http://observador.pt/opiniao/a-parabola-que-explica-quase-tudo/
De todos los cuadrantes políticos, sin excluir el del
partido que se propone formar gobierno, hay quien cuestiona las deficiencias
éticas del proceso en curso.
Es evidente que Portugal atraviesa una grave crisis
política: lo que, para algunos ciudadanos, es motivo de gran excitación, es
inicialmente rechazado por todos los demás. No hay, ni parece que pueda haber,
ningún acuerdo sobre la solución gubernativa a adoptar, pero desde todos los
partidos políticos, sin excluir el
partido que se propone formar gobierno, hay quien dude de las
deficiencias éticas del proceso en curso.
Para la Iglesia, las querellas partidarias son
relativamente indiferentes y, por eso, no toma partido en los actos
electorales. Pero, como recientemente el episcopado portugués y su presidente
hicieron saber, esa actitud supra partidaria no significa alejamiento en
relación a los valores humanos, ni a las exigencias del bien común, que deben
orientar siempre la legislación y la acción gubernativa.
La intervención eclesial opera al nivel de los principios
de la cohesión social, en defensa de los valores humanos y de los legítimos
intereses de los ciudadanos, sobre todo de los más desfavorecidos. Su acción
socio caritativa, en todo el territorio nacional, para creyentes y no
creyentes, hace creíble su magisterio. Pero la Iglesia tiene también una palabra
que decir sobre la moralidad de los procesos de decisión política, porque la
Biblia no calla sobre ese particular.
En el evangelio hay, de hecho, una parábola que se puede
aplicar perfectamente a la actual situación: la del administrador sagaz (Lc 16,
1-8). Reza así: Había un hombre rico que tenía un administrador; y este fue
acusado ante él de dilapidar los bienes. Lo mandó llamar y le dice: ‘¿Qué es
esto que oigo decir de ti? Presenta la cuentas de tu administración, porque y
no puedes seguir administrando’. El administrador dice, entonces, para sí:
‘¿Qué haré, pues mi señor me va a quitar la administración? Cavar no puedo; de
mendigar tengo vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que haya quien me
reciba en su casa, cuando me despida de mi administración’.
“Y, llamando a cada uno de los deudores de su Señor,
preguntó al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’ Él respondió: ‘Cien tinajas de
aceite’. Replicole: ‘toma tu recibo, siéntate de prisa y escribe cincuenta’.
Preguntó, después, al otro: ‘¿Y tú cuanto debes?’ Este respondió: ‘Cien medidas
de trigo’. Replicole también: ‘toma tu recibo y escribe cincuenta’. El señor
elogió a su administrador deshonesto, por haber procedido con sagacidad.
La analogía es obvia: basta sustituir al administrador por
alguien que perdió, y ni siquiera fue ‘por muy poco’, unas elecciones que había
prometido ganar; su señor, por el país, en la persona del jefe de Estado; los
deudores, por los líderes de los partidos de la extrema izquierda con los cuales
acordó, en la imposibilidad de llegar a un único acuerdo, tres diferentes ‘posiciones
conjuntas’. Las tinajas de aceite y las medidas de trigo, por las cuales el
administrador sagaz quiso, de forma deshonesta, garantizar su supervivencia,
son, al final, las cesiones que se hicieron a cambio de la viabilidad del
próximo ejecutivo, si el jefe de estado entendiera designar un nuevo primer
ministro.
No es preciso ser brujo para adivinar algunas de las
medidas a implantar, muy en breve, por la denominada ‘mayoría de izquierda’
parlamentaria: el aborto libre y gratuito, la eutanasia – ¡ya corre un abajo-acuerdo en este sentido!- la legalización de las
drogas y la adopción plena para todos. Todo propuestas no votadas por los
ciudadanos y que atentan contra el bien común, porque ofenden, sobre todo, a
los más necesitados, como son, respectivamente, los ‘nascituros’, los
deficientes y los enfermos terminales,
los jóvenes y los niños sin padres.
La parábola bimilenaria no era, como es obvio, a favor de
un programa económico o político más conservador o progresista, porque la doctrina
social de la Iglesia no es de izquierda ni de derechas, no es socialista ni
capitalista o neoliberal. Pero la Iglesia tiene el deber moral de elevar su
voz- que es también la de los más necesitados –para denunciar las estrategias
que, cualquiera que sea su procedencia o naturaleza ideológica, se oponen, por
razones personales o partidarias, al interés nacional.
Aún sabiendo que, como fue profetizado hace dos mil años,
“los hijos de este mundo son más sagaces que los hijos de la luz” (Lc 16, 8),
haya esperanza de que ‘los hijos de este mundo’ sean más solidarios y, también
ahora, que los hijos de la luz sean también más sagaces…
*En memoria de Paulo Cunha y Silva. Todavía hace un año
no nos conocíamos personalmente, aunque tuviésemos un gran amigo en común. Me
concedió la honra de su presencia en el lanzamiento de un libro en el Museo
Romántico portuense y, en el verano pasado, tuvo la amabilidad de invitarme a
intervenir en una actividad cultural promovida por la Cámara Municipal de la
que era concejal, y que se realizó en Porto, el pasado 10 de septiembre. Al día
siguiente, le envié un breve mensaje, agradeciendo su simpática invitación para
comer, así como su asistencia a la sesión en que participé. Recibí, exactamente
37 minutos después, su respuesta, que hoy, en homenaje a su memoria y cambiando
a penas unos nombres, le devuelvo: “yo soy quien agradece”, Paulo Cunha y
Solva, “¡Fue muy bueno!” ¡Dios los guarde!
Sacerdote católico
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