Salí de mi ciudad, Potu, con dieciséis años hacia la capital de
Senegal, Dakar, y de aquí pasé a Mauritania. Aquí conocí gente con
la que viví dos años, trabajé en la venta ambulante. Conseguí el dinero
suficiente para pagar un pasaje en una patera que iba a Canarias.
Embarqué con dieciocho años, el camino fue muy largo y muy difícil,
siete días en el mar, con lluvia y viento. En la patera íbamos ciento cuarentaiséis
personas, amontonados; comíamos dos veces, por la mañana y por la noche, un poquito
cada vez; muchas peleas, gente enferma, algunos pierden la cabeza y se quieren
bajar en mitad del mar creyendo que ha visto su carro, su coche…
Cuando llevábamos cinco días, la comida se acabó y los que sabían pescaban para todos.
Dos días estuvimos sin comer, aunque por suerte teníamos agua. Yo sobreviví más
o menos bien, porque me junté con personas buenas, mayores, que me protegían.
Sufrí mucho, porque llevaba una ropa incómoda, la falta de espacio, yo era muy
joven y los mayores me mandaban hacer esto y aquello, achicar agua del bote. Yo
no recuerdo muchas cosas del barco, porque durante dos días perdí el control de
mi mente, no sabía donde estaba.
Por fin llegamos a Canarias, al puerto. La policía y la Cruz Roja
nos acogieron y nos dieron ropa y comida, antes de llevarnos a la comisaría.
Aquí estuvimos cinco días, nos cuidaron, y nos repusimos, mientras la policía
iba tomando nuestros datos.
Nos llevaron a un terreno militar, donde estuvimos veintinueve
días. Luego nos llevaron a Las Palmas, donde pasamos veintisiete días. En el
campo nos encontramos con cientos de personas. Aquí la vida era muy dura, poca
comida y dormíamos en barracones y en literas; a menudo había peleas o riñas
entre las personas allí recogidas.
Nos dejaron en libertad. Nos llevaron en avión a Málaga. La Cruz
Roja nos recibió y nos leyeron los Derechos que teníamos, y formó grupos para
repartirlos por distintas ciudades. Yo, con gente nueva fui a Granada, a Cruz
Roja de Granada.
Aquí estuve esperando la llamada de las personas que se harían
cargo de mí en España. Cuando yo les llamaba no querían saber de mí nada.
Conocí a una persona en el centro y me propuso llevarme con un hermano suyo.
Cuando llegamos me dice que para vivir con él tenía que dedicarme a la venta ambulante.
Otro conocido me prestó cincuenta euros para comprar cds y películas. Todo lo
que ganaba se lo dejaba al hermano para que me lo guardara, yo no tenía cuenta
en el banco.
Durante dos años estuve dándole mi dinero. La venta era muy
complicada, con problemas constantes con la policía. La persona que me guardaba
el dinero se marchó a Valencia y se llevó mi dinero. Me decía que me mandaría
el dinero, dos mil quinientos euros, a través de una cuenta de un amigo. Pero
todo era mentira, no mandó nada.
Yo me fui a Valencia a recuperar mi dinero. Él me dice que sólo
tengo quinientos, y es lo que me va a dar. La gente allí me aconseja que los
coja si no quiero perderlo todo, y para evitar problemas con la policía. Cuando
voy a coger los quinientos me dice que sólo me da doscientos. A partir de aquí
él no quiere saber nada de mí, cambia su número de teléfono. Aquí pasé muchos
problemas, sin dinero, ni amigos. Me fui a Algeciras.
En Algeciras tuve la mala suerte de que la policía me detuvo porque
estaba en busca y captura, porque se me había olvidado firmar en el juzgado.
Permanecí detenido tres meses, aunque me correspondían ocho, el resto de la
condena me la conmutaron por un trabajo social.
Al terminar mi condena conseguí un trabajo de aparcacoches, vovi al. Gracias a este trabajo viví
cuatro años tranquilo, guardaba dinero. Encontré una persona que me prometió un
trabajo, con contrato legal, pero me pide mil cuatrocientos euros. Yo le di
novecientos, y el resto cuando recibiera el contrato. Pero, el contrato era falso.
Le reclamé el dinero porque el contrato no era legal. Me dice que no tiene el
dinero. No me atreví a denunciarlo porque no tenía mis papeles. Perdí el
contacto con este señor.
Yo seguía viendo a mi chica, a pesar de las hermanas. Dos meses y
pico estuve en la parroquia.
Al preguntarle yo como fue su vida, su infancia, en su país,
Senegal, si recordaba a su familia, me contó lo siguiente: Mis padres se
separaron a los pocos meses de yo nacer, los familiares de mi padre no querían
que yo estuviera con mi madre. Ellos me llevaron a un sitio alejado. Mi padre
era sordo, no sabía nada de mí, ni lo que sus hermanos hacían conmigo. Hasta
los diecisiete años estuve en aquel lugar apartado, hasta que me fui con mi
madre, pero ellos me pegaban y me quería retener. Me enfadé y me escapé, mi madre
me buscaba y me encontró. Cuando me encontró me llevó con ella, pero los
familiares de mi padre me cogieron otra vez. Me volví a escapar y esta vez ya
no me encontraron, porque esta vez yo fui el capitán, empecé a conocer amigos y
al fin nos fuimos a Mauritania.
Y ahora, le pregunto, como ves tu situación, cómo te sientes, y él
me respondió: La vida es muy dura en España, sin papeles no eres nadie. Además
tengo problemas de salud, tengo que tomar pastillas para el estómago, porque me duele de los nervios,
estoy triste y por las noches lloro. Yo quisiera tener una vida normal, formar
una familia, tener hijos. Pero yo tengo muchos problemas para conseguir esto,
le doy muchas vueltas en mi cabeza. No tengo dinero para pagar las medicinas, a
pesar de tener mi cartilla sanitaria, pero no tengo ingresos ninguno ahora.
No me conceden los papeles por tener antecedentes penales, dos
meses en la cárcel por venta ambulante… y sin papeles no eres nadie, no puedes
tener una vida normal.
A pesar de todo me gusta estar en España, porque aquí viviría
mejor, y con todo lo que he contado no puedo pensar en volver a mi país por
ahora.
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