sábado, 7 de junio de 2014

¿Pedir ayuda o ser ayuda?




                                                      Ilustração de Carlos Ribeiro


La felicidad está hecha de alegrías y tristezas. Es lo que brota de un corazón que, al latir, desborda de amor. Juzgar que una vida buena corresponde a una existencia sin sufrimientos es no comprender la esencia de la vida, olvidándose de uno de sus pilares fundamentales. Es verdad que nadie desea el dolor… y, mientras tanto, sin sufrimientos, ¿quién desearía la felicidad? ¿Quién estaría dispuesto a perseguirla, sufriendo también por (aún) no ser feliz?

Amar es dar y aceptar lo que el mundo y los otros pudieran o quisieran dar… Podrá ser poco… o nada incluso… En cualquier caso, es siempre mejor dar que recibir. Sólo es necesitado quien se hace dependiente de la generosidad ajena.

Lo contrario de la felicidad es el miedo. Un vacío que, en lucha constante, nos destruye desde dentro, cavando en nuestro interior. Ser feliz pasa por ir más allá del miedo, llenando los vacíos con las alegrías y tristezas, respondiéndole con la certeza de la esperanza. Temer, sufrir, pero sonreír. Una armonía de equilibrios.

Una sonrisa es la mejor forma de amparar las lágrimas.

Amar es una inmensa gratitud del corazón. La vida es un don. Un milagro. Amar será la respuesta a la gracia original de que podemos estar aquí, hoy mismo, ahora, así… Una bondad y generosidad inmensa que debemos hacer llegar a la vida de los otros. Siendo que mi bondad no depende de la pobreza de otros, sino tan sólo de mi verdadera riqueza.

La verdadera riqueza no está en lo que se tiene, porque eso se va a perder (más tarde o más temprano), sino en lo que se es, por eso, se puede dar.

Sólo quien escoge ser bueno se da a los otros, porque reconoce en sí un valor, una luz única de la cual los otros pueden estar necesitados. Pero mi bondad sólo podrá realizarse si yo así escojo, si yo corro el riesgo de fracasar al dar un paso adelante, a pesar del miedo… la responsabilidad de escoger qué es más fuerte: mi voluntad de ser feliz o el miedo.

El deseo nos consume. Ser feliz pasa por ser capaz de dominar y disminuir los deseos. Cuando se desea mucho, que también la vida, el mundo y los otros, sean generosos, todo parece poco. Pobres y desgraciados son aquellos que tienen mucho y eso no les llega, y ricos serán aquellos que les basta y sobra lo poco que tienen…

Es, pues esencial, comprender que mi felicidad depende de lo que yo decida desear. Para los infelices el valor está en lo que no tienen…

Mucho de lo que somos ahora es obra nuestra. Pero lo esencial es. Esta elección fundamental entre valorar o despreciar lo que se tiene y lo que se es… ser feliz es construir un camino y recorrerlo, no es un destino ni el destino, es una elección. Dura. Que se lleva a cabo en el tiempo. Una lucha contra los días de euforia y contra las noches de desesperación. Aceptando, siempre y sin miedo, que se puede perder lo mejor que hoy está aquí…

Ser feliz es ser capaz de crear y alimentar la alegría verdadera que brota del propio corazón que ama. Una gratitud por la existencia. Una sonrisa por la vida. Que sirve a los otros, dándoles el amor y el alma que pueden estar echando en falta…


Nuestra existencia es un soplo que nos llega de lo alto sin pedir nada a cambio. ¿Qué importa pues que no comprendamos el sentido exacto de todo? Nada. Desde el momento en que sepamos reconocer el valor absoluto de nuestra propia vida, con cada una de las alegrías y tristezas… desde que tomemos la decisión de luchar por ser buenos, felices… por merecer estar aquí.

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