Santa teresa de Ávila, en su 500º aniversario,
habla del Sínodo sobre la familia y de la situación política del mundo y de Portugal.
Santa Teresa de Ávila
o, como se llamaba religiosamente, Teresa de Jesús, o también, civilmente,
Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, fue
monja de la Orden del Carmelo. Con San Juan de la Cruz, fundó la observancia de
los descalzos y ambos fueron autores de obras de gran mérito espiritual y
literario. Santa Teresa de Ávila es también la primera mujer doctora de la
Iglesia, título que, hasta entonces, ha sido sólo concedido a eminentes
teólogos.
¡Aún sabiendo que, para
quien ya está en la eternidad, el tiempo no es importante, muy agradecido por
la disponibilidad y muchas felicidades por el aniversario! Comenzando por los
primeros años de su vida, ¿como describe su ambiente familiar? ¿Es verdad que,
en su casa, la ‘niña’ de papá?
-
Éramos tres
hermanas y nueve hermanos. Por bondad de Dios, todos se parecían a sus padres,
en ser virtuosos, menos yo, aunque fuese la, más querida de mi padre.
—
Con solo
doce años, pierde a su madre. ¿Cómo reaccionó a su muerte prematura?
—
Buscaba la
soledad para rezar mis devociones que eran muchas, en especial el rosario, del
cual mi madre era muy devota y así nos hacía serlo.
—
¿Qué consejos daría a los padres del siglo
XXI?
—
Considero
algunas veces lo mal que hacen algunos padres en no procurar que sus hijos vean
siempre –y de todas las maneras- cosas de virtud. Porque, con tener tanta mi
madre, como dije, de bueno no tomé mucho, ni casi nada –llegando al uso de razón-
y el mal me causó mucho daño. Si yo tuviese que aconsejar, diría a los padres
que, a esta edad, tuviesen gran cuidado con las personas con quienes hablan sus
hijos. De aquí viene mucho mal, porque nuestro natural tiende más a lo peor que
a lo mejor. Así me sucedió a mí.
—
¿Es en ese tiempo
en que se torna una lectora compulsiva de romances de caballería?
—
Comencé a
quedarme con la costumbre de leerlos. No me parecía mal gastar muchas horas del día y de la noche en tan vacío ejercicio, aunque
a escondidas de mi padre. Era tan en exceso lo que me embebía que, si no
tuviese libro nuevo, no tenía –ami parecer- contento.
—
Al mismo tiempo,
comienza a vivir un periodo de cierta frivolidad…
—
Comencé a
ponerme galas y a desear agradar, pareciéndome bien, tener mucho cuidado con
las manos y el cabello, perfumes y todas las vanidades que en esto podía tener.
Y eran muchas, por estar muy acicalada.
—
E incluso
alguna mala compañía…
—
Me espanta,
algunas veces, el daño que hace una mala compañía y, si yo no hubiese pasado
por esto, no lo podría creer; en el tiempo de la juventud, en especial, debe
ser mayor el mal que causa… De tal manera me marcó esta convivencia que, de mi
natural virtuoso, no me quedó en el alma casi ninguna virtud.
—
Para
contrariar esa amistad peligrosa, fue enviada por su padre al convento de
Nuestra Señora de las Gracias. ¿Cómo reaccionó
—
Los
primeros ocho días los sentí mucho, y más por la sospecha de que se hubiese
percibido mi vanidad que por estar allí.
—
Hasta el punto
en que, gracias a la influencia de una buena religiosa, le empezó a agradar la posibilidad
de tomar el hábito, idea a la que, al principio había sido tan contraria…
—
Comenzó
esta buena compañía a desterrar la costumbre que tenía al mal, a tornar a poner
en mi pensamiento deseo de las cosas eternas y a quitar algo de la gran
repugnancia que yo tenía en ser monja, que se me había vuelto grandísima.
—
Y mientras
tanto enferma gravemente y va a
descansar a casa de un tío. Esa interrupción en su vida religiosa, ¿qué reflexiones
le suscitó?
—
Que todo
era nada, la vanidad del mundo, como acaba en breve, y el temor, si hubiese
muerto, de ir al infierno. Y, mi voluntad no acaba de inclinarse a ser monja, vi,
mientras tanto, que era el mejor y más seguro estado y así, poco a poco, me
determiné a forzarme a tomarlo.
—
Y mucho tuvo
que esforzarse cuando, el 2 de noviembre de 1535, salió de casa para ingresar
en el convento carmelita de la Encarnación,
en Ávila, contrariando a su padre.
—
Recuerdo, y
a mi parecer con toda razón, que cuando salí de casa de mi padre fue tal la
aflicción, que no creo que sea mayor cuando yo muera. Parece que cada hueso se
me descoyuntaba, pues, como no tenía amor de Dios para contrarrestar el amor de
padre y parientes, me hacía todo una resistencia tan grande que, si el Señor Nome
hubiera ayudado no habrían bastado mis consideraciones para ir adelante. Aquí
me dio el Señor ánimo contra mi, de manera que lo puse por obra.
—
En su libro
‘Camino de Perfección’, escribió que ‘los jueces del mundo son todos varones.’
¿Qué consideración le merecen los hombres, especialmente los clérigos?
—
¡No hay
virtud de mujer que no tengan por sospechosa!
—
Como
primera doctora de la Iglesia, ¿Qué dice de la formación teológica de los
fieles?
—
Espíritu
que no va fundado, desdel comienzo, en la verdad, yo más lo quisiera sin oración.
Gran cosa es tener letras… ¡de devociones a tontas, líbrenos Dios!
—
¿Cómo ve el
futuro de la Iglesia?
—
Veo los tiempos de tal manera, que no es
motivo para rechazar espíritus virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres.
—
La Iglesia
y el mundo viven actualmente tiempos agitados: basta pensar en el Sínodo de los
Obispos para la Familia, así como en nuestro país. ¿Qué diría a alguien muy
preocupado por el futuro de la Iglesia, de Portugal y del mundo?
—
Nada te
turbe, nada te espante. Todo pasa. Sólo Dios no muda. La paciencia todo lo
alcanza. Sólo Dios basta.*
*Todos os textos de
Santa Teresa são citações literais (cfr. Pe. Jeremias Carlos Vechina, ocd,
Prefácio, in Poemas de Santa Teresa de Jesus, Alêtheia Editores, Óbidos 2015,
págs. 5-46).
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