miércoles, 28 de mayo de 2014

¿Qué es el corazón…?



Ayer tarde asistí a una conferencia sobre el corazón: “El corazón, amigos y enemigos”, impartida por un gran cirujano, de San Fernando, el Profesor José Manuel Revuelta Soba, Catedrático de Cirugía de la Universidad de Cantabria,  dentro de los actos programados por la Real Academia de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes. Le debo esta asistencia a mi amigo Guillermo, que me presentó hace unos meses a su amigo, “El cardiólogo”, tuvimos una interesantísima conversación, y al final me comprometí a estar presente en este acto, ya que como paciente me interesaba conocer mejor este órgano maravilloso, que cuando falla, se oscurece un poco la vida.

Efectivamente, el conferenciante no defraudó en absoluto, fue una conferencia magistral, y lo fue en gran medida por su sencillez, ya que como él mismo se presentó al comienzo se considera ante todo un médico de cabecera; sí, parecerá mentira que se pueda comprender lo que un médico nos quiere decir con esos términos científicos, pues a él se le entendió todo, supo ponerse a la altura, prueba de ello es  el prolongado aplauso que se ganó, como después de un gran concierto.

Y un concierto me pareció la conferencia, por su modo de explicar algo tan difícil como es la estructura y funcionamiento del corazón,  y algo tan sencillo a la vez como es que mientras funciona el corazón hay vida y si no…, pues será que hemos pasado a mejor vida, si hemos sido buenos. Y me pareció un concierto porque tuvo, como buen profesor que es, la genialidad de considerar las células y el corazón como un universo en miniatura, y la humildad de apreciar la aportación de otras disciplinas en el progreso del conocimiento y tratamiento de las enfermedades del corazón (todo en uno, y uno en todo…).

Pero el momento culminante, casi poético,  para mí, fue cuando, explicando la interacción cerebro – corazón, vino a decir que el corazón no es un músculo, como se cree comúnmente: los músculos se cansan, se fatigan, para actuar necesitan una orden del cerebro, pero el corazón no necesita órdenes, funciona por sí solo, y lo hace constantemente, dormidos o despiertos. ¿De dónde le viene esa energía, entonces?

Y aquí nos aportó conocimientos técnicos, como  los impulsos eléctricos que hacen que el corazón ejecute automáticamente el rítmico movimiento de la sístole y la diástole, provocando una corriente sanguínea suficiente, para que no se formen coágulos en el interior y no se produzcan trombos. Y otro descubrimiento genial, el de un científico, cuyo nombre no recuerdo, aunque sí que era de Denia,  hasta donde se desplazó otro científico americano, para dar a conocer al mundo el hallazgo de este hombre, que el corazón se puede desenrollar, después de haber desenrollado cientos de corazones, que por cierto, guardaba en el frigorífico de su casa… y nos mostró las imágenes que lo prueban, destacando lo mucho este descubrimiento ha aportado a la medicina del corazón. 

¿Qué es el corazón, entonces? ¿cómo puede funcionar el sólo? Bueno, sólo no puede funcionar, no podemos dejarle todo a él, tenemos que cuidarnos, no sobrecargarlo. Y yo diría más, funciona porque alguien con mucho poder quiere que funcione, el Dueño de la vida, que la reparte entre todos los hombres por igual, y nos encomienda su administración, y espera que sepamos conservarla, y la hagamos fructificar.

 Cuidando nuestra vida cuidamos la de los demás (ama a los demás como a ti mismo), y si el cuerpo humano es un universo en miniatura, la responsabilidad de nuestro cuidado personal trasciende las estrechas fronteras del individualismo, nos llevará a preocuparnos por el cuidado de los demás y del entorno natural en el que vivimos, así como a  apoyar el conocimiento del cosmos en general. Sólo se ama lo que se conoce…pero sólo si se conoce bien,  y además se comparte, no se guarda en beneficio propio,  ni se utiliza para recibir el aplauso.


“La Sabiduría posee un espíritu inteligente, …, multiforme y sutil, ágil, perspicaz,  plenamente diáfano, amante del bien y penetrante; libre, benéfico, amigo de la humanidad, firme seguro y sereno; un espíritu que todo lo puede y lo observa y que penetra en todos los espíritus…” (Sab. 7, 22-23)

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