sábado, 20 de enero de 2018

LA ADORACIÓN (tercera parte)




Pablo Garrido Sánchez



Don y tarea




JESÚS dijo: “YO SOY la Puerta” (Jn 10,7); y nos encontramos con textos en la Escritura que manifiestan una elevada presencia del VERBO, por lo que se convierten en verdaderas puertas de acceso al conocimiento de DIOS, al conocimiento de las verdades espirituales y a la obtención de un conocimiento necesario para la vida de Fe. Esta breve reflexión tiene la finalidad de seguir ahondando en la adoración, que es don y una tarea; precisa del acercamiento expreso de DIOS y de la inexorable búsqueda personal. Si Jacob no hubiera salido de su casa para encaminarse a la tierra de Jarán donde residía la parentela de la que debía tomar esposa, no hubiera recibido una revelación de importancia capital. Así también nosotros estamos permanentemente en un camino que exige atención, búsqueda y creatividad. La inmovilidad de la vida y de las cosas es sólo aparente; la rutina es un hábito funcional para dar una cierta estabilidad ante la realidad siempre nueva y cambiante. Si las cosas suceden de esta forma, y a riesgo de vernos arrastrados por la corriente que nos lleva, es preciso hacerse con las riendas de nuestro propio destino levantando la mirada hacia el que tiene en su mente los proyectos de vida de todos los hombres.






El día y la hora




Al igual que Abrahán (Cf. Jn 8,56), Jacob tuvo también su día en el que se alegró de ver la gloria del Hijo del hombre (Cf. Gn 28; Jn 1,51). A DIOS le basta un solo día para crear, y le basta un solo día para hacer las cosas nuevas. La manifestación de DIOS se registra en un día o en una hora (Cf. Jn 2,4). Es el evangelista san Juan quien utiliza este eje revelador con profusión a lo largo de su evangelio. La hora en que los primeros discípulos encuentran a JESÚS y lo siguen; o la hora en que JESÚS  manifiesta su gloria ante los discípulos en las bodas de Caná (Cf. Jn 1,39; 4,21;5,25;7,30;16,32;17,1). Al mismo tiempo el discípulo deseará participar de un día con el SEÑOR cuando las dificultades arrecien (Cf. Jn 17,22). Una vez más tenemos que volver despacio a la consideración de estos textos, porque las fuerzas humanas son escasas y precisamos recordar con frecuencia los contenidos que las fuentes aportan a una vida nueva. Jacob se anticipó más de quince siglos a la revelación definitiva en sueño de la escala angélica, que ascendían y descendían entre YAHVEH y el mundo.

 


JESÚS en el diálogo con Natanael, o Bartolomé, ofrece un conocimiento de sí mismo que es vital para cualquier seguidor. El diálogo entre MAESTRO y discípulo podría plantearse en estos términos: “Te admiras, Bartolomé, de que te conozca?; pues, ¿qué pensaras el día en que tú me conozcas a MÍ? (Cf Jn 1,48 ss). Nuestro buen apóstol queda sobrecogido, porque JESÚS entra en su secreto personal; sin embargo, JESÚS, aprovecha el hecho para remitirlo al conocimiento del misterio mismo del HIJO del hombre en toda su plenitud. Jacob, mil quinientos años antes, participó de este día, de este conocimiento. Jacob se adelantó a lo que los discípulos del SEÑOR estaban llamados a descubrir en el seguimiento del MAESTRO. La visión de la escala de Ángeles que ascienden y descienden entre el cielo y la tierra constituye una visión sintética, aunque mística, de la plenitud consumada por JESÚS en la RESURRECCIÓN; y desde entonces vivimos este nuevo orden cósmico y espiritual, que no cesa de incrementar su plenitud. Jacob vivió la visión en sueños como profecía; nosotros tenemos la realidad del acontecimiento manifestado en JESÚS el CRISTO y SEÑOR.



El adelanto del “Día del SEÑOR” vivido por Jacob es hoy un acontecimiento que abre para toda la humanidad un cúmulo de gracias inacabables e incesantes. Si el mundo y la Iglesia están mal, no es porque las gracias de la renovación estén bloqueadas, pues los cielos se han abierto y todo don perfecto (Cf St 1,1) que procede de DIOS viene inmediatamente a la humanidad. DIOS nos quiere rendir a su amor misericordioso, con su misma misericordia inagotable. ¿Podríamos existir todavía en el planeta, si no fuese porque la Gracia es muy superior a las grandes aberraciones humanas?



Espacios sagrados




Jacob denominó aquel lugar, Betel, como “casa de DIOS”; en aquel lugar habitaba DIOS, por lo que había que establecer un lugar de culto que definiese un espacio sagrado. Para muchos judíos Betel coincide con Jerusalén. JESÚS se encarga de agrandar el ámbito del culto de adoración y extralimitarlo más allá del propio templo de Jerusalén. Habría que preguntar, ¿existe algún lugar en este mundo en el que no sea posible adorar a DIOS? ¿Hay algún rincón en el que los Ángeles no puedan recoger las oraciones de los creyentes y presentarlas ante el trono de DIOS?




La singular experiencia espiritual no indujo a Jacob a quedarse replegado sobre su experiencia espiritual, sino que le ofreció nuevos ánimos para la tarea que tenía por delante y plantea un reto al SEÑOR, en el que requería su protección y éxito en las empresas pendientes. La excepcional fuente espiritual abierta para Jacob no le impidió mostrarse con todas sus limitaciones humanas, e incluso exponer sus exigencias al SEÑOR. El perfeccionamiento ético, por nuestra parte, no debe decaer, pero DIOS nos acepta como somos  y hace camino con nosotros en las circunstancias en las que nos encontremos. Como esperemos a ser santos o perfectos para adorar a DIOS o elevar nuestras plegarias a ÉL es casi seguro que nunca lo haremos, entre otras cosas porque nos habremos instalado en el pedestal del orgullo personal.


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