sábado, 29 de diciembre de 2018

¿Sabes cuántos años tienes?



¡Sabemos el tiempo que hemos vivido, pero ignoramos por completo cuántos años nos quedan por vivir!

La vida nos empuja siempre hacia adelante, fosilizando lo que se ha vivido e impidiéndonos dar la vuelta, aunque fuera por un segundo. El pasado es inmutable, aunque sea siempre una riqueza personal, cualquiera que sea la proporción de éxitos y fracasos, de errores y decisiones acertadas.

Podemos arrepentirnos, entregando nuestro futuro como garantía de la culpa pasada, alterando nuestras elecciones con el fin de superar la falta. Pero también podemos huir hacia el mañana, como si lo que fuimos no formase parte de nosotros.

La vida es un día, un instante pasajero, una hora que siempre se nos escapa. Es cierto que la vida se vive hacia adelante… pero para comprenderla es esencial aceptar, asumir y analizar con el máximo cuidado todo el trayecto a cada paso que demos.

Si el mañana no es cierto, debemos pensar bien lo que queremos y lo que no queremos hoy, evitando dejar que la casualidad guie la parte que nos cabe decidir.

Es importante abrir el corazón a lo que nos sobrepasa, porque la vida es un misterio profundo y un milagro gracioso.

Nuestra existencia es esencial a la vida, pero el mar es inmenso y nuestro barco es pequeño.

Que yo sea capaz de dejar mis miserias atrás y me aventure por los océanos desconocidos de la libertad.

Que sepa escuchar al Amor y aprenda, en el silencio de su presencia, a comprender el misterio de mi existencia.


domingo, 23 de diciembre de 2018

¿Por qué ser normal?


José Luís Nunes Martins

Cada vez nos parecemos más unos a otros y eso no es nada bueno. Los coches son casi todos grises, pero no reparamos en ello y eso es todavía más extraño. Nuestros sueños se parecen todos… porque las grandes empresas los distribuyen gratuitamente para después poder vender aquello que los hace realidad. Cada vez más soñamos sueños que no son los nuestros y eso es todavía mucho peor.

Cada vez hay menos bebés porque muchas personas no tienen tiempo para otra cosa que no sea su vida cotidiana y tienen mucho miedo a los grandes cambios.

Pero las personas están cada vez más tristes, se sienten alejadas de sí mismas y su paz se les escapa sin que consigan sujetarla.

Cada año, en Navidad, se intercambian regalos, un excelente pretexto para que pensemos en lo que le gusta al otro, más que en aquello que nos gusta a nosotros. ¿Pero es que al otro solo le gustan las cosas materiales? ¿Son regalos que nos hacen presente o meras justificaciones de nuestras ausencias? ¿Qué podríamos hacer para hacerlo feliz? Tal vez un regalo normal sea mucho más fácil y… barato.

Aparte de esto, ¿Qué nos haría felices? ¿Por qué no luchamos por eso con empeño, aunque buena parte de esa batalla sea con los que se escandalizarán con un empeño tal anormal?

La vida quiere vivir, por eso se multiplica. Nos desafía a ser más y más, a multiplicarnos, a no pararnos nunca.

El mal quiere estancarnos, reclutándonos para su ejército gris, donde todo lo que hacemos y nos llega es normal y lo normal parece ser lo mejor hay.

Mi existencia debe ser rica y productiva. Sería muy bueno que algunos más pintasen el mundo de colores, por medio de lo que dan a los corazones de los otros.


Es un error, una tristeza y una verdadera tragedia, la vida normal de la que muchos no huyen. No hay allí nada de extraordinario sino una ilusión de seguridad.

Incluso podemos acumular fracasos uno tras otro, pero nuestra vida, si fuera vivida con amor, habrá valido la pena,  cumpliendo la promesa de vida al mundo que fuimos nosotros, en el día de nuestro nacimiento.

¡Nunca nadie es solo uno, porque podemos siempre volvernos contra la vulgaridad y vivir!
Que seamos capaces de llevar más vida a la vida de los que viven con nosotros. Que tengamos el coraje de producir en los otros algo anormal: la felicidad auténtica.


domingo, 16 de diciembre de 2018

Del Comentario a las lecturas del 3 DOMINGO DE ADVIENTO


(Sofonías 3,14-18 / Salmo 12/ Filipenses 4,4-7/Lucas 3,10-18)

por Pablo Garrido Sánchez

 Urge rescatar el verdadero rostro de DIOS.

el objetivo del Adviento es…levantar la mirada hacia lo alto donde está DIOS, y mantener con energía una alegre esperanza, aguardando cálidamente al DIOS prometido, tanto como acontecimiento personal, o como recuerdo histórico del Niño-DIOS.

… estar atentos a los que buscan hacer desaparecer la alegría de los corazones de las personas… Nos protegeremos de los agentes invasores de nuestra interioridad, si acertamos, de verdad, a situar la fuente de la alegría.

Es posible que podamos acortar distancias hacia la identidad de un DIOS esencialmente alegre, si recordamos que DIOS es la fuente de la BIENAVENTURANZA.

Por el atributo de la bienaventuranza resulta más fácil aceptar que DIOS es eterna alegría y fuente original de la misma para cualquiera de sus hijos, que somos todos nosotros.

“El SEÑOR pelea por ti, porque es un guerrero que salva” (Cf. Sf 3,17). El camino de la restauración está precedido de una lucha, en la que el hombre ha mostrado grandes carencias y dificultades, hasta el punto de verse DIOS mismo obligado a tomar las riendas de esa pelea contra el mal para restaurar al hombre.

Los términos en los que el profeta describe la alegría de DIOS: Gozo, júbilo, exaltación, bienaventuranza en grado sumo son aproximaciones que hacemos con la Escritura para percibir algo del calor de la VIDA y AMOR de DIOS.

“DIOS está en medio de ti, DIOS danza por ti”. … El pueblo redimido en JESUCRISTO tendría que reconocer todo esto a cada instante, y manifestarlo de manera pública: “Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel” (Sf 3,14)

Tenemos unas Escrituras que contienen la Revelación suficiente para que tomemos de ella los criterios oportunos.  La tarea de escudriñar la Escritura no es delegable y en ella aparece con meridiana claridad la necesidad personal y comunitaria de la oración de alabanza como expresión diáfana de la presencia de DIOS en medio de su Pueblo.

Al “estar con CRISTO” o estrechamente vinculados a CRISTO, la misma vida de CRISTO corre por nuestras venas y su presencia nos llena: “os he hablado de estas cosas, para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud” (Cf. Jn 15, 11)

Cuando “estamos en CRISTO”, también las cosas buenas de la vida nos reportan alegría y es tan espiritual como aquella que pudiera provenir de un tiempo de oración personal. Podemos cifrar la base de la alegría cristiana en la paz interior, que ha de permanecer incluso en las situaciones de mayor sufrimiento… :“estad siempre alegres” (Cf. Fip 3,4); porque la vida que nos toca ahora en este mundo no es un crecimiento de bienaventuranza permanente o de felicidad continua y ascendente; sino una trayectoria sinuosa y surcada  de desniveles que hacen tortuoso  el camino en más de una ocasión.

“Que vuestra mesura la conozca todo el mundo” (Cf. Flp 3,5);… Si las preocupaciones de esta vida eclipsan la conciencia de la presencia de DIOS, dichas circunstancias pueden con nosotros y nos engullen como tierras movedizas; pero si mantenemos la mirada en el SEÑOR atravesaremos los parajes inhóspitos con cierto sosiego. Además, el apóstol reitera la “cercanía del SEÑOR”.

En toda ocasión, las oraciones y súplicas con acción de gracias sean presentadas a DIOS. Y la paz de DIOS, que sobrepasa todo juicio custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en CRISTO JESÚS” (Cf. Flp 3,6-7 ) … Ahora, en esta fase de la vida nos corresponde mantener en todo momento la llama del deseo espiritual por estar en la presencia del SEÑOR. No sólo el corazón debe permanecer en el SEÑOR, sino también los pensamientos deben conformar los modos de ver las cosas acorde con el pensamiento del SEÑOR, y mantendremos la unión con la VID, que es JESÚS.

Era cabal que se preguntaran si Juan no sería el Mesías, porque su persona y actuación rompían las pautas convencionales; y ante la cuestión, Juan contestaba sin reservas: “No soy yo el Mesías. Detrás de mí viene uno que es mucho más fuerte que yo, al que no soy digno de desatar la correa de su sandalia. Ese os bautizará con ESPÍRITU SANTO y fuego” (Cf. Lc 3,16).

Pero Juan como persona de su tiempo, en el que discurrían las más variadas versiones apocalípticas sobre el Mesías y el liderazgo de éste a ejercer en el Pueblo de Israel, entiende que habrá una gran purificación y aquellos que estén bien dispuestos formarán parte del nuevo Israel y los demás serán trágicamente excluidos. 

Ahora en tiempo de Adviento, las palabras de Juan nos devuelven a la realidad de nuestras vidas que precisan ajustarse desde el punto de vista ético para presentar un corazón bien dispuesto al “SEÑOR que está a la puerta y llama” (Cf. Ap 3,20).

Ajustar la conducta es una consecuencia inmediata del reconocimiento de las propias faltas, y san Lucas recoge algunos aspectos de la predicación de Juan. Es necesario compartir lo que tenemos, pues los bienes que DIOS nos ofrece no son de propiedad absoluta: “el que tenga dos túnicas que de una, y el que tenga comida reparta con el que no tiene” (Cf. Lc 3,11). Las dos necesidades básicas, la comida y el vestido, representan al mismo tiempo otras necesidades que afectan al conjunto de las personas… Hay que pagar impuestos, y en las sociedades modernas no ofrece discusión, pero tanto antes como ahora se pide que los recaudadores sean equilibrados en sus cargas impositivas.

Juan el Bautista advierte de los abusos, que originaban verdaderas ruinas para muchas personas, convirtiéndolas de propietarios de tierras en esclavos de otros a causa de la pérdida de las mismas por la eventualidad de sequías y malas cosechas. Juan llama a la conciencia de los recaudadores, para que no perviertan su oficio.

Juan Bautista amonesta a los soldados para que se ajusten a la paga por el ejercicio de sus funciones. Esta breve casuística es aplicable a cualquier época y situación…. “El SEÑOR ya llega, le acompaña su salario y su recompensa lo precede” (Cf. Is 40,10)

https://proyectocristiano.wordpress.com/2018/12/13/3-domingo-de-adviento/

sábado, 15 de diciembre de 2018

Amar solo tiene un porqué



El amor no es una respuesta. No resulta de una necesidad del otro. No es segunda parte de cualquier tipo de historia.

El amor es el primer paso, una creación interior, el nacimiento de una relación, una obligación tan íntima que es más fuerte que la voluntad más profunda.

Podemos tropezar siete veces en la misma piedra sin llegar nunca a aprender donde está ella. Aún así, jamás podemos dejar de buscar a alguien que amamos o que queremos amar, so pena de morir por olvidarnos de vivir.

Ser rico no es acumular bienes, es dejar fuera lo que no es valioso y dar lo que no es esencial, es ser libre por haberse desprendido del peso que impide volar y amar.

Todos tenemos una razón por la cual debemos vivir, luchar y morir. Ese es nuestro porqué. El significado de nuestra existencia, el porqué de nuestra llegada a este mundo y el paraqué de nuestro futuro.

¿Amar entristece porque implica sufrir? No. Quien acepta amar sabe, desde el inicio, que eso supone el mayor de todos los sacrificios: dar la vida.

Amar es entregarse al otro, suceda lo que suceda, durante todo el tiempo, sin término.

Amar solo tiene un porqué: amo porque quiero ser yo.



domingo, 9 de diciembre de 2018

Lo que no contamos a nadie


José Luís Nunes Martins

Hay un conjunto de historias que van a desaparecer cuando muramos, porque nunca las contamos a nadie. Unas serán buenas, otras y, yal vez la mayor parte, ni una cosa ni la otra.

Aquello que hacemos de buena gana tendrá aún más valor si no lo divulgamos. Es posible que lleguemos a ocultar la autoría del bien que hagamos hasta para las personas con quienes hemos sido buenos.

¿Que se gana guardando sigilo sobre las buenas acciones que se llevan a la práctica? Desde luego, este recato impide que caiga en cualquier tipo de orgullo, ese vicio que está en la raíz de la mayor parte de los males. ¿Pero es que no podría inspirar a otros? No. Las personas que eligen ser buenas lo hacen con la profunda convicción de que ese camino que quieren hacer, no es para imitar a alguien o por moda.

El testimonio esencial y más importante no es el de quien hace el bien, sino el de quien lo recibió.

El que da importancia a la opinión de los otros no considera sus propias ideas de forma adecuada. La persona se menosprecia a sí misma para después procurar su valor en las opiniones y miradas ajenas, amoldándose no al bien, sino al parecer de los demás.

Aquello que hacemos de buena gana tendrá aún más valor si no lo divulgamos. Es posible que lleguemos a ocultar la autoría del bien que hagamos hasta para las personas con quienes hemos sido buenos.

En cuanto a las historias malas, esas si deben ser compartidas. Para hacer penitencia por aquellas de las que hemos autores, demostrando nuestro arrepentimiento, o para librarnos de las que fuimos víctimas a través de una apertura al amor de los otros, para sanar esas heridas profundas.

Hay aún un grupo de cosas que no son buenas ni malas. No debemos darles importancia. Hay quien cree que debe contarlo todo, incluso lo que no importa, y acaba por aborrecer más de lo que comparte.

La verdad es que nuestro valor está en proporción directa con el bien que hacemos sin que nadie lo sepa. Contarlo es una quiebra de fe, una cesión al orgullo, una flaqueza hecha a la tentación de la vanidad, a pesar de que parezcan siempre buenas las disculpas para hacerlo.


Por eso, debemos exponer nuestros errores sin ocultar nada. Después, no cansar a otros con lo que no tiene importancia, ni bueno ni malo. Por fin, guardar solo para nosotros todo el bien del que seamos capaces.

Nuestros mayores hechos deberán ser conocidos solo por nosotros y por Dios. ¡Si conseguimos olvidarlos, entonces será perfecto!


sábado, 1 de diciembre de 2018

¿Amor, o consumismo?


José Luís Nunes Martins

Amar es darse al otro, sin esperar nada. Dedicarle tiempo y atención, dar lo mejor de nosotros, porque sí. Porque el sentido de la vida es ese, de dentro para fuera, del interior para el exterior, creando y construyendo.

Consumir es conquistar para sí, ceder a los apetitos más feroces. Querer tapar los vacíos de la existencia con cosas materiales. Cosas que en poco tiempo se degradan y destruyen, creando más y más deseos.  Casi como un coche que, en  cada estación de servicio, exige siempre más combustible que antes

La lógica del amor es cuidar del otro, sin ningún objetivo subyacente que no sea el de ser lo mejor que podamos ser, para otros y para nosotros mismos. Dar, porque es mejor que recibir. La generosidad es siempre mejor que el egoísmo necesitado.

El amor no se negocia. No se compra, no se vende, ni se cambia. Es gratuito. Si no fuera así, sería otra cosa diferente al amor, a pesar de que haya quien le de ese nombre.

¡Los egoístas se consumen y explotan el mundo de los otros! ¡No aman, a pesar de que digan que la instrumentalización de los otros es una forma de amar!

 Las relaciones humanas se están volviendo consumistas. Se piensa más en aquello que se puede ganar con el otro que en lo que se puede dar. Algunos llegan a hacer análisis como si se tratase de un negocio, o sea, hacen perspectivas a medio y largo plazo si ese negocio concreto les puede, o no, ser lucrativo. Si las perspectivas fueran prometedoras, si se prevén ganancias, entonces se invierte.

¡Ahora bien, basta considerar que una madre  siguiese esta línea de pensamiento y emoción con sus hijos, y la tendríamos por un verdadero monstruo!