José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79
Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. PAULUS. Pág. 233
Ilustración Carlos
Ribero
Hay cada vez más gente
llena de certezas. Tienen teorías para todo… sin darse cuenta, provocan así sus
propias desgracias, porque así crean sus siempre grandes ilusiones a las que siguen, invariablemente, terribles desilusiones.
Casi todas las ideas y
teorías tienen su validez condicionada en el tiempo, son aceptables sólo y
únicamente hasta que aparezca otra mejor. Erramos mucho, el conocimiento humano
funciona mediante continuas mejoras. Así evolucionan las ciencias, así,
también, se deben mejorar nuestras creencias respecto a todo.
Este perfeccionamiento
pasa por la capacidad de descubrir los errores y los problemas en las
soluciones existentes para así encontrar soluciones diferentes, mejores, más
cerca de la verdad… nunca aceptando por bueno o suficiente lo que se sabe.
Claro que hay algunos
que se consideran fuera del tiempo creyéndose corolario de toda la evolución,
como si el universo se hubiese dispuesto para criarlos y servirlos… ¡el apogeo
de la humanidad! Tienen siempre caídas tremendas… justas.
Nuestro conocimiento
evoluciona a medida que vamos subiendo la escalera de la torre que vamos
construyendo… sin prisas ni presunciones. Nadie descubre la verdad, vamos sí,
construyendo modelos temporales que nos aproximan a ella.
Cuando, con una actitud
humilde, navegamos en los mares de nuestra inseguridad, dudas y fracasos, hay momentos en que una
simple palabra, un mirar o una pequeña nada, nos permiten presentir la verdad
absoluta de la existencia, la eternidad toda en sólo un segundo: la absoluta
certeza de un mañana que nos espera.
Esos momentos valen más
que una vida entera, porque son instantes de vida eterna.
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