martes, 31 de diciembre de 2013

El camino de Mustapha Gueye

Salí de mi ciudad, Potu, con dieciséis años hacia la capital de Senegal, Dakar, y de   aquí pasé a Mauritania. Aquí conocí gente con la que viví dos años, trabajé en la venta ambulante. Conseguí el dinero suficiente para pagar un pasaje en una patera que iba a Canarias.

Embarqué Con dieciocho años, el camino fue muy largo y muy difícil, siete días en el mar, con lluvia y viento. En la patera íbamos ciento cuarentaiséis personas, amontonados; comíamos dos veces, por la mañana y por la noche, un poquito cada vez; muchas peleas, gente enferma, algunos pierden la cabeza y se quieren bajar en mitad del mar
creyendo que ha visto su carro, su coche…

Cuando llevábamos cinco días, la comida  se acabó y los que sabían pescaban para todos. Dos días estuvimos sin comer, aunque por suerte teníamos agua. Yo sobreviví más o menos bien, porque me junté con personas buenas, mayores, que me protegían. Sufrí mucho, porque llevaba una ropa incómoda, la falta de espacio, yo era muy joven y los mayores me mandaban hacer esto y aquello, achicar agua del bote. Yo no recuerdo muchas cosas del barco, porque durante dos días perdí el control de mi mente, no sabía donde estaba. 

Por fin llegamos a Canarias, al puerto. La policía y la Cruz Roja nos acogieron y nos dieron ropa y comida, antes de llevarnos a la comisaría. Aquí estuvimos cinco días, nos cuidaron, y nos repusimos, mientras la policía iba tomando nuestros datos.

Nos llevaron a un terreno militar, donde estuvimos veintinueve días. Luego nos llevaron a Las Palmas, donde pasamos veintisiete días. En el campo nos encontramos con cientos de personas. Aquí la vida era muy dura, poca comida y dormíamos en barracones y en literas; a menudo había peleas o riñas entre las personas allí recogidas.


Nos dejaron en libertad. Nos llevaron en avión a Málaga. La Cruz Roja nos recibió y nos leyeron los Derechos que teníamos, y formó grupos para repartirlos por distintas ciudades. Yo, con gente nueva fui a Granada, a Cruz Roja de Granada.

Aquí estuve esperando la llamada de las personas que se harían cargo de mí en España. Cuando yo les llamaba no querían saber de mí nada. Conocí a una persona en el centro y me propuso llevarme con un hermano suyo. Cuando llegamos me dice que para vivir con él tenía que dedicarme a la venta ambulante. Otro conocido me prestó cincuenta euros para comprar cds y películas. Todo lo que ganaba se lo dejaba al hermano para que me lo guardara, yo no tenía cuenta en el banco.

Durante dos años estuve dándole mi dinero. La venta era muy complicada, con problemas constantes con la policía. La persona que me guardaba el dinero se marchó a Valencia y se llevó mi dinero. Le decía que le mandaría el dinero, dos mil quinientos euros, a través de una cuenta de un amigo. Pero todo era mentira, no mandó nada.


Yo me fui a Valencia a recuperar mi dinero. Él me dice que sólo tengo quinientos, y es lo que me va a dar. La gente allí me aconseja que los coja si no quiero perderlo todo, y para evitar problemas con la policía. Cuando voy a coger los quinientos me dice que sólo me da doscientos. A partir de aquí él no quiere saber nada de mí, cambia su número de teléfono. Aquí pasé muchos problemas, sin dinero, ni amigos. Me fui a Algeciras.

En Algeciras tuve la mala suerte de que la policía me detuvo porque estaba en busca y captura, porque se me había olvidado firmar en el juzgado. Permanecí detenido tres meses, aunque me correspondían ocho, el resto de la condena me la conmutaron por un trabajo social.


Al terminar mi condena conseguí un trabajo de aparcacoches, vovi al. Gracias a este trabajo viví cuatro años tranquilo, guardaba dinero. Encontré una persona que me prometió un trabajo, con contrato legal, pero me pide mil cuatrocientos euros. Yo le di novecientos, y el resto cuando recibiera el contrato. Pero, el contrato era falso. Le reclamé el dinero porque el contrato no era legal. Me dice que no tiene el dinero. No me atreví a denunciarlo porque no tenía mis papeles. Perdí el contacto con este señor.

En este tiempo yo conocí a una chica. Viví con ella en casa de su madre y otras dos hermanas, una de dieciséis y otra de ocho años. Las hermanas no me querían y me insultaban, para que me fuera. Le decían a la madre que solo quería conseguir los papeles y que no quería a la hermana. Me fui de esta casa para vivir en la parroquia del P. Andrés.

Yo seguía viendo a mi chica, a pesar de las hermanas. Dos meses y pico estuve en la parroquia.

Al preguntarle yo como fue su vida, su infancia, en su país, Senegal, si recordaba a su familia, me contó lo siguiente: Mis padres se separaron a los pocos meses de yo nacer, los familiares de mi padre no querían que yo estuviera con mi madre. Ellos me llevaron a un sitio alejado. Mi padre era sordo, no sabía nada de mí, ni lo que sus hermanos hacían conmigo. Hasta los diecisiete años estuve en aquel lugar apartado, hasta que me fui con mi madre, pero ellos me pegaban y me quería retener. Me enfadé y me escapé, mi madre me buscaba y me encontró. Cuando me encontró me llevó con ella, pero los familiares de mi padre me cogieron otra vez. Me volví a escapar y esta vez ya no me encontraron, porque esta vez yo fui el capitán, empecé a conocer amigos y al fin nos fuimos a Mauritania.

Y ahora, le pregunto, como ves tu situación, cómo te sientes, y él me respondió: La vida es muy dura en España, sin papeles no eres nadie. Además tengo problemas de salud, tengo que tomar pastillas para el  estómago, porque me duele de los nervios, estoy triste y por las noches lloro. Yo quisiera tener una vida normal, formar una familia, tener hijos. Pero yo tengo muchos problemas para conseguir esto, le doy muchas vueltas en mi cabeza. No tengo dinero para pagar las medicinas, a pesar de tener mi cartilla sanitaria, pero no tengo ingresos ninguno ahora.

No me conceden los papeles por tener antecedentes penales, dos meses en la cárcel por venta ambulante… y sin papeles no eres nadie, no puedes tener una vida normal.
 A pesar de todo me gusta estar en España, porque aquí viviría mejor, y con todo lo que he contado no puedo pensar en volver a mi país por ahora.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Todos nos equivocamos



José Luís Nunes Martins
jornal i,
28 dezembro 2013

http://www.ionline.pt/iopiniao/todos-erramos

Apuntamos con el dedo casi siempre a quien  yerra… Condenamos a los otros con enorme facilidad. Los comprendemos poco, y los perdonamos aún menos. Pero, ¿puede ser que tirar piedras es lo más justo, eficaz y mejor?

Tenemos una necesidad casi primaria de juzgar los comportamientos ajenos, de analizarlos y evaluarlos hasta el más mínimo detalle, siempre desde un punto de vista superior, como si el sentido de nuestra existencia, nuestra misión, tuviese que pasar por sentenciar a todos cuantos  cruzan  su vida con la nuestra… condenándolos… con la firme convicción de que así ayudamos … a mejorar.

Comete error sobre error quien se dedica a juzgar los errores ajenos…

Juzgamos de forma absoluta, la mayor parte de las veces, generalizando un gesto o dos, pretendiendo demostrar que cada pequeña acción  revela todo cuanto hay que saber sobre determinada persona… más aún, damos a entender que cada hombre o es bueno o es malo… como si no fuésemos todos… de carne y hueso… de luces y sombras.

En cambio a nosotros no nos juzgamos ni nos dejamos juzgar. Consideramos que, en el caso específico de nuestra vida, son tantos los factores que  tienen que ser considerados en contra (casi todos atenuantes) que se hace imposible cualquier tipo de veredicto… optando, así, por una especie de sobreseimiento de los procesos dada la complejidad de las cuestiones. Nos reconocemos incapaces de ponderar todo… pero ¿ si no conseguim0s evaluar en nosotros el error, por qué razón estamos tan a favor cuando se trata de los otros?

Es curioso, y prueba de sentido común que, partiendo de la verdad universal de que todos erramos, nos sirva más esto para disculparnos a nosotros mismos que a los otros… después de todo, nosotros no somos superiores a aquellos a los que nos pasamos la vida condenando. Debiéramos ser capaces de disculparlos por cuanto lo hacemos con nosotros mismos. Sin embargo, puede suceder que alguien tropiece, después que nosotros, en una piedra que nosotros no hemos arrojado fuera del camino…

Quien yerra, se hace vagabundo. Va contra su voluntad más profunda, se aparta de la verdad. Erramos cada vez que nos dejamos llevar por la tentación de las pasiones momentáneas, por los juicios precipitados y livianos… siempre que nos dejamos seducir por las falsas y brillantes luces de las apariencias… al errar nos apartamos  de nosotros mismos, nos perdemos… en vacíos.

Creemos que nuestros propios juicios revelan, a través de nuestro siempre muy afinado sentido de justicia,  la superioridad moral de una vida sobre el resto… cuando al final tal consideración precisamente nos aparta, aún más, de la verdad de nosotros mismos.

En una vida acabada es siempre más fácil dar sentido al error… pero, en el día a día de esta nuestra existencia por hacer, ¿quien comete el mayor error: el que no lo intenta para no errar, o el que yerra intentado acertar?

Siempre necesitaremos de quien nos anima a corregirnos, no de quien nos reprueba y sólo sabe hacer daño…

No somos seres perfectos a quienes el error degrada, sino más bien somos seres imperfectos a quienes el error puede enseñar.

Errando, puedo tener noción de lo que soy, de donde estoy y del camino que debo escoger.

En la desorientación general de nuestro tiempo, hay algo que se puede (y debe) hacer: ir al encuentro de quien falla y aceptarlo como igual. Construyendo un camino conjunto, lejos de los enjuiciamientos… abierto a la perfección.

Lo más justo, eficaz y mejor será tanto comprender como perdonar, ya que quien yerra, se engaña. A sí mismo. Y esto, en la mayor parte de los casos, ya es pena suficiente.

Nunca faltará quien nos juzgue… pero será mucho más valioso quien, con humildad, nos acepte… quien nos ame, a pesar de todo.



jueves, 26 de diciembre de 2013

Seducidos por la Navidad




Cada vez son más las personas que pasan por la calle Isaac Peral, se detienen y entran en nuestra oficina del Proyecto Diocesano de Personas sin Hogar, unas vienen para informarse de cómo pueden ser ayudadas, otras vienen en cambio para saber como pueden colaborar, con dinero, en especie o como voluntarios.

De nuevo estas Navidades hemos recibido algunos donativos de personas que vienen expresamente para hacer un donativo especial, unos quieren que sea anónimo, al estilo de siempre, que la mano de…, auténtico; a otros se les firma el correspondiente recibí. En cualquier caso me causa una sensación muy agradable, es una gran satisfacción comprobar como las personas saben donde van a hacer su donativo, lo cual demuestra la importancia de la fidelidad, de la permanencia de ciertos servicios, la gente necesita seguridades que la sociedad no suele dar, unos para recibir la ayuda necesaria otros para ofrecerla y garantizar la continuidad de los servicios de ayuda al necesitado.

Seguro que algunos que pasan estos días por la calle, unos de vacaciones, otros atareados con las compras, regalos, en todo caso con la cartera más llena que de costumbre, y sobre todo con el corazón más grande, más blandito, más o menos tocados por el espíritu de la Navidad, de su inmensa generosidad; al ver el anagrama de Cáritas en la fachada, siguen el impulso de la estrella y entran a dejar su regalo al Dios hecho hombre en los más necesitados, en los que sufren de pobreza, desamparo, soledad…


Siempre nos sorprende la Navidad, se habla de todo, se critica mucho también, pero estas noticias anónimas son preciosas, son la prueba de que los hombres son buenos, o al menos pueden ser buenos; basta darles la oportunidad de demostrar que son capaces de hacer el bien. Por eso me parece tan importante que se mantengan estos “reclamos”, con fidelidad al sitio y a la finalidad a la que se destinan, como cauces de generosidad capaces de salvar a la sociedad del egoísmo, de la falta de fe y esperanza.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Nacer en nosotros



Por José Luís Nunes Martins
jornal i,
21 dezembro 2013


Ponemos poca confianza en nosotros mismos. Estamos muy convencidos de que las buenas soluciones sólo pueden llegarnos desde fuera, como si fuésemos incapaces de crearlas… ¿¡Cuantas veces la fe y la esperanza aparecen como una disculpa confortable en la que  nos instalamos y dejamos de trabajar!? Deseamos que todo cambie (para mejor), de una vez por todas, con sólo una llave mágica y… mientras tanto, a dormir.

El desafío de la existencia humana es otro. Para alguien que sabe esperar, es preciso luchar y sufrir. Esperar no es permanecer a la espera, sino encontrar la forma de que las cosas  sucedan. Lo mejor del mundo está en el fondo de nosotros mismos, pero es preciso que lo hagamos nacer y crecer…

Las soluciones están, en la mayoría de los casos, en el seno de los problemas, casi siempre en el punto exacto donde ellas nacerán. Los problemas no son callejones sin salida, sino muros a escalar: no son algo acabado, sino un proceso … no son qués, son comos.

Dios puede nacer en nosotros, no viene de fuera, como un forastero. Es conocido. Es íntimo nuestro. Son nuestras manos las que lo encarnan… él quiere llegar al mundo a través de nuestras vidas.

Hay muchos que lo quieren en lo alto, lejos (al final) de sus días… no aceptan esta forma de entender. Esperan en otro Dios menos vulgar y más majestuoso… un Dios que trate de todo absolutamente solo y que no dependa de nuestra voluntad, ni, mucho menos, de nuestro esfuerzo.

Nos compete ser la tierra fértil donde las simientes, que también somos,  puedan crecer y fructificar. Abramos nuestra vida a este Dios que quiere nacer… en nosotros y, a través de nosotros, a nuestro prójimo…


La felicidad es fruto de nuestro vientre, del amor que construimos, de la alegría que hacemos nacer…

lunes, 16 de diciembre de 2013

Para Lola

Por Ícaro

Lo conocí en la cubierta de un barco que hace la travesía regular entre el norte del continente y el sur de la península. Desembarcábamos en un pueblo que pertenece a la costa tropical o Mar de Plástico.

Me comentó que era pintor y que había estado viajando dos años por el país, los motivos de sus cuadros eran personajes y sitios donde había vivido. Firma su obra con el seudónimo del astrónomo y matemático que descubrió la rotación de mala tierra. Me dijo también que dos comerciantes en arte le había subvencionado el viaje, y que él a cambio les daba la exclusiva de su obra. Regularmente les mandaba los cuadros que pintaba y ellos le pagaban según tasación. Había aprendido el árabe y el idioma que se habla al norte de ese país. Había vendido toda su obra y estaba muy contento, nos invitamos mutuamente varias veces, y la conversación me resultaba cada vez más amena e interesante.

Había vendido todo menos un cuadro que me enseñó, al verlo, le comenté que no me parecía una pintura, sino más bien un escrito coránico, y él me dio la razón, en cuanto que era un escrito, pero también podía ser bíblico o budista. Me explicó que al llegar al país no hablaba el árabe, y que paseando por las calles de la ciudad, que en tiempos de la segunda guerra mundial fue territorio internacional, en la que transcurría una de las películas mejores de la historia,  se detuvo ante una fachada de una casa porque le llamó la atención una cerámica que contenía los colores que a él siempre le habían gustado, y que eran exactamente, ni uno más ni uno menos, los colores del arco iris. Como no entendía lo que allí había escrito, lo pintó, y como ya sabía el árabe me lo tradujo: “que hoy encuentres la paz; que sepas y confíes en que estás, exactamente, en el lugar que debes estar. Que no puedas olvidar las posibilidades infinitas que surgen a través de la fe en tí mismo y en los otros. Que puedas utilizar los dones que has recibido, y puedas transmitirle a los demás los dones de los que eres portador. Que puedas estar contento con la persona que eres, tal como te sientes ahora mismo. Permite que este conocimiento penetre hasta lo más profundo y deja a tu sentimiento la libertad de cantar, bailar y alabar al amor. Todo ello está ahí, para cada uno de nosotros mismos”.

Hablamos de lo trascendente y de lo temporal, pero hay algo que nunca se me olvidará y que él me comentó: los que hemos viajado mucho y amado mucho, los que hemos… no diré sufrido, pues a través del sufrimiento, casi siempre, encontramos la libertad, sólo nosotros apreciamos el complejo mundo de la ternura, y comprendemos el estrecho vínculo que existe entre el amor y la amistad.


Al desembarcar nos dimos la mano y nos deseamos la paz. Lo vi alejarse con su gran macuto a la espalda, del que sobresalía aquel lienzo enrollado, del que nunca se iba a desprender, y pensé para mí: esto pudiera haber sido el comienzo de una gran amistad.

sábado, 14 de diciembre de 2013

El amor es desinteresado



José Luís Nunes Martins
jornal i,
14 dezembro 2013

http://www.ionline.pt/iopiniao/desinteresse-amor

El amor es un acto íntimo, origina y singular. Una fuerza que se define cada vez que se hace protagonista de una vida concreta.

Amar no supone reciprocidad. Será nuestro natural egoísmo el que tiende a hacernos creer (y querer) que la felicidad pasa por recoger lo máximo sin tener que entregar lo mínimo.

El amor no es universal ni frecuente. Pocos son capaces de comprender que el valor de una existencia es servir a otra. Ser instrumento. Entregar la propia vida a favor de la realización de la felicidad de otra, sin contar pérdidas o recompensas por sus gestos.

Uno de los principales equívocos al respecto del amor resulta de la semejanza que se da  entre mi egoísmo y el amor de otro (por mi)… de hecho, estas dos tensiones tienden a un mismo fin, hay incluso aquello que parece ser una especie de sintonía perfecta, una comprensión plena… pero, en realidad, se trata de un amor y un egoísmo. Una felicidad y una infelicidad, en orden inverso a las apariencias.

Cada vez hay más gente deseosa de ser feliz, creen incluso que es un derecho suyo –resultante de un deber de otros… descubren que se es feliz en recibir… y, así, buscan en todas las fuentes- y todas las fuentes le parecen poco… se fatigan de tanto deseo, sin darse cuenta que, al final, ser feliz comienza en dar… en el talento divino de ser don en la vida de otra persona.

Nadie se ama a sí mismo. Es preciso que nos abandonemos para que nos podamos encontrar. Es para el intervalo entre lo que soy y lo mejor que puedo ser, que debo ser. Potenciando todos y cada uno de mis talentos. Siendo… siempre en el mejor sentido, en aquel que va de mí para el otro.

Cuando se establecen asociaciones con contabilidad organizada, en las cuales se registra cada gesto, donde todo no pasa de una especie de máquina de equilibrios y juegos de cesiones… ahí, no hay amor, la exigencia no es parte del amor – es la esencia del egoísmo.

El amor es natural, no al ser humano, sino al ser divino. Es por el amor,  sin embargo, por lo que el hombre se hace  imagen y semejanza de Dios.


Son muchos los que no consiguen imaginar que alguien ame a quien le quiere mal. Pero la maldad no se combate con maldad… y es a quien escoge el mal quien más precisa del amor para salvarse.

El amor no existe entre los seres humanos, en el sentido de atraerlos mutuamente, brota en el interior de quien lo escoge, y acoge, de forma libre y consciente como el sentido de su  vida, llevando a esa persona al encuentro de otra, a lo mejor de sí, a lo mejor de a otra. Pero el propósito es el otro, la felicidad de otro… nunca la propia.

Por el amor nos aproximamos a la perfección, el camino comienza donde la imaginación ocupa los espacios vacíos que la realidad no ha llenado… poco a poco se aprende que sólo el amor nos torna dignos del mismo, y que es preciso que seamos capaces de liberarnos a nosotros mismos, de las amarras de nuestros narcisismos, de las garras de nuestras cobardías, para llegar a ser quienes podemos (y debemos) ser.

El amor une –el hombre a Dios. Derriba los muros de las incomprensiones y sobrevuela las montañas de la soledad. Es una voluntad creadora, pura bondad, generosidad de quien se atreve a soñar los sueños de otro… en un camino siempre solitario, por donde se sufre y se es feliz a cada paso. Sin condiciones, exigencias o promesas.

Cuando el amor es verdadero perdura, aún sin ningún estímulo para continuar…

¡El amor no exige nada, mas, lo espera todo!

sábado, 7 de diciembre de 2013

Compromiso de compartir…

José Luís Nunes Martinsjornal i, 7 dezembro 2013


El compromiso asusta a los egoístas. Hoy, más que nunca, es difícil que una cosa dure más allá del momento. Son cada vez menos los que se comprometen con su vida…Para siempre es mucho tiempo –dicen. Los argumentos son invariables: debemos seguir el corazón y, dada su naturaleza imprevisible, cualquier obligación que se extienda más allá de su corto horizonte es difícil de imaginar y, por lo tanto, imposible de aceptar.

Pero, ¿un hombre que corre tras su corazón, no es un error tremendo? Nadie debe ser esclavo, menos aún de algo irracional y tiránico como son los sentimientos… nacemos para decidir, no para ser decididos.

Ser humano es ser racional. Nuestra inteligencia supone el dominio de los instintos básicos, la capacidad de integrar de forma estratégica los diferentes apetitos, ideas, y esto, a fin de distinguir el bien más elevado. El cerebro debe encaminar el corazón…

Claro que nadie puede sentir lo mismo, por la misma persona, durante todo el tiempo… La vida humana es una historia compleja, aunque puede ser simple y auténtica. Ser feliz es una forma de vivir, no es un aterrizaje al que se llega y de ahí se vuela lejos de la condición terrena. Ser feliz es construir una existencia con alegrías y sufrimientos. Una autenticidad con significado, valor y rumbo… a cada uno de nosotros nos cabe decidir el sentido de su propia vida.

¿Se puede compartir la existencia? ¿Podrán dos personas vivir una misma vida? ¿Puede una familia funcionar como un sistema donde se potencia la felicidad? Sí, sí y sí. La única condición es tan fácil de enunciar como difícil de concretar: renunciar a los egoísmos y compartir los sufrimientos.

Sí, será necesario sufrir dolores que no han tenido su origen en nosotros. Y llorar por tristezas que comenzaron no siendo nuestras…

El compromiso no anula la libertad, la potencia. Lo que somos emerge de nuestra relación con los otros.

Antes de aprender algo tengo libertad de aprenderlo o no, después, si decido avanzar y aprendo, pierdo esa libertad que tuve… pero en favor de una realización… la libertad se abre y se proyecta en la realización que permite. La libertad es una apertura para la realización.

Una madre se anula a favor de su hijo. Se vacía para la realización de él… en una entrega en la que se funde y participa de la existencia concreta y definida a la cual contribuye.

El dolor que sufrimos nos hace mayores. El amor se edifica con los sacrificios que asumimos en su nombre. Amar es darse, entregar la propia vida… a cambio de la certeza de que así se completa su sentido.

Ningún hombre ha sido creado para ser él solo. Vale más la pena cambiar el placer por el dolor… que vivir sin amor.

Solos somos siempre más ágiles, pero, frágiles, nunca llegaremos tan lejos como los que comparten sus sufrimientos…

Más allá de las incertidumbres del momento podemos asumir el compromiso con lo mejor de nosotros mismos. Abriéndonos al otro. Renunciando a la soledad en favor de algo aún más arriesgado…mucho más bello.

Un compromiso con la vida permite vivir por encima los momentos. Una existencia con sentido es una historia, la realización personal no es una sucesión de experiencias agradables… es algo mucho más profundo.

Las alegrías a penas son la mitad de la felicidad.





lunes, 2 de diciembre de 2013

Una catástrofe maravillosa

Hoy contamos con la colaboración extraordinaria de Ícaro (seudónimo, claro está). Él quiere expresar su agradecimiento a las siguientes personas, Marsó Aldelrif, Rafael Barrios Puente, Pepi Gálvez Torreblanca y Jesús Gálvez Torreblanca.

Una catástrofe maravillosa

Borr día borras talde… camina con el andar inseguro pero enérgico. No es alto pero tampoco bajo, tiene la cabeza muy redonda, con una cicatriz en la parte posterior que se ve si te fijas un poco, consecuencia de un accidente de moto que no fue culpa suya, fue arrollado por un coche cuyo conductor iba borracho.
Trabajaba en una fábrica de conservas; es el único hijo varón, más pequeño que su hermana. Echa de menos poder hablar de vez en cuando tanto con su madre como con su hermana, él dice que tiene la culpa, porque le habían dado muchas oportunidades. Pero desde que tuvo el accidente dejó de trabajar y empezó a beber. Me dicen los que llevan más tiempo en este lugar, que lo recogieron en un parque de una ciudad al sureste, famosa por su pimentón  y las conservas de verduras.
Tenía una novia que estuvo con él los veinte días que pasó en coma. Ella se casó al tiempo con su mejor amigo, los tres se conocían desde el colegio, tienen un hijo al que le pusieron su nombre. Me cuenta que cuando ve al chico se emociona, de vez en cuando los padres le dejan que lo lleve al parque.
Él no es consciente de las secuelas que le dejó el accidente. Cuando tropieza o pierde el equilibrio le echa la culpa al mal estado de las calles o que alguien la ha desequilibrado. Hace dos años que no bebe, cuando alguien no entiende lo que dice, se cruza de brazos muy serio, y comienza la explicación siempre con la misma frase “amu a ve. Cuando se sube al coche siempre me recuerda que me ponga el cinturón a la vez que se lo está poniendo él. De vez en cuando le gasto alguna broma, yendo a una velocidad normal, lo cual hace que él se vuelque hacia el lado contrario, lo que provoca su enfado diciéndome que no tengo ni idea de conducir. Otra de las frases suyas al subir al coche es “avanti tutti”.
Le encanta la música, está empeñado en pertenecer al coro de la iglesia a la que va todos los domingos, muy repeinado y con sus mejores ropas. ¡Ah!, se me olvidaba, cuando en medio de una conversación estornuda o tose, o se le cae un poco de baba, siempre vuelve la cabeza a un lado, poniéndose en la mano un pañuelo, limpiándose rápidamente, y volviendo la cara  con quien está hablando, y diciendo otra de sus frases que a mí me produce mucha ternura: pedón”.
Lo de “borr día y borras tardes” es la forma de pronunciar sus deseos a cada persona que se cruza al andar.
Como ya habréis deducido, lo que él desea son buenos días y buenas tardes, según el momento del día. Vive de la buena voluntad de quien lo conoce, no tiene nada, pero tampoco necesita nada, todo lo que tiene lo da a los demás, un caramelo de menta, un dulce que le han dado en la confitería del al lado, un jersey, un pantalón, un dentífrico.

Yo lo miro y lo admiro, aprendo cómo se puede ser feliz con nada; me dice muy seguro que Dios está con él… Y yo lo creo.