jueves, 15 de mayo de 2014

El sentido trágico del amor


José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79 Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. PAULUS. Pág. 243



                                                             Ilustracion Carlos Ribero


Todo hombre tiende naturalmente hacia el amor. Sucede que el concepto común de amor corresponde de forma casi  universal a una idea genérica, ambivalente y, muchas veces, errada, por tan irreal.

Amar es darse. Entregar la propia esencia a otro, luchando a favor de él. De forma pura y gratuita, sin esperar otra recompensa sino la de saber que se conseguirá ser lo que se es. Amar, al contrario de lo que creen muchos, no es una fuente de satisfacción… Amar es algo serio, arrebatador y tremendamente desagradable. Quien ama sabe que eso se asemeja más a una especie de maldición de los cuentos infantiles con final invariablemente feliz…

Caballeros valientes y princesas encantadas son, mientras tanto, excelentes metáforas que pretenden transmitir la idea de coraje y de nobleza de carácter esenciales a quien ama. Se ama cuando se es capaz de ser quien se es, verdaderamente.

Esta lucha heroica por el valor  de la esencia de otro no está al alcance de todos. La mayor parte de las personas son egocéntricas, disfrutan  trenzando sus egoísmos en figuras improvisadas de resultado siempre deforme al que se obstina en llamar amor. Tal vez porque así consiga disfrazar el vacío que es la prueba de cuan frustrante, frívolo e inútil es su paso por este mundo.

Cuando alguien ama verdaderamente, se pierde. La búsqueda de una felicidad propia no tiene sentido. Sin tiempo ni espacio para posar la cabeza, aquel que ama se ofrece generosamente al otro en un camino por donde casi nunca es de día. El sufrimiento parece como el puente por donde se tiene que entrar en un mundo donde la felicidad no tiene nada en común con los amores de aquí.

Amar es dar cumplimiento a una vida con fuerza, sentido y valor.

La paz que sirve de base al amor nace y se alimenta de la certeza de que la vida que vivimos no es nuestra, nos fue ofrecida con la condición  y el propósito de amarnos.

Cuando se ama se camina por encima de la nada. Pero si, en un instante cualquiera, se deja de creer y se busca la firmeza de un suelo, se cae inmediatamente en el abismo por encima del cual antes se volaba, en un milagro que la inteligencia no consigue ni comprender ni abarcar.

El amor no es racional, no es humano. Es la verdad pura que no se aprende con la inteligencia común. Las palabras poco dicen, poco enseñan, entretienen a quien no quiere vivir… es preciso una gran humildad para comprender que no todo puede ser comprendido. Creer en el amor, con el corazón, es sentir la fuerza de una mano intangible, que nos trae, nos lleva y, a veces, nos alienta… otras nos prueba por el dolor profundo.

Amar es escoger un camino entre infinitas encrucijadas. La elección de uno es la renuncia de todos y de cada uno de los demás, a través de una fe que es sustancia de esperanza y tiene forma de sueño. Amar es escoger un camino y hacerlo… a partir de la nada.

Sólo por la angustia de amor el espíritu humano se torna digno de enseñorearse de sí mismo. La raíz del mal está en la inercia de los espíritus que intentan bastarse a sí mismos… en la pereza – que es el mayor de todos los pecados, porque hace  que el hombre se contente  con lo que tiene, dejando de querer ser lo que es.

Amar es dar la propia vida. Con los brazos abiertos. Con una actitud ante el mundo semejante a la del mendigo que extiende su mano a la caridad del extraño que pasa… la soledad profunda de quien siente que la tierra tiembla bajo el alma que le asegura los pies.

Es la mayor de todas las riquezas: Ser pobre por darse todo.

Amar a pesar de la voluntad de ser feliz.

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