viernes, 24 de febrero de 2012

El ayuno que agrada al Señor


               Isaías 58, 4-12    
   
Ayunáis, sí, pero entre pleitos y disputas,
Repartiendo puñetazos sin piedad.
No ayunéis como hacéis ahora,
Si queréis que se oiga en el cielo vuestra voz.
¿Creéis que este es el ayuno que deseo
Cuando uno desea mortificarse:
Que mueva su cabeza como un junco
Que se acueste sobre saco y ceniza?
¿A esto llamáis ayuno,
Día agradable al Señor?

Este es el ayuno que deseo:
Abrir las prisiones injustas,
Romper las correas del cepo,
Dejar libres a los oprimidos,
Destrozar todos los cepos;
Compartir tu alimento con el hambriento,
Acoger en tu casa a los vagabundos,
Vestir al que veas desnudo,
Y no cerrarte a tus semejantes.

Entonces brillará tu luz como la aurora,
Tus heridas se cerrarán en seguida,
Tus buenas acciones te precederán,
Te seguirá la gloria del Señor.
Entonces llamarás al señor y responderá,
Pedirás socorro y dirá:
“Aquí estoy”.
….
Si partes tu comida con el hambriento,
Y sacias el hambre del indigente,
Entonces brilla tu luz en la tiniebla,
Tu oscuridad será igual que el mediodía.

El señor será siempre tu guía,
Saciará tu hambre en el desierto,
Hará vigoroso tu cuerpo,
Serás como un huerto regado,
Como un manantial de aguas
Cuyo cauce nunca se seca.

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