sábado, 31 de octubre de 2015

Alcohólicos Anónimos



El pasado día 28 fui invitado a  una charla en AA, que en esta ocasión da abierta al público. Es cierto que ya conocía algo sobre el funcionamiento de este grupo, pero era muy poco, o nada, por eso no lo valoraba suficientemente. Es  tanta la discreción en la forma de actuar de estas personas que casi sobrecoge, se siente uno anonadado al compartir con ellos conocimientos y testimonios,  en vivo y en directo.

Como siempre voy preparado de boli y papel me quedé un poco paralizado al escuchar al primer interviniente decir que no estaba permitido tomar datos sobre lo que allí se dijera y menos de las personas que expusieran su testimonio. Normal, eso es lo justo y cabal, y a mí no se me iba a ocurrir escribir nada que pudiera ofender a nadie.

Así que comencé a escribir palabras sueltas que me ayudaban a ir entendiendo los objetivos y los métodos que aquí se utilizan en bien de unas personas que, como pocas, han perdido su dignidad, y están dispuestas a recuperarla, pero para ello necesitan un cuidado exquisito, una compañía muy atenta e incluso silenciosa.

Había en el ambiente precisamente eso, una ‘presencia mágica’, se sabe que alguien está ahí; que somos fulanito y menganito; nadie te va a interrumpir, ni a molestar, nadie quiere herir en absoluto tu dignidad, digas lo que digas, te sientas como te sientas.

Empecé escribiendo la palabra ‘anonimato’. Me impresionó la insistencia y el énfasis que se le daba a la palabra, como queriendo salvaguardar la intimidad de los que iban a exponer sus testimonios. Pero precisamente allí nadie era un desconocido para nadie, salvo yo, un simple voluntario ‘curioso’…, que hacía tiempo intentaba tener este contacto, con el fin de aprender y poder  informar a alguna de las personas con las que trato a diario, personas sin hogar, muchas de ellas víctimas también del alcohol, antes de ser una persona sin hogar o después, cuando ya se ha convertido en un excluido social, y no le queda otra que refugiarse en algo que le impida ver la miseria que le envuelve.

Luego anoté la palabra ‘subvenciones’. Y se decía también con mucha frecuencia e insistencia. Más bien parecía como un ‘conjuro’ para impedir que nadie intentara con una aportación económica condicionar el funcionamiento y la evolución del grupo. De nuevo se requiere la máxima discreción, y alejar cualquier presión o dependencia, tampoco económica, que pueda interferir en la terapia puramente humana que aquí se practica.

Aquí cuentan las personas, cada uno debe querer ser, y poner toda su voluntad en ser fiel, en cumplir consigo mismo, en recuperar la dignidad para ser y luego ayudarle a otro a recuperar la suya, pero de esa manera tan peculiar como aquí, en AA se hace, con el máximo respeto, en silencio, permitiendo que todo el mal se exprese, salga y se aleje para siempre, muy lejos, liberando el espíritu atormentado y devolviendo la paz y la alegría de vivir.

Y la palabra más auténtica, que se hace carne: ‘testimonio’. Después de cada intervención de los que moderaban la reunión, con datos e información general relacionados con el alcoholismo, tomaba la palabra alguien dispuesto a darnos su testimonio, a contarnos con todo lujo de detalles su lucha contra el alcohol. Comienza cada uno presentándose a la asamblea y todos responden saludándolo diciendo alto y fuerte su nombre.

El primer testimonio fue el de una mujer: ‘Yo era un despojo’. Así empezó para decir a continuación que su vida había cambiado totalmente, y eso lo debía al amor que encontró en AA, el respeto, la escucha atenta. Ahora se siente totalmente persona. Recomienda no olvidar que una copa, solo una, puede llevar de nuevo a la destrucción.

En la mujer el alcoholismo se agrava, nos dijo, pues tiende a ocultarlo. Es ‘normal’ ver a un hombre borracho en un bar, pero en una mujer está muy mal visto. Las causas suelen ser  ‘emocionales, muy secretas…, de dormitorio. La mujer suele ser ‘diurna’, bebe cuando los hijos están fuera. Controlan mucho el beber en público, ‘es capaz una mujer de aguantar el sufrimiento necesario con tal de ocultarlo’ porque socialmente está peor visto.

Pero también ‘se desprecia más a sí misma que el hombre’, suele ser tema de conversación, se refieren a ella como ‘esa borracha’, ‘incapaz de hacer la comida a sus hijos’, ‘ni la invitan ni la visitan’. En vez de ayudarla la abandonan, incluso sus familiares.

La mujer que nos habla se siente desgraciada desde niña… Bebía sobre todo ocultamente, luego ‘socialmente’, porque la bebida le daba el valor necesario…Después, de nuevo en casa, cuando se fue a vivir sola, sin el control de los padres, y terminó bebiendo de todo. Deja de tener vida social, de hacer deporte. Cada vez se ve más fea, ni se mira al espejo…

Nos confiesa algo impresionante: a menudo se ve en una montaña, frente un abismo…para tirarse. Esta ‘visión’ se repite una y otra vez. Ya no le llena nada, no quiere levantarse. Va atrabajar con resaca todos los días…

Hasta que un día alguien te dice ‘tienes un problema’ y ya… ‘saltas de la montaña… o buscas llegar a AA. Ahora ya no te sientes al borde de esa montaña, ni un trapo. Antes ‘todo lo malo me pasaba a mí’, ahora sólo tengo que luchar, como todo el mundo, por conseguir las cosas.
El alcoholismo es una enfermedad. Si estoy bebiendo me siento peor.

En AA se encuentra apoyada, empieza una nueva vida. Ahora me siento feliz, y me gustaría gritarlo para que otros, mujeres sobre todo, no tuvieran que pasar por lo mismo, y si fuera madre menos aún debe perder su dignidad.

El segundo testimonio es el de un hombre: ¿Qué me pasa?...  empieza su recuperación reconociendo que padece una enfermedad, y que esta enfermedad es progresiva. No hay nada vergonzoso en admitirlo. Pero hay que abstenerse totalmente, no hay alternativas. Si lo consiguen se abre una nueva vida. La primera copa inicia la cadena de pensamiento como alcohólico, hay que persistir desde el momento en que se empieza a vivir, y librarse del deseo de beber. Hay que vivir el hoy, las veinticuatro horas seguidas, sin beber.

Piensas que tú no serás capaz. Siempre habrá altos y bajos, incluso estando en AA, pero el que honradamente quiere superarlo, lo logra.

El tercer testimonio comienza diciendo ‘Yo lo sabía todo’… Pasó más de veinte años bebiendo.
Le impresionó encontrar mujeres en AA. Pero ‘me dejé guiar’… lo repite varias veces como para contrarrestar la primera frase ‘yo lo sabía todo’. Cojo las armas que me da la AA y voy bien. He encontrado otra forma de vida, cansado de dar vueltas.

También confiesa que tenía ‘mala leche’, e iba a peor. Hay que trabajar, cada uno debe trabajar lo suyo, la asociación no lo hace todo. ‘Me alegro de haber conocido la AA y de haberme dejado guiar”.

‘No miraba para atrás de la vergüenza  que sentía por mí y por mi familia’. Bebía mucho en casa, por timidez… me agarré a ver las cosas malas que le vienen a uno. Hay que ser un luchador, AA no lo hace todo. Acude a la asociación para no recaer, porque aquí encuentra mucho cariño, y escuchar los testimonios le permite coger fuerza, seguir luchando, tener valor para sufrir. Es importantísimo venir por mi recuperación pero también para ayudar a otros.

Ya no soy tan desgraciado como antes. No duermo, pero pienso en cómo solucionar los problemas que vienen, como cualquiera. Mi familia ha sufrido.

Intervino a continuación un moderador para exponer cómo funciona el programa en la asociación:
-No tomar la primera copa; -ocuparme del ahora y no preocuparme del pasado; - el alcoholismo no afecta solo al cuerpo, afecta al espíritu. Descargarse de lo negativo; -estar en contacto con los compañeros.

Cuarto testimonio: Primero da las gracias al grupo. ‘El alcoholismo es una droga depresiva’. Se enteró de AA por la radio y llamó. Siente un gran alivio desde el primer día. No era una mala persona, ni mala madre, etc. Hasta que empezó a sentir que tenía una enfermedad y entonces empieza a recuperarse. Descubre que el alcoholismo ‘es una losa que le impide vivir’. Nunca ha dejado de venir a las reuniones, valora la constancia; ‘machacando’… ahora puede vivir feliz sin el alcohol.

Antes era ‘rara’, y el alcohol le quitaba esa rareza. ‘Yo era complicada’, rara, pero en el grupo cambia totalmente. Aunque el programa es duro, tienes que reconocer que tienes una enfermedad y acudir a Algo… mi Superior… entonces ‘empieza a conocerse a sí misma y ya no es aquella creída’. Ahora es posible sacarle partido a la vida, se siente  mejor, pero hay que  seguir pidiendo fuerza para superar los errores.

He recuperado mi dignidad y me acepto con defectos. He cambiado muchísimo, y educo a mis hijos. Todos somos capaces de aguantar la carga, pero compartirla es mejor, pues sé que mi enfermedad es para toda la vida.

‘Me siento orgullosa de haber aguantado’, de mantenerme sobria, la veinticuatro horas del día. Hay que luchar cada día. Sólo sabía maldecir, sufrir, odiar… Ahora todo es alegría.

Y a continuación, uno de los moderadores habló para comentar que podría haber venido más gente de fuera a la charla, pero dijo, ‘los que estamos, valemos’. Insiste en las ‘técnicas’ que se emplean en el movimiento: anonimato, fidelidad a los principios, los mensajeros, el automantenimiento del grupo.

Cuando uno llega aquí empieza a  sentirse acogido, dice el quinto  testimonio, cada vez se siente más acogido; el encuentro con los demás es reconfortante y esencial. Los ‘mensajeros’ fueron fundamentales para hacerme ver que era alcohólico. Todos podemos recuperarnos. El alcoholismo era difícil, como lo es el tabaquismo, pero lo peor era mi carácter.

Hoy casi no veo, y sin embargo veo más que antes, sin alcohol, sin drogas. No juzgo a nadie…los silencios son maravillosos… estoy sintiendo algo.

No hay nada inútil, quien siembra recoge. En AA se siembra.

Último testimonio. “Morir en soledad”, él murió después de 20 años en AA.


Tenemos que aceptar las cosas. La esperanza es importante para ver la luz. Se siente satisfecho ahora porque a pesar de haber pasado por el psiquiátrico, fue capaz de ver la luz. Está contento de saber que es alcohólico, de saber que por eso no puede beber. Él dejó de beber en el psiquiátrico, por fuerza…pero ahora sabe vivir,  y vive las veinticuatro horas del día. Una buena vida, sumergida en su interior que ahora se está desarrollando. No sabe lo que será, pero será buena, porque aquí se nos da una nueva vida, y sólo porque hemos llegado a ser alcohólicos.

La piedra y quien la carga



31 de outubro de 2015    



                                                       Ilustração de Carlos Ribeiro


La existencia es una lucha constante que nos entrega a los sufrimientos de esta vida. Se llega a pensar y sentir que las alegrías no son más que meros intervalos entre desilusiones. El que sueña tiene la vida mucho más dificultosa. Aunque nadie es perfecto, todos debíamos soñar serlo y luchar para perfeccionarnos. Sí, el camino más cierto es casi siempre el más difícil.


Nos llenamos de sueños, compromisos y culpas. Los sueños nunca son leves, los compromisos son siempre espinosos y hay culpas que son capaces de cortarnos en pedazos, de forma lenta. Algunos prefieren no cargar cosa alguna y echan todo a un lado… y se creen así libres. Pero al rechazar su pasado y el futuro que era su obligación, se pierden. Son ligeros porque quedan libres de sí mismos, son libres como una piedra que, al caer, sin obstáculos, no se transforma ni se mejora. Una nada, viviendo la ilusión del vértigo. Se creen los mayores y más fuertes, se consumen en la velocidad, pasando por todas las cosas sin tocarlas.

La dureza de la vida, y la duración de las penas, nunca serán razón suficiente para que nos resignemos, menos aún, para que desistamos. Eso sólo significaría la derrota, el resto son batallas.

Nuestros pesos, penas y espinos clavados en a carne no nos dan derecho a convertir en un infierno la vida de nadie. Son nuestros. Somos nosotros. Pero, nunca sabremos lo que el otro ya ha pasado y sufrido… y lo que aún le queda por pasar…

La esperanza tiene siempre que ser mayor. La sonrisa es siempre posible, incluso para el que llora con sentido. Porque quien lucha sin ‘escaquearse’, con todo el corazón y abierto, sabe que llegará el tiempo de la alegría verdadera, tan buena como duradera, donde cada tristeza no será sino… sólo una tristeza.

 Somos una piedra dura, que dura y somos también quien la carga.

domingo, 25 de octubre de 2015

¡Nada te turbe, nada te espante!





Santa teresa de Ávila, en su 500º aniversario, habla del Sínodo sobre la familia y de la situación  política del mundo y de Portugal.

Santa Teresa de Ávila o, como se llamaba religiosamente, Teresa de Jesús, o también, civilmente, Teresa Sánchez de Cepeda  y Ahumada, fue monja de la Orden del Carmelo. Con San Juan de la Cruz, fundó la observancia de los descalzos y ambos fueron autores de obras de gran mérito espiritual y literario. Santa Teresa de Ávila es también la primera mujer doctora de la Iglesia, título que, hasta entonces, ha sido sólo concedido a eminentes teólogos.

¡Aún sabiendo que, para quien ya está en la eternidad, el tiempo no es importante, muy agradecido por la disponibilidad y muchas felicidades por el aniversario! Comenzando por los primeros años de su vida, ¿como describe su ambiente familiar? ¿Es verdad que, en su casa, la  ‘niña’ de papá?

-         Éramos tres hermanas y nueve hermanos. Por bondad de Dios, todos se parecían a sus padres, en ser virtuosos, menos yo, aunque fuese la, más querida de mi padre.

    Con solo doce años, pierde a su madre. ¿Cómo reaccionó a su muerte prematura?

    Buscaba la soledad para rezar mis devociones que eran muchas, en especial el rosario, del cual mi madre era muy devota y así nos hacía serlo.   

     ¿Qué consejos daría a los padres del siglo XXI? 

    Considero algunas veces lo mal que hacen algunos padres en no procurar que sus hijos vean siempre –y de todas las maneras- cosas de virtud. Porque, con tener tanta mi madre, como dije, de bueno no tomé mucho, ni casi nada –llegando al uso de razón- y el mal me causó mucho daño. Si yo tuviese que aconsejar, diría a los padres que, a esta edad, tuviesen gran cuidado con las personas con quienes hablan sus hijos. De aquí viene mucho mal, porque nuestro natural tiende más a lo peor que a lo mejor. Así me sucedió a mí.                               

    ¿Es en ese tiempo en que se torna una lectora compulsiva de romances de caballería?

                   
    Comencé a quedarme con la costumbre de leerlos. No me parecía mal  gastar muchas horas del día  y de la noche en tan vacío ejercicio, aunque a escondidas de mi padre. Era tan en exceso lo que me embebía que, si no tuviese libro nuevo, no tenía –ami parecer- contento.       

    Al mismo tiempo, comienza a vivir un periodo de cierta frivolidad…        

    Comencé a ponerme galas y a desear agradar, pareciéndome bien, tener mucho cuidado con las manos y el cabello, perfumes y todas las vanidades que en esto podía tener. Y eran muchas, por estar muy acicalada.             

    E incluso alguna mala  compañía…          

    Me espanta, algunas veces, el daño que hace una mala compañía y, si yo no hubiese pasado por esto, no lo podría creer; en el tiempo de la juventud, en especial, debe ser mayor el mal que causa… De tal manera me marcó esta convivencia que, de mi natural virtuoso, no me quedó en el alma casi ninguna virtud.              

    Para contrariar esa amistad peligrosa, fue enviada por su padre al convento de Nuestra Señora de las Gracias. ¿Cómo reaccionó

    Los primeros ocho días los sentí mucho, y más por la sospecha de que se hubiese percibido mi vanidad que por estar allí.            

    Hasta el punto en que, gracias a la influencia de una buena religiosa, le empezó a agradar la posibilidad de tomar el hábito, idea a la que, al principio había sido tan contraria…          

    Comenzó esta buena compañía a desterrar la costumbre que tenía al mal, a tornar a poner en mi pensamiento deseo de las cosas eternas y a quitar algo de la gran repugnancia que yo tenía en ser monja, que se me había vuelto grandísima.          

    Y mientras tanto enferma gravemente  y va a descansar a casa de un tío. Esa interrupción en su vida religiosa, ¿qué reflexiones le suscitó?            

    Que todo era nada, la vanidad del mundo, como acaba en breve, y el temor, si hubiese muerto, de ir al infierno. Y, mi voluntad no acaba de inclinarse a ser monja, vi, mientras tanto, que era el mejor y más seguro estado y así, poco a poco, me determiné a forzarme a tomarlo.         

    Y mucho tuvo que esforzarse cuando, el 2 de noviembre de 1535, salió de casa para ingresar en el convento  carmelita de la Encarnación, en Ávila, contrariando a su padre.     


    Recuerdo, y a mi parecer con toda razón, que cuando salí de casa de mi padre fue tal la aflicción, que no creo que sea mayor cuando yo muera. Parece que cada hueso se me descoyuntaba, pues, como no tenía amor de Dios para contrarrestar el amor de padre y parientes, me hacía todo una resistencia tan grande que, si el Señor Nome hubiera ayudado no habrían bastado mis consideraciones para ir adelante. Aquí me dio el Señor ánimo contra mi, de manera que lo puse por obra.                  

    En su libro ‘Camino de Perfección’, escribió que ‘los jueces del mundo son todos varones.’ ¿Qué consideración le merecen los hombres, especialmente los clérigos?               

    ¡No hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa!       

    Como primera doctora de la Iglesia, ¿Qué dice de la formación teológica de los fieles?        

    Espíritu que no va fundado, desdel comienzo, en la verdad, yo más lo quisiera sin oración. Gran cosa es tener letras… ¡de devociones a tontas, líbrenos Dios!             

    ¿Cómo ve el futuro de la Iglesia?     

     Veo los tiempos de tal manera, que no es motivo para rechazar espíritus virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres.         

    La Iglesia y el mundo viven actualmente tiempos agitados: basta pensar en el Sínodo de los Obispos para la Familia, así como en nuestro país. ¿Qué diría a alguien muy preocupado por el futuro de la Iglesia, de Portugal y del mundo?   

    Nada te turbe, nada te espante. Todo  pasa.  Sólo Dios no muda. La paciencia todo lo alcanza. Sólo Dios basta.*


*Todos os textos de Santa Teresa são citações literais (cfr. Pe. Jeremias Carlos Vechina, ocd, Prefácio, in Poemas de Santa Teresa de Jesus, Alêtheia Editores, Óbidos 2015, págs. 5-46).  


sábado, 24 de octubre de 2015

La libertad del silencio



24 de outubro de 2015    https://www.facebook.com/jlmartins?fref=ts


                                                              Ilustração de Carlos Ribeiro

Hablamos de más. Damos, tantas veces, nuestra opinión aunque nadie nos la pida, aunque tal vez a nadie le interese. Como si el silencio fuese peor… en verdad, nuestras palabras nos atan. Por hablar más de lo que debemos, acabamos por volvernos quienes no queríamos ser. Hay a quien parece gustarle tanto su voz que aprovecha el tiempo que debía dedicar a escuchar a otros en pensar  lo que va a decir después… no escuchan. Sólo hablan. De más. ¿Cómo puede saber hablar quien no sabe callar?

En el silencio hay más paz. Más libertad. Se escucha mejor toco lo que está a nuestro alrededor. Lo que dicen los otros y lo que no dicen. Incluso se ve mucho mejor.

La plaza pública es ruidosa e indiferente. Curiosa, quiere saber mucho pero todo lo olvida muy rápidamente

Es importante que seamos capaces de guardar nuestras palabras para nosotros y para quien nos las pide, más todavía cuando sean las más acertadas, deben solo ser dichas si alguien las quiere escuchar… caso contrario, lo mejor será siempre el silencio. Incluso porque tener razones no es tener la razón.

El silencio es el lugar del amor. La verdad no se dice, se hace. Se cumple. En gestos tan simples como escuchar, sufrir, contemplar, perdonar y agradecer.

Al final, el punto más elevado de nuestra existencia está en lo más profundo de nosotros. El silencio es la luz para que llegar allí.

lunes, 19 de octubre de 2015

Dios me pide estricta cuenta de mi tiempo





Deus pede estrita conta do meu tempo
E eu vou, do meu tempo, dar-lhe conta.
Mas, como dar, sem tempo, tanta conta.
Eu, que gastei, sem conta, tanto tempo?

Para dar minha conta feita a tempo,
O tempo me foi dado, e não fiz conta;
Não quis, sobrando tempo, fazer conta.
Hoje, quero acertar conta, e não há tempo.

Oh, vós, que tendes tempo sem ter conta,
Não gasteis vosso tempo em passatempo.
Cuidai, enquanto é tempo, em vossa conta!

Pois, aqueles que, sem conta, gastam tempo,
Quando o tempo chegar, de prestar conta
Chorarão, como eu, o não ter tempo..."

 (Autor: Frei Antônio das Chagas, Séc. XVII)
O autor era um religioso português, que viveu no Século XVII.



Dios me pide estricta cuenta de mi tiempo
y yo voy, de mi tiempo, a dar cuenta.
Pero, ¿Cómo dar, sin tiempo, tanta cuenta.
Yo, que gasté, sin cuenta, tanto tiempo?

Para dar mi cuenta falta tiempo,
el tiempo me fue dado, y no hice cuenta;
no quise, sobrándome tiempo, hacer cuenta.
Hoy, quiero hacer la cuenta, y no hay tiempo.

Oh, vosotros, que tenéis tiempo sin tener cuenta,
No gastéis vuestro tiempo en pasatiempos.
¡Cuidaos, mientras hay tiempo, de vuestra cuenta!

Pues aquellos que, sin cuenta, gastan tiempo,
Cuando el tiempo llega, de rendir cuenta
Llorarán, como yo, por no tener tiempo…”


(Autor: Frei Antônio das Chagas, Séc. XVII)
O autor era um religioso português, que viveu no Século XVII.



domingo, 18 de octubre de 2015

¿¡Ya no es buena la buena nueva!?



http://observador.pt/opiniao/a-boa-nova-ja-nao-e-boa/

Para ser cristiano, no es preciso renunciar a la razón ni al placer y, por eso, desde siempre, entre los cristianos hubo eminentes sabios y, sobre todo, personas felicísimas.

Cuando algunas personas dicen que es necesario actualizar los dogmas y modernizar los preceptos morales cristianos, es obvio que, aunque presumiendo de creyentes, en realidad no creen en el Evangelio, la buena nueva. No creen que la doctrina de Jesucristo es salvadora, sino algo de lo que, por el contrario, hay que librar a los fieles. O sea, para ellos la buena nueva al final ya no es buena…

Antes, los predicadores pretendían apartar las almas de las mañas del diablo y de caer en las tentaciones –los siete pecados capitales, la infidelidad conyugal, el adulterio, etc.- pero ahora, algunos pastores parecen más interesados en salvar las ovejas no del mal, sino del bien, o sea, de la ley bíblica –como la fidelidad, la indisolubilidad y la unidad matrimonial – y, hasta, por increíble que parezca, del propio Cristo y de su Iglesia. Tienen, de la ley de Dios y de la moral cristiana, una visión  tan negativa que se consideran investidos para la salvífica misión de redimir a los fieles por la supresión del dogma, que embota el entendimiento, y de la moral, que prohíbe el placer.

En apoyo de sus pretensiones, algunos de estos nuevos pastores, animados por la más ardiente caridad pero por fortuna menos esclarecidos en términos teológicos, señalan los excesos de una pastoral aparentemente carente de la más elemental compasión y, para ellos, escandalosamente injusta. Dicen, por  ejemplo, que no tiene sentido que la iglesia prohíba un segundo casamiento a quien sin culpa, fue abandonado por la pareja. Que no se le permita a quien prevaricó, parece justo, pero que se exija lo mismo al cónyuge inocente, les parece no solo contradecir el mandamiento nuevo de la caridad, ley suprema del cristianismo, sino también los más elementales principios de la justicia. ¡Con todo, no faltan cónyuges cristianos que, aunque abandonados, viven su compromiso de fidelidad, con alegría y paz en sus corazones!

No es menos dramática la situación de aquellos casados cuyo hijo, aún en gestación, padece una grave deficiencia congénita irreversible. Según los principios de la ética cristiana, está totalmente prohibido hacer viable el nacimiento de una criatura así. ¿¡Es que para esos padres –cuestionan tales defensores de una nueva doctrina moral- una noticia así y la expresa prohibición de abortar es, de hecho, una buena nueva!? ¡No en tanto, cuantas familias católicas, puestas a prueba por esa dura experiencia, dan gracias a Dios por lo que justamente consideran una bendición divina!

O, todavía, - añaden- el angustioso caso de los enfermos terminales, al que la moral cristiana tampoco permite acortar la vida, ni siquiera para evitar el sufrimiento terminal. ¿¡Se puede entender –insisten- que una perspectiva tal de agonía, hasta que sobrevenga la muerte natural, es una buena noticia para un moribundo y sus familiares!? ¡Más aún, donde se vive una fe auténtica, incluso esas circunstancias se convierten en ocasión de gracia y de esperanza, en la certeza de la bondad de Dios!

Sí, el Evangelio es una feliz noticia. Para quien tiene fe, la noticia evangélica no es una nueva cualquiera, sino la única que es necesariamente buena, aunque no siempre sea fácil reconocer en ella el amor de Dios y la belleza de su Evangelio.

Que sea buena no quiere decir que sea fácil. Los cristianos no son los que entienden los misterios, ni los que son insensibles al dolor que, como los otros, de veras sienten. Sino que son los que creen, no a pesar del dogma y de la cruz sino, precisamente, gracias a ellos. Creer no es sólo creer, sino amar y comprometerse a vivir una regla de vida que es, sobre todo, amor. La razón cristiana es la lógica de las bienaventuranzas, que designa los sufrimientos actuales en la certeza de los bienes futuros, de algún modo ya presentes. Por eso, la vida cristiana no es una existencia pospuesta, o solo prometida, sino una felicidad ya aquí y ahora intensamente experimentada.

Para ser cristiano, no es necesario prescindir de la inteligencia, ni del placer. Una religión que exigiese tal cosa sería inhumana e irracional. La fe no es renuncia a la razón sino una apuesta y vivencia de una comprensión más perfecta, como  también la voluntaria exclusión de algunos placeres y la afirmación de una mayor felicidad. Los cristianos recasados descontentos son la excepción, porque la gran mayoría de los creyentes son católicos casados y felices. Desde siempre, entre los verdaderos seguidores de Cristo, hubo eminente sabios y, sobre todo, personas felicísimas. La sabiduría y la felicidad de los fieles, así mismo en esta vida, es infinitamente superior al conocimiento y a la alegría de los más cultos y felices paganos.

La paradoja del cristiano, la Cruz, reproduce, al final, una experiencia recurrente: en el sufrimiento también hay felicidad, como hay una razón de ser para la incomprensibilidad del dolor. El médico, que amputa un miembro gangrenado, no es un sádico, ni el enfermo, que se somete a tan dolorosa y definitiva mutilación, un masoquista. Quien liberase al paciente de la penosa cura, en realidad estaría condenándolo a muerte. El pastor que, por una poco esclarecida caridad, recusase la terapia del Evangelio para pecador, de hecho estaría, con la mejor intención, negándole la salvación.

Tal vez también entre algunos cristianos y sus pastores haya, más por vía de excepción, quien aún no haya entendido la bondad de la novedad cristiana, que es de ayer, de hoy y de siempre. El yugo de Cristo es suave y leve su peso, aunque algunos, por falta de fe y de caridad, lo suponen opresor. Para el egoísta, el amor puede parecer esclavizante pero, para quien es apasionado, es verdaderamente liberador. Así es, también ahora, la buena nueva del evangelio, la única verdad que, aún siendo incomprensible y duele, nos hace libres, sabios y felices en el amor.

Sacerdote católico



Sembrar en la tierra y en el cielo



                                                                 Ilustração de Carlos Ribeiro (Inspirart)


Sólo somos una ínfima parte de todo. Recogemos lo que no sembramos y debemos sembrar lo que no recogeremos. La vida es así. Inmensa, pero intensa.

El que se cree el centro y señor de todo no pasa de ser un tonto sin noción de lo que es la existencia. No es mío lo que me llega de forma gratuita, porque sólo es mío lo que yo fuera capaz de dar. Las riquezas que damos son las únicas que tendremos para siempre.

Este tiempo nuestro es breve. Muy breve. Es importante e inteligente que se haga lo que se tiene que hacer, sin mucha demora. Si hay que hacerlo, entonces que se haga luego. Al final, no nos demoraremos aquí por mucho tiempo.

Compartimos el mundo unos con otros. La mayor parte de las bellezas son fugaces. La única belleza que importa es la de hacer bien las cosas, sin llamar la atención; no se puede esconder, pero  hace el trabajo debido de manera sencilla, determinada, a veces con muchas dudas e inseguridad, pero… lo hace. Sin otro beneficio sino el saber que hizo lo que debía.

¿Si no sabemos quien plantó lo que recogemos, qué diferencia habrá en que desconoceremos quien recogerá lo que podamos sembrar?

No le va a preocupar a Quien esparció las estrellas si alguien sacará o no provecho de tan sublime belleza…

Debemos sembrar sin preocupación alguna respecto de quien recogerá los frutos de nuestra bondad.

viernes, 16 de octubre de 2015

Esta mano

Emanuel Lomelino

Esta mano que en otro tiempo te amparó
es la misma que tú ahora no deseas
por muy  mal que la sientas y veas
fue esta mano la que siempre te sostuvo.

Esta mano que en el dolor te reconfortó
es la misma que odias, ya no besas,
y fue la razón por la cual no lloras
fue mi mano la que te secó el rostro.

Esta mano que ahora apartas y de la que reniegas
siempre te apoyó en la oscuridad y a ciegas
en todas las batallas que tú libraste.

Esta mano que nunca se fue de tu lado
es la mano a la que yo había renunciado
es la misma mano que yo te dí y tu rechazaste.



martes, 13 de octubre de 2015

Construir en vez de combatir



Agostinho da Silva, in 'Textos e Ensaios Filosóficos' 

Portugal . Filósofo/Poeta/Ensaísta


Creo que una de las actitudes fundamentales del hombre humano debe ser la de reconocer en sí mismo, en su falta de comprensión o su falta de acción, el origen de las deficiencias que nota en el ambiente en que vive; sólo comenzamos a mejorar, en verdad,  cuando dejamos de quejarnos de los otros para quejarnos de nosotros, cuando resolvemos aportar nosotros mismos al mundo lo que nos parece que le falta; en una palabra, cuando pasamos de una actitud de censura pesimista a una actitud de creación optimista, optimista no en cuanto al estado presente, sino cuanto a los resultados futuros.  Y habrá dado ya un gran paso para impedir los ataques, cuando acepte que sólo se producen porque su acción no fue lo que debería haber sido; cuando además se de cuenta que todo su coraje no debe impulsar a combatir, sino a construir.






lunes, 12 de octubre de 2015

Monos de imitación


JOSÉ MIGUEL PINTO DOS SANTOS 

16/06/2015 - 05:44
 http://www.publico.pt/economia/noticia/macacos-de-imitacao-1699019

La ansiedad por imitar a los otros cobra un precio en felicidad humana.

El deseo de imitar es una motivación humana poderosísima. Nosotros, los hombres, tenemos la tendencia de desear algo, no tanto por la necesidad que tengamos de ello, ni siquiera por su utilidad o bondad, sino porque el otro lo posee, o porque otro lo desea.

Si alguien duda de esto, puede comprobarlo fácilmente observando la dinámica de niños de tres años jugando: el juguete que yacía olvidado en el suelo se vuelve motivo de deseo y disputa en el momento en que uno de ellos lo coge. La importancia de la imitación no se desvanece con el paso a través de la adolescencia hasta la edad adulta, antes al contrario. Esto se puede observar en todas las actividades humanas. En los mercados financieros, cuando un inversor de referencia comienza a comprar, se nota que muchos otros dan orden de compra.

Esto era especialmente evidente cuando, en tiempos que ya quedan lejos, las transacciones se hacían en sala, o en pits. Un grito de “¡compro!”, con un vigor especialmente entusiástico, generaba inmediatamente decenas de otras órdenes de compra, sin que nadie supiera bien por qué. Y lo mismo acontecía, poco después, con los “¡vendo!”  Las euforias y pánicos financieros son esencialmente fenómenos de imitación. En otras áreas llamamos a la imitación “moda”. Y hay modas para todo. Hay modas en la alimentación y en el vestuario. Hay también los cirujanos y los abogados de moda. ¡Hay modas hasta en poesía y en la espiritualidad!

Este mecanismo de dinámica social fue descrito minuciosamente por René Girard, un filósofo y crítico literario, que lo caracterizó como “un deseo mimético triangular”: el sujeto desea el objeto porque un modelo, o referencia social del sujeto, lo posee o también lo desea. Porque los recursos son escasos, este deseo es esencialmente competitivo y, según Girard, está en el origen de la mayoría de los conflictos que asolan la sociedad humana. Asume un aspecto aceptablemente civilizado en economías de cooperación voluntaria y más o menos sanguinario en otras formas de organización social.

Aunque pudiera ser, en condiciones benignas, un motor de desarrollo económico, esta ansiedad por imitar a los otros cobra un precio en felicidad humana. El ansia de poseer lo que los otros tienen, sólo porque ellos lo tienen, es profundamente alienadora y generadora de insatisfacción, porque es insaciable. Piense en esto antes de contraer un préstamo para comprar el último modelo de lo que quiera que sea, especialmente si tuviera uno que aún sirve. Y, para mantener su salud y libertad, acuérdese del antiguo precepto: “Escucha, Oh Israel: […] Art.º 9 No desearás la mujer de tu prójimo; Art.º10 No codiciarás los bienes ajenos.”

Professor de Finanças, AESE

     

domingo, 11 de octubre de 2015

Esclavitudes



(Porque la pregunta que hace el autor a los portugueses podría ir dirigida a cualquier ciudadano, de cualquier parte del mundo, y porque su respuesta nos atañe a todos, merece la pena que leamos su planteamiento…)

JOSÉ MIGUEL PINTO DOS SANTOS 

07/09/2015 - 06:18

¿Y hoy, de qué leyes contra natura son esclavos los portugueses?

Ha costumbres e instituciones que son intrínsecamente malas, siempre y en cualquier parte. Son cánceres sociales que deshumanizan a todos los que entran en contacto con ellas, se como víctimas, sea como beneficiarios.

Son acuerdos sociales que la conciencia individual y colectiva reconoce como siendo, de algún modo, fundamentalmente perversos ‘contra natura’, pero que son defendidos como derechos y protegidos por los intereses establecidos. Y el drama está en que, cuanto más esenciales fueran para el éxito individual en esa sociedad, mayor grado   de infelicidad humana generan.

Pocas instituciones son tan universales como la esclavitud: fue practicada en China y en la India, por egipcios y judíos, islamitas y huitzilopochitlitas. Ya existía en la prehistoria y continuó siendo practicada a lo largo de la historia hasta hoy. En algunas sociedades tuvo importancia reducida, pero otras, como la romana, especialmente bajo el imperio, dominaba todos los aspectos de la vida social y económica. Sin embargo, tan católica era la institución como el reconocimiento de su iniquidad. Sea donde fuere que la palabra escrita haya sobrevivido, del Japón medieval a la Roma antigua, podemos encontrar testimonios, unos tímidos, otros claros, de la repulsión que la institución suscitaba. No sólo Filón de Alejandria (20 aC. – 50 dC.) escribía comentando la ley hebraica que “pues los esclavos son libres por naturaleza, ningún hombre es naturalmente esclavo”, pero generaciones de alumnos de derecho romano, en todo el imperio, memorizaban la definición de Florentinus (floreció en el s. II), más tarde incluida ‘ipsis verbis’ en el Código de Justiniano: “La esclavitud es una institución de la ley de las naciones, contraria a la naturaleza, por la cual uno es hecho propiedad de otro”.

¿Puede, por tanto, la ley positiva permitir lo perverso e instituir lo que va contra la naturaleza humana? Desgraciadamente, poder, puede. ¿Cómo? Negando la evidencia; en el caso de la esclavitud, negando la humanidad de los esclavos con argumentos espurios (su inferioridad física o intelectual, o el color de su piel), un ejercicio hecho poco convincentemente desde Aristóteles (384 -322 aC.) por todos los defensores de la institución. ¿Por qué? Porque hay poderosos intereses en juego: el prestigio social que el número de esclavos da a su propietario, o su capacidad de apropiarse de la riqueza por ellos ganada. ¿A qué precio? Incalculable sufrimiento de unos, y embotamiento moral de los otros.

¿Y hoy, de qué leyes contra natura son esclavos los portugueses?

Professor de Finanças, AESE

http://www.publico.pt/economia/noticia/escravaturas-1706991


Los estafados por el GES





¿Es injusto que la Iglesia exija a los esposos cristianos que cumplan con aquello a que, consciente y voluntariamente, se obligaron cuando se casaron?

Un acontecimiento recurrente en la última campaña electoral fue el de las esporádicas y virulentas apariciones de los manifestantes autoproclamados “lesados do GES”. Son, por lo que se ve, antiguos inversores en los fondos administrados por el difunto Banco Espíritu Santo que, alo que parece, desafortunadamente perdieron  sus inversiones con la bancarrota de aquel grupo económico.

Sin querer enjuiciar el caso, ni las inherentes responsabilidades, los católicos que se encuentran en una situación irregular también son, de algún modo, estafados por el GES. De hecho, estos fieles acusan a la Iglesia católica –que es el genuino ‘Grupo’ del verdadero Espíritu Santo-  de rigorismo moral, porque la doctrina y la práctica católica vigentes no permiten que los fieles ‘recasados’ puedan, mientras permanecen en esa situación, acceder al sacramento de la Eucaristía. Aunque sin el espectáculo que rodeó las apariciones de los perjudicados del GES, estas aludidas víctimas de la Iglesia católica entienden que la situación en que se encuentran, y que tanto las penaliza, podía y debía ser alterada oficialmente, en nombre de la compasión y de la misericordia cristiana.

Como es sabido, Jesucristo expresamente revocó, para sus discípulos, la posibilidad del repudio, porque el divorcio, que hasta entonces era práctica corriente entre los judíos, es contrario al designio inicial del Creador. Es verdad que el repudio había sido tolerado por Moisés, pero sólo por causa de la dureza de los corazones humanos. Es curioso notar que, en la actualidad, es este mismo argumento el que se esgrime, pero en sentido contrario, o sea, con el fin de legitimar el divorcio. Por tanto, hay quien entiende que sólo la dureza de corazón de la Iglesia puede explicar su aparente indiferencia ante el sufrimiento de los católicos ‘recasados’ que, por este motivo, no pueden comulgar.

Pero, al final, ¿Dónde está la dureza de corazón? ¿En los que niegan a los ‘recasados’ el acceso a la comunión eucarística o, como Jesucristo afirma cuando taxativamente excluye la posibilidad del repudio entre los cónyuges cristianos, en los que se divorcian y vuelven a casar?

Es cierto que la Iglesia no puede ignorar la dolorosa situación en que se encuentran los casados constituidos al margen de la ley de Dios y de la Iglesia; pero también sería ingenuo pensar que estas personas son las únicas víctimas a tener en consideración, sobre todo cuando son, por lo menos, responsables por su nueva unión, contraviniendo abiertamente  los principios a que se obligaron cuando contraían su casamiento canónico. ¿Será injusto, por parte de la Iglesia, exigir a los esposos cristianos que cumplan aquello a que, consciente y voluntariamente, se obligaron cuando se casaron?

La cuestión viene de antiguo, como es sabido. Enrique VIII quiso que la Santa Sede le autorizase a divorciarse de Catalina de Aragón, para poderse casar con Ana Bolena, la segunda de sus seis mujeres. ¿Habría sido lógico que la Iglesia hubiese cedido a esa pretensión del monarca británico? ¿O, por el contrario, se debería ir por el lado más débil, como efectivamente se hizo, defendiendo los legítimos derechos de la desdichada infanta española? ¿Sería aceptable que Juan Bautista legitimase la unión adúltera de Herodes con su cuñada, Herodías, o debería por el contrario defender los derechos de Felipe, de quien aquella era legítima mujer? Es cierto que, en ambos casos, los dos monarcas tenían una situación privilegiada, pero la Iglesia no debe ceder a las presiones de los poderosos y defender a los más desvalidos, como son, entre otros, los hijos menores.

Pedro Vaz Patto se refirió recientemente a un interesante estudio de Elizabeth Marquard sobre los efectos de los ‘buenos divorcios’, o sea, aquellos en que una pacífica y armoniosa separación sustituye una vida matrimonial anterior tensa. La autora, ella misma hija de padres divorciados, concluye que la ruptura conyugal,  aún cuando fuera acordada pacíficamente por la pareja, es siempre peor, para los hijos, que la continuación de un casamiento no enteramente satisfactorio, pero sin grandes conflictos. Más allá de otros efectos negativos – como el fracaso escolar, una tendencia mayor a la delincuencia, diversos problemas de salud, etc. – las víctimas de los ‘buenos divorcios’ viven, en general, una gran soledad, porque son niños divididos entre dos mundos, sin que ninguno de ellos sea verdaderamente el suyo.

En relación a los estafados por el GES,  el Estado debería reconocer, por vía judicial, sus derechos. En relación a los perjudicados por la Iglesia, es importante que el Sínodo no se deje engañar por los que hacen más ruido porque, si ignorase a los más débiles e inocentes para favorecer a los más fuertes e insistentes, estaría lesionando los principios de la justicia y de la caridad.

Sacerdote católico


sábado, 10 de octubre de 2015

Egina

(Importante mercado de esclavos de la antigüedad)

JOSÉ MIGUEL PINTO DOS SANTOS 

¿Si una sociedad permite la esclavitud, cómo  no va a permitir otros abortos jurídicos contra la dignidad humana?

Diógenes Laercio, un historiador de principios del siglo tercero, cuenta que Platón (428-347 aC), como consecuencia de una aventura infeliz en Sicilia, habría sido puesto a la venta en el mercado de esclavos de Egina, cerca de 387 aC.

Le auxilió en esa difícil situación Aniceris (fl. séc. IV aC). Este filósofo epicúreo, que se encontraba allí de paso a su regreso de los Juegos Olímpicos, lo reconoció y, pagando las veinte minas que pedían, lo puso en libertad. Platón intentará pagar monetariamente este favor al colega: habiendo recogido la cuantía equivalente entre sus amigos atenienses intentó entregársela a Aniceris, pero
este siempre la rechazó, insistiendo que le era suficiente quedar con el placer y la honra de haber podido ayudar a otro amante de la verdad y de la sabiduría. Dice la leyenda que después Platón usó las veinte minas para comprar el jardín donde vino a establecer la Academia. Y las malas lenguas añaden que se sintió de tal modo agraviado por no haber podido saldar su deuda con Aniceris que, a pesar de hacer libremente referencia en sus obras a cualquier pardal que hubiese encontrado en el ágora, nunca mencionó en ellas al benefactor.

Egina era un importante mercado de esclavos de la antigüedad por donde, después de Platón, pasaron otros muchos nombres famosos como Diógenes o Cínico (c.412-323 aC) que, después de haber sido vendido allí, murió esclavo en Corinto. El modelo de negocio envolvía las siguientes etapas: primero, piratas y salteadores capturaban viajantes, mercaderes y pescadores en tierra y en mar; estos eran después puestos a la venta, directamente o a través de agentes, en la plaza; mientras tanto, para aprovechar mejor el excedente del consumidor, los vendedores intentaban hacer discriminación de precio: a los capturados más famosos y ricos se les daba la posibilidad de enviar mensajeros a contar su infortunio a familiares y amigos; suponían que estos estarían dispuestos a pagar más que otros compradores; cuando los familiares y amigos llegaban a la isla redimían al cautivo a cambio de dinero; si no llegaban dentro de un plazo razonable excautivo era licitado en la plaza pública.

Mientras tanto, acontecía frecuentemente que familiares y amigos no traían dinero suficiente según el precio. Esto dio lugar al desarrollo de otra línea de negocios: la concesión a crédito. En la plaza había siempre banqueros dispuestos a facilitar la cantidad que faltaba. Los banqueros debían estar organizados, para avalar las condiciones practicadas: la cuantía de deuda duplicaba a fin de un mes, y los acreedores tenían discrecionalidad en la ejecución de la garantía en la persona del antiguo cautivo, familiares y amigos, tomando posesión de ellos. ¿Cómo? ¿Por medio de los tribunales? Claro que no. Recurriendo a los piratas.

Los griegos sabían que el negocio de esclavos va contra la ley natural. ¿Pero qué decir sobre el negocio financiero? A pesar de tener en cuenta la posible organización, se puede por la cuestión de si la tasa de juro practicada no sería excesiva. Se puede intentar justificarla por el riesgo del negocio: que la tasa debe reflejar el riesgo del crédito es sabiduría antigua. Pero el riesgo era limitado teniendo en cuenta que los acreedores obtenían excelentes garantías personales: quedaban con el control de hecho sobre las personas del liberto, familiares y amigos hasta recibir noticia de un corresponsal en Atenas, Corinto o Tebas de que la cantidad que faltaba había sido depositada, y que ellos se podían considerar resarcidos. ¿Si el riesgo no explica la tasa desorbitada, que será? Llamarlo asimetría de mercado sería un eufemismo. Lo que de hecho es, es la nuda y cruda explotación de una situación de infortunio y necesidad absoluta. Explotación que los griegos sabían que era injusta y consideraban execrable. ¿Entonces por qué lo permitían? Por la misma razón que permitían la esclavitud.

La justicia es un etilo de vida, y la vida es una. No es fácil ser ladrón y no ser mentiroso, y ser mentiroso y no ser infiel a una mujer. ¿Si una sociedad permite la esclavitud, cómo no va a permitir otros abortos jurídicos contra la dignidad humana?

Professor de Finanças, AESE


Hace pocos días escribía yo un post en otro blog contra la usura de los bancos, actuales y lo titulaba “Impiedad”: ‘Se han convertido en unas máquinas ciegas de hacer dinero,... Y es que otra vez, …, un señor, agradecido, que suele venir a saludarnos,  y que cobra una pensión no contributiva, viene quejándose de que la Caja de ahorros lo ha dejado sin dinero en la cuenta. Aún no se ha enterado que ya no hay cajas, que se han convertido en bancos, que estos no entienden de descubiertos gratuitos, de charlas amistosas con el director, y menos de favores…, que estos cobran la demora en el pago de cualquier deuda contraída al minuto. Son absolutamente serviles con ‘don dinero’, este amo tirano, inicuo y perverso.

Más tirano que nunca, porque después de haber creado la crisis ahora nos la hace pagar a todos, ¡pero es que la pagan hasta los que reciben pensiones no contributivas,  o ayudas sociales de todo tipo! Toda cuenta paga tributo…’

No sé si se puede comparar esto con la esclavitud antigua, pero con la injusticia sí, ya que define a nuestra sociedad: ‘desarrolladísima en lo material pero  egoísta e implacable con el débil’.