sábado, 31 de mayo de 2014

El rostro de Europa

imagem: Lima de Freitas

“A Europa jaz, posta nos cotovelos” – escribía Fernando Pessoa, en el primer poema de Mensagem, dando así inicio a la descripción heráldica del primer cuartel,  “el de los castillos”, en “los campos” del “escudo” nacional.

No será por casualidad que, en la primera referencia a la identidad cultural de Europa, se aluda a su pasado helénico: “ojos griegos, recordando”. Europa no es una evidencia geográfica, ni histórica y, por tanto, sólo un elemento de carácter cultural la podría individualizar y diferenciar de los restantes continentes.

Si el pensamiento especulativo fue la grandeza de Gracia y el primer elemento de la matriz civilizadora europea, Europa no se habría realizado sin la organización política de Roma. El imperio romano dotó a Europa de un sistema político y jurídico que, aún reconociendo las singularidades de sus diferentes naciones, le dio unidad.

Si el cuerpo de Europa es la tierra en que se asienta y los pueblos que la habitan, su espíritu fue, más allá de la cultura grecolatina, la religión cristiana. El cristianismo, durante más de dos milenios, dio alma a Europa, uniendo a sus gentes en los ideales cristianos, que tuvieron después expresión en la declaración de los derechos humanos. También los principios de la revolución francesa, aunque laica, tienen una raíz cristiana, porque la libertad y la igualdad son consecuencia de la fraternidad universal de los hijos de Dios.

El cristianismo fue también un factor de expansión. Los descubrimientos dieron forma a ese ansia universal, más espiritual que mercantil, porque más alto que los intereses comerciales de especies o de posesiones ultramarinas, se yergue siempre la cruz.

En el concierto de las naciones europeas, cabe a Portugal la misión de recordar al continente su vocación universal. Porque el rostro con que Europa mira al mundo, “con mirar de esfinge y fatal”, es Portugal.


De lo extraordinario a lo imposible




                                                     Ilustração de Carlos Ribeiro

Hay quien, cargando su cruz, centre su atención en el peso de la cruz; y hay también quien, en la misma situación, se concentre en la fuerza que sus hombros tienen para soportar adversidades y para avanzar a pesar de ellas. La tristeza y la alegría profundas, en la abrumadora mayoría de los casos, se eligen.

Quien llega hasta el límite… descubre siempre más y siempre es capaz de más. Si las desgracias parecen no acabar nunca, tampoco las fuerzas para sobrellevarlas parecen agotarse nunca. Y si es verdad que ellas sólo se muestran  cuando son necesarias, la conclusión que debemos sacar – y que nuestra experiencia comprueba- es que todos nosotros tenemos muchas fuerzas más allá de las que conocemos.

La vida no tiene un valor oculto que sólo algunos puedan descubrir. Su sentido resulta de la construcción de la existencia que nos es propia a través de cada una de nuestras decisiones. Es el hombre, cada uno de nosotros, quien propone y realiza el significado, el valor y el rumbo de su existencia. El sentido de la vida.

Lo que escogemos, porque lo escogemos y el tiempo en que lo hacemos, manifiesta al mundo, a los otros y a nosotros mismos, nuestra identidad en un determinado punto de su construcción. Lo que escogemos está ahí… y hasta ahí.

Las aventuras y desventuras  por las cuales paso a fundamentarme como persona. Es cierto que partimos de una base, de un contexto, de un conjunto de posibilidades y de condiciones… la libertad, por tanto, no es la ausencia de obstáculos, sino aquello que decidimos ser frente a eso y a partir de ahí.

Son las adversidades y los fracasos, mucho más que los éxitos, los cuales exigen decisiones fuertes y significativas, que nos obligan a ser mejores. La mayoría de las experiencias no destruyen, de forma necesaria, la identidad, permitiendo también despertarla y perfeccionarla, a  fin de superarlas y volverse… mayor y mejor.

Tal ves no fuésemos tan diferentes de lo que somos si a nuestro pasado le fuesen retirados los mejores momentos de nuestra existencia… pero tal vez resultáramos irreconocibles si, por cualquier hechizo, nos librasen de nuestras peores desgracias, de los dolores más profundos por los que pasamos… Al final, es en esas alturas que nosotros escogemos en las que definimos a la persona que queremos construir… los caminos que para eso tenemos que recorrer… lo que somos… lo que vamos a ser.

Lo que más nos daña es también lo que nos puede volver más atentos, moderados, justos y fuertes.

Cualquier dolor, con sentido, se vuelve soportable. Y por fuerza tiene que estar al servicio del sentido. Nuestra noción tradicional, judeocristiana, de un Dios todopoderoso, nos dice justamente que su fuerza se revela sólo en la más absoluta vulnerabilidad. Al darme a los otros con los  brazos abiertos me expongo a ser herido. ¿Pero  de qué vale la vida sin los otros? ¿O cuál es el sentido de la soledad?

La fe es una apertura. Un acto de confianza en lo que está más allá del entendimiento. No contar con la certeza de los misterios en la vida es quedarse sólo con lo que es sólido y superficial sin admirar lo que hay en lo más profundo, ágil y bello… hay quien, para ver o escuchar a Dios, se recoge y se cierra en sí mismo… pero hay también quien le basta abrir los ojos para conseguir ver…

Todos tenemos fuerzas, más de las que creemos tener. Es, por tanto, cuando estamos débiles cuando escogemos ser fuertes. ¡Porque es también cuando alcanzamos el límite de nuestras fuerzas y nuestros talentos cuando… sin mucha explicación… más fuerzas y talentos surgen… volviéndonos capaces de hacer lo que antes era imposible!


La verdadera felicidad es la desgracia vencida.

miércoles, 28 de mayo de 2014

¿Qué es el corazón…?



Ayer tarde asistí a una conferencia sobre el corazón: “El corazón, amigos y enemigos”, impartida por un gran cirujano, de San Fernando, el Profesor José Manuel Revuelta Soba, Catedrático de Cirugía de la Universidad de Cantabria,  dentro de los actos programados por la Real Academia de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes. Le debo esta asistencia a mi amigo Guillermo, que me presentó hace unos meses a su amigo, “El cardiólogo”, tuvimos una interesantísima conversación, y al final me comprometí a estar presente en este acto, ya que como paciente me interesaba conocer mejor este órgano maravilloso, que cuando falla, se oscurece un poco la vida.

Efectivamente, el conferenciante no defraudó en absoluto, fue una conferencia magistral, y lo fue en gran medida por su sencillez, ya que como él mismo se presentó al comienzo se considera ante todo un médico de cabecera; sí, parecerá mentira que se pueda comprender lo que un médico nos quiere decir con esos términos científicos, pues a él se le entendió todo, supo ponerse a la altura, prueba de ello es  el prolongado aplauso que se ganó, como después de un gran concierto.

Y un concierto me pareció la conferencia, por su modo de explicar algo tan difícil como es la estructura y funcionamiento del corazón,  y algo tan sencillo a la vez como es que mientras funciona el corazón hay vida y si no…, pues será que hemos pasado a mejor vida, si hemos sido buenos. Y me pareció un concierto porque tuvo, como buen profesor que es, la genialidad de considerar las células y el corazón como un universo en miniatura, y la humildad de apreciar la aportación de otras disciplinas en el progreso del conocimiento y tratamiento de las enfermedades del corazón (todo en uno, y uno en todo…).

Pero el momento culminante, casi poético,  para mí, fue cuando, explicando la interacción cerebro – corazón, vino a decir que el corazón no es un músculo, como se cree comúnmente: los músculos se cansan, se fatigan, para actuar necesitan una orden del cerebro, pero el corazón no necesita órdenes, funciona por sí solo, y lo hace constantemente, dormidos o despiertos. ¿De dónde le viene esa energía, entonces?

Y aquí nos aportó conocimientos técnicos, como  los impulsos eléctricos que hacen que el corazón ejecute automáticamente el rítmico movimiento de la sístole y la diástole, provocando una corriente sanguínea suficiente, para que no se formen coágulos en el interior y no se produzcan trombos. Y otro descubrimiento genial, el de un científico, cuyo nombre no recuerdo, aunque sí que era de Denia,  hasta donde se desplazó otro científico americano, para dar a conocer al mundo el hallazgo de este hombre, que el corazón se puede desenrollar, después de haber desenrollado cientos de corazones, que por cierto, guardaba en el frigorífico de su casa… y nos mostró las imágenes que lo prueban, destacando lo mucho este descubrimiento ha aportado a la medicina del corazón. 

¿Qué es el corazón, entonces? ¿cómo puede funcionar el sólo? Bueno, sólo no puede funcionar, no podemos dejarle todo a él, tenemos que cuidarnos, no sobrecargarlo. Y yo diría más, funciona porque alguien con mucho poder quiere que funcione, el Dueño de la vida, que la reparte entre todos los hombres por igual, y nos encomienda su administración, y espera que sepamos conservarla, y la hagamos fructificar.

 Cuidando nuestra vida cuidamos la de los demás (ama a los demás como a ti mismo), y si el cuerpo humano es un universo en miniatura, la responsabilidad de nuestro cuidado personal trasciende las estrechas fronteras del individualismo, nos llevará a preocuparnos por el cuidado de los demás y del entorno natural en el que vivimos, así como a  apoyar el conocimiento del cosmos en general. Sólo se ama lo que se conoce…pero sólo si se conoce bien,  y además se comparte, no se guarda en beneficio propio,  ni se utiliza para recibir el aplauso.


“La Sabiduría posee un espíritu inteligente, …, multiforme y sutil, ágil, perspicaz,  plenamente diáfano, amante del bien y penetrante; libre, benéfico, amigo de la humanidad, firme seguro y sereno; un espíritu que todo lo puede y lo observa y que penetra en todos los espíritus…” (Sab. 7, 22-23)

lunes, 26 de mayo de 2014

Hoy, como entonces, ¿esperamos ansiosamente un “Mesías”?



Rezaba y pedía, quería pedir por todo y por todos a la vez, primer misterio: la Encarnación del Hijo de Dios… y de pronto se me ilumina la mente y me ofrece un pensamiento que me deja sorprendido, pero no asustado: “Dios envió para salvar al mundo, después de siglos esperando la llegada del Mesias,  a un niño indefenso, a su Hijo, nacido de una mujer, como uno más, del cual podemos esperar con toda seguridad la verdadera, definitiva, salvación…” Pero había que saber esperar, había que ir creciendo con el Niño para poder valorar y aceptar la  salvación que  Él nos ofrece.


Hoy, como entonces, esperamos ansiosamente un “Mesías”, queremos que todo se arregle, en todas partes, a todos. Pero la prisa que hoy padecemos a unos les hace desistir de esa esperanza tierna, que crece como un niño hasta hacerse adulta y conduce sin duda, pero no sin dificultades, a la vida sin fin; otros buscan atajos para conseguir la paz que Dios no nos concede inmediatamente, agarrándose a ideologías utópicas, o impulsando sectarismos radicales, que no dudan en justificar y utilizar la violencia para conseguirla; otros hay que encuentran en otras religiones, filosofías, o concepciones del mundo, soluciones personales más placenteras e inmediatas, en las cuales no depende de Dios la solución. Otros, sencillamente abandonan; y todavía los hay que se revuelven contra la iglesia, que es obra de Dios, como no les aporta la solución que quieren lo deprecian, a Dios, como un ser inútil, o incluso peligroso porque consiente el sufrimiento de los hombres.

domingo, 25 de mayo de 2014

1+1=1




Mucho se tiene hablado, a propósito del sínodo de la familia, de la necesidad de repensar la institución matrimonial. Son recurrentes, en ambientes eclesiales las apelaciones a una Iglesia más atenta y comprensiva en relación a situaciones que, aunque canónicamente irregulares, son muy comunes, también entre los cristianos. En este sentido, habrá quien diga que sería conveniente que se sustituyera la excelencia del ideal evangélico, que consideran casi utópico, por una praxis más accesible, que facilitase la reaproximación de numerosos fieles  que, por vivir maritalmente con alguien con quien no están canónicamente casados, están impedidos de la comunión eucarística.

No obstante la bondad de esa preocupación y  la urgencia de una nueva pastoral, una alteración sustancial del matrimonio cristiano disculparía una actitud no creyente en cuanto a su naturaleza, según la fe de la iglesia. Por otra parte no compete al papa y a los fieles decidir lo que sea esa unión, sino aplicar lo que, a este propósito, fue tan inequívocamente revelado por Cristo.

Por otro lado, la moral cristiana no se mide en términos cuantitativos: también en tiempos pasados hubo abundantes infidelidades conyugales, pero la Iglesia nunca desistió de la exigencia de su doctrina matrimonial, que fue y es práctica corriente para muchos millones de cristianos. Tampoco puede ceder a las presiones del poder: ante las pretensiones de divorcio de Enrique VIII, la Iglesia se mantuvo firme en la defensa de la indisolubilidad matrimonial.

La iglesia está en el mundo, pero no es de este mundo: una iglesia mundana perdería su identidad y su razón de ser. No deja de ser paradójico que los que, en nombre de la modernidad, abogan por tal reforma, defiendan, en la práctica, un poder papal despótico, que ni siquiera estaría sometido la palabra de Dios. De otro lado, el papa no es el dueño de la iglesia, sino su primer siervo, el siervo de los siervos de Dios.

sábado, 24 de mayo de 2014

La vida no vivida



                                                         Ilustração de Carlos Ribeiro

En varios momentos de su vida, cada persona se da cuenta de la realidad de la propia muerte… la confrontación con la idea de esta verdad puede cambiar casi todo. Se dejan de sentir los días y las noches de la misma forma, porque se presiente el propio apocalipsis y, en función de él, se reorderna la vida. Claro, hay quien no es capaz de percibir lo básico y continua como si la muerte fuese algo que sólo acontece a los demás.

Hay un instinto primario en todos los seres vivos que los lleva a luchar por la supervivencia. El hombre será el único que tiene conciencia plena de la inevitabilidad de su fin temporal, luchado así, más que por su vida, por su inmortalidad, buscando garantizar que su vida va más allá de la propia muerte.

La muerte no tiene que ser la frustración definitiva del deseo de felicidad.

Debemos actuar siempre de acuerdo con el futuro que juzgamos mejor, pero siempre sin grandes prisas ni pérdida de tiempo. Con toda la intensidad posible, pero con criterio y sin exageraciones.

¿Será el miedo a la muerte una forma de amor incondicional a la vida? ¿De dónde le viene al amor la garantía de que la muerte no le impide la realización plena?

Las preguntas pertinentes sin respuesta no significan que haya falta de sentido o de verdad sino tan sólo que vivimos en un misterio… donde la nada aparente no tiene que significar vacío, pudiendo igualmente ser la señal de una inmensidad sublime.

¿Tiene sentido que dejemos de existir? No. La prueba evidente es que tampoco parece tener gran sentido que existamos y… ¡aquí estamos! Llegados de la nada. Nosotros, el lector y yo, nosotros mismos, no cualquier otro en nuestro lugar… otros hijos de nuestros padres o de otros padres… no… nosotros mismos. No somos seres insignificantes y prescindibles. Cada uno de nosotros tiene sentido y forma parte del sentido de la vida. Aunque no sepamos cómo, por qué o para qué…

En un cementerio están, uno al lado del otro, los restos de los cuerpos de los que dejaron recuerdo y de los que no los dejaron. Cada uno de nosotros escoge su vida, aunque ninguno pueda tenerse como causa principal de sí mismo. Existimos, pero por un sentido que nos sobrepasa. Mayor que nuestra comprensión. Lo que no somos es partículas de una explosión del azar.

Tenemos poco tiempo, pero no lo parece. Basta que analicemos cuanto desperdiciamos en actividades superfluas… Tal vez la vida sea muy larga para algunos. Cuando la esperanza de vida aumenta, se les retrasa la vejez pero no la juventud… no saben qué hacer con la vida.

Aprovechar el tiempo no es hacer muchas cosas… es hacer lo que es bueno no sólo para esta fase de nuestra vida, sino también para su totalidad, ser autor sólo de lo que en sentido de eternidad tiene valor. Todo lo demás, por más impotente que pueda parecer, es caduco.

La certeza de la muerte debiera apercibirnos del valor del tiempo. La perspectiva de una muerte próxima hace  que se descubran las innumerables bellezas que hay en las cosas más simples. Pero estas perfecciones están siempre allá… ¿ por qué razón no las sentimos y disfrutamos sin tener que existir la muerte para abrirnos los ojos?

El silencio con que sonrío y lloro no es lo mismo. Pero será siempre una misma verdad que yace en el fondo de lo que soy. La certeza de que mi historia comenzó muchos años antes de yo haber nacido. Una eternidad antes.

Sólo vive la soledad de la vida y de la muerte quien escoge vivir sin amor.

Habrá quien ansíe la vida eterna, pero desespere del vértigo de una tarde libre de domingo… ¡qué castigo será la inmortalidad para quien no sabe amar! Al final, la eternidad no es un tiempo sin fin, sino la ausencia de tiempo… en un amor infinito!

Es poco el tiempo aquí. Tratemos de garantizar que después de la muerte echaremos de menos lo que hicimos en este mundo, procurando la vida que hay en cada día, viviéndola como un don que merecemos y… llevándola dentro del corazón!




martes, 20 de mayo de 2014

El Papa y la Iglesia Portuguesa


P. GONÇALO PORTOCARRERO DE ALMADA
Voz da Verdade, 2014.05.18 *

  
Aún era presidente de la República un militar del antiguo régimen y circulaban por el país innumerables anécdotas sobre su persona. Una señora, habiendo oído a los hijos hacer bromas al respecto, les pidió contención,  teniendo en cuenta que el aludido … ¡había sido una persona importante! No quiero hacer ninguna comparación, no sólo porque todas son odiosas, sino porque también el Dr. Mario Soares, a quien la democracia y la libertad deben tanto, merece algún respeto, a pesar de sus desafortunadas declaraciones en Público el 30-11-2013.
  
Con la relajación que le caracteriza, sobre todo en cuestiones religiosas, el histórico líder socialista cometió algunas imprecisiones, tales como designar al Papa Francisco como “Santo Papa”, en vez del curial “Santo Padre”. También incurrió en contradicción  al afirmar que Francisco “representa en el mundo de hoy uno de los mayores papas de todos los tiempos”. Pos supuesto, si es “en el mundo de hoy” no es “de todos los tiempos”; si, por el contrario, es “de todos los tiempos”, no es sólo “en el mundo de hoy” …

Hace bien en destacar que el Papa Francisco “ama al prójimo (…), sobre todo a los más pobres y desfavorecidos”, pero después, contradictoriamente, sólo le reconoce odios. Según Mario Soares, Francisco “detesta el capitalismo salvaje” y también “detesta la austeridad, impuesta por la señora Merkel, que ganó las elecciones”, seguramente por ignorancia del electorado alemán. Por lo visto, lo que el Señor Soares querría era colocar a la sotana del Santo padre la insignia de su tan querida indignación, cuyo derecho institucionalizó.

Parece también querer reinventar la historia, al decir que la Iglesia portuguesa fue colonialista y próxima a la dictadura, olvidando que fueron misioneros católicos los primeros en denunciar, internacionalmente, algunos excesos coloniales y que el obispo de Oporto, D. Antonio Ferreira Gómes, no fue el único católico perseguido por el régimen anterior. Por otra parte, la primera República, que es tan grata al ex presidente, era profundamente colonialista, habiendo arrastrado por eso a Portugal a la Primera Guerra Mundial; tan anticlerical que desterró a todos los obispos portugueses; y de tal forma antidemocrática que, de hecho, restringió el derecho al voto.
  
Dudo que, como afirmó Soares, la iglesia portuguesa se haya vuelto abierta y progresista “gracias a la intervención del PS”. Esto cierto, no lo es menos, que fue gracias a la Iglesia portuguesa y a la reacción de muchos católicos al PREC, sobre todo en el norte del país, por lo que hoy existe en Portugal un régimen democrático, sin el cual el PS ciertamente no existiría. Así como fue también la iglesia la principal fuerza de paz en los países de habla portuguesa, sumergidos en sangrientas guerras civiles después de la desastrosa descolonización, que el Dr. Mario Soares tan bien conoce.

Más inaceptable, con todo, la afirmación de que la iglesia portuguesa y, en particular, el Señor Patriarca de Lisboa, no están unidos al Santo Padre, o no se hacen eco de sus enseñanzas. El Dr. Soares, que se ufanó de que el Papa había confirmado, dos días después, su apocalíptico discurso, olvidó que el Patriarca de Lisboa, que siempre fue lo que es y que nunca se hizo pasar por ningún otro, siempre estuvo y está en total sintonía  con el magisterio de este Pontífice y el de sus predecesores. Lo mismo ya no se puede decir del referido socialista que, ciertamente, no suscribe la gran mayoría de las enseñanzas de la Iglesia y, por tanto, del Papa Francisco, por más que en ese artículo, por razones que sólo Dios sabe, lo haya incensado públicamente.

Quedaría bien, el Dr. Mario Soares, desagraviando al Señor Patriarca y a los católicos portugueses. A cuenta de su pasado, el Dr. Soares es ciertamente una figura histórica que, aunque controvertida y polémica, muchos portugueses también cristianos, consideran. Pero, si lo que el ex presidente pretende es politizar y dividir a la Iglesia, oponiendo la de Lisboa a la universal, o separando al Señor Patriarca de su rebaño, déjeme que, con todo respeto, también yo le diga: -¡Mire que no, Señor Doctor, mire que no!

*Texto enviado para o Público em Dezembro de 2013 e, até à data, não publicado.


lunes, 19 de mayo de 2014

“Pequeñas empresas fantásticas” en quiebra, una calamidad.



Una vez escribí “Pequeñas empresas fantásticas”, refiriéndome a las familias que en la crisis muestran su mejor razón de ser: el amor, el apoyo incondicional, lo que les permite resistir el temporal que arrecia con más fuerza a medida que el tiempo avanza, uno, dos, tres años..., y las soluciones no llegan, y los esfuerzos son en vano.

Bien, pues en estos casos hay una familia que apoya, hay un refugio humano. Pero  en una familia rota… también decía entonces que son empresas en ruina, y que cuando son tantas, empobrecen a la sociedad no sólo económicamente, sino como comunidad, la atacan  en el núcleo, donde se gesta una buena sociedad,  la primera escuela que prepara ciudadanos que miran por el bien común, y les preocupa el bienestar de los demás, con una dirección paternal.

Significan, pues,  una pérdida incalculable para la sociedad, pero para los miembros de esas familias, en muchos caos es un vivir sin descanso posible, la ruptura condiciona toda relación posible, y marca sobre todo a los hijos, a los que se les hará muy difícil, cuando no imposible, pensar en un futuro amable, acogedor, sociable, vivible.

Esas nuevas teorías relativistas, que pretenden “endiosar” al individuo, parapetarlo en una montaña de derechos, hasta el de generar vida artificialmente, a gusto del progenitor, A o B, o de manipularla para satisfacer sus apetencias… ¿a dónde creen que conducen? ¿quién va a garantizar el respeto a esos derechos? Lo más probable es que se conviertan en privilegio de nuevos señores, garantizados por un nuevo estado autoritario que gobernará al dictado de los nuevos señores del progreso. Porque ni el progreso, ni los nuevos derechos que propone están al alcance de todos, ni todos los miembros de la sociedad están conforme con ellos.

¿Estamos ya en la nueva edad media de los señores del progreso? Entonces el tercer estado, los antiguos campesinos, son hoy los millones de parados, parados de larga duración,  familias empobrecidas; pícaros y corruptos de todo tipo,  emigrantes sin rumbo ni destino, sobreviviendo por  los aledaños del progreso.

En la nueva era que alumbremos tiene que estar presente la esperanza, es importante mantener viva la conciencia social y humana para que el bien común siga siendo la aspiración colectiva irrenunciable, y la hermandad.


José Luís Nunes Martins. Reflexiones clásicas para tiempos modernos


 Por Carolina Pelicano Falcão


publicado em 8 Out 2013 - 05:00

Muchas crónicas después, José Luís decide reunir en libro sus “Filosofías”. Después de haber escrito decenas de crónicas en el diario “i”, la ida de compilar sus escritos surgió, naturalmente, a José Luís Nunes Martins. “Siempre me preocupó cómo hacer algo que fuera un poco contra corriente de las crónicas naturales, convirtiéndolas en lo más intemporales posible para poder funcionar en cualquier contexto, en un libro”.

El título del libro, “Filosofías, 79 Reflexiones” no podría pues estar más de acuerdo con la intemporalidad que el autor persigue, como nos explica: “Su lectura no quiere ser  ningún análisis circunstancial. Tengo que distanciarme un poco de la propia actualidad, porque en la filosofía, como decían los profesores en la facultad, el ave de Minerva sólo levanta vuelo al atardecer. Sólo conseguimos percibir bien las cosas y lo que pasa con nuestra vida pasado tiempo suficiente”.

José Luís relega entonces el comentario de actualidad y otras cosas del momento para quien lo sepa hacer, como nos dice, y se centra en nuestras reflexiones, las cuales están motivadas por los dos temas que le aportan  mayor satisfacción: “El tema de la muerte es fundamental para mí y el del amor también. En las crónicas, desgraciadamente para mí, no consigo reinventarme lo suficiente y regreso muchas veces  a esta clara evidencia.” O tal vez no ocurriese si no fuera  por el hecho de que estos temas se relacionen directamente con una de las otras ocupaciones de José Luís,  dando instrucciones en compañías aéreas en gestión y planeamiento de emergencias, un trabajo en que la tragedia precisa ser planeada y pensada.” Finalmente, ¿cómo se liga un trabajo con otro?

“En el planeamiento de emergencias tenemos que lidiar con nuestra finitud y con condicionantes que no nos apetece entender. Que las personas que amamos puedan morir y que nosotros mismos podamos morir, son dos verdades absolutas. Partir de aquí para pensar en una cantidad de temas me parece fructífero. Más aún  porque la filosofía es la búsqueda de la verdad y estas son dos pilares de la verdad.” En este sentido, José Luís no tiene dudas: “Me atrevo a afirmar que ningún pensador va a tener algún éxito si  parte del principio de que nosotros no morimos o que el amor no es importante.”

 Aún así, no será ese el motivo para descartar los grandes pensadores. Al contrario. Cada uno de los temas tratados en sus “Filosofías” implica un regreso a las bases filosóficas: “Vuelvo a visitar siempre los cánones de la Filosofía para saber cuales son los puntos esenciales en la consideración de un tema. Si hablo sobre el sufrimiento vuelvo a visitar lo que los filósofos más importantes dijeron sobre eso. Es una ruta de hitos.”

Y no solo. Estas reflexiones son también una guía por el mundo de José Luís Nunes Martins, que cree que la filosofía es siempre autobiográfica. “Escribo aquello que pienso. Mis crónicas son, acertada o desacertadamente, retratos más o menos fieles de algunos puntos de mi vida interior. Y por eso las crónicas en que digo una cosa y después digo exactamente lo contrario, porque son así.”

José Luís nos explica que en ningún momento sus crónicas tienen para él un carácter terapéutico. Más  bien, “es terapéutico que me lean porque siento que llego a alguien. Escribir para el cajón para mí no tiene sentido. Por otro lado, no creo en la autoayuda, que me parece un acto egoísta. Creo que nos ayudamos unos a otros y que Dios acaba por ayudarnos a todos.” Prefiriendo la ayuda mutua, José Luís remata  todavía: “Aquello que escribo es aquello que me gustaba ser. Soy la primera persona que necesita leer aquello que escribe.”


sábado, 17 de mayo de 2014

Crimen y castigo




La noticia es conocida y fue ampliamente difundida: el 14 de abril último, la secta islámica Boko Haram raptó un numeroso grupo de niñas cristianas, de 12 a 17 años, de una escuela de Chibok, en Nigeria. Este país africano, que tiene 170 millones de habitantes, es riquísimo, sobre todo por los yacimientos de petróleo, en el sur, donde abundan los cristianos; por el contrario, la zona norte, que es mayoritariamente musulmana, es más pobre.

Abubakar Shekau, el jefe de la banda terrorista supuestamente religiosa que reivindicó el rapto de las 223 menores, manifestó primero la intención de venderlas, como esclavas; después, cambiarlas por guerrilleros suyos, presos en el país; y, aún, casarlas, a la fuerza, con musulmanes. Recientemente afirmó que los rehenes se habían convertido al Islam…

Muchas naciones repudiarán esta acción, condenando a las autoridades nigerianas, cuya complicidad parece obvia. También la Iglesia católica lo hace, pero se teme que estas apelaciones no tengan el don de rescatar a las adolescentes raptadas, ni de garantizar la libertad de los demás cristianos de Nigeria.

No obstante las circunstancias políticas y económicas del caso, este conflicto tiende a ser presentado como una guerra entre mahometanos y cristianos, en la medida en que los agresores son fundamentalistas islámicos y, las víctimas, jóvenes cristianas. Es la interpretación que más interesa al lobby laicista, para así poder concluir que cualquier religión es una potencial amenaza a la paz y a la libertad. Pero sería injusto considerar responsables de esta dramática situación a todos los seguidores de Mahoma, porque  algunos también son perseguidos, especialmente por Boko Haram. Desgraciadamente, en las milicias antiislámicas también hay guerrilleros aparentemente cristianos.

Cualquier creencia debe suponer un aumento de responsabilidad de los respectivos creyentes. Con toda la razón, el ministro de un culto, en cuanto autoridad espiritual, esta aún más obligado a la ejemplaridad social, por la reverencia que le es socialmente tributada. Pero esa deferencia no sólo no atenúa su responsabilidad criminal sino que la agrava, no obstante su misión espiritual, al realizar actos objetivamente condenables. La condición religiosa no puede ser nunca sinónimo de impunidad, ni el justo castigo por un crimen  cometido por un fiel  le exime de ninguna falta de respeto a la libertad religiosa de los ciudadanos.

Un crimen, sean cuales fuesen las intenciones de su autor, es siempre un crimen y, como tal, debe ser castigado por el estado y por la comunidad internacional, por el bien de la justicia y la paz, pero también de la libertad religiosa y del buen nombre de las religiones. Tanto da que sea un mullah o un sacerdote católico, que rapte niñas cristianas o que abuse de menores.

En la Europa cristiana, no obstante el privilegio de fuero, un clérigo católico que cometiese un delito de cierta gravedad era destituido de su condición clerical y entregado a la justicia secular, que hacía recaer sobre él la pena debida por sus actos.

Todas las religiones deben repudiar cualquier instrumentalización  belicista del nombre de Dios, asumiendo un claro compromiso por la paz. Las autoridades religiosas de todo el mundo deben ser las primeras en defender a los más débiles y necesitados, lo mismo contra los ministros del propio culto, si fuera necesario. Esa fue, sin duda, la actitud de Cristo, que se posicionó siempre del lado de las victimas inocentes, oponiéndose también, a veces, a las autoridades religiosas y civiles de su pueblo. Solo así la libertad religiosa se puede afirmar como un baluarte de los derechos humanos y como garante, que es de hecho, de la verdadera libertad.



La fe en el amor




                                                       Ilustração de Carlos Ribeiro

Nadie vive sin creer. Es la fe la que nos abre las puertas del mundo. Una gracia que nos lanza hacia delante, que nos propone la libertad de una vida nueva, que busca y encuentra lo que los ojos no ven y las manos no tocan.

La existencia humana es un misterio que se muestra a través de señales. Sólo la fe nos revela la verdad de nosotros mismos. Confiar es abrirse y creer lo que se abre ante nosotros. La fe es lo que permite al hombre vivir con sentido, tener el coraje de ser feliz, acogiendo la gracia incluso en la misma desgracia.

Hay tanto en la vida que nos sobrepasa… Es esencial que creamos en la generosidad y en la bondad de los otros y de todo lo que no depende de nosotros. Comprenderemos que en conjunto podemos hacer aquello que solos no somos capaces.

Cuando amo, tengo fe en alguien, estoy convencido de su valor: una certeza que se prueba, pero no se demuestra, que es capaz de mover y conmover también lo mejor de mí. Un abandono confiado que arriesga todo al encuentro con el otro. Una voluntad de darme y de abrirme.

La fe es siempre en otro. Yo mismo, en mi mayor bondad, soy otro en el que creo. Tal vez por eso no haya hombre más pobre que aquel que perdió la fe en el amor, porque así se perdió a sí mismo.

No todo puede ser comprendido. Pero no deja, por eso, de ser verdad. Para comprender es preciso amar. Pero nadie es capaz de amar cuando vive desconfiado y sin esperanza. La fe completa la razón.

El amor es el principio y la perfección de cualquier relación, en la medida en que se convierte en la firme esperanza que ilumina todo el camino a partir de su destino.


Creer es el primer paso para la creación en este mundo del milagro del amor. Siempre que dos manos libres y abiertas se encuentran, rezan.

jueves, 15 de mayo de 2014

El sentido trágico del amor


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. PAULUS. Pág. 243



                                                             Ilustracion Carlos Ribero


Todo hombre tiende naturalmente hacia el amor. Sucede que el concepto común de amor corresponde de forma casi  universal a una idea genérica, ambivalente y, muchas veces, errada, por tan irreal.

Amar es darse. Entregar la propia esencia a otro, luchando a favor de él. De forma pura y gratuita, sin esperar otra recompensa sino la de saber que se conseguirá ser lo que se es. Amar, al contrario de lo que creen muchos, no es una fuente de satisfacción… Amar es algo serio, arrebatador y tremendamente desagradable. Quien ama sabe que eso se asemeja más a una especie de maldición de los cuentos infantiles con final invariablemente feliz…

Caballeros valientes y princesas encantadas son, mientras tanto, excelentes metáforas que pretenden transmitir la idea de coraje y de nobleza de carácter esenciales a quien ama. Se ama cuando se es capaz de ser quien se es, verdaderamente.

Esta lucha heroica por el valor  de la esencia de otro no está al alcance de todos. La mayor parte de las personas son egocéntricas, disfrutan  trenzando sus egoísmos en figuras improvisadas de resultado siempre deforme al que se obstina en llamar amor. Tal vez porque así consiga disfrazar el vacío que es la prueba de cuan frustrante, frívolo e inútil es su paso por este mundo.

Cuando alguien ama verdaderamente, se pierde. La búsqueda de una felicidad propia no tiene sentido. Sin tiempo ni espacio para posar la cabeza, aquel que ama se ofrece generosamente al otro en un camino por donde casi nunca es de día. El sufrimiento parece como el puente por donde se tiene que entrar en un mundo donde la felicidad no tiene nada en común con los amores de aquí.

Amar es dar cumplimiento a una vida con fuerza, sentido y valor.

La paz que sirve de base al amor nace y se alimenta de la certeza de que la vida que vivimos no es nuestra, nos fue ofrecida con la condición  y el propósito de amarnos.

Cuando se ama se camina por encima de la nada. Pero si, en un instante cualquiera, se deja de creer y se busca la firmeza de un suelo, se cae inmediatamente en el abismo por encima del cual antes se volaba, en un milagro que la inteligencia no consigue ni comprender ni abarcar.

El amor no es racional, no es humano. Es la verdad pura que no se aprende con la inteligencia común. Las palabras poco dicen, poco enseñan, entretienen a quien no quiere vivir… es preciso una gran humildad para comprender que no todo puede ser comprendido. Creer en el amor, con el corazón, es sentir la fuerza de una mano intangible, que nos trae, nos lleva y, a veces, nos alienta… otras nos prueba por el dolor profundo.

Amar es escoger un camino entre infinitas encrucijadas. La elección de uno es la renuncia de todos y de cada uno de los demás, a través de una fe que es sustancia de esperanza y tiene forma de sueño. Amar es escoger un camino y hacerlo… a partir de la nada.

Sólo por la angustia de amor el espíritu humano se torna digno de enseñorearse de sí mismo. La raíz del mal está en la inercia de los espíritus que intentan bastarse a sí mismos… en la pereza – que es el mayor de todos los pecados, porque hace  que el hombre se contente  con lo que tiene, dejando de querer ser lo que es.

Amar es dar la propia vida. Con los brazos abiertos. Con una actitud ante el mundo semejante a la del mendigo que extiende su mano a la caridad del extraño que pasa… la soledad profunda de quien siente que la tierra tiembla bajo el alma que le asegura los pies.

Es la mayor de todas las riquezas: Ser pobre por darse todo.

Amar a pesar de la voluntad de ser feliz.

lunes, 12 de mayo de 2014

Pesimismo, pero con esperanza





Parece una contradicción pero, ¿qué es la vida sino una superación constante de contradicciones? Son los hombres los que tienen que poner de su parte para superar armónicamente las contradicciones, en sí mismos, y en su relación con los demás, en  sociedad. Así se ha logrado avanzar hasta un grado de desarrollo como el presente, deslumbrante pero desconcertante. Por eso ahora  no sabemos bien qué hacer con nosotros, los humanos, nos estorbamos en vez de buscar soluciones beneficiosas para todos, y se toman medidas discriminatorias hasta en el derecho a nacer, o a vivir, cada uno con sus creencias u opiniones…

No cabe duda de que la política atraviesa una crisis de grandes dimensiones, y de gran calado, los acontecimientos se suceden sin control y a velocidad de vértigo. La desconfianza se ha instalado en las relaciones con todos y a todos los niveles. Cada individuo anda sin rumbo, pero tratando de salvarse, como quien barrunta alguna calamidad, o como hacen los aprovechados o astutos, sacando provecho en el río revuelto, recuperando proyectos o ideas fracasadas históricamente, o haciendo su agosto para entrar en la nueva etapa con poder y condicionando de nuevo el futuro.

Los partidos políticos han traicionado sus principios, han roto la relación con el pasado, y son incapaces de ofrecer alternativas eficaces ni sensatas, han deshecho su identidad, y la de los pueblos que gobiernan. Pretenden darle la vuelta a la historia, ir hacia atrás, implantando viejos conceptos y contenidos, que ya han fracasado, en cada una de las etapas históricas, con tal de demostrar la inutilidad del concepto de Dios, cuando no lo hacen culpable de males y guerras. Todo esto lo califican de modernidad, progresismo,  o de derechos humanos. Así, renegando de su historia, muchos europeos pretenden desmantelar la cultura europea común, laboriosamente construida, y mundialmente difundida. ¿Hacen falta enemigos, cuando están en casa?

Pero más que en ninguna parte, esta epidemia de infidelidad, se da en nuestra pobre patria. Aquí los dos grandes partidos no sólo han traicionado las raíces y la historia de España, han traicionado sus propias raíces y principios de partido, han conseguido echar de sus filas a los más capaces intelectual y moralmente, aquellos que nos habían enseñado a asimilar los cambios históricos. Se han convertido en dos máquinas ciegas de poder, utilizando la escasa ideología que les queda, simplificada, estereotipada, para utilizarla como arma arrojadiza, en un enfrentamiento visceral, cuerpo a cuerpo, sin argumentos, como una etapa previa al enfrentamiento real, que ya se está produciendo desde las opciones más radicales, y los nacionalistas.

Ya han conseguido demostrar así que quien no conoce su historia, o peor aún,  la manipula a su favor, está condenado a repetirla, por haber destruido los puentes entre pasado y futuro que garantizan un progreso duradero y en paz, como ocurrió en la transición. Los políticos que más se oyen ahora son los que reclaman, o exigen, recompensas históricas, saldar no sé que agravios que sufrieron  hace siglos; pero se han sucedido muchas generaciones, las cuales han sido capaces de vivir más o menos en paz, hasta el momento presente, precisamente cuando hay más bienestar… o será por eso.


Nos queda una Palabra, sagrada, fiel y eficaz, capaz de cambiar la vida de los hombres, individualmente y como pueblo, convirtiéndolo en pueblo de Dios. Y esta es la clave: Dios, la clave más segura. El que nos da la vida y la conserva,  a todos y  cada uno a la vez, y alimenta el espíritu de concordia y progreso, generoso con todos. Él recondujo la historia de una vez para siempre, aunque al hombre le acometan periódicamente amenazas terroríficas: los totalitarismos, el terrorismo indiscriminado; el secuestro vil y cobarde, como táctica de guerra, de seres inocentes; la sustitución del pensamiento libre, la razón y el diálogo, por las ideologías partidistas; la fata de rigor y veracidad en la difusión de noticias…


Perdonarme


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. PAULUS. Pág. 237


                                                        Ilustracion Carlos Ribero

No siempre mis acciones están de acuerdo con lo que soy. Unas veces por la voluntad de impedir el bien; otras, por permitir el mal. Casi siempre por miedo.

El principal daño de mis culpas recae sobre mí mismo, una vez que transgredo la más esencial de todas las leyes de las que formo parte: mi proyecto íntimo de felicidad.

La culpa es un estado de deuda que precisa ser saldado por una pena que, justa, ponga al hombre de nuevo en el camino de su destino.”

Porque el pasado es, por esencia, inalterable, sobra el tiempo que se tiene por delante. El arrepentimiento es la firme disposición de cambiar el futuro para redimirlo de la falta cometida.

Estamos condenados al arrepentimiento, somos libres y erramos, y este sufrimiento voluntario es la única forma de purificación realmente eficaz… Aunque la culpa sólo desaparezca con el perdón de todos los que hemos perjudicado… y la tentación del mal esté siempre cerca, después de la penitencia incluso más que antes… pero también es verdad que, como dice Santa Catalina de Siena, “el mal es flaco porque sólo puede aquello que yo permito”.

El coraje con que me dispongo a redimirme de la culpa, que honestamente asumo, determina  mi paz, mi valor… lo que soy.

Hay culpas mayores que otras, pero ninguna se redime sacudiéndole las hojas, lo que importa verdaderamente es arrancarlas de raíz. Aunque tiemble el suelo bajo los pies.

Sólo yo soy causa de mi decadencia y sólo yo me puedo rescatar de ella. Porque, al final, sólo yo puedo ser el héroe de mi vida. Cuando fuere capaz  de, a pesar del miedo, hacerme mayor que mis errores.



domingo, 11 de mayo de 2014

Pasos para la paz


Por Gonçalo Portocarrero de Almada
publicado em 10 Maio 2014 - 05:00


A pie, millares de fieles ponen rumbo en dirección a Fátima. Tienen un encuentro señalado con “la Señora más brillante que el sol”, que los espera donde, en 1917, se apareció a tres pastorcitos. Por esas carreteras van, arrastran alegrías y tristezas, penas propias y dolores ajenos, acciones de gracias y peticiones, en las cuentas del rosario que desgranan por los caminos de nuestra tierra. Y, en el cayado, la esperanza que no desfallece, aún cuando el cansancio entorpece el andar.

La fe es el camino. Desde tiempos inmemoriales, los cristianos peregrinan en dirección a los Santos Lugares. En este año, es la tierra Santa la que viene al encuentro de los romeros de Cova de Iría, en la persona del Patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Twal. No es sólo María sino también su tierra y sus gentes las que van a estar presentes en las celebraciones de la primera aparición mariana. Dos tierras de Santa María van, así, a encontrarse en el altar del mundo: la Palestina, que es la patria de la Madre de Dios, y esta nuestra patria, de la que ella es, hace ya varios siglos, patrona y reina.

Fue en 1914, hace ahora un siglo, cuando comenzó la primera Guerra Mundial, a la que la Señora del Rosario quiso poner término por la oración y el sacrificio de sus hijos. En el centenario de este conflicto, la presencia del patriarca de Jerusalén en  Cova de Iría recuerda que el rosario que logró la “conversión de Rusia”, es el medio más eficaz para alcanzar la paz en la Tierra Santa.

 “Si vis pacem, para bellum”, esto es, si quieres la paz, prepárate para la guerra. La paz en palestina, la patria de Jesús, requiere el uso diario de un arma poderosa: el rosario de Nuestra Señora. Porque cada cuenta es una bala contra la guerra y un paso para la paz.



sábado, 10 de mayo de 2014

No soy feliz, pero…



                                                       Ilustração de Carlos Ribeiro

La felicidad no se conquista con los ojos secos. Sólo las lágrimas lo hacen posible. Todos tenemos en lo íntimo un fuego que quema y consume, que quema e ilumina, una voluntad que nos da coraje para ir lejos de aquí, a lo alto, a después de este tiempo.

Es preciso entregar todas las tristezas a ese fuego íntimo, dejar que pierdan la fuerza de sus apariencias, a fin de que podamos tener acceso a la realidad por detrás de o que pasa. Cuántas veces es la ausencia de la persona amada lo que más hace crecer nuestro amor por ella… La superación de la desgracia abre las puertas a una alegría más profunda. Las lágrimas son una prueba a la voluntad de ser feliz – por ellas, mejora, crece y se fortalece, y, con ellas, alcanza su fin.

Pero es necesario que se entregue al fuego también lo que creemos bueno, para que se pruebe en profundidad… para que no haya ilusiones. Para que vivamos en verdad.

Es preciso pues exponer todo a este fuego que, en el tiempo, destruye lo pasajero y revela lo esencial, reduce a cenizas lo que es de aquí y eleva al cielo lo que no es. El amor es fuego y luz… el infierno sólo las tinieblas, soledad, frío.

Es esta luz lo que permite que comprendamos nuestra vida, que la aceptemos, pero también es, esa misma luz, la estrella que nos indica el camino. La vida es una lucha constante.

Nuestra existencia es una inquietud permanente. Eso es una señal más de que no somos de aquí, que tal vez hayamos sido creados para otro mundo…

Es muy duro vivir y tener que luchar con el freno de la duda, durísimo tener que cambiar de vida cada poco tiempo… siempre con esperanza, nunca con certezas… el camino cierto será el que conlleva los mayores sacrificios.

Es preciso subir a lo alto de la montaña para poder contemplar la belleza del mundo. Será doloroso llegar a la cumbre. Pero, al final, cada hombre también es lo que aspira ser y aquello por lo cual está dispuesto a dar la vida.

La felicidad depende de lo que yo fuera capaz de hacer y no sólo por mi capacidad de esperar con fe que algo suceda. Dependo de mis gestos.

Habrá muchos que sientan como una afrenta el que un hombre se disponga, contra todo y contra todos, a pesar de todo y de todos, a hacer su camino para ir más allá, más allá de las certezas de los siempre escépticos. Pagando el precio de la felicidad en sufrimiento y lanzándose hacia lo mejor de sí… para el cielo que le hace falta.

Cada uno de nosotros es un ser único, por lo que cualquier comparación con otros es un error. Habrá siempre quien quiera juzgar nuestra vida a partir de la suya, se convencen de que están acertados, y que nosotros  estamos equivocados, porque, de forma muy simple, nosotros no somos como ellos. Gran parte de las personas escoge mal, pero eso no implica que nosotros tengamos que hacerlo también. No, y tampoco, que nos dejemos afectar por lo que piensan, dicen y son.

A pesar de estar solos muchas veces, no estamos solos. Podemos vivir lejos del espacio y el tiempo en que la vida nos encuentra, presintiendo sólo la presencia de otros que, como nosotros, no desesperan y entregan la vida al sueño de ser felices. Somos parte de un firmamento de voluntades libres, un cielo infinito donde ninguna estrella está sola.

Luchar por aquello en que se tiene fe no es dejar de tener corazón, por eso se sufre tanto a pesar de la esperanza. Pocos llegan a comprender  que su tiempo no sirve para sí, sino para el amor, que es la llama que nos llama y nos lleva al paraíso.

Pobres de los felices, de los que están hartos y saciados con lo que tienen y son aquí. Corazones mezquinos a quien falta la sed de lo infinito, el hambre de amor.

No soy feliz, pero estoy en camino.



viernes, 9 de mayo de 2014

El amor es el contraegoísmo


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. PAULUS. Pág. 234


                                                                Ilustracion Carlos Ribero


Cada vez más personas están preocupadas consigo mismas. Cuidan de sí de una forma tan delicada que se podría suponer que están construyendo algo verdaderamente bello y fuerte; pero no… los resultados son normalmente flacos y frágiles. Gente manipulable que se deja abatir por una simple brisa… cultivan el yo como un dios, pero son fácilmente derrumbados por la mínima contrariedad.

¿Teniendo la originalidad por moda, no será paradójico que la sociedad esté volviéndose cada vez más uniforme? Como la multitud tiende siempre a nivelarse por lo bajo, estamos volviéndonos cada vez peores.

Hoy parece no haber tiempo ni espacio para un cuidado más a fondo de nuestra propia esencia – son pocos los que hoy tienen amigos verdaderos con quienes aprende, a quien darse y de quien reciben valores esenciales.

Por miedo a la soledad se quiere conocer gente, cada vez más gente. Tal vez el hecho de buscarse amistades en cantidad  más que por la calidad de las mismas explique por qué , al final, hay cada vez más soledad… siempre que prefiero partir en busca de lo nuevo, escojo abandonar a aquellos con quienes estaba.

El suceso de las redes virtuales es hoy un síntoma, un resultado del malestar hondo de quien se siente solo, de quien busca el encuentro con el otro, pero no quiere ir hasta su presencia; de quien busca palabras de apoyo, pero no está dispuesto a abrirles  su corazón y a escucharlas íntimamente… se pierden horas, días y años así. Parece un ejercicio de eremitas  narcisos. Si necesitan tanto del otro, porque se quedan tras el teclado? ¿Más allá del brazo y del abrazo de amor del otro?

La vanidad no eleva al sujeto, lo ahoga. Sucumbe porque le falta la ligazón vital con el otro, esa humildad que engrandece, esa pobreza que nos hace ricos  a través de la sonrisa del otro.”

El amor es una especie de compromiso con la felicidad del otro. La voluntad y el empeño real por el bien del prójimo. Un contraegoísmo. Se olvida de la autoestima, el amor propio o la autoayuda… amar es olvidarse de sí. Quedarse atrás. Pero delante, irá la lúcida consciencia de que es sólo cuando me doy genuina y gratuitamente como me encuentro. Que necesito salir de mí para, a través del otro ver como soy. Allí, paradójicamente, lejos del espejo. Donde las palabras importantes se escuchan con los oídos y las sonrisas verdaderas se dan mirándose a los ojos.

La sociedad está progresivamente más pobre, con gente que, en vez de tener una interioridad autónoma capaz de soñar y de luchar por un camino suyo, tiene por alma una mera caja de resonancia de los contextos, previsible, estable… triste. Horroroso.

Sólo una revolución de las voluntades profundas, una toma del poder individual de las dimensiones más libres y creativas del hombre, podrá invertir esa tendencia de degradación esencial del alma humana.

Nadie se encuentra en la soledad. Nadie puede siquiera soñar de forma verdadera si no tiene con quien compartir sus deseos íntimos. Nadie llegará siquiera cerca de la felicidad si no vive brazado a alguien. Nadie se completa a sí mismo. Nadie se basta.

El egoísta y el vanidoso no perciben que nuestra felicidad no pasa por cuidarnos de nosotros mismos, sino de los otros. Que sólo olvidándonos de nosotros y entregando lo mejor de nosotros mismos conseguiremos permanecer siempre en aquellos a quien así amamos.

Ser es amar, y amar es darse.

Es urgente cuidar la dimensión más honda de nuestra existencia, haciendo prevalecer el amor sobre todas las vanidades, con la felicidad por fin y la verdad por regla… después, en el mundo, entregándonos bondadosamente al otro, iluminando las tinieblas, pues el Amor es la luz del mundo.

jueves, 8 de mayo de 2014

Certezas momentáneas


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. PAULUS. Pág. 233

                                                                Ilustración Carlos Ribero

Hay cada vez más gente llena de certezas. Tienen teorías para todo… sin darse cuenta, provocan así sus propias desgracias, porque así crean sus siempre grandes ilusiones  a las que siguen, invariablemente,  terribles desilusiones.

Casi todas las ideas y teorías tienen su validez condicionada en el tiempo, son aceptables sólo y únicamente hasta que aparezca otra mejor. Erramos mucho, el conocimiento humano funciona mediante continuas mejoras. Así evolucionan las ciencias, así, también, se deben mejorar nuestras creencias respecto a todo.

Este perfeccionamiento pasa por la capacidad de descubrir los errores y los problemas en las soluciones existentes para así encontrar soluciones diferentes, mejores, más cerca de la verdad… nunca aceptando por bueno o suficiente lo que se sabe.

Claro que hay algunos que se consideran fuera del tiempo creyéndose corolario de toda la evolución, como si el universo se hubiese dispuesto para criarlos y servirlos… ¡el apogeo de la humanidad! Tienen siempre caídas tremendas… justas.

Nuestro conocimiento evoluciona a medida que vamos subiendo la escalera de la torre que vamos construyendo… sin prisas ni presunciones. Nadie descubre la verdad, vamos sí, construyendo modelos temporales que nos aproximan a ella.

Cuando, con una actitud humilde, navegamos en los mares de nuestra inseguridad,  dudas y fracasos, hay momentos en que una simple palabra, un mirar o una pequeña nada, nos permiten presentir la verdad absoluta de la existencia, la eternidad toda en sólo un segundo: la absoluta certeza de un mañana que nos espera.

Esos momentos valen más que una vida entera, porque son instantes de vida eterna.


miércoles, 7 de mayo de 2014

Hombres llenos de sí mismos


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. PAULUS. pág. 229

                                                         Ilustracion Carlos Ribero

El mundo empieza a ser pequeño para mucha gente que se cree el centro del universo, son cada vez más aquellos para quien el prójimo no pasa de ser una figurante sin importancia alguna en una opera en la son los únicos protagonistas.

Tiene siempre muchas cosas materiales, pero nunca tiene paz.

Son incapaces de acoger la novedad, de perfeccionarse, empapados de egoísmo hasta los ojos, tienen por valores supremos la razón y la libertad.

Ni la razón ni la libertad son males, entiéndase bien, pero cuando surgen como pilares únicos de la existencia, potencian el riesgo de fallar completamente el objetivo.

Hay mucho mundo más allá de aquello que la razón es capaz de asimilar o comprender. También el valor de la libertad, que en sí misma no es buena, ni mala, depende siempre de la forma, más o menos sabia, de ser usada. Pero la sabiduría de escoger bien es un don, a ella no se llega a través de torres de libros, opiniones o razones, por más altas que sean… como tampoco es por mucho agitar los brazos para levantar vuelo.

Los sentimientos se articulan de forma no absolutamente lógica entre sí y con nosotros. La vocación del hombre sólo se cumple cuando él se hace humilde, se vacía de las cosas y de sus opiniones-razones, para permitir que la vida, en su generosidad, lo edifique y le de consistencia, a partir de la esencia.

Creer es una forma de unir el sentir al pensar, tal vez el puente por donde estas dos dimensiones se encuentran y complementan. Sólo tiene fe quien sabe y siente que no es él mismo el centro del mundo.

“La libertad, así como la justicia que la debe orientar, tienen, a veces, los ojos vendados. Su valor es por tanto relativo dado que un ciego no siempre es el mejor guía de otro… No debemos hacer o ser todo cuanto podemos, aunque podamos hacer o ser todo cuanto debemos. El deber se demora hasta que parece evidente a la razón,  a veces nos vemos empujados actuar libremente en obediencia a un designio mayor que nosotros. Un tremendo caos, pero sólo aparente, ya que es de orden superior a nuestra capacidad para comprenderlo.”

 Todos somos pequeños, casi insignificantes. Aceptarnos unos a otros con esa condición es el primer paso para conocernos y amarnos… para hacernos humanos unos a otros, a veces, incluso felices. Verdaderamente.

Hoy se tiende a aniquilar toda creencia. Como si no fuese admirable en sí mismo un hombre que espera contra toda la razón. La fe es un objetivo recurrente para gente que, no siendo feliz, intenta destruir la felicidad de todos cuantos, con fe, saben sin saber y sienten sin sentir.

El amor implica la libre sumisión de mí mismo a otro. Una dinámica sin garantía alguna de éxito, pero que vaciando el yo de sí mismo, y de las cosas, abre espacio para el valor de la alegría, y, por ella, a la felicidad.

En Navidad debíamos todos celebrar la llegada del Hijo de Dios, que por amor a nosotros se hace hombre, pero andamos muy ocupados de nosotros mismos y atestados de cosas… y es así que, Él nos encuentra, con las puertas cerradas,  cuando pretende darnos Su paz y nuestra felicidad… somos libres y responsables de nuestra vida, para abrir y cerrar las puertas de nuestro ser a lo que no comprendemos; de permitir que quien nos quiere amar nos ame.

Olfateando el aire, ignorando el mundo, podían al Menos abrir los ojos y darse cuenta de la estrella que conduce a quien, humildemente, percibe que no es, por mayor que sea, gran cosa solo.

Que en esta Navidad sepamos escoger el reglo acertado para quien nos ama: vaciarnos de nosotros mismos y abrir el corazón a su amor.