo II).Esta sencilla frase es una declaración de principio, que san Juan Pablo II formula en esta encíclica dedicada al ecumenismo, en el año noventa y cinco del pasado siglo. A este documento nos referiremos en párrafos sucesivos, pues constituye uno de los principales documentos sobre este tema capital. San Juan Pablo II, Benedicto XVI y el actual papa Francisco, muestran una preocupación muy grande por el ecumenismo, y san Juan Pablo II lo ha querido plasmar en un documento magisterial de máximo rango. Cuando hablamos de ecumenismo nos referimos al movimiento existente dentro y fuera de la Iglesia Católica por acercar posturas entre las diversas iglesias cristianas. Cuando el diálogo se establece entre religiones diferentes como el Judaísmo o el Islán, entonces lo denominamos diálogo interreligioso.
El ecumenismo nos complica la vida, porque nos obliga a tomar en consideración aspectos de la vida cristiana con los que no contábamos; pero la época de internet y la globalización nos hace vecinos de ortodoxos, luteranos, evangélicos, adventistas o anglicanos. ¿Qué hacemos con nuestros vecinos?: los ignoramos, dialogamos con ellos o los consideramos herejes. Esto último sería verdaderamente penoso. En España tenemos un déficit ecuménico notable por distintas razones que no vamos a detallar, pero deberíamos poner remedio en la medida de nuestras posibilidades. Es conveniente saber algunas cosas para empezar y perder el miedo a tratar con personas de otras iglesias cristianas. El miedo a la pérdida de la propia identidad desaparece cuando se puede dar razón de lo que se cree.

Pasos dado en el ecumenismo


¿Desde cuándo la Iglesia Católica ha comenzado a dar pasos firmes a favor del ecumenismo?: Desde el concilio Vaticano II. La cuestión del ecumenismo fue un argumento transversal en todos los documentos del Concilio, pero de forma específica se redactó en la Unitatis redintegratio (unidad restaurada), que constituye la carta magna del ecumenismo para la Iglesia Católica. A partir de ese momento los cristianos que no están en comunión con Roma, o con el Papa, han dejado de ser considerados herejes, y se declara de forma explícita que en las otras confesiones se encuentran semillas de verdad y eclesialidad. En mil novecientos sesenta y cuatro, todavía no estaba concluido el Concilio, Pablo VI y el patriarca Atenágoras I, de la Iglesia Ortodoxa de Constantinopla, rompieron las actas de excomunión que se habían declarado mutuamente en la ruptura entre Oriente y Occidente, allá por el mil cincuenta y cuatro. Casi mil años de antagonismo entre dos confesiones cristianas, manteniendo como causa de separación la cuestión del papado y el filioque . Ciertamente estas dos cuestiones tienen muchas derivadas, que no vamos a considerar; pero tengamos en cuenta que los ortodoxos tienen los mismos sacramentos que nosotros con disciplinas prácticamente idénticas para los mismos; leen las mismas escrituras; mantienen la misma tradición patrística; y, sobre todo, los primeros concilios fueron celebrados en sus demarcaciones geográficas y patriarcados, por lo que el fondo magisterial es idéntico. La excepción dentro del cuerpo doctrinal está en el mencionado filioque, que no es más que la incorporación de una “y” en sentido copulativo a la fórmula de procedencia del ESPÍRITU SANTO. Nosotros rezamos que el ESPÍRITU SANTO procede del PADRE y del HIJO, y los ortodoxos mantienen que la expresión correcta es: El ESPÍRITU SANTO procede del PADRE por el HIJO. Esta es la disensión teológica inicial, que mantiene a las dos iglesias hermanas en una separación milenaria.
 ¿Tendrá la Iglesia Católica su parte de culpa en la ruptura producida en el siglo once, contraviniendo el mandato del SEÑOR, de que todos seamos uno”? Volvamos a la consideración anterior: La Iglesia Católica es nuestra Iglesia. Somos católicos y heredamos sus luces y sombras, pero el ESPÍRITU SANTO está dispuesto a recomponer con nosotros tanto desastre.

Rupturas en los primeros siglos


Acabamos de hacer mención a la gran ruptura entre Oriente y Occidente, la cosa de la fragmentación empezó mucho antes con grupos más reducidos pero  importantes como  fueron: los coptos, los armenios, los malavares o los maronitas; que dan como resultado  otras tantas iglesias. El motivo de la separación de estas iglesias estuvo en la discrepancia con las formulaciones cristológicas de los primeros concilios. Se han necesitado diecisiete o dieciocho siglos para que en diálogo sereno unos y otros se dieran cuenta que las distintas formulaciones por las que había corrido hasta la sangre de manera literal no alteraba el fondo del asunto, y hoy tenemos a estas iglesias en comunión con Roma o con el Papa. El ESPÍRITU SANTO da muestras de una paciencia eterna y divina, sin lugar a dudas; y al mismo tiempo se pone de relieve la gran soberbia del espíritu humano; pero DIOS  espera.

Antecedentes de las rupturas



El  Cristianismo se ha mostrado a lo largo de los siglos como algo que trasciende los límites de una religión, aunque se encuentra condicionado por factores sociales e Históricos ajenos a él mismo, por lo que sus idas y venidas, los éxitos y fracasos atañen e inciden en toda la humanidad; de ahí que las rupturas o fragmentaciones estén precedidas por un cúmulo de circunstancias que se van gestando a través de años y décadas. Así el protestantismo que lo asignamos de inmediato con Lutero es, sin embargo, el resultado de grandes desajustes, especialmente eclesiales, que encontraron en la persona de Martín Lutero el elemento desencadenante de la Reforma y ruptura con la Iglesia Católica. El caldo de cultivo del protestantismo venía de lejos y la Iglesia Católica no realizo una reforma a su tiempo debido, con lo que tuvo que afrontar una Contrarreforma como contestación a la Reforma abanderada por Lutero. Durante siglos, católicos y reformados nos hemos declarados culpables mutuamente de la fractura, porque lo de echarnos en cara la culpabilidad de las cosas parece que alivia la carga, pero ese tiempo dedicado a tal menester no hizo más que agravar la situación. Las acusaciones oscilaban entre herejes y anticristos. Para los católicos, los reformados eran unos herejes; y para los protestantes, los católicos éramos el campo en el que se asentaba la gran Babilonia con el Anticristo a la cabeza. Con ese panorama el diálogo no se vislumbraba factible. Una vez más el ESPÍRITU SANTO tuvo que venir en nuestra ayuda (Cf. Rm 8, 26 ); y en Edimburgo, Escocia, en mil novecientos diez, se reunieron distintas iglesias salidas de la Reforma protestante y concluyen en lo obvio: la falta de unidad de los cristianos es el principal obstáculo para la evangelización. Tuvieron que pasar casi cuarenta años, y en medio dos guerras devastadoras, para que en el año mil novecientos cuarenta y ocho se reunieran en Roterdam más de ciento cuarenta iglesias separadas y decidieran  constituir el Consejo Mundial de las Iglesias, que posteriormente fijo su sede en Ginebra, Suiza. La Iglesia Católica no participó de este evento, porque la doctrina oficial declaraba la reintegración; es decir: los luteranos, calvinistas o anabaptistas, que en su día  rompieron con Roma, podían volver y ser recibidos con los brazos abiertos, pero aceptando todos los presupuestos doctrinales propios de la Iglesia Católica. ¿Diálogo, entendimiento, búsqueda conjunta de la verdad? La postura oficial católica descartó por mucho tiempo estos considerandos. Por aquellos años teólogos católicos como Yves Congar, dominico; Henri de Lubac, jesuita; y el joven Hans Küng, con su obra “Estructuras de la Iglesia”, mantenían posiciones diferentes a la oficial, por lo que los dos primeros sufrieron una descalificación en toda regla y el último el que se le abriera un expediente de investigación por el Santo Oficio. Con la llegada de san Juan XXIII al pontificado, y la apertura del Concilio Vaticano II, los tres teólogos mencionados fueron llamados al Concilio como peritos para asesorar a los obispos en la elaboración de los documentos conciliares. Posteriormente, Yves Congar, sería elevado a Cardenal por san Juan Pablo II, en mil novecientos noventa y cuatro.

domingo, 19 de febrero de 2017

Verdades mentirosas


P. Gonzalo Portocarrero de Almada

El principal ‘interés nacional’ es la verdad: ningún interés económico, partidista o personal puede legitimar ‘esquemas’ contrarios a la ley y a los más elementales principios éticos de la gobernación.

A propósito de la Caja General de Depósitos, mucho se tiene hablado, en estos últimos tiempos, sobre la verdad. Sin entrar en el análisis del caso concreto, ni en cuestiones de naturaleza bancaria o partidista, viene a propósito traer algunas consideraciones sobre la verdad y la mentira en la política, sin hacer, como es obvio, ningún juicio personal.

En tiempos de relativismo, se tiende a creer que la verdad no existe,  porque no es más que una mera narrativa. Con todo, según la clásica definición de Tomás de Aquino, la verdad existe y es la propia realidad en cuanto presente al entendimiento. Siendo así, es algo objetivo y real, no subjetivo ni virtual. La verdad es consustancial al conocimiento y el error deriva de la falta de correspondencia entre la realidad y lo que se dice de ella. Afirmas, consciente y voluntariamente, como verdadero lo que es falso, con la intención de engañar, es mentir.

La verdad es tan esencial a la justicia que el juicio, solo después de proceder al recuento de los hechos, se puede deducir de ellos la responsabilidad civil o criminal. También en la política la verdad es relevante: un poder no fundado en la verdad no puede ser legítimo, ni justo, como Cristo hizo saber a Poncio Pilatos (Jn. 18, 28-39). No es pues de extrañar que todos los regímenes totalitarios, como el nazismo o el comunismo, se hunden en la mentira e impiden el conocimiento de la verdad, principalmente a través de la censura.

La mentira, como los sombreros, puede ser de muchos tipos. Se puede mentir con medias verdades e, incluso, con verdades enteras. Fue el caso del subordinado que, enojado con el comandante, escribió en el diario de a bordo: hoy, el capitán no se ha emborrachado. Era verdad, pero una verdad mentirosa, porque llevaba a creer que todos los días se emborrachaba aquel que, no solo aquel día sino que nunca antes lo había hecho, al contrario de lo que el subordinado mentirosa y maliciosamente insinuara. Por lo tanto, no miente solo quien, consciente y voluntariamente, afirma algo contrario a la verdad, sino también aquel que, por sus palabras o silencios, da a entender alguna cosa falsa.

No vale la pena caer en el ridículo de los eufemismos, como “error de percepción” u otros, ni derivar en menudencias casuísticas. Centrar la cuestión en la naturaleza del mensaje –carta, teléfono,  e-mail, sms, etc.- u otro tipo de documento- informático, material, etc. – es un preciosismo farisaico, que da indicio de artes y mañas de aquel que es “mentirosos y padre de la mentira” (Jn. 8, 44). También a este propósito, la enseñanza evangélica es clara: “vuestro lenguaje debe ser: ‘sí, sí; no, no’. Lo que pasa de eso viene del maligno” (Mt 5, 37)

Otra cuestión es la responsabilidad moral por los actos propios y ajenos. Quien hace una afirmación contraria a la verdad es responsable de esa mentira, pero también saben ser responsabilizados, en términos éticos y políticos, los que, sabiendo, dan cobertura as esa falsedad.

Se cuenta que en tiempos remotos, en un país europeo que no el nuestro, un ministro no sabía si debía permitir que algunos periodistas extranjeros tuvieran acceso a datos de su departamento. A ese efecto consultó al jefe del gobierno, que le dice, lacónicamente, que hiciese lo que quisiese. Los reporteros fueron admitidos, pero el reportaje que publicaron, después de regresar a su país, fue muy negativo. En la siguiente4 reunión de gobierno, como era de esperar, llovieron las críticas sobre el ministro en cuestión, hasta que el primer ministro puso término a la discusión,  diciendo que había sido él quien autorizó la investigación periodística. Pudo haber guardado un cómodo y cobarde silencio, dejando arder al ministro, sin embargo tuvo la dignidad de asumir que era su responsabilidad política y moral por el acto del ministro, una vez que él le hubiera dado su permiso.

Si alguien mintió, debe tener el coraje de reconocerlo y asumir las consecuencias obvias. Si es grave faltar a la verdad, grave es también ser cómplice de la mentira: si alguien le dio cobertura política debe también aceptar la inherente responsabilidad, en nombre de la verdad y de la dignidad del Estado. El principal ‘interés nacional’ es la verdad: ningún interés económico, partidista o personal puede legitimar ‘esquemas’ contrarios a la ley y los más elementales principios éticos de la gobernación.

En la vida, hay señores... y chicos expertos. En la política, hay estadistas... y los otros.

PS. Un periodista del DN, en artículo de opinión, se rebeló recientemente contra la presencia de padre en comisiones de ética de los hospitales y en la prensa, como comentadores de temas de su especialidad, como es el caso de la presente crónica. Más desproporcionado es, con todo, que periodistas, sin especial formación en cuestiones éticas, opinen sobre asuntos que no son de su conocimiento. De un periodista general, o sea no especializado en temas de religión y moral, se esperan artículos de información, porque los de opinión deben ser de la exclusiva competencia de quien ha recibido una formación específica sobre la materia correspondiente.


sábado, 18 de febrero de 2017

La vida no se remienda, se enmienda


OPINIÓN DE JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS

Las apariencias y mentiras con que, a veces, somos tentados para esconder las heridas abiertas de nuestras flaquezas son remiendos.

Cuando algo nos hiere, desgarra o daña, lo importante es trabajar en eso, con todo lo que queda, respetando siempre nuestra integridad anterior y reponiéndola en la medida de lo posible. Sin ilusiones y aceptando que todos somos frágiles y que, por eso, tenemos muchas cicatrices... resultado de golpes que no conseguimos evitar o de escaladas de violencia que tomaron proporciones mayores de lo que creíamos.

Es esencial que cada uno de nosotros comprenda que la voluntad de olvidar, disfrazar o tapar sus flaquezas con pedazos de vida que no es la nuestra es un error, enorme.

Ninguna herida se cura solo por ser cubierta, a veces eso es solo una forma de agravarla. Enmendar no es ocultar el hecho, es curarlo. Doy, siempre y mucho, pero vale la pena. Corregirse y superarse a fin de sobrepasar el error, asumiéndolo y haciendo lo necesario para repararlo en nosotros y en aquellos a quien perjudicamos.

Remendar es mezclar pedazos extraños unos a otros.

La vida es preciosa, íntegra y auténtica, a pesar de todas las cicatrices que son parte de nosotros, de nuestra historia y de nuestra felicidad. Somos nosotros.

Aquellos que no asumen los errores propios como suyos y como parte de su proceso de perfeccionamiento, de tantos remiendos como colocan, llegan a un punto en el que ya ni ellos mismos saben quienes son. No tienen enmienda... son meros remiendos encima de remiendos, ya se acabaron... son solo trapos sin historia.



                                                              (ilustração de Carlos Ribeiro)


sábado, 11 de febrero de 2017

Los nuevos ‘sans-cullotes’


P. Gonçalo Portocarrero de Almada

Paradoja postmoderna: hay libertad total para provocar y escandalizar, pero no se da a nadie ningún derecho a sentirse ofendido por las actitudes indignas.

La imaginación más prodigiosa no logra adivinar los extremos a que son capaces de llegar algunos
energúmenos postmodernos, mas el No Pants Subway Ride puede dar una idea. ¡Se trata de una iniciativa en que muchos neoyorquinos participan todos los años y que consiste, como su propio nombre indica, en viajar en metro sin pantalones! También este año, según la agencia Efe, varias centenas de habitantes de Nueva York anduvieron en metro en paños menores, el pasado día 9 de enero.

Según la plataforma Improv Everywhere, “el objetivo no es ofender, sino “hacer reír a los demás y divertir”. Se acostumbra decir que una disculpa no pedida es una acusación manifiesta. O sea, si la propia organización dice que esta iniciativa no tiene ninguna finalidad ofensiva es porque de hecho la tiene, como es obvio.

Es curioso que, en la sociedad postmoderna, casi no se pueda andar con hábito religioso en la calle,
pero se puede andar en metro mostrando la ropa interior... ¡El crucifijo al pecho, o el velo islámico, ofenden la laicidad del Estado, pero los paños menores no solo no insultan la religiosidad de nadie, tampoco ofenden la decencia de quien aún la tiene! Paradoja postmoderna: hay libertad totoal para provocar y escandalizar, pero nadie tiene derecho a sentirse ofendido por actitudes indignas.

Cualquier día, esta o cualquier otra atrevida institución reedita esta iniciativa pero sin ninguna ropa y los ciudadanos tendrán que aceptar que el espacio público sea invadido por este tipo de adventismos, sin rechistar, pues cualquier actitud de reprobación es, a priori, tenida por reaccionaria, intolerante y fundamentalista. La decadencia de la sociedad occidental en lo mejor, o sea, en lo peor.

“Los organizadores instaron a los participantes a actuar normalmente, como si no se conociesen y respondieran, en caso de que alguien los interpelase, que se trata de ‘una coincidencia’ o que ‘se olvidaron los pantalones en casa’. Por lo tanto, más allá de hacer una triste figura, son también invitados a mentir. A una pregunta tan estúpida, como sería la de indagar la razón del despropósito, nada mejor que una respuesta no menos imbécil, como la que generosamente propone la organización, para el caso de los propios no supiesen qué decir, como conviene a la imbecilidad de quien se adhiere a tan estupidificante iniciativa.

Pero hay más: “Queremos dar a los neoyorquinos una razón para que levanten los ojos de los papeles
y de las pantallas de los móviles y experimenten algo diferente en su rutina diaria”, refirió una de las organizadoras, Jesse Good, en declaraciones a los medios de comunicación locales”. De hecho, es muy probable que la ropa interior de los otros pasajeros sea un importante motivo para dejar para otra ocasión la lectura de las noticias o de un libro.

 “Al final del viaje que terminó en Union Square, los participantes fueron invitados a celebrar la iniciativa bebiendo una copa en un bar de la zona, donde el único requisito para entrar era ‘no usar pantalones’”. Es probable que la bebida, preferentemente alcohólica, ayude a remediar el constipado provocado por la escasez de vestuario y, al mismo tiempo, apagar de la memoria la degradante experiencia. Como en el caso del beodo, que bebía para olvidar... que era beodo.

Como la estupidez no es atributo exclusivo de ningún pueblo, esta acción, que se realizó por primera
vez es 20002 en Nueva York, “se ha extendido a varias ciudades de todo el mundo, como Londres, Praga, Berlín, Varsovia y Milán, entre otras”. Todas ellas, según consta, se unieron, el pasado día 9, en la 16ª edición  de ‘No Pants Subway Ride’”. Según la misma fuente, “la iniciativa llegó  a realizarse en Lisboa y en Oporto” pero, como por lo visto no se repitió, no debe haber tenido éxito, lo que le honra mucho, respectivamente, a ‘alfacinhas e tripeiros’ y a todos los portugueses en general.

Tal vez este caso bizarro no sea más que una excentricidad de mal gusto, sin mayor importancia. Pero puede ser también un síntoma de decadencia a la que ha llegado la sociedad postmoderna desde que se divorció de su matriz cristiana. La primera enseñanza bíblica es la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios. Sin conciencia de su identidad, el ser humano no es más que un animal. En verdad, tan ridículo es un calzoncillo como unos pantalones, como un hombre sin ellas.

San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, decía: “deja una parroquia veinte años sin padre y allí los hombres adorarán a los animales”. La No Pants Subway Ride prueba eso mismo: donde se pierde la noción cristiana de excelencia humana, se extingue también la más elemental conciencia de la propia dignidad.

http://observador.pt/opiniao/os-novos-sans-cullotes/

(No tenía yo ni idea de tal iniciativa...me alegro de ser tan de pueblo e ignorante. Cuando busqué información y vi las imágenes, me pareció oportuno ilustrar el buen texto con las más ilustrativas del bochorno que suponen para quien no aprueba tan ordinaria iniciativa.)


DE LOS MOMENTOS PRUDENTES AL INSTANTE IMPRUDENTE


OPINIÃO DE JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS

Nuestros apetitos necesitan ser moderados y encaminados, nuestras pasiones necesitan ser comprendidas. Cuando integramos las pasiones, ellas son utilizadas para realizarnos, cuando dejamos que nos dominen, nos orientamos para su propio bien, no para el nuestro.

Ceder a los apetitos es un camino siempre corto, porque en poco tiempo perdemos el equilibrio y caemos en los abismos de la vida. Dejarse llevar también por las pasiones nunca es algo que sea duradero. Son tan inestables como huidizas. Lo que es hoy, mañana ya no es.

Es importante aprender a orientar los deseos para que nuestras decisiones no nos desvíen del camino del bien.

La prudencia nos ayuda a encontrar la verdadera finalidad de nuestras acciones y a  descubrir los medios necesarios para llegar allí. Por más lejos, demorado y difícil que sea...

La vida es bella cuando es vivida sin excesos. Dentro de los límites de nuestras posibilidades y de acuerdo con las valoraciones más sensatas de nuestra razón.

Ser prudente es señal de inteligencia. Las emociones son una fuerza sublime, pero dejadas a rienda suelta arrastran al más fuerte de nosotros hacia la desgracia.

Un momento nunca es largo y un instante es aún más corto.

Pero hay algo mucho más importante de lo que son la razón y las pasiones, por el cual tenemos obligación de dejar atrás la racionalidad y las emociones. Es el amor. Y el amor exige un acto de fe.

La prudencia cuando se ama es cobardía. La pena de quien no se atreve a amar es pasar a vivir sin paz, atormentado por la idea de que no fue capaz de comprender que, más que las pasiones y las razones, la felicidad exige una última prueba de fe y de voluntad. Un salto capaz de romper todos los límites posibles.

Una prueba absoluta del creer y del querer.

Porque, al final, para el amor nada es imposible.



(ilustração de Carlos Ribeiro)


domingo, 5 de febrero de 2017

Un ‘Silencio’ ensordecedor



Los siete pecados capitales del romance de Shusaku Endo y del film de Martin Scorcese, según la doctrina y moral católicas, pecados que se deben a la contradicción con los principios básicos de la fe cristiana.

La película “Silencio” tiene ciertamente muchas cualidades cinematográficas, pero también tiene, por lo menos, siete pecados capitales. No los clásicos, sino los que se derivan de la contradicción entre su argumento y algunos principios básicos de la fe cristiana y de la moral católica.

El argumento del film, inspirado en el romance homónimo de Shusaku Endo, se podría resumir en una frase: por caridad, sería justificable la apostasía, o sea, el rechazo de la fe. En algunos casos, el martirio, que es la victoria de la fe, debería ceder ante el imperativo de la caridad: no sería virtuosa la muerte que arrastrase consigo la vida de seres inocentes. En un contexto de una eventual persecución, podría ser incluso meritoria la apostasía, como expresión de un amor desinteresado, porque el mártir podría ser , en último término, un orgulloso que, para garantizar su propia gloria, permitiría la tortura y muerte de fieles inocentes. Por el contrario, el cristiano auténtico sería el que, por amor a los otros –¿no es la caridad la principal virtud cristiana?!- se estaría dispuesto incluso a renegar de su fe, aún sabiendo que, de ese modo, pecaría gravemente y, por lo tanto, comprometería su salvación.

Este es, a groso modo, el argumento de “Silencio”, el romance de Shasaku Endo que Martin Scorcese realizó como film. ¿Pero, esta tesis es aceptable según las enseñanzas de la fe cristiana y de la moral católica? No parece, a cuenta de los siete pecados capitales de este ensordecedor “Silencio”...

1. El primer pecado capital de “Silencio” es, precisamente, la contradicción que establece entre la fe y la caridad cristiana, insinuando que, en algún caso, puede ser necesario negar la fe para salvaguardar la caridad, o sea, apostatar por amor. Tal suposiciones contraria a la noción de martirio cristiano, que no es, como se pretende hacer creer, un acto de orgullosa afirmación personal, sino un acto supremo de caridad cristiana: “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los amigos”(Jn 15,13). San Pablo enseña que la muerte más cruel, sufrida por la fe, pero sin amor, no sólo no es martirio sino que tampoco tendría, en términos cristianos, ningún valor: “aunque yo /...) entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me aprovecha” /1Cor 13, 3). El mártir no antepone su salvación y gloria eterna al bien de los otros sino que, imitando a Cristo, ofrece su vida por los hermanos y por el bien de sus almas. Siendo lo mismo, en términos humanos, sin gloria la muerte del mártir, la Iglesia siempre consideró que el martirio nunca es un acto egoísta, ni en vano, porque la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos.

Nótese que antes de Cristo, el pueblo judío ya tenía esta convicción: la madre de los siete hermanos macabeos los exhorta a permanecer fieles hasta la muerte, pues su apostasía sería deshonrosa, no sólo para ellos, sino también para su familia y para todo el pueblo de Dios. Cuando las autoridades piden a la piadosa madre que, por lo menos, evite la muerte del último del último hijo que le resta, aquella santa madre que, “llena de nobles sentimientos, unía un coraje varonil a la ternura de mujer” (2Mac 7, 21) lo anima a permanecer fiel hasta la muerte: “No temas, por tanto, este suplicio, y sé digno de tus hermanos y acepta la muerte, para que, en el día de la misericordia, yo te encuentre en medio de ellos” (Mac 7, 29). Su cesión sería siempre, incluso en aquel contexto tan doloroso, una ignominiosa traición y, al contrario, su fidelidad hasta la muerte, la mejor expresión de su caridad, también para con sus hermanos y su madre, que por eso lo anima a abrazar el martirio.

2. El segundo pecado capital de “Silencio” es la suposición de que un acto, en sí mismo malo,  podría no serlo en un determinado contexto. O sea, mentir o apostatar sería justificable en legítima defensa, ante una agresión injusta y brutal. Es en esta contradicción donde radica el relativismo del argumento porque, según la moral cristiana, una acción intrínsecamente mala no puede dejar de serlo, aunque fuere un medio para alcanzar un bien mayor. No se puede matar a un ser humano inocente, ni apostatar, aunque sea para salvar otras vidas.

3. El tercer pecado capital radica en la supuesta independencia entre los actos de un sujeto y su fe, o sea, un creyente podría externamente apostatar, sin con todo negar la fe en su interior. Pero no se puede restringir la afirmación de la fe a una mera actitud interior, porque es por las obras como se conoce la verdadera fe.

La escena final de este film sugiere, por tanto, que la apostasía podría, en realidad, no afectar a la verdadera fe del apóstata, porque este, aunque exteriormente hubiese públicamente repudiado su condición de cristiano, en su intimidad continuaría siendo católico, aunque fuera viviendo en abierta contradicción con su fe. ¿Pero, sería cristiana tal contradicción entre las obras exteriores y las convicciones íntimas?!

Es obvio que esa duplicidad, si consciente y voluntaria, no es compatible con la fe cristiana que, más que creer en unas determinadas verdades, exige una vivencia de acuerdo con esos principios, que lo son precisamente porque tiene correspondencia con la práctica. Por lo tanto, no es católico quien dice que lo es, sino quien procura vivir como tal. En caso de contradicción entre la fe y las obras, es por las obras como se ha de reconocer la fe y no al contrario: “¿de qué aprovecha, hermanos, que alguien diga que tiene fe, si no hiciera obras de fe? A caso esa fe podría salvarlo? (...) Así también la fe: si ella no tuviera obras, está completamente muerta. Más aún: ¿podrá alguien alegar sensatamente: Tú tienes fe, y yo tengo obras, muéstrame entonces tu fe sin obras, que yo, por mis obras, te mostraré mi fe. ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También lo creen los demonios, pero se llenan de terror. (...) Así como el cuerpo sin alma está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Stg 2, 14. 18-19. 26).

4. El cuarto pecado capital tiene que ver con el silencio propiamente dicho, que sirve de título al romance y al film correspondiente.  En realidad, es casi blasfema la afirmación de que Dios se mantiene en silencio cuando los padres Ferreira y Rodrigues se enfrentan a un doloroso dilema, porque ellos saben muy bien cual es la respuesta de Dios a su duda. Por eso, Dios habla por la Sagrada Escritura, Dios habla por la sagrada tradición, Dios habla por el magisterio de la Iglesia, Dios habla por la oración, Dios habla por la obediencia del religioso a su superior, Dios habla aún por la voz de la recta conciencia. Más que del silencio de Dios, habría que hablar de la sordera de los hombres que no quieren oír su voz, o de su flaqueza para cumplir sus mandatos.
Imputar, a un hipotético silencio divino, la culpa de la apostasía del misionero es tan absurdo como desacertado sería que un asesino se disculpase del crimen que realizó, diciendo que no oyó ninguna voz de lo alto prohibiéndole matar...

5. El quinto pecado capital de “Silencio” es su intento de presentar la religión católica como un producto occidental que se opone a la tradición y cultura nipona, como si los misioneros, con el pretexto de evangelizar, en el fondo fuesen colonizadores, o agentes de un cierto imperialismo cultural. En este sentido,la reacción de las autoridades japonesas sería, en primer lugar, patriótica y, en este sentido, por lo menos comprensible, cuando no elogiable.

Ahora bien el cristianismo no pertenece, en régimen de exclusividad, a ninguna cultura o tradición pero, como verdad que es, forma parte del patrimonio universal de la humanidad. Sería absurdo considerar que la evangelización de Europa fue, en realidad, una acción colonialista oriental, sólo porque los cultos paganos europeos fueron sustituidos por la creencia judeocristiana, de origen asiático. Toda la verdad, principalmente la fe cristiana, no es de ningún pueblo en particular pero, como la ciencia, es patrimonio de toda la humanidad: por eso la Iglesia es católica, o sea universal.
En cada país, la fe cristiana se adapta perfectamente a los usos y costumbres locales, en cuanto sean moralmente lícitos. Dígase de paso que en este proceso, no siempre fácil, de inculturación de la fe, los jesuitas realizaron un trabajo admirable, principalmente en el Extremo Oriente.

6. El sexto pecado capital de “Silencio” es lo se deriva de la metodología adoptada para el tratamiento cinematográfico, aunque aficionado, de una determinada realidad histórica. Por eso, la dificilísima evangelización del Japón es una de las páginas heroicas de la historia de la Iglesia Católica y de la Compañía de Jesús: al referirla por la perspectiva de la apostasía de unos pocos, se ofende la memoria de los muchos que fueron verdaderos héroes. La apostasía de algunos fue la excepción a la regla del martirio de tantos: recuérdense, por ejemplo, San Paulo Miki y sus compañeros mártires.

Es verdad que el Padre Cristóvao Ferreira apostató y no fue el único, pero contar la evangelización del Japón a través de ese prisma es tan incongruente como injusto sería exponer la acción heroica de los 40 conjurados que restauraron la independencia nacional, en 1640, por el prisma del traidor Miguel de Vasconcelos...

7. El séptimo pecado capital de “Silencio” es confundir apostasía con apóstatas, transfiriendo el perdón y comprensión de los apóstatas, como cualquier otro pecador, carecen, para la propia apostasía, que es de este modo moralmente justificada. Ahora bien la Iglesia siempre enseñó a amar a los pecadores y a despreciar el pecado, de modo semejante a como un médico lucha contra la enfermedad, pero acoge y protege a los pacientes. La tolerancia con el pecador y, aunque él, solo puede ser perdonado y acogido de nuevo si verdaderamente está arrepentido.

La Iglesia siempre ha venerado a los mártires, pero nunca los confundió con apóstatas, pero que tampoco nunca excluyó, aunque mucho requiriese, su perdón y readmisión en la comunión eclesial, su arrepentimiento y penitencia, que debía ser pública cuando la apostasía también lo era. Así aconteció con los primeros cristianos que flaquearon ante las persecuciones romanas, los ‘lapsi’, sobre los cuales S. Cipriano de Cartago escribió un tratado.

Al contrario de los musulmanes, que aún hoy aplican la pena capital a los renegados, la Iglesia Católica, sin legitimar nunca la apostasía, siempre perdonó y acogió  de nuevo a los apóstatas arrepentidos. ¡Simón Pedro negó por tres veces al Maestro, lloró amargamente su pecado, del que el Señor lo perdonó y después fue mártir y primer papa de la Iglesia Católica! ¡Porque Dios es amor, perdona siempre al pecador arrepentido, no una vez, setenta veces siete! (cf. Mt 18, 22).

http://observador.pt/opiniao/um-silencio-ensurdecedor/

sábado, 4 de febrero de 2017

¡Sólo el amor basta!


OPINIÓN DE JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS

Entre el mundo material y aquel que no se puede tocar, ni ver, hay una diferencia enorme. Los hechos objetivos son solo una parte de la realidad.

La verdad incluye esos dos mundos y, por eso, va mucho más allá de lo que es material.

El mundo está lleno de cosas a las que se da un valor que poco tienen que ver con sus cualidades intrínsecas. Hay quien ve las cosas como condiciones esenciales, escalones o trampolines para la felicidad y hay quien ve en ellas la finalidad y plenitud de su existencia...

Tal vez esta confusión se dé porque muchos no comprenden que el amor,  tal como el viento, sólo se puede conocer por sus obras.

Hay quien piensa que el amor es una flaqueza, inutilidad e incluso una ilusión. Esto porque, cuando se ama, todo se relativiza al máximo hasta tal punto que parece casi perder su sentido anterior, una vez que pierde el valor que le dan los que no aman.

Ninguno de nosotros es el centro de su misión.

Pero hay quien busca lo divino solo en busca de milagros.

La mayor parte de nosotros prefiere soñar y llorar por un milagro cualquiera en el mundo material, en vez de creer y sufrir por el amor verdadero. No, no se puede tener todo, ni tendría sentido alguno. Sólo el amor basta. Todo lo demás es prescindible.

¡El amor no es un milagro. Es algo mucho mejor!



(ilustração de Carlos Ribeiro)