José Luís Nunes Martins
En “Filosofías. 79
Reflexiones” Lisboa 20013. Ed. PAULUS. Pág. 237
Ilustracion Carlos
Ribero
No siempre mis acciones
están de acuerdo con lo que soy. Unas veces por la voluntad de impedir el bien;
otras, por permitir el mal. Casi siempre por miedo.
El principal daño de
mis culpas recae sobre mí mismo, una vez que transgredo la más esencial de todas
las leyes de las que formo parte: mi proyecto íntimo de felicidad.
La culpa es un estado
de deuda que precisa ser saldado por una pena que, justa, ponga al hombre de
nuevo en el camino de su destino.”
Porque el pasado es, por
esencia, inalterable, sobra el tiempo que se tiene por delante. El arrepentimiento
es la firme disposición de cambiar el futuro para redimirlo de la falta
cometida.
Estamos condenados al
arrepentimiento, somos libres y erramos, y este sufrimiento voluntario es la única
forma de purificación realmente eficaz… Aunque la culpa sólo desaparezca con el
perdón de todos los que hemos perjudicado… y la tentación del mal esté siempre
cerca, después de la penitencia incluso más que antes… pero también es verdad
que, como dice Santa Catalina de Siena, “el mal es flaco porque sólo puede
aquello que yo permito”.
El coraje con que me
dispongo a redimirme de la culpa, que honestamente asumo, determina mi paz, mi valor… lo que soy.
Hay culpas mayores que
otras, pero ninguna se redime sacudiéndole las hojas, lo que importa
verdaderamente es arrancarlas de raíz. Aunque tiemble el suelo bajo los pies.
Sólo yo soy causa de mi
decadencia y sólo yo me puedo rescatar de ella. Porque, al final, sólo yo puedo
ser el héroe de mi vida. Cuando fuere capaz
de, a pesar del miedo, hacerme mayor que mis errores.
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