sábado, 28 de junio de 2014

Los nuevos cristianos nuevos




No, no se trata de judíos convertidos a la fe cristiana, sino de un viejo catolicismo nuevo, que está surgiendo en Francia. Quien lo afirma en Figaro Magazine es Jean Marie Guénois, un prestigioso vaticanista.

Hay una nueva juventud católica que se reafirma en su fe y  su actitud social y políticamente comprometida. No tiene complejo de inferioridad y, por eso, no se disfrazan de revolucionarios, ni visten –camisetas con la cara estampada del Che Guevara. No abogan por un cambio en la Iglesia, sino de la sociedad.

No critican al Papa, ni el magisterio de la Iglesia, pero salen a la calle para hacer frente a los que quieren equiparar al casamiento natural  las uniones de personas del mismo sexo. Sin necesidad de ninguna filiación partidista, están dispuestos a luchar por la vida y por la familia. Les basta la conciencia cristiana de sus derechos y deberes políticos, como ciudadanos que son de pleno derecho. Son tradicionales, sin ser tradicionalistas. Y son devotos, sin ser beatos.

Estos nuevos cristianos son indiferentes a las típicas polémicas pseudo-católicas: la ordenación sacerdotal de las mujeres, la eterna cuestión de los padres casados, etc. No se interesan por las problemáticas postconciliares, para usar el gastado término, en que, con el propósito de dialogar con el mundo, se enredan en muchas estructuras eclesiales.

Estos cristianos nuevos no buscan la Iglesia para cuestionar, reivindicar o exigir, sino para recibir el Pan de vida y la Palabra de Dios, de la que necesitan para su vida cristiana y para su misión evangelizadora. La “Iglesia-café-concierto”, que guiñaba un ojo cómplice a la juventud rebelde, a los sones de la guitarra de  cualquier padre Sérgiozinho, o de una hermana más o menos sintonizada e inquieta con los jóvenes, ya dio lo que tenía que dar. Los nuevos cristianos quieren catequesis y no ritmo, quieren el padre en el confesonario, en el púlpito y en el altar y no a la viola, o en el palco. Y tienen sacerdotes jóvenes, convencidos de su fe, piadosos y alegres, que no discuten la moral ni  el dogma, sino que enseñan la fe; que no son “animadores”, ni asistentes sociales, sino formadores de las conciencias y servidores de comunión eclesial.

Algunas estadísticas pueden ayudar a percibir la dimensión de este fenómeno  religioso, que comienza a perturbar no sólo a los que ya tenían anunciada la muerte de la Iglesia entre los jóvenes franceses, sino también los soixant-huitards que aún sueñan con un marxismo cristiano, o una cada vez más pasada de moda teología de la liberación.

Según dos sondeos publicados en Figaro Magazine, estos nuevos cristianos son igualmente cristianos nuevos, pues tienen entre 16 y 30 años. Son casi todos católicos practicantes: el  90% se confiesan como tales. Más curioso aún es que, según la misma fuente, el 77%de estos nuevos cristianos considera que la devoción  eucarística es “esencial”, o “muy importante”, en sus vidas, el 6% va a misa todos los días.

A pesar de la recurrente oferta de las “misas –espectáculo” o meras “ceias”, a la manera evangélica o modernista, estos nuevos creyentes prefieren celebraciones genuinamente católicas, porque valoran una auténtica liturgia. Sin concesiones, con todo, a los tradicionalistas nostálgicos, ni simpatías integristas.

Después de los católicos-comunistas, tenemos ahora a los “catho-catho”: el 72% de estos nuevos fieles prefieren identificarse como “católicos”,en vez de “cristianos”, a revés de lo que acontecía en los años 70.

¿¡Serán estos nuevos cristianos nuevos los profetas que anuncian –finalmente- el renacimiento espiritual de la hija más vieja de la Iglesia!? Tal vez todavía no, pero no cabe duda de que son una bocanada de aire fresco y de esperanza para la iglesia francesa y para el cristianismo de toda la vieja Europa.

Después de llorar




                                                          Ilustração de Carlos Ribeiro

No es la tristeza lo que nos hace llorar, sino el amor que se enfrenta a los vacíos. Las angustias y la desesperación son expresiones de carencia.

Las lágrimas que brotan de nosotros y caen lejos de la mirada de los otros son las que más fuerza llevan en sí, las que hacen concreto y objetivo el sentir más íntimo.

A veces, el corazón cae en las trampas de las tristezas antiguas…. Otras, sentimos los espinos de las nuevas adversidades clavarse en la carne. Siempre hay tristezas, siempre hay sufrimiento, siempre habrá dolor mientras hubiere amor.

Las lágrimas no lloradas no dejan de ser amargas, mas esas, al contrario de las que brotan, corroen el interior de quien con ellas no llega a regar la tierra que le sostiene los pies.

La vida se hace también con nuestras lágrimas y se vence, muchas veces, con los ojos cargados de mar. El esfuerzo que se nos exige llega casi a ser imposible sin lágrimas. Llorar no es señal de derrota, más  bien lo es de un amor que busca la paz merecida.

El sentido de la vida cabe dentro de una gota de agua salada… la verdadera pasión es el dolor máximo del amor más profundo. Aquel que hace geminar en nosotros lo mejor… frente a lo peor.

Después de las lágrimas es tiempo de actuar.


Las lágrimas, tal como todo en esta vida, tienen un principio y un fin. El amor no. Vive entero, en cada momento, del cual es el principio y el fin.

sábado, 21 de junio de 2014

La armada de la paz




Es por demás evidente la enorme trascendencia del gesto del Papa Francisco, al llamar al Vaticano a los jefes de los Estados palestino e israelita. Cualesquiera que vayan a ser, en la práctica, las consecuencias de esta iniciativa para el proceso de paz en el Medio Oriente, no cabe duda e que se trató de un acontecimiento histórico inédito.


Que los dos políticos desavenidos hayan accedido a la invitación papal, que les fue dirigida personalmente por el Sumo Pontífice, con ocasión de su reciente visita a Tierra Santa, prueba que el Vicario de Cristo goza de un inmenso prestigio, no sólo entre sus fieles y los que son más sensibles a la temática religiosa, sino también entre los estadistas. En este caso, téngase presente que ninguno de los dos presidentes es católico, ni siquiera cristiano, lo que, sin embargo, no les impidió aceptar la mediación del sucesor de Pedro.


Es también notable que la cumbre no había sido prevista más allá de una ronde de negociaciones diplomáticas, ni como una actividad de carácter político. Fue, por el contrario, un encuentro de hermanos, en base a aquella igualdad que mace de la conciencia de la común filiación divina. Sin Dios, la fraternidad universal es una falacia, porque sólo en el Padre común los hombres se pueden reconocer como hermanos.


Fue por tanto, un jornada de oración y de dialogo. Stalin no temía al ejército vaticano, que no lo tiene. Pero el imperio bolchevique fue vencido por la consagración que de Rusia hizo San Juan Pablo II y por la oración de millones de fieles. Un rosario son cincuenta balas contra la guerra. Es el arma que María propone, en Fátima, para alcanzar el fin de la primera guerra mundial.

No se combate la guerra con más guerra, sino con oración, que es el arma de la paz.



Entre la vergüenza y el orgullo



                                                       Ilustração de Carlos Ribeiro


Desde la saludable modestia hasta la condenación absoluta de sí – por una especie de fantasma de culpa criado y alimentado por la propia víctima-  la vergüenza es una de las cosas más íntimas, duras y afiladas de miedo.

Es natural y deseable que la conciencia nos oriente a través de juicios de valor respecto de todo cuanto hicimos, hacemos y de lo que pudiéramos tener intención de hacer.

Un hombre (bien formado) es capaz de reconocer la diferencia que separa las buenas de las malas intenciones. El bien del mal. La virtud de conocer sus deberes, omisiones y errores.

La vergüenza puede ser, en algunos casos, un tipo de veneno que ataca las funciones del espíritu… colocando a la persona a merced de un hipotético enjuiciamiento de los otros, una especie de sentencia tanto injusta como inevitable.

Este pudor maligno rebaja a la persona hasta el punto de que ella se siente obligada a cavar un agujero, a fin de vivir dentro de él… escondida de aquellos de quien teme lo peor – un mal terrible que su miedo no le permite siquiera imaginar.

Esta vergüenza de quien no hace mal alguno es un problema serio en la medida en que nos impide ser quien somos…. Tal como si fuese un agujero negro que va apagando, una tras otra, las estrellas de nuestro cielo interior.

Sólo hay culpa después de una elección, nunca antes. La vergüenza sólo tiene sentido después de una mala elección, y sólo en la proporción de la falta y de las posibilidad de haber sido evitada. Un acción será tanto más vergonzosa cuanto mayor fuera el mal que provoque y más fácil hubiese sido evitarla.

La vergüenza coloca a quien la siente entre el vacío de una soledad remota y la confusión de un caos sin sentido. Un aislamiento delante de una multitud imaginaria de gente que apunta y grita acusaciones tremendas como si fuesen verdades.

Pero hay quien mantiene una postura opuesta en relación a la culpa… sintiéndose orgulloso de todo lo que hace. Igualmente del mal que hace. Pero, también aquí se comete un error grande en la medida en que, al contrario de lo que muchos creen, no basta asumir una culpa para vernos libre de ella… como si la exhibición eximiese de de cualquier castigo. ¡Puede parecer coraje, pero es sólo una cobardía refinada!

Enorgullecerse del mal que se protagoniza sólo puede ser una forma de intentar, de modo muy infantil, hacer frente a una vergüenza auténtica y que hasta podría ser benéfica en cuanto reconocimiento humilde y redentor.

La perfección se encuentra entre los males de la vergüenza y del orgullo. Importa por tanto que, en el secreto de las actuaciones de nuestro corazón, no permitamos ni que la vergüenza funcione como un elemento corrosivo que nos destruya la dignidad; ni, tampoco, que la euforia de la exhibición bruta nos impida comprender que también el pudor, a veces, forma parte del camino del perdón.

La cultura pasa de los mayores a los más jóvenes, haciéndolos capaces de ir creando, en sí mismos, mecanismos que les permitan sancionarse en nombre del común. Es aquí donde aparecen los caminos de la vergüenza como castigo y del orgullo como premio. Mientras tanto, hay gente mal formada que mira el control y la agresión de las conciencias ajenas a través de la violación sutil y eficaz de la intimidad, manipulando a quien así pasa a sentirse inferior de cara a estos diablos (que, tal como todos los otros, tiene siempre apariencia de ángel).

Los que son verdaderos culpables sólo rarísimas veces sienten su profunda deshonra… así como los que se sienten despreciables sin redención, casi siempre son, en realidad, sólo víctimas inocentes de una maldad, ajena o propia…


Es esencial que sepamos defender y promover nuestra intimidad. No todo es para todos. Son muchos los tesoros que pierden buena parte de su valor… porque quien los debía guardar los revela a quien no debe.

sábado, 14 de junio de 2014

Sentir y consentir




                                                        Ilustração de Carlos Ribeiro

No podemos controlar lo que sentimos, pero nos cumple, siempre, escoger entre consentirlo o dejarlo. No controlamos todo lo que pensamos, pero nos cumple la responsabilidad de escoger. No siempre optamos por decir o callar lo que es mejor, pero, a pesar de todo, es esencial trazar la línea que separa lo que queremos de lo que no queremos ser…

Ya lo que hacemos (y lo que no hacemos) depende, casi en la totalidad, de nuestra voluntad. Debemos pues ordenar lo que sentimos con vista a definirnos quien somos y quien queremos ser, a fin de actuar de acuerdo, sin grandes disculpas, mentiras o promesas vanas.

Cada uno de nosotros es la línea que va de lo que siente a lo que hace y que pasa por lo que piensa y dice… somos lo que escogemos sentir, pensar, decir y hacer. Somos querer.

La verticalidad de un hombre depende de la forma como asume lo que siente, de la profundidad con que piensa, de la verdad de lo que dice y del valor absoluto de sus acciones. Y, claro, de la armonía que consigue entre estas sus cuatro dimensiones.

Hay mucha gente desafinada… se pierden aunque algunos crean que así conseguirán sobrepasar (soslayar) la verdad. Un día se dan cuenta y comprenden que fueron al final esclavos del mundo, cuando podían haber sido señores de su destino.

La autoridad es el poder del autor, competiendo pues a cada hombre dominarse en los diferentes niveles, ordenándose en vista de su mayor bien.

No soy lo que siento, ni lo que digo, soy lo que quiero… y, en última instancia, lo que escojo hacer, por encima de todo.

Es propio del hombre elevase por encima de su condición animal, ponderando y juzgando sus acciones. Quien se rinde de forma pasiva a lo que siente, renuncia a ser hombre.

Es la esencia de la libertad: una voluntad esclarecida.

La espontaneidad de los instintos es algo primario, los apetitos son deseos pero no son voluntades, a pesar del engaño a que induce el lenguaje. Los apetitos son tendencias naturales básicas que corresponden a desequilibrios y necesidades primarias que, a pesar de todo, la voluntad humana puede superar. Los instintos son buenos, mientras son ordenados.

¿Cómo puedo llegar a ser quien yo quiero ser? A través del dominio de lo que consiento, pienso, digo y… hago.

No es bueno ser un solitario lleno de amor. Debe conseguir que esa voluntad se haga real, se practique, llegue al mundo concreto y lo enriquezca. Claro, importa analizar y evaluar muy bien lo que nos rodea, no vaya a abrazarse a alguien equivocado… es verdad que tenemos amor y brazos para dar, pero también tenemos ojos e inteligencia para escoger a quien debe llegar.

Si hay momento malos en la vida en que parece no haber nada que nos anime, será de esos, más que de cualquiera otros, de los que es  importante salir… buscar lo mejor con todas las fuerzas, contra todas las evidencias. Más determinante que las circunstancias será siempre la voluntad íntima de ser feliz. Las tristezas no pueden evitarse… son tiempos de extrema verdad y dolor, pero son momentos… a los que deben suceder otros momentos. En una línea en que el querer impera… a pesar de todo.

Todo tiene su tiempo, todo puede funcionar en armonía. Así haya buena voluntad.

Cuando andamos, un pié queda fijo para que el otro avance hacia delante. Importa aceptar que seguir de frente no es negar lo que queda atrás, sino que forma parte de algo mayor que el momento, mayor que el tiempo…


Desengáñese quien en esta vida piense que la lucha acaba después de una batalla. Siempre habrá más batallas, más heridas, tal vez aún más profundas, pero también más conquistas, más alegrías y siempre, siempre más vida… para continuar la lucha. Así hay que querer, para caminar rumbo a lo mejor de nosotros.

sábado, 7 de junio de 2014

El secreto






Cuando comenzó a correr el rumor de que Cristo resucitaría, al tercer día, como había profetizado, hubo discípulos que no quisieron creer en la buena noticia. San Lucas, el evangelista, aclara que esa prudente reacción fue debido a la alegría. De hecho, la resurrección parecía ser buena en demasía para que pudiera ser verdadera y, por eso, sería preferible no creer, para después no tener que sufrir una terrible decepción. Hay sueños más amargos que las pesadillas, porque estos tienen siempre, cuando se recuerdan, un final feliz, mientras que aquellas se deshacen en tristeza cuando, por fin, se impone la realidad desnuda y cruda.

Pero la alegría, aunque tímida en la madrugada pascual, se transforma en una explosión apoteósica en la mañana de Pentecostés. Incuso los más timoratos de los apóstoles se quedaron tan atolondrados que, entre la multitud que se juntó a la puerta del cenáculo, hubo quien pensó que ellos estaban bebidos. San Pedro, para deshacer el equívoco, aclaró que era aún muy pronto para que ya estuviesen cargados de mosto. Pero no niega aquella providencial embriaguez espiritual, de cuya resaca la Iglesia aún vive hoy.


Un crimen monstruoso hace el título de los diarios, pero la alegría de un niño no es noticia en parte alguna del mundo. La belleza de la alborada pasa desapercibida la mirar sombrío de las multitudes. El entrecejo fruncido de los adultos no es capaz de oír la armonía celestial que se desprende de una carcajada infantil.

“La alegría, que era la pequeña publicidad del pagano –escribió Chesterton- es el gigantesco secreto del cristiano”. Para revelarlo vino el Hijo de Dios a la tierra, murió en una cruz, resucitó y subió al Cielo. Fue para que en nosotros habitase de nuevo la alegría pura de los niños por lo que vino, después, el Espíritu Santo. Y renovó la faz de la tierra.

¿Pedir ayuda o ser ayuda?




                                                      Ilustração de Carlos Ribeiro


La felicidad está hecha de alegrías y tristezas. Es lo que brota de un corazón que, al latir, desborda de amor. Juzgar que una vida buena corresponde a una existencia sin sufrimientos es no comprender la esencia de la vida, olvidándose de uno de sus pilares fundamentales. Es verdad que nadie desea el dolor… y, mientras tanto, sin sufrimientos, ¿quién desearía la felicidad? ¿Quién estaría dispuesto a perseguirla, sufriendo también por (aún) no ser feliz?

Amar es dar y aceptar lo que el mundo y los otros pudieran o quisieran dar… Podrá ser poco… o nada incluso… En cualquier caso, es siempre mejor dar que recibir. Sólo es necesitado quien se hace dependiente de la generosidad ajena.

Lo contrario de la felicidad es el miedo. Un vacío que, en lucha constante, nos destruye desde dentro, cavando en nuestro interior. Ser feliz pasa por ir más allá del miedo, llenando los vacíos con las alegrías y tristezas, respondiéndole con la certeza de la esperanza. Temer, sufrir, pero sonreír. Una armonía de equilibrios.

Una sonrisa es la mejor forma de amparar las lágrimas.

Amar es una inmensa gratitud del corazón. La vida es un don. Un milagro. Amar será la respuesta a la gracia original de que podemos estar aquí, hoy mismo, ahora, así… Una bondad y generosidad inmensa que debemos hacer llegar a la vida de los otros. Siendo que mi bondad no depende de la pobreza de otros, sino tan sólo de mi verdadera riqueza.

La verdadera riqueza no está en lo que se tiene, porque eso se va a perder (más tarde o más temprano), sino en lo que se es, por eso, se puede dar.

Sólo quien escoge ser bueno se da a los otros, porque reconoce en sí un valor, una luz única de la cual los otros pueden estar necesitados. Pero mi bondad sólo podrá realizarse si yo así escojo, si yo corro el riesgo de fracasar al dar un paso adelante, a pesar del miedo… la responsabilidad de escoger qué es más fuerte: mi voluntad de ser feliz o el miedo.

El deseo nos consume. Ser feliz pasa por ser capaz de dominar y disminuir los deseos. Cuando se desea mucho, que también la vida, el mundo y los otros, sean generosos, todo parece poco. Pobres y desgraciados son aquellos que tienen mucho y eso no les llega, y ricos serán aquellos que les basta y sobra lo poco que tienen…

Es, pues esencial, comprender que mi felicidad depende de lo que yo decida desear. Para los infelices el valor está en lo que no tienen…

Mucho de lo que somos ahora es obra nuestra. Pero lo esencial es. Esta elección fundamental entre valorar o despreciar lo que se tiene y lo que se es… ser feliz es construir un camino y recorrerlo, no es un destino ni el destino, es una elección. Dura. Que se lleva a cabo en el tiempo. Una lucha contra los días de euforia y contra las noches de desesperación. Aceptando, siempre y sin miedo, que se puede perder lo mejor que hoy está aquí…

Ser feliz es ser capaz de crear y alimentar la alegría verdadera que brota del propio corazón que ama. Una gratitud por la existencia. Una sonrisa por la vida. Que sirve a los otros, dándoles el amor y el alma que pueden estar echando en falta…


Nuestra existencia es un soplo que nos llega de lo alto sin pedir nada a cambio. ¿Qué importa pues que no comprendamos el sentido exacto de todo? Nada. Desde el momento en que sepamos reconocer el valor absoluto de nuestra propia vida, con cada una de las alegrías y tristezas… desde que tomemos la decisión de luchar por ser buenos, felices… por merecer estar aquí.