lunes, 19 de mayo de 2014

“Pequeñas empresas fantásticas” en quiebra, una calamidad.



Una vez escribí “Pequeñas empresas fantásticas”, refiriéndome a las familias que en la crisis muestran su mejor razón de ser: el amor, el apoyo incondicional, lo que les permite resistir el temporal que arrecia con más fuerza a medida que el tiempo avanza, uno, dos, tres años..., y las soluciones no llegan, y los esfuerzos son en vano.

Bien, pues en estos casos hay una familia que apoya, hay un refugio humano. Pero  en una familia rota… también decía entonces que son empresas en ruina, y que cuando son tantas, empobrecen a la sociedad no sólo económicamente, sino como comunidad, la atacan  en el núcleo, donde se gesta una buena sociedad,  la primera escuela que prepara ciudadanos que miran por el bien común, y les preocupa el bienestar de los demás, con una dirección paternal.

Significan, pues,  una pérdida incalculable para la sociedad, pero para los miembros de esas familias, en muchos caos es un vivir sin descanso posible, la ruptura condiciona toda relación posible, y marca sobre todo a los hijos, a los que se les hará muy difícil, cuando no imposible, pensar en un futuro amable, acogedor, sociable, vivible.

Esas nuevas teorías relativistas, que pretenden “endiosar” al individuo, parapetarlo en una montaña de derechos, hasta el de generar vida artificialmente, a gusto del progenitor, A o B, o de manipularla para satisfacer sus apetencias… ¿a dónde creen que conducen? ¿quién va a garantizar el respeto a esos derechos? Lo más probable es que se conviertan en privilegio de nuevos señores, garantizados por un nuevo estado autoritario que gobernará al dictado de los nuevos señores del progreso. Porque ni el progreso, ni los nuevos derechos que propone están al alcance de todos, ni todos los miembros de la sociedad están conforme con ellos.

¿Estamos ya en la nueva edad media de los señores del progreso? Entonces el tercer estado, los antiguos campesinos, son hoy los millones de parados, parados de larga duración,  familias empobrecidas; pícaros y corruptos de todo tipo,  emigrantes sin rumbo ni destino, sobreviviendo por  los aledaños del progreso.

En la nueva era que alumbremos tiene que estar presente la esperanza, es importante mantener viva la conciencia social y humana para que el bien común siga siendo la aspiración colectiva irrenunciable, y la hermandad.


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