José Luís Nunes Martins
Cada vez nos parecemos más unos a otros y eso no es nada bueno. Los coches son casi todos grises, pero no reparamos en ello y eso es todavía más extraño. Nuestros sueños se parecen todos… porque las grandes empresas los distribuyen gratuitamente para después poder vender aquello que los hace realidad. Cada vez más soñamos sueños que no son los nuestros y eso es todavía mucho peor.
Cada vez hay menos bebés porque muchas personas no tienen tiempo para otra cosa que no sea su vida cotidiana y tienen mucho miedo a los grandes cambios.
Pero las personas están cada vez más tristes, se sienten alejadas de sí mismas y su paz se les escapa sin que consigan sujetarla.
Cada año, en Navidad, se intercambian regalos, un excelente pretexto para que pensemos en lo que le gusta al otro, más que en aquello que nos gusta a nosotros. ¿Pero es que al otro solo le gustan las cosas materiales? ¿Son regalos que nos hacen presente o meras justificaciones de nuestras ausencias? ¿Qué podríamos hacer para hacerlo feliz? Tal vez un regalo normal sea mucho más fácil y… barato.
Aparte de esto, ¿Qué nos haría felices? ¿Por qué no luchamos por eso con
empeño, aunque buena parte de esa batalla sea con los que se escandalizarán con
un empeño tal anormal?
La vida quiere vivir, por eso se multiplica. Nos desafía a ser más y más, a multiplicarnos, a no pararnos nunca.
El mal quiere estancarnos, reclutándonos para su ejército gris, donde todo lo que hacemos y nos llega es normal y lo normal parece ser lo mejor hay.
Mi existencia debe ser rica y productiva. Sería muy bueno que algunos más pintasen el mundo de colores, por medio de lo que dan a los corazones de los otros.
Incluso podemos acumular fracasos uno tras otro, pero nuestra vida, si fuera vivida con amor, habrá valido la pena, cumpliendo la promesa de vida al mundo que fuimos nosotros, en el día de nuestro nacimiento.
¡Nunca nadie es solo uno, porque podemos siempre volvernos contra la vulgaridad y vivir!
La vida quiere vivir, por eso se multiplica. Nos desafía a ser más y más, a multiplicarnos, a no pararnos nunca.
El mal quiere estancarnos, reclutándonos para su ejército gris, donde todo lo que hacemos y nos llega es normal y lo normal parece ser lo mejor hay.
Mi existencia debe ser rica y productiva. Sería muy bueno que algunos más pintasen el mundo de colores, por medio de lo que dan a los corazones de los otros.
Es un error, una tristeza y una verdadera tragedia, la vida normal de la que
muchos no huyen. No hay allí nada de extraordinario sino una ilusión de
seguridad.
Incluso podemos acumular fracasos uno tras otro, pero nuestra vida, si fuera vivida con amor, habrá valido la pena, cumpliendo la promesa de vida al mundo que fuimos nosotros, en el día de nuestro nacimiento.
¡Nunca nadie es solo uno, porque podemos siempre volvernos contra la vulgaridad y vivir!
Que seamos capaces de llevar más vida a la vida de los que viven con nosotros.
Que tengamos el coraje de producir en los otros algo anormal: la felicidad
auténtica.
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