El pasado día 28 fui
invitado a una charla en AA, que en esta
ocasión da abierta al público. Es cierto que ya conocía algo sobre el
funcionamiento de este grupo, pero era muy poco, o nada, por eso no lo valoraba
suficientemente. Es tanta la discreción
en la forma de actuar de estas personas que casi sobrecoge, se siente uno
anonadado al compartir con ellos conocimientos y testimonios, en vivo y en directo.
Como siempre voy preparado
de boli y papel me quedé un poco paralizado al escuchar al primer interviniente
decir que no estaba permitido tomar datos sobre lo que allí se dijera y menos
de las personas que expusieran su testimonio. Normal, eso es lo justo y cabal,
y a mí no se me iba a ocurrir escribir nada que pudiera ofender a nadie.
Así que comencé a escribir
palabras sueltas que me ayudaban a ir entendiendo los objetivos y los métodos
que aquí se utilizan en bien de unas personas que, como pocas, han perdido su
dignidad, y están dispuestas a recuperarla, pero para ello necesitan un cuidado
exquisito, una compañía muy atenta e incluso silenciosa.
Había en el ambiente
precisamente eso, una ‘presencia mágica’, se sabe que alguien está ahí; que
somos fulanito y menganito; nadie te va a interrumpir, ni a molestar, nadie
quiere herir en absoluto tu dignidad, digas lo que digas, te sientas como te
sientas.
Empecé escribiendo la
palabra ‘anonimato’. Me impresionó la insistencia y el énfasis que se le daba a
la palabra, como queriendo salvaguardar la intimidad de los que iban a exponer
sus testimonios. Pero precisamente allí nadie era un desconocido para nadie,
salvo yo, un simple voluntario ‘curioso’…, que hacía tiempo intentaba tener
este contacto, con el fin de aprender y poder informar a alguna de las personas con las que
trato a diario, personas sin hogar, muchas de ellas víctimas también del alcohol,
antes de ser una persona sin hogar o después, cuando ya se ha convertido en un
excluido social, y no le queda otra que refugiarse en algo que le impida ver la
miseria que le envuelve.
Luego anoté la palabra
‘subvenciones’. Y se decía también con mucha frecuencia e insistencia. Más bien
parecía como un ‘conjuro’ para impedir que nadie intentara con una aportación
económica condicionar el funcionamiento y la evolución del grupo. De nuevo se
requiere la máxima discreción, y alejar cualquier presión o dependencia,
tampoco económica, que pueda interferir en la terapia puramente humana que aquí
se practica.
Aquí cuentan las personas,
cada uno debe querer ser, y poner toda su voluntad en ser fiel, en cumplir
consigo mismo, en recuperar la dignidad para ser y luego ayudarle a otro a
recuperar la suya, pero de esa manera tan peculiar como aquí, en AA se hace,
con el máximo respeto, en silencio, permitiendo que todo el mal se exprese,
salga y se aleje para siempre, muy lejos, liberando el espíritu atormentado y
devolviendo la paz y la alegría de vivir.
Y la palabra más auténtica,
que se hace carne: ‘testimonio’. Después de cada intervención de los que
moderaban la reunión, con datos e información general relacionados con el
alcoholismo, tomaba la palabra alguien dispuesto a darnos su testimonio, a
contarnos con todo lujo de detalles su lucha contra el alcohol. Comienza cada
uno presentándose a la asamblea y todos responden saludándolo diciendo alto y
fuerte su nombre.
El primer testimonio fue el
de una mujer: ‘Yo era un despojo’. Así empezó para decir a continuación que su
vida había cambiado totalmente, y eso lo debía al amor que encontró en AA, el
respeto, la escucha atenta. Ahora se siente totalmente persona. Recomienda no
olvidar que una copa, solo una, puede llevar de nuevo a la destrucción.
En la mujer el alcoholismo
se agrava, nos dijo, pues tiende a ocultarlo. Es ‘normal’ ver a un hombre
borracho en un bar, pero en una mujer está muy mal visto. Las causas suelen
ser ‘emocionales, muy secretas…, de
dormitorio. La mujer suele ser ‘diurna’, bebe cuando los hijos están fuera.
Controlan mucho el beber en público, ‘es capaz una mujer de aguantar el
sufrimiento necesario con tal de ocultarlo’ porque socialmente está peor visto.
Pero también ‘se desprecia
más a sí misma que el hombre’, suele ser tema de conversación, se refieren a
ella como ‘esa borracha’, ‘incapaz de hacer la comida a sus hijos’, ‘ni la
invitan ni la visitan’. En vez de ayudarla la abandonan, incluso sus
familiares.
La mujer que nos habla se
siente desgraciada desde niña… Bebía sobre todo ocultamente, luego
‘socialmente’, porque la bebida le daba el valor necesario…Después, de nuevo en
casa, cuando se fue a vivir sola, sin el control de los padres, y terminó
bebiendo de todo. Deja de tener vida social, de hacer deporte. Cada vez se ve
más fea, ni se mira al espejo…
Nos confiesa algo
impresionante: a menudo se ve en una montaña, frente un abismo…para tirarse.
Esta ‘visión’ se repite una y otra vez. Ya no le llena nada, no quiere levantarse.
Va atrabajar con resaca todos los días…
Hasta que un día alguien te
dice ‘tienes un problema’ y ya… ‘saltas de la montaña… o buscas llegar a AA.
Ahora ya no te sientes al borde de esa montaña, ni un trapo. Antes ‘todo lo
malo me pasaba a mí’, ahora sólo tengo que luchar, como todo el mundo, por
conseguir las cosas.
El alcoholismo es una
enfermedad. Si estoy bebiendo me siento peor.
En AA se encuentra apoyada,
empieza una nueva vida. Ahora me siento feliz, y me gustaría gritarlo para que
otros, mujeres sobre todo, no tuvieran que pasar por lo mismo, y si fuera madre
menos aún debe perder su dignidad.
El segundo testimonio es el
de un hombre: ¿Qué me pasa?... empieza
su recuperación reconociendo que padece una enfermedad, y que esta enfermedad
es progresiva. No hay nada vergonzoso en admitirlo. Pero hay que abstenerse
totalmente, no hay alternativas. Si lo consiguen se abre una nueva vida. La
primera copa inicia la cadena de pensamiento como alcohólico, hay que persistir
desde el momento en que se empieza a vivir, y librarse del deseo de beber. Hay
que vivir el hoy, las veinticuatro horas seguidas, sin beber.
Piensas que tú no serás
capaz. Siempre habrá altos y bajos, incluso estando en AA, pero el que
honradamente quiere superarlo, lo logra.
El tercer testimonio
comienza diciendo ‘Yo lo sabía todo’… Pasó más de veinte años bebiendo.
Le impresionó encontrar
mujeres en AA. Pero ‘me dejé guiar’… lo repite varias veces como para
contrarrestar la primera frase ‘yo lo sabía todo’. Cojo las armas que me da la
AA y voy bien. He encontrado otra forma de vida, cansado de dar vueltas.
También confiesa que tenía ‘mala
leche’, e iba a peor. Hay que trabajar, cada uno debe trabajar lo suyo, la
asociación no lo hace todo. ‘Me alegro de haber conocido la AA y de haberme
dejado guiar”.
‘No miraba para atrás de la
vergüenza que sentía por mí y por mi
familia’. Bebía mucho en casa, por timidez… me agarré a ver las cosas malas que
le vienen a uno. Hay que ser un luchador, AA no lo hace todo. Acude a la
asociación para no recaer, porque aquí encuentra mucho cariño, y escuchar los
testimonios le permite coger fuerza, seguir luchando, tener valor para sufrir.
Es importantísimo venir por mi recuperación pero también para ayudar a otros.
Ya no soy tan desgraciado
como antes. No duermo, pero pienso en cómo solucionar los problemas que vienen,
como cualquiera. Mi familia ha sufrido.
Intervino a continuación un
moderador para exponer cómo funciona el programa en la asociación:
-No tomar la primera copa;
-ocuparme del ahora y no preocuparme del pasado; - el alcoholismo no afecta
solo al cuerpo, afecta al espíritu. Descargarse de lo negativo; -estar en
contacto con los compañeros.
Cuarto testimonio: Primero
da las gracias al grupo. ‘El alcoholismo es una droga depresiva’. Se enteró de
AA por la radio y llamó. Siente un gran alivio desde el primer día. No era una
mala persona, ni mala madre, etc. Hasta que empezó a sentir que tenía una
enfermedad y entonces empieza a recuperarse. Descubre que el alcoholismo ‘es
una losa que le impide vivir’. Nunca ha dejado de venir a las reuniones, valora
la constancia; ‘machacando’… ahora puede vivir feliz sin el alcohol.
Antes era ‘rara’, y el
alcohol le quitaba esa rareza. ‘Yo era complicada’, rara, pero en el grupo
cambia totalmente. Aunque el programa es duro, tienes que reconocer que tienes
una enfermedad y acudir a Algo… mi Superior… entonces ‘empieza a conocerse a sí
misma y ya no es aquella creída’. Ahora es posible sacarle partido a la vida,
se siente mejor, pero hay que seguir pidiendo fuerza para superar los
errores.
He recuperado mi dignidad y
me acepto con defectos. He cambiado muchísimo, y educo a mis hijos. Todos somos
capaces de aguantar la carga, pero compartirla es mejor, pues sé que mi
enfermedad es para toda la vida.
‘Me siento orgullosa de
haber aguantado’, de mantenerme sobria, la veinticuatro horas del día. Hay que
luchar cada día. Sólo sabía maldecir, sufrir, odiar… Ahora todo es alegría.
Y a continuación, uno de los
moderadores habló para comentar que podría haber venido más gente de fuera a la
charla, pero dijo, ‘los que estamos, valemos’. Insiste en las ‘técnicas’ que se
emplean en el movimiento: anonimato, fidelidad a los principios, los mensajeros, el automantenimiento del grupo.
Cuando uno llega aquí
empieza a sentirse acogido, dice el
quinto testimonio, cada vez se siente
más acogido; el encuentro con los demás es reconfortante y esencial. Los
‘mensajeros’ fueron fundamentales para hacerme ver que era alcohólico. Todos
podemos recuperarnos. El alcoholismo era difícil, como lo es el tabaquismo,
pero lo peor era mi carácter.
Hoy casi no veo, y sin
embargo veo más que antes, sin alcohol, sin drogas. No juzgo a nadie…los
silencios son maravillosos… estoy sintiendo algo.
No hay nada inútil, quien
siembra recoge. En AA se siembra.
Último testimonio. “Morir en
soledad”, él murió después de 20 años en AA.
Tenemos que aceptar las
cosas. La esperanza es importante para ver la luz. Se siente satisfecho ahora
porque a pesar de haber pasado por el psiquiátrico, fue capaz de ver la luz.
Está contento de saber que es alcohólico, de saber que por eso no puede beber.
Él dejó de beber en el psiquiátrico, por fuerza…pero ahora sabe vivir, y vive las veinticuatro horas del día. Una
buena vida, sumergida en su interior que ahora se está desarrollando. No sabe
lo que será, pero será buena, porque aquí se nos da una nueva vida, y sólo
porque hemos llegado a ser alcohólicos.
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