martes, 6 de diciembre de 2022

Vivimos en el mundo de los monólogos

 José Luís nunes Martins


Todos quieren hablar, nadie quiere escuchar. Muchos expresan lo que piensan y sienten, pero pocos se dejan impresionar.

Sacamos conclusiones rápidamente y quedamos más seguros de nuestros juicios precipitados respecto de todo y de todos, como si no fuésemos capaces de esperar un poco más para que, con tiempo e inteligencia, descubrir la verdad por debajo de las apariencias. Tal vez porque pensamos que no hay nada más allá de eso.

Ya es raro que alguien vaya al encuentro de otro, con voluntad de escuchar y construir algo con él, de llegar a nuevas ideas y mejores perspectivas.

Se necesita coraje para callarnos para dejarnos, aunque sea por poco tiempo, de colocarnos en el entro de un mundo donde los otros no son más que actores secundarios. Figurantes. Como si solo yo importase.

No soy solo yo quien necesita ser escuchado, que necesito decir lo que me atormenta. Solo quien abre su corazón al mío es capaz de compartir mis cruces más íntimas. Confesar el mal que me desespera es un gran paso para vencer esa angustia, pero es preciso que haya alguien que me escuche, o mejor, quien me quiera escuchar.

Callemos por un tiempo, intentemos comprender lo que dicen otros, lo que repiten, lo que buscan y lo que precisan. A veces, son apenas insignificancias que nada más desean tener la mirada de otro por un instante. Pero también hay quien necesita más que un simple silencio atento a nosotros…y esos acostumbran a hablar bajo. Bajo de los largos y exaltados monólogos de los otros.

Cualquier diálogo es enriquecedor, lo mismo con aquel que no sabe muchas cosas, que sepa mucho o poco, poque el valor de cada uno de nosotros no está en lo que sabemos, sino en lo que hacemos para ayudar a otro. Al final, la sabiduría es saber solo lo que importa saber, nada más que eso.

¿De qué me sirve saber tantas cosas si, cuando es necesario, no soy capaz de socorrer a mi hermano en su fragilidad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario