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http://observador.pt/opiniao/sinodo-da-familia-uma-bencao-para-o-mundo/
Cabe al papa explicar cómo se articula la pastoral de la
misericordia con la fe de la Iglesia, como mantener que un matrimonio valido
sea preterido por unión posterior, saltándose el principio de la
indisolubilidad.
El proceso no está concluido aún, pero ya se puede decir
que el Sínodo sobre los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la
evangelización” fue una experiencia positiva, no sólo por el hecho de todas las
conclusiones, incluso las más polémicas, han sido votadas por dos
tercios de los padres sinodales, sino también porque la relación final mejoró
sustancialmente el “instrumentum laboris”, esto es el texto de trabajo
elaborado a partir de las conclusiones de la asamblea extraordinaria de octubre
de 2014.
Al contrario de lo que sucedía en el texto anterior que,
según George Weigel, era “bíblicamente anoréxico”, las conclusiones del último
Sínodo expresan una reflexión teológica más madura. De forma más positiva, se
reafirmó la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la Eucaristía y se renovó la apelación conciliar a la
santidad. Los miembros de esta asamblea
sinodal insistieron también en la necesidad de un entendimiento pastoral
específico para con las familias y matrimonios en situaciones difíciles.
Reafirmaron además que la gestación es una bendición de Dios y alabaron el
ejemplo de los casados felices y de las familias numerosas, agentes
privilegiados de la evangelización.
Otro capítulo sobre el cual las conclusiones de este
Sínodo fueron especialmente esclarecedoras, respecto a la aplicación de la
doctrina de la Iglesia, o sea, a la pastoral familiar. Se estudió la relación
entre la conciencia individual y la verdad, excluyéndose que aquella pueda
sustituir, o contrariar, las enseñanzas reveladas por Cristo. En este sentido,
se subrayó que la actividad pastoral debe estar en sintonía con el magisterio
eclesial, siendo inviables soluciones locales o regionales contrarias a la
doctrina de la Iglesia, que es una y universal. Aunque consciente de que, en
algunos países, la ley civil equiparó otras uniones al casamiento natural, el
Sínodo entendió que sólo este es verdadero matrimonio y, en consecuencia, el
único que puede fundar una auténtica familia. Se armonizaron los conceptos de
verdad revelada y de misericordia divina, en la teoría y en la práctica
pastoral.
Muy en buena hora la última asamblea sinodal ha sido más
positiva y pacífica que la precedente, aunque es verdad que también se hicieron
sentir diversas corrientes interpretativas de la doctrina y de la tradición
eclesial. Por un lado, un sector significativo del episcopado europeo y
norteamericano, teniendo en cuenta las circunstancias de muchos de sus fieles,
sugirió tolerar una segunda unión, permitiendo a los cónyuges recasados el
regreso a la práctica sacramental de la confesión y de la comunión eucarística,
que en la actualidad no les está permitida. Por otro lado, muchos obispos del
resto del mundo reaccionaron contra esa hipótesis, en la medida en que la
consideran contraria a la indisolubilidad matrimonial y a la doctrina, también
revelada, sobre la eucaristía. La relación final del Sínodo resalta el
mantenimiento de la doctrina de la Iglesia pero, al mismo tiempo, apela a una
actitud más flexible en relación a los fieles que se encuentran en situación
matrimonial irregular.
Cabe ahora a Francisco la última palabra, probablemente a
través de una exhortación apostólica post sinodal. Una de las cuestiones que el
papa deberá solucionar es la respecta a la forma como la pastoral de la
misericordia se conjuga con a fe de la Iglesia. O sea: ¿¡cómo mantener que un
matrimonio válido sea preterido por una unión posterior, sin contrariar el
principio irrevocable de la indisolubilidad!? O más aún:
¿¡Cómo admitir a la comunión eucarística a un
fiel que, aunque canónicamente casado con una persona, vive maritalmente con
otra cuando, según la enseñanza paulina y la práctica de la Iglesia, se prohíbe
la eucaristía a quien se encuentra en ese estado!? Como hace notar el Cardenal
Arinze, ¿si a ese fiel se le permite acceder a la comunión eucarística, no
podrían también comulgar todos los cristianos cuya vida contradice los
principios evangélicos como, por ejemplo, los solteros que viven maritalmente!?
Para superar este impase, algunos padres sinodales
apelaron a la noción de discernimiento, o sea, a un acto prudente que, en cada
caso, el pastor competente debería realizar sobre la situación concreta de un
fiel, permitiéndole, o no, la práctica sacramental. Pero, como se ha dicho, tal
solución podría llevar al casuismo y a una relativa confusión sobre la
cuestión, como que pastores más rigoristas la negaran o que otros, más
permisivos, la autorizarían. Sin un criterio uniforme, se va a perder también la
unidad doctrinal de la Iglesia, resultando un debilitamiento del magisterio
pontificio y el vaciamiento del propio sínodo. Si así fuese, serían indiferentes
en la práctica las recomendaciones pontificias, o las conclusiones sinodales,
pues, en cualquier caso, prevalecería lo que, en cada diócesis, el obispo
decidiese.
La procesión aún va en el atrio porque el resultado de
las dos asambleas sinodales, extraordinaria y ordinaria, reunidas en Roma en
2014 y 2015, respectivamente, sólo será conocida cuando sea publicado el
documento en que Francisco decidirá, con carácter definitivo, las conclusiones que serán introducidas en la
pastoral católica. A los fieles les incumbirá entonces, en coherencia con su
fe, acatar la decisión pontificia.
De todos modos, ya es posible registrar con satisfacción
que la pluralidad eclesial se unió en una común exaltación del don de la
familia y del misterio del amor matrimonial, entendido como la unión
indisoluble entre una mujer y un hombre, apta de por sí para la reproducción.
Todos
los fieles, de acuerdo con sus propias circunstancias, son llamados a vivir en
familia, porque la Iglesia es familia y cada familia cristiana una iglesia
doméstica. Tal como, en la Santísima Trinidad, donde la pluralidad de las
personas no obsta a la unidad sustancial, también cada familia debe ser, en la
diversidad de sus miembros, una experiencia de comunión en el amor que el mismo
Dios es.
Sacerdote
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