José Luís Nunes Martins
jornal i,
28 dezembro 2013
http://www.ionline.pt/iopiniao/todos-erramos
Apuntamos con el dedo casi siempre a quien yerra… Condenamos a los otros con enorme facilidad. Los comprendemos poco, y los perdonamos aún menos. Pero, ¿puede ser que tirar piedras es lo más justo, eficaz y mejor?
Tenemos una necesidad casi primaria de juzgar los comportamientos ajenos, de analizarlos y evaluarlos hasta el más mínimo detalle, siempre desde un punto de vista superior, como si el sentido de nuestra existencia, nuestra misión, tuviese que pasar por sentenciar a todos cuantos cruzan su vida con la nuestra… condenándolos… con la firme convicción de que así ayudamos … a mejorar.
Comete error sobre
error quien se dedica a juzgar los errores ajenos…
Juzgamos de forma absoluta, la mayor parte de las veces, generalizando un gesto o dos, pretendiendo demostrar que cada pequeña acción revela todo cuanto hay que saber sobre determinada persona… más aún, damos a entender que cada hombre o es bueno o es malo… como si no fuésemos todos… de carne y hueso… de luces y sombras.
En cambio a nosotros no nos juzgamos ni nos dejamos juzgar. Consideramos que, en el caso específico de nuestra vida, son tantos los factores que tienen que ser considerados en contra (casi todos atenuantes) que se hace imposible cualquier tipo de veredicto… optando, así, por una especie de sobreseimiento de los procesos dada la complejidad de las cuestiones. Nos reconocemos incapaces de ponderar todo… pero ¿ si no conseguim0s evaluar en nosotros el error, por qué razón estamos tan a favor cuando se trata de los otros?
Juzgamos de forma absoluta, la mayor parte de las veces, generalizando un gesto o dos, pretendiendo demostrar que cada pequeña acción revela todo cuanto hay que saber sobre determinada persona… más aún, damos a entender que cada hombre o es bueno o es malo… como si no fuésemos todos… de carne y hueso… de luces y sombras.
En cambio a nosotros no nos juzgamos ni nos dejamos juzgar. Consideramos que, en el caso específico de nuestra vida, son tantos los factores que tienen que ser considerados en contra (casi todos atenuantes) que se hace imposible cualquier tipo de veredicto… optando, así, por una especie de sobreseimiento de los procesos dada la complejidad de las cuestiones. Nos reconocemos incapaces de ponderar todo… pero ¿ si no conseguim0s evaluar en nosotros el error, por qué razón estamos tan a favor cuando se trata de los otros?
Es curioso, y prueba de sentido común que, partiendo de la verdad universal de que todos erramos, nos sirva más esto para disculparnos a nosotros mismos que a los otros… después de todo, nosotros no somos superiores a aquellos a los que nos pasamos la vida condenando. Debiéramos ser capaces de disculparlos por cuanto lo hacemos con nosotros mismos. Sin embargo, puede suceder que alguien tropiece, después que nosotros, en una piedra que nosotros no hemos arrojado fuera del camino…
Quien yerra, se hace vagabundo. Va contra su voluntad más profunda, se aparta de la verdad. Erramos cada vez que nos dejamos llevar por la tentación de las pasiones momentáneas, por los juicios precipitados y livianos… siempre que nos dejamos seducir por las falsas y brillantes luces de las apariencias… al errar nos apartamos de nosotros mismos, nos perdemos… en vacíos.
Creemos que nuestros propios juicios revelan, a través de nuestro siempre muy afinado sentido de justicia, la superioridad moral de una vida sobre el resto… cuando al final tal consideración precisamente nos aparta, aún más, de la verdad de nosotros mismos.
En una vida acabada es siempre más fácil dar sentido al error… pero, en el día a día de esta nuestra existencia por hacer, ¿quien comete el mayor error: el que no lo intenta para no errar, o el que yerra intentado acertar?
Siempre necesitaremos de quien nos anima a corregirnos, no de quien nos reprueba y sólo sabe hacer daño…
No somos seres perfectos a quienes el error degrada, sino más bien somos seres imperfectos a quienes el error puede enseñar.
Errando, puedo tener noción de lo que soy, de donde estoy y del camino que debo escoger.
En la desorientación general de nuestro tiempo, hay algo que se puede (y debe) hacer: ir al encuentro de quien falla y aceptarlo como igual. Construyendo un camino conjunto, lejos de los enjuiciamientos… abierto a la perfección.
Lo más justo, eficaz y mejor será tanto comprender como perdonar, ya que quien yerra, se engaña. A sí mismo. Y esto, en la mayor parte de los casos, ya es pena suficiente.
Nunca faltará quien nos juzgue… pero será mucho más valioso quien, con humildad, nos acepte… quien nos ame, a pesar de todo.
“Lo más justo, eficaz y mejor será tanto comprender como perdonar, ya que quien yerra, se engaña. A sí mismo. Y esto, en la mayor parte de los casos, ya es pena suficiente.”
ResponderEliminarUna vez tuve que defender esta idea, con la que estoy de acuerdo al cien por cien, durante un buen rato de discusión. Y de vez en cuando se repite, sobre todo cuando en un servicio de atención a personas necesitadas se mezclan las opiniones profesionalizadas con la caridad tal cual, por este motivo surgen las discrepancias y las dudas, haciéndose muy difícil a veces discernir si se hace mejor perdonando y aceptando o con exigencias o abandono de la causa. La otra frase que se escucha en estos casos es: “cada uno es dueño de su vida”, así que si ha decidido hacer esto o aquello otro pues que se atenga a las consecuencias…
En cualquier caso entiendo que la crónica va dirigida a todos en general, y de nuevo es oportuna, necesaria y una buena lección para quien quiera aprender a ser persona sensata. Muito obrigado, y espero que el próximo año sigamos recibiendo cada semana la crónica oportuna y esperada.