miércoles, 29 de febrero de 2012

Mensaje para la Cuaresma de D. Rafael Zornoza, Obispo de Cádiz


LLENOS DE MISERICORDIA PARA SOCORRER AL NECESITADO”

1.- La voz de Dios en el grito silencioso de los parados
El paro, «cáncer terrible de nuestra sociedad», no es un mal cualquiera, porque, además del hambre y de la miseria, de las humillaciones y frustraciones, de las crisis familiares, o de las desesperanzas que produce, hiere a nuestros hermanos en lo más profundo de su dignidad humana. Sienten que se les ha despojado de su dignidad al verse privados de un trabajo con una cierta estabilidad con el que desarrollar su vida, sus capacidades, formar una familia, construir algo bello.
No se puede negar que factores técnicos son causa del paro. Pero también lo es en una gran medida la falta de solidaridad en nuestras sociedades.
El paro es el fruto de un orden de cosas que hace de lo económico el valor supremo, un dios.(…)
Con frecuencia prevalece la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos.
El paro juzga a una sociedad como la nuestra.
2.- La respuesta de Dios: nuestra caridad
La caridad es el amor de Cristo acogido y vivido por nosotros, discípulos del señor, que crea necesariamente una cultura nueva. De ella nacen las acciones caritativas y el verdadero desarrollo.
Los que conocemos la caridad de Cristo estamos llamados a un servicio constructivo que genera un progreso verdaderamente humano, que reclama la centralidad de la persona, de su razón y su libertad, ordenando rectamente las realidades humanas.
La comunidad humana puede ser organizada por nosotros mismos, pero nunca podrá ser sólo con sus propias fuerzas una comunidad plenamente fraterna ni aspirar a superar las fronteras, o convertirse en una comunidad universal.
Es evidente que este amor exigente reclama, primero de todo, nuestra conversión personal, que ha de renovar un gran “sí” al amor sin reduccionismo, superando el pecado de egoísmo y la banalización.
Solamente este amor consecuente y gratuito puede hacerse responsable del mundo y favorecer el bien social, el orden justo que respeta la familia, la vida, el trabajo, etc. porque ama a cada uno como el señor nos amó.
3.- Propuestas concretas
1.- La confesión de los pecados, fuente de misericordia
Este sacramento no sólo da el perdón sino que también propicia el crecimiento de la caridad y la paz. Un amor que corrige nuestro egoísmo y una paz que se hace extensiva.
2.- La caridad comunitaria organizada
Nuestra conversión debe expresarse en actos concretos de amor, de penitencia y de reparación, individuales y comunitarios.
Comunitariamente os propongo poner en práctica las conclusiones de la IV Asamblea de Cáritas que tuvo lugar recientemente en Benalup-Casas Viejas: apoyar a las familias con problemas y ofrecer la gran experiencia de la Iglesia Familia, donde todos tenemos un lugar.
Debemos intentar que cada Cáritas parroquial sea la expresión y el reflejo de la comunidad cristiana que ama y responde organizadamente a las necesidades más próximas con la comunicación cristiana de todos.
3.- Una aportación personal
Os propongo una bella tradición que he encontrado entre vosotros al llegar a nuestra querida diócesis. Desde el Miércoles de Ceniza se reparte en las parroquias una hucha a cada fiel de modo que durante toda la Cuaresma pueda ir acumulando el fruto de sus ayunos y privaciones y darlo, juntos, como ofrenda, el jueves santo, día del amor fraterno.
Deseo mucho que esta carta os ayude a caminar en esta Cuaresma hacia la celebración del Misterio Pascual que cada año vuelve a renovar la gracia bautismal que dentro de nosotros nos capacita para vivir como auténticos hijos de Dios y amar con la misma fuerza que Cristo, con la fuerza de su Espíritu santo.
Invoco sobre todos vosotros la protección de Nuestra Madre y os bendigo de todo corazón.
Vuestro Obispo y Pastor,
+Rafael Zornoza Boy, Obispo de Cádiz y Ceuta


martes, 28 de febrero de 2012

Su sonrisa es como sus cuadros



Desde Venezuela, pasando por Portugal, y en cualquier parte, J.D. es tan ligero que vuela, su pensamiento se dispara, y a veces parece que se desborda. Hoy por fin lo he visto dibujando sobre un trozo de madera y me ha dejado sorprendido, he visto reflejados detalles concretos de su vida que me ha contado a grandes rasgos. Su pensamiento produce muchas ideas, por eso no le da tiempo a contar todo lo que es capaz de imaginar, lo que él siente tiene que plasmarlo de alguna manera, pero no encuentra las palabras, o se trabuca, tropieza y desiste con un expresivo gesto: ¡Vah, en otro momento!
Hoy lo he visto, en medio de la tertulia, coloreando un dibujo sobre una tabla, en seguida he querido ver reflejada parte de su experiencia como guía turístico en la selva del Amazonas, pues representa una flora exuberante pero ordenada, muy vistosa, y humanizada, las flores son ojos o son símbolos: de eternidad, de paz, de abundancia, de una belleza concreta y asequible.
Tiene mérito en una situación de carencia total poder expresar tal riqueza de sentimientos y aspiraciones, tan humanos y bellos.
Quizá JD necesita sosiego y medios, o no, quién sabe si no es así como él es capaz de expresarse, en medio de las voces disonantes, en un breve e intenso descanso entre carreras a ninguna parte, o para calmar la tensión de una espera infructuosa. Tiene mérito ir adornando instantes, haciendo florecer bellas flores de los caminos a lo largo de las sendas por las que le lleva una búsqueda incesante sin vislumbrar el final.
JD sonríe siempre, bueno, siempre que le dejan las preocupaciones, su sonrisa es como sus cuadros, a salto de mata, a intervalos, destellos radiantes y luminosos. Ojalá que tu sonrisa, JD., no se apague nunca y llegue a formar parte de tu semblante natural, tu obra maestra.

lunes, 27 de febrero de 2012

Con todo derecho se dice Dios es Amor



¡Cuánto necesitamos unas palabras bien dichas, inspiradas en el Bien y la Verdad!, como estímulo para la tarea diaria: monótona unas veces, imprevisible otras, y ardua y hasta penosa en ocasiones. Las siguientes palabras dichas hace tantos siglos por San Zenón responden perfectamente a esta necesidad en nuestros días, sin tiempo para la reflexión, por la fe que las inspira, la coherencia que transmiten, y el agradecimiento que expresan:
(San Zenón de Verona. Obispo. 308)
“¡Oh caridad, qué buena y rica eres! ¡Qué poderosa! Nada posee el que no te posee. Tú sola has sabido hacer de Dios un hombre. Tú le has hecho humillarse y alejarse por un tiempo de su inmensa majestad. Tú lo has retenido prisionero nueve mese en el seno de la Virgen. Tú has sanado a Eva en María, Tú has renovado a Adán en Cristo. Tú has preparado la cruz para salvación de un mundo ya perdido.
Oh amor, tu eres quien, para vestir al desnudo, consientes tu propia desnudez. Por ti, el hambre es un manjar suculento si el hambriento ha comido tu pan. Tu fortuna se la has concedido entera a la misericordia. Tú no sabes hacerte rogar. Socorres al instante a los oprimidos, cualquiera que sea su apuro.
Tú eres, oh caridad, la que unes los misterios celestes a las cosas humanas y los misterios humanos a las cosas celestes. Tú eres la guardiana de todo lo divino.
Tú gobiernas y ordenas en el Padre. Tú eres quien te obedeces a ti misma en el Hijo. Tú eres la que gozas en el Espíritu Santo. Porque eres una en las tres personas, no puedes ser dividida. Brotando de la fuente que es el Padre, te derramas entera en el Hijo sin salir del Padre. Con todo derecho se dice Dios es Amor, porque sólo tu guías el poder de la Trinidad.”

domingo, 26 de febrero de 2012

Un modo de vivir seguro


Es reconfortante comprobar que el camino que uno sigue para vivir de la mejor manera es  el mismo camino elegido por otros muchos desde el principio de los tiempos; sólo han cambiado algunos elementos del paisaje, porque el camino es muy largo, va pasando de edad en edad, generación tras generación, y así hasta el final de los tiempos. El modo de caminar es el mismo, para ayer, para hoy y la mejor garantía de un  futuro cada vez mejor.
Vean si no lo que dice el Deuteronomio en 15, 7-11:
“Cuando en alguna de las ciudades de la tierra que el Señor tu Dios te va a dar veas algún pobre entre los tuyos, no seas inhumano negando tu ayuda a ese hermano necesitado; al contrario, tiéndele la mano y préstale lo que necesite para remediar su penuria. Y que no se te pase por la mente el perverso pensamiento de poner mala cara a tu hermano necesitado y no prestarle nada ya que se cerca el año séptimo, año de perdonar las deudas. Él podrá clamar al señor contra ti y te harías culpable de pecado. Debes prestarle, y además sin mezquindad, así el señor tu Dios bendecirá todos tus trabajos y todo lo que emprendas. Nunca dejará de haber pobres en esta tierra; por eso te mando que abras generosamente la mano a tu hermano, al pobre y al indigente de tu tierra".

viernes, 24 de febrero de 2012

El ayuno que agrada al Señor


               Isaías 58, 4-12    
   
Ayunáis, sí, pero entre pleitos y disputas,
Repartiendo puñetazos sin piedad.
No ayunéis como hacéis ahora,
Si queréis que se oiga en el cielo vuestra voz.
¿Creéis que este es el ayuno que deseo
Cuando uno desea mortificarse:
Que mueva su cabeza como un junco
Que se acueste sobre saco y ceniza?
¿A esto llamáis ayuno,
Día agradable al Señor?

Este es el ayuno que deseo:
Abrir las prisiones injustas,
Romper las correas del cepo,
Dejar libres a los oprimidos,
Destrozar todos los cepos;
Compartir tu alimento con el hambriento,
Acoger en tu casa a los vagabundos,
Vestir al que veas desnudo,
Y no cerrarte a tus semejantes.

Entonces brillará tu luz como la aurora,
Tus heridas se cerrarán en seguida,
Tus buenas acciones te precederán,
Te seguirá la gloria del Señor.
Entonces llamarás al señor y responderá,
Pedirás socorro y dirá:
“Aquí estoy”.
….
Si partes tu comida con el hambriento,
Y sacias el hambre del indigente,
Entonces brilla tu luz en la tiniebla,
Tu oscuridad será igual que el mediodía.

El señor será siempre tu guía,
Saciará tu hambre en el desierto,
Hará vigoroso tu cuerpo,
Serás como un huerto regado,
Como un manantial de aguas
Cuyo cauce nunca se seca.

martes, 21 de febrero de 2012

Quiero estar solo..

Hoy es un día de esos que no quiero saber nada,


de esos días de tristeza, de esos días     que me


pongo a pensar todo lo que me ha pasado y que he


tenido y he perdido y de las cosas que tengo que


no se apreciar. De esos días de querer estar solo


para no hacer daño a nadie. A veces pienso que hay


personas buenas con buen corazón y personas que


sólo intentan aprovecharse de las personas y por


mucho que hago para que se de cuenta no sirve de nada;


a veces pienso que hago cosas que no llegarán a nada


pero después pienso que he hecho lo que me apetecía aún


sabiendo que le he hecho daño a la persona o le he dado


falsas esperanza sin quererlo. A veces pienso que hay personas


que presumen de ser amigos y cuando más los  nesecitas no están.


Hoy es un día que me encantaría estar en una playa solo y pasear


pensando en todo y poder aclarar cosas, algunas preguntas


que aun no he llegado a entender, por mucho  esfuerzo


que pongo no lo consigo. Nada ni nadie puede comprenderme.


A veces pienso qué pensaran de mi los demás, pero realmente


no hago nada malo para que digan cosas malas, siempre intento


hacer como que no escucho pero es difícil hacer eso sabiendo


que quieren hacer daño.Gracias a un buen amigo y a muchísimas mas


personas que han confiando en mi y aun les doy gracias porque


gracias a ellos me levanto pensando que aun no es tarde para


hacer cosas que antes no podía hacer y ahora estoy dispuesto


a hacerlo.Quiero que sepáis que la amistad si realmente la encuentras


vale mucho y cuidarla para que nunca se pierda.

Daniel Custodio

martes, 14 de febrero de 2012

Una madre boliviana, otra Madre Coraje




E. es una madre de familia con cinco hijos, el mayor con catorce años el más pequeño tiene unos meses. Llevan en España ocho años, y acudiendo a Cáritas tres o cuatro. Siempre trae la sonrisa en la cara, una cara redonda y feliz, por eso la admirábamos; además nunca se quejaba. Hasta que vino el último niño, ya en plena crisis, y el padre esta más tiempo parado que trabajando. Ella sola es el principal sostén de la familia, nada más venir se hace autónomo, paga la seguridad social y realiza trabajos esporádicos, completando así lo que gana su marido.

Los dos hijos mayores acudían a las clases de apoyo que damos en cáritas dos días por la tarde, pero también dejaron de venir, la niña tenía que cuidar de los más pequeños mientras el padre buscaba trabajo y la madre o bien hacía sus dos horas de trabajo en alguna casa o buscaba otro trabajo para compensar el paro de su marido. Entonces caemos en la cuenta y les damos doble ración y alguna ayuda extra, ¡son siete de familia, y se arreglan para vivir!

Para colmo la madre se tiene que operar; una vez recuperada vuelve a cáritas, pero ya la sonrisa, aunque no la pierde porque es un rasgo natural en su cara, se mezcla con las lágrimas de la impotencia y poco a poco nos va contando sus problemas y agobios (sólo llora con nosotros, en casa no llora, no quiere que sus hijos la vean llorar). Daba gusto oírla explicar cómo había organizado su familia; ante todo no quiere volver a su país, Bolivia, porque allí no podría sobrevivir, lo peor sería que allí no tendrían derecho a la sanidad y no podrían acudir a un médico en caso de enfermedad; tendrían muchas probabilidades de morir por cualquier enfermedad. Esta es la razón por la que esta mujer lucha para hacer valer los ocho años que lleva cotizando como autónomo, invirtiendo en ello las pocas ganancias que han tenido y recurriendo a las posibles ayudas a las que tuvieran derecho. Pero se queja, ahora sí, de que no ha sido atendida debidamente, porque familias con menos hijos reciben ayudas de la trabajadora social.

¿Qué ocurre entonces?, algo parece que no va bien. Claro, algo falla, su marido está sin documentación porque le faltan los ochenta euros que le cuesta renovar el pasaporte, además necesita también la documentación de los dos niños mayores, que le cuesta otros ochenta euros cada uno, y tienen que tramitar la solicitud en Sevilla, pero no tiene dinero ni para una cosa ni para la otra. Ese es el problema, esta documentación es necesaria para presentar la solicitud de ayuda como familia numerosa. 

Esta familia necesita urgentemente una ayuda económica para poder arreglar los papeles y poder disfrutar la ayuda que les permita sobrevivir. En cáritas le vamos a poner una parte y haremos lo posible para conseguir lo que le falta. (Si algún lector quiere ayudar a esta familia, puede ponerse en contacto conmigo a través del correo.) 

viernes, 10 de febrero de 2012

“Aquel F. no era yo”




Ha sido una agradable sorpresa encontrarme a F. esta mañana y que me haya saludado con toda normalidad. Lo encuentro mucho mejor, más tranquilo, más dueño de sí, le digo abiertamente “F. da gusto hablar contigo ahora, de tú a tú”, y él sonríe y asiente. Su aspecto ha cambiado, y su modo de hablar, ya no titubea ni se trabuca, ya no se muestra dolido por todo y contra todos, incluso escucha atentamente, sin abrir la boca y con gesto serio.

Cuando yo conocí a F. por primera vez no era F., como bien claro me lo dijo hoy: “es que aquel no era F., no era yo”. Efectivamente, se había echado en manos del alcohol para mostrarse desinhibido inadecuadamente, para olvidar sus penas y para ocultar sus miedos: “yo no quiero dormir en la calle. Tengo miedo, tengo miedo. No, no, no quiero. Tú no sabes lo que es dormir en la calle”. Estas eran sus palabras un día que tenía que volver a dormir en la calle después de haber sido agredido la noche anterior. Se enfadaba, pataleaba como un niño pequeño, porque no le dábamos una plaza en el albergue.

Él había vivido con su madre tan ricamente, sin tener que preocuparse ni dar explicaciones de nada ni a nadie, y de pronto, al faltarle su madre, se ve sólo y en la calle, era como un niño huérfano al que le costaba crecer y madurar y se ocultaba bajo ciertas poses y en el alcohol para decir lo que quisiera; pero que no era lo que le convenía porque así alejaba a los demás y no era capaz de recibir la ayuda que se le podía ofrecer.

Un día y otro venía simulando alegría, cantándonos una copla detrás de otra, a deshora, a ver si conseguía quedarse en la oficina un rato más para no estar en la calle, para no estar solo, porque sabía que al menos le hablábamos, aunque luego protestara a cada observación que le hacíamos. Era un empeño indisimulado en demostrarnos su desesperación. Fue la primera vez que yo oía tan claramente “tengo miedo. No quiero dormir en la calle”, o, “no quiero vivir”. Yo no sabía qué hacer ni qué decir, sólo escuchar y no inmutarme oyera lo que oyera, hacer de parachoques y pararrayos hasta que cesara aquella carrera suicida en medio de la tormenta; hasta que se iba, agotado, sin esperanza, seguramente esperando la hora en que volviéramos a abrir, para repetir la misma escena, al menos alguien le regañaba un poco y con eso se conformaba, sabía que alguien se preocupaba por él.

Estuvo mucho tiempo sin venir, y nosotros de vez en cuando pensábamos en F., incluso un tiempo estábamos alerta, preparados para recibir cualquier noticia sobre F. Pero reapareció cualquier día en la nueva oficina en un estado más lamentable, sin ser capaz de articular una palabra, casi sin fuerzas para hablar; me obligó a sentarme con él, a pesar de que había muchas personas, y se desahogó cuanto quiso, hasta recuperar una cierta calma, y confesarme que me apreciaba y que lo perdonara. ¡Qué alivio!

Por aquellos días habíamos descubierto los Hermanos de la Misericordia y mandábamos a todos los que no podíamos atender al Hno. Juan Carlos, a Jerez, era nuestro ángel de la guarda, nuestra salida preferida cuando veíamos a alguien con verdadera necesidad de ser acogido en un albergue. Gracias a Dios fui lo suficientemente convincente y F. se comprometió a ir con el hermano Juan Carlos.

Desde entonces hasta hoy F. ha logrado mantenerse suficientemente sobrio y presenta un aspecto para mi desconocido, dueño de sí mismo, una persona agradable. Es un placer F. poder hablar hoy contigo sin caretas ni prevenciones, mirándonos a la cara, y que sea por mucho tiempo, y que puedas montar tu estudio o tu taller para dedicate a hacer esas pequeñas obras de arte que tú sabes hacer.

martes, 7 de febrero de 2012

Mensaje del Papa para la Cuaresma



Me parece muy oportuno e interesante ofreceros un resumen del
Mensaje escrito por el el Papa Benedicto XVI para la próxima Cuaresma, en el que reflexiona sobre el versículo 24 de la Carta a los Hebreos: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras”.  
La responsabilidad para con el hermano.
El verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos ‘guardianes’ de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón”. (…) “La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es ‘bueno y hace el bien’ (Sal 119,68). La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de ‘anestesia espiritual’ que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás.¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de ‘tener misericordia’ para con quien sufre; (…) El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza”. 
El don de la reciprocidad. 
“Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. 
“Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a ‘comerciar con los talentos’ que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal. Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede”. (…) “Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras . Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua”.

domingo, 5 de febrero de 2012

¡Era una sensación tan extraña!




Hoy ha vuelto A., un hombre que puede decirse que representa a muchos españoles en estos momentos: sale abatido y empobrecido de un proceso de separación, con una hija pequeña. Pierde un trabajo cualificado y se convierte de la noche a la mañana en una persona sin hogar; todavía mendiga una ayuda entre familiares y amigos, pero los familiares no pueden, y los amigos tampoco pueden, o se molestan, y poco a poco van dejando de serlo.

Entonces recurre a Cáritas parroquial, pero sólo le dan algo de comida; va a tener que dormir en la calle y recurrir a los servicios para personas sin hogar, así entrará en otro mundo, opuesto al que disfrutaba no hace mucho. Ni siquiera irá al albergue, porque no soporta el ambiente, prefiere dormir en la calle, y si es posible pasar desapercibido. Quizá no duerma, a pesar del cansancio, hurgando en la memoria para cuando llegue el día seguir llamando a otras puertas, en otro tiempo abiertas para él, y a otras al azar, con la esperanza de acertar con la que le de una oportunidad de recuperar la dignidad.

Nos falta un dato desconcertanate: él es un hombre de Iglesia y de cofradía. A penas se le escapa una leve crítica, pero le duele reconocer que lo dejaron caer: “yo creía que al tener amigos dentro de la Iglesia iba a tener más ayuda, pero me mandan a cáritas”. Él no quería tener que dar ese paso, por eso el primer día que llamó a la puerta lo pasó mal, me costó convencerlo de que no tenía que sentir vergüenza, y que viniera cuando quisiera. Marchó algo animado, pero su confianza en la Iglesia se ha visto amenazada.

Hoy vuelve, han pasado meses, y lo encuentro más o menos como la primera vez, aunque ya un poco más dueño de sí mismo. Se sentó y comenzó a aliviar un poco su cabeza: “lo peor de todo fue tener que dormir en la calle. Cuando desperté y miré alrededor, no sabía donde estaba, qué había pasado. ¡Era una sensación tan extraña!”. Se resiste a acomodarse a vivir en la calle y a tener que comer de la caridad. Ya es casi un experto en esta vida “callejera”, y por eso no quiere acomodarse como hacen muchos.

Gracias a Dios, una buena persona le ha dejado una vivienda decente para librarse de la calle, y pronto cobrará la ayuda familiar, con lo cual piensa poder salir delante. Lo he visto más animado, ha luchado para no caer del todo porque tiene confianza en sí mismo. La verdad es que su aspecto no se ha deteriorado, su cara muestra una huella profunda, pero es un rostro más sereno, más dueño de sí, más sabio: es la prueba de haber superado un desafío que le había planteado la vida.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Testimonio




Hoy, como tenemos de baja a la trabajadora social, la actividad en la oficina es menor por lo que aprovechamos para tomar un café y charlar. Mi amigo J. que ahora está de manera permanente en el albergue de San Juan en Jerez me había prometido una visita y efectivamente, allí estaba, a las diez. Nos saludamos efusivamente y yo le pregunté enseguida por el hermano Juan Carlos.

En pocos minutos la oficina fue llenándose y entre los que llegaron estaba J.A., quien se alegró de encontrar allí a J.. Me llamó la atención cómo sintonizaban dos personas que han convivido en el mismo hogar, que dirige el hermano de la Misericordia, Hno. Juan Carlos. Todo son elogios del trato que allí reciben y las muestras de agradecimiento por la recuperación emocional y física conseguida, lo que les permite encarar la vida con mayor optimismo.

El albergue nace de la confianza en la Providencia, y de la labor del Hno. Juan Carlos que canaliza la generosidad de muchos y con ello satisface las necesidades vitales a otros muchos, menos afortunados, que se acogen con humildad y agradecimiento a la ayuda que se les ofrece. La misericordia acoge y no humilla, atrae más bien al que se encuentra necesitado o perdido. De este modo el Hno. se ha ganado el afecto y la admiración de numerosas personas, como mis dos amigos de esta mañana.
Viven en un albergue estupendo, bien gestionado y dirigido, todos los acogidos colaboran en alguna tarea, según su grado de compromiso y sus capacidades. Todos se encargan de la limpieza y mantenimiento, (el sábado, zafarrancho, me dice muy ufano J.A., incluso un día se rompió una pierna reparando una antena.) cada uno lava y plancha su ropa . Me dice J. que  el servicio para los transeúntes ya es diario, allí pueden asearse y cambiarse de ropa los que lo necesiten cualquier día de la semana. Además de atender a los transeúntes el centro ofrece la posibilidad de una larga estancia para los que están interesados en seguir un proceso más exigente hasta alcanzar su reinserción en la sociedad. Este centro ofrece así un servicio completo, coherente con el ejercicio de la caridad, permitiendo que los marginados se reincorporen a la sociedad con todos sus derechos y deberes de un ciudadano cualquiera.
Un ejemplo vale más que mil palabras. Así lo corroboran J. y J.A., el primero está encantado ayudando en distintas tareas no sólo en el albergue sino en alguna parroquia de la ciudad; el segundo expresa su deseo de dedicarse a los demás, la estancia en el albergue y el trato con el Hermano J.C. lo han marcado para siempre, confiesa que ve la vida de una manera muy diferente, ahora distingue mejor lo esencial y desprecia la vida fácil o marginal. Nos narra cómo un día que no estaba el Hermano él acogió a una persona que llegó en un estado lamentable, golpeado y chorreando. “No podemos dejarlo así” les dijo a los compañeros, tenemos que cuidarlo, y así lo hicieron. Tan bien lo hicieron que al volver el hermano los felicitó. Por eso dice que él ahora si ve a alguien que sufre no duda en echarle una mano. ¡Qué lección tan bien transmitida y qué bien aprendida!
No existen muchos centros así, o yo no los conozco, por eso me atrevo a escribir estas palabras, para animar a otros centros a seguir estos mismos pasos que responden a una demanda cada día mayor.
A cualquiera se le ocurriría preguntarse cuántos hermanos de la misericordia hay en este albergue, pues nada más que uno, bueno, uno con hábito y fiel a una rigurosa vida religiosa, pero, a mi me parece que son muchos, sin hábito, pero muchos hermanos: más de sesenta voluntarios y los mismos acogidos, que como J. y J.A. han aprovechado la estancia en el albergue no sólo en su beneficio sino como una lección para andar por la vida y hacersela más humana a quienes pasan ahora por momentos difíciles.