Pablo Garrido Sánchez
Don y tarea
JESÚS dijo: “YO SOY la Puerta”
(Jn 10,7); y nos encontramos con textos
en la Escritura que manifiestan una elevada presencia del VERBO, por lo que se
convierten en verdaderas puertas de acceso al conocimiento de DIOS, al
conocimiento de las verdades espirituales y a la obtención de un conocimiento
necesario para la vida de Fe. Esta breve reflexión tiene la finalidad de
seguir ahondando en la adoración, que es don y una tarea; precisa del acercamiento
expreso de DIOS y de la inexorable búsqueda personal. Si Jacob no hubiera
salido de su casa para encaminarse a la tierra de Jarán donde residía la
parentela de la que debía tomar esposa, no hubiera recibido una revelación de
importancia capital. Así también nosotros estamos permanentemente en un camino
que exige atención, búsqueda y creatividad. La inmovilidad de la vida y de las
cosas es sólo aparente; la rutina es un hábito funcional para dar una cierta
estabilidad ante la realidad siempre nueva y cambiante. Si las cosas suceden de
esta forma, y a riesgo de vernos
arrastrados por la corriente que nos lleva, es preciso hacerse con las riendas
de nuestro propio destino levantando la mirada hacia el que tiene en su mente
los proyectos de vida de todos los hombres.
El día y la hora
Al igual que Abrahán (Cf. Jn 8,56), Jacob tuvo también su día en el que
se alegró de ver la gloria del Hijo del hombre (Cf. Gn 28; Jn 1,51). A DIOS le
basta un solo día para crear, y le basta un solo día para hacer las cosas
nuevas. La manifestación de DIOS se
registra en un día o en una hora (Cf. Jn 2,4). Es el evangelista san Juan quien
utiliza este eje revelador con profusión a lo largo de su evangelio. La
hora en que los primeros discípulos encuentran a JESÚS y lo siguen; o la hora
en que JESÚS manifiesta su gloria ante
los discípulos en las bodas de Caná (Cf. Jn 1,39; 4,21;5,25;7,30;16,32;17,1).
Al mismo tiempo el discípulo deseará participar de un día con el SEÑOR cuando
las dificultades arrecien (Cf. Jn 17,22). Una vez más tenemos que volver
despacio a la consideración de estos textos, porque las fuerzas humanas son
escasas y precisamos recordar con frecuencia los contenidos que las fuentes
aportan a una vida nueva. Jacob se anticipó más de quince siglos a la revelación
definitiva en sueño de la escala angélica, que ascendían y descendían entre
YAHVEH y el mundo.
JESÚS en el diálogo con Natanael,
o Bartolomé, ofrece un conocimiento de sí mismo que es vital para cualquier
seguidor. El diálogo entre MAESTRO y discípulo podría plantearse en estos
términos: “Te admiras, Bartolomé, de que te conozca?; pues, ¿qué pensaras el
día en que tú me conozcas a MÍ? (Cf Jn 1,48 ss). Nuestro buen apóstol queda sobrecogido, porque JESÚS entra en su secreto
personal; sin embargo, JESÚS, aprovecha
el hecho para remitirlo al conocimiento del misterio mismo del HIJO del hombre
en toda su plenitud. Jacob, mil quinientos años antes, participó de este día,
de este conocimiento. Jacob se adelantó a lo que los discípulos del SEÑOR
estaban llamados a descubrir en el seguimiento del MAESTRO. La visión de la
escala de Ángeles que ascienden y descienden entre el cielo y la tierra
constituye una visión sintética, aunque mística, de la plenitud consumada por
JESÚS en la RESURRECCIÓN; y desde
entonces vivimos este nuevo orden cósmico y espiritual, que no cesa de
incrementar su plenitud. Jacob vivió la
visión en sueños como profecía; nosotros tenemos la realidad del acontecimiento
manifestado en JESÚS el CRISTO y SEÑOR.
El adelanto del “Día del SEÑOR” vivido por Jacob es hoy un
acontecimiento que abre para toda la humanidad un cúmulo de gracias inacabables
e incesantes. Si el mundo y la Iglesia
están mal, no es porque las gracias de la renovación estén bloqueadas, pues los
cielos se han abierto y todo don perfecto (Cf St 1,1) que procede de DIOS viene
inmediatamente a la humanidad. DIOS nos quiere rendir a su amor
misericordioso, con su misma misericordia inagotable. ¿Podríamos existir
todavía en el planeta, si no fuese porque la Gracia es muy superior a las
grandes aberraciones humanas?
Espacios sagrados
Jacob denominó aquel lugar, Betel, como “casa de DIOS”; en aquel lugar habitaba DIOS, por lo que había que establecer un
lugar de culto que definiese un espacio sagrado. Para muchos judíos Betel
coincide con Jerusalén. JESÚS se encarga
de agrandar el ámbito del culto de adoración y extralimitarlo más allá del
propio templo de Jerusalén. Habría que preguntar, ¿existe algún lugar en
este mundo en el que no sea posible adorar a DIOS? ¿Hay algún rincón en el que
los Ángeles no puedan recoger las oraciones de los creyentes y presentarlas
ante el trono de DIOS?
La singular experiencia espiritual no indujo a Jacob a quedarse
replegado sobre su experiencia espiritual, sino que le ofreció nuevos ánimos
para la tarea que tenía por delante y plantea un reto al SEÑOR, en el que
requería su protección y éxito en las empresas pendientes. La excepcional
fuente espiritual abierta para Jacob no le impidió mostrarse con todas sus
limitaciones humanas, e incluso exponer sus exigencias al SEÑOR. El perfeccionamiento ético, por nuestra
parte, no debe decaer, pero DIOS nos acepta como somos y hace camino con nosotros en las
circunstancias en las que nos encontremos. Como esperemos a ser santos o
perfectos para adorar a DIOS o elevar nuestras plegarias a ÉL es casi seguro
que nunca lo haremos, entre otras cosas porque nos habremos instalado en el
pedestal del orgullo personal.
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