José Luís Nunes Martins
Hay días en
los que me siento lejos, medio perdido y más vacío de lo habitual. Tal vez porque
me relajo y me encuentro con un yo sin los artificios y las artes de fuga más
comunes en mi día a día.
El mundo me da
treguas de vez en cuando y entonces siento el desasosiego que me acompaña a
todas las horas de mi vida, pero que, en virtud de esta paz, se deja oír mejor.
¡Es extraño, pero soy yo! Un yo que también soy, pero que quizá por su
inocencia yo sienta que no está preparado para hacer frente al mundo y a los
otros.
Casi me
siento un extraño ante mí mismo. Viejo, me oigo me siento alguien que, a pesar de
muchos proyectos alcanzados, tiene aún en sí muchas preocupaciones sin sentido,
muchos miedos y una dosis enorme de orgullo y otros egoísmos que le/me impiden
ser más libre, de ser más lo que, en verdad y en el fondo, quiero ser.
Pero no tengo
espacio en mí. Me lleno de todo un poco, así que siento algún tipo de hambre
más profunda.
Tal vez el
camino sea el inverso. Necesito desprenderme de tantas cosas que no sirven sino
para distraerme y olvidar. Necesito dejar de tener tantas certezas respecto de
los otros, del mundo y hasta de mí mismo.
Estaba por vaciarme
de mucho de mí…
Hay días,
como hoy, en que me apetecía precisamente que hubiera espacio en mí para que Jesús
pudiese nacer y quedar aquí. Y yo con Él.
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