sábado, 23 de diciembre de 2017

La Navidad según José




Opinión de José Luís Nunes Martins


No somos señores de nosotros mismos, y nunca seremos buenos jueces de los demás, por más que nos esforcemos y mejor sea nuestra intención.

Muchas veces, el amor exige que nos hagamos invisibles, casi insignificantes, convirtiéndonos en un soporte del otro. Un instrumento escondido de su vida.

En algún momento de nuestra existencia, nos encontramos con  situaciones difíciles, que creemos que están por encima de nuestras fuerzas y talento. Con buen juicio, abandonamos esas posibilidades casi imposibles. ¡Pero es que, en un sueño, nos es dado ver que la vida está tejida de milagros que sobrepasan nuestra capacidad de comprender! Y avanzamos, porque algunos milagros dependen solo de nosotros, para que se hagan verdad.

Hay un hilo invisible que nos une al futuro. A veces se tensa, otras veces lo sentimos nuestro, es muy fuerte, inquebrantable, y nos  impide caer en los agujeros más hondos de la existencia. ¡Nos empuja hacia lo alto, aunque de forma muy delicada y sutil! Con todo, su voluntad es siempre respetada, hasta el punto de que podemos cortar esa línea.

Algunas personas entregan su corazón al egoísmo y al orgullo, creyendo que son jueces de sí mismos y que ante nadie más tendrán que responder. Otras piensan que interesa impresionar y conquistar la opinión de los demás. Ahora bien, no somos señores de nosotros mismos, y nunca seremos buenos jueces de los demás, por más que nos empeñemos y mejor intención tengamos.

En este mundo nuestro, hay mucha gente todavía que no se avergüenza de la miseria ajena. No se alegra con las victorias justas de otros, ni es consciente de que corresponde a cada uno juntar unas cuantas piedras en la construcción del mundo…

La ternura y la humildad no son cosas de débiles, en cambio, sí son virtudes de los más fuertes. De los que no necesitan maltratar a nadie para sentirse importantes.

Con paciencia y tranquilidad, se llega siempre a la hora… y la luz aparece.

El silencio de quien cree que su presencia hace la diferencia es la paz absoluta. La sencillez de algunos gestos, como ayudar a otro en las tareas más simples y vulgares, son casi milagros. ¡Es extraño y curioso, pero las personas se empeñan siempre en  complicarlo, creen que lo esencial es tan  básico que hasta se puede  dejar a un lado!

¿Con el nacimiento del milagro absoluto justo delante de nosotros, qué se nos pide? Que estemos presentes, en silencio y cuidando de lo sencillo. Nada de más, nada de extraordinario.

Claro, estar en el lado bueno implica resistir a los ataques de los que están al otro lado.

¿Tiene importancia que alguien más sepa el bien que hacemos? No, somos nosotros quienes más ganamos con eso. ¿Para qué la vanidad?

Nos corresponde hacer lo que establecemos como nuestro deber, aceptando el resto, porque depende más de nosotros.

Cuando no podemos hacer nada más, debemos entregar el asunto a Dios… e ir a dormir.

Quien se esfuerza en querer lo que Dios quiere, anda muy cerca del cielo.



                                                        Ilustración Carlos Ribeiro


http://rr.sapo.pt/artigo/101386/o-natal-segundo-jose

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