sábado, 14 de noviembre de 2015

Un camino vale por mil, si fuera el mejor



                                                         Ilustração de Carlos Ribeiro


Con el pasar del tiempo se vuelve más evidente que más vale tener poco valioso que mucho de aquello que no vale. Un solo camino vale por todos los que se dejan atrás, si fuera el que hemos escogido entre los infinitos que se presentan delante de nosotros…
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Una mano llena de bellas piedras escogidas y trabajadas, vale más que una montaña de rocas en bruto. El valor que damos a las cosas es lo que las vuelven valiosas.
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Nada se puede tener o ser más o mejor que un alma que se hace buena. La grandeza de nuestro corazón no se refiere a cualquier extensión, tamaño o poder. Es su profundidad y pureza la que determina su majestad, su valor, su sublime elevación.
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Todo lo que es bueno y grande, es porque se eleva. Todo lo que es malo, pequeño y feo, es porque rebaja y somete. Y habrá siempre un cielo más bello, así como también es cierto que nunca se llega al fondo de un abismo… entre estos infinitos somos llamados a escoger.
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Importa saber que los mejores no van por los caminos de los otros… se arriesgan a hacer el suyo, tan puro como imperfecto y auténtico.
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La gota hace su camino, escavando la piedra, sin prisa… se evapora hasta caer e insistir de nuevo. Así se eleva, así se hiere, así se hace. La eternidad no es necesaria para que se cumpla lo que depende solo de nuestros talentos y fuerzas. Un camino vale por mil, si fuera el mejor… si fuera el mío. Si fuera yo mismo.

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