José Luís Nunes Martins
Decidirse es arriesgado. Pero siempre que fallamos debemos
aprender alguna cosa.
No debes ser ingenuo y sentirte culpable de tus decisiones.
Sin embargo, eres responsable de la forma como decides. ¿Piensas suficiente?
¿Piensas con cuidado todas las dimensiones en cuestión y exploras las opciones
a tu disposición?
Incluso aunque sea buena, la intención no basta. Importa, y
mucho, el proceso de decisión, tanto o más que los propios resultados que, en
verdad, nunca dependen de nosotros solamente.
Hay quien se siente arrepentido cuando el resultado no es el
que deseaba. Pero, en muchas ocasiones, eso pasa porque es incapaz de
comprender que no es él el único, muchas veces ni el principal, responsable por
lo que acaba de suceder.
El resultado es solo una parte. Tal vez en la que tengamos
menos responsabilidad.
¿Qué quisiste? ¿Cómo creíste que llegarías mejor a ese resultado?
Habrá quien se sienta abatido por un fracaso, se culpe de
todo, arrepentido de cada paso desde la primera idea…
La verdad es que en la historia de la vida de cada uno de
nosotros deberían pesar más los fracasos que los éxitos. Porque son ellos los
que nos enseñan donde está el bien y la perfección posible.
Muchas personas tienen la extraña actitud de aceptar todo,
fracasos y éxitos, como si ese aceptar los altibajos de la existencia fuese
todo cuanto pueden y deben hacer. Resultado: no aprenden nada y consideran que
el arrepentimiento consiste solo en asumir que fallamos y considerarnos así, tal
como somos.
Si queremos el bien, entonces no podemos aceptar el mal y
debemos luchar.
Si no eres flexible, te rompes, si no aceptas que necesitas
mejorar, te estancas. En un mundo hecho de cambios, o aprendes o vas al fondo.
Eres responsable por ti, por crecer y te perfeccionas.
Siempre. No importa que edad tengas, debes cuidar bien de ti. Aceptando que ningún
mal nos derrota mientras nos mantuviéramos del lado del bien, cumpliendo
nuestra parte.
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