miércoles, 28 de septiembre de 2011

Siempre hay una esperanza



Como voluntario de Cáritas, concretamente en el Proyecto de Personas sin Hogar, tengo la oportunidad de escuchar las innumerables quejas de estas personas, unas con más razón y que afectan a la mayor parte de ellas, y otras que afectan más al ámbito personal de cada uno según sean y cuántas sus propias necesidades.

La primera de todas las quejas es la dificultad para encontrar un lugar donde alojarse, donde dormir, “la calle no es buena”, dicen casi siempre todos, o, “me da miedo” tener que dormir esta noche en la calle. Comer no es tan difícil, y menos cuando existe el Pan Nuestro, donde pueden ir a comer cuantos transeúntes pasen por La Isla. Gracias a Dios he escuchado muchos más elogios de esta Institución que reproches. Pero, dormir en la calle, aunque sea después de haber cenado el bocadillo que le suministran en el comedor, eso es muy duro.

Encontrar un medio de vida, un trabajo que le permita vivir con dignidad, es una tarea harto complicada, es mucha la demanda y escasa la oferta de trabajo, para colmo, la crisis ha incrementado el número de desempleados; en muchas ocasiones al paro se suma la separación de las parejas por buscar alguna subvención para sobrevivir, dejando a uno de sus miembros, generalmente el cónyuge masculino, en la calle.

El Estado ha ido asumiendo una tarea asistencial amplísima, ha elaborado numerosas leyes para garantizar los derechos de los ciudadanos, vivimos en el llamado “estado del bien estar”. Pero hay que tener todos los papeles en regla, hay que cumplir muchos requisitos para tener acceso a determinados servicios, por eso quedan aún muchas personas fuera de la protección del Estado. Son los marginados de siempre, unos por causas ajenas a ellos mismos, por un cúmulo de circunstancias adversas, y otros porque no han sido capaces de controlar sus propias vidas y lo han perdido todo por el juego, el alcohol, la droga, etc.
Para rehacer su vida, estas personas han de pasar por un largo y complicado proceso: primero está el convencimiento de que desea superar su situación y poner en ello toda su voluntad; el interminable ir y venir a distintas oficinas, rellenar formularios y solicitudes para conseguir una ayuda. La espera de la resolución puede ser una eternidad, meses de incertidumbre, y gracias si no le sobreviene una enfermedad o alguna otra contrariedad; quizá se le acaba el tiempo de estancia en el albergue, y tiene que ir a otro, y a otro, así hasta recorrer los albergues de España entera, apreciando las diferencias de atención entre comunidades autónomas; tampoco los necesitados, como los ciudadanos de unas comunidades u otras, son tratados de igual manera por las leyes y la administración. A estas diferencias se suma la presencia de numerosos inmigrantes que suelen tener una atención preferente. Últimamente, esta discriminación es denunciada cada día mientras charlamos y tomamos un “cafelito” y así hacemos más corta la espera para ser recibidos por la trabajadora social.

La trabajadora social es una persona que se desvive por encontrar una solución a cada uno de los usuarios, como ahora se les llama, los escucha atentamente y a veces interpreta las necesidades que el propio usuario no acierta a plantear. Una entrevista con la trabajadora social supone hacer un largo recorrido por la vida del usuario, generalmente complicado, y a veces sin poder descifrar lo ocurrido de verdad por la situación personal en que se encuentra la persona. Casi siempre termina la entrevista con la esperanza de conseguir la ayuda que se solicita, o al menos un recurso para alcanzarla, o simplemente una solución momentánea, unos días de descanso y reflexión en el albergue para aclarar su situación. La cara del usuario ha cambiado cuando sale, se despide con una sonrisa y una palabra de agradecimiento.

Las personas sin hogar suelen ser muy agradecidas, responden siempre con una sonrisa o la palabra “gracias” a cualquier atención que tengas con ellos. Sobre todo agradecen que les escuches, que los trates como personas y aprecies sus opiniones y sus puntos de vista, que hables con ellos de cualquier tema, sea del municipio, de la situación en general, de viajes, de otros lugares por donde han pasado. Son realmente una multitud de experiencias, profundamente humanas.

Puede haber algo más grandioso, heroico y digno que el esfuerzo que hacen por rehacer su vida, superándose a sí mismos cada día; cada día que termina sin una recaída es un peldaño más hacia la normalidad, la ciudadanía plena, y por supuesto la integración en la vida laboral.

Merece la pena contribuir a hacer posible que un persona recupere su dignidad. Estoy convencido de que muchas personas estarían dispuestas a hacerse voluntarios si se acercaran y vieran qué sencillo es, basta con ofrecer lo mejor de nosotros mismos, como hacemos en casa, con los nuestros, unas veces en paz y otras afrontando los problemas con entrega y disciplina para salir del bache.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Condenado a una lucha trágica.



Este es J., un tipo “mu echao pa lante” y muy elegante, pero que está prisionero de dos vicios, ha buscado la muerte en varias ocasiones, y vuelve a reanudar la marcha: recuperación/caída, ¿cuántas veces? Muchas desde que se fue de casa porque ya no aguantaba más, no soportaba hacer sufrir a su mujer y sus hijos que lo querían con locura y él les había fallado. Cada una de sus caídas se produce en un lugar diferente porque, cada vez que se recupera sale huyendo, pero de quien huye es de sí mismo, y como él no cambia pues se encuentra consigo mismo en cada sitio donde vaya, y vuelve a caer, porque no se gusta, porque se considera culpable de un daño enorme que ha causado a su mujer, a la que quiere con locura, y a sus hijos.

Pobre J. , es prisionero de dos pasiones contrarias: su familia y sus dos vicios que le alejan irremediablemente de los suyos. ¡Cuánto llora este hombre! Él es un tipo elegante, cae bien, pero con el tiempo le asalta ese “demonio” que lleva dentro, se siente culpable y vuelve a beber y así hasta que casi se destruye; menos mal que es fuerte. ¡Qué lucha! Es la mayor tragedia que he conocido en el tiempo que llevo de voluntario. Es como un Sísifo condenado a vivir trágicamente, a merced del capricho del dueño de sus vicios, porque él mismo ya no es dueño, tiene una lesión en el cerebro que le obliga a tomar un medicamento que le impide tomar alcohol, con lo cual podéis imaginaros, una bomba. Pues con esta granada de mano que lleva consigo y que le ha explotado en varias ocasiones es capaz de sobrevivir, sobrevivir para después de la batalla llorar por los suyos a los que ha causado tanto daño y porque al seguir viviendo sigue haciéndoselo, porque es incapaz de dejar sus vicios que sabe que le alejan irremediablemente de los suyos.

Al final, después de tres meses de descanso y rehabilitación en los que había recuperado su aspecto elegante y había encontrado buenos amigos en la asociación de alcohólicos anónimos, a cuyas sesiones asistía con regularidad,  la convivencia en el albergue le resultó imposible y se fue. Vino a nosotros de nuevo, deteriorado, avergonzado, y le recomendamos ir a Jerez, con el hermano Juan Carlos, el Hermano de la Misericordia, al que le mandamos confiados a todos los que aquí ya no podemos atender.

Gracias a Dios allí se fue y allí debe seguir, sin duda en buenas manos, ojalá el hermano le sirva de consuelo y sea capaz de ayudarle a echar ese demonio que J. lleva dentro. Nunca había presenciado una lucha interior tan fuerte, con tanta plasticidad, porque J. me consideró amigo suyo y confidente, y me permitió estar presente cuando, en su empeño por arreglar su vida, siguiendo el consejo de la trabajadora social, nos leía episodios de su vida una vez a la semana. Era una tarea que realizaba con gusto y le servía de terapia, escribir su biografía, animado además porque le habíamos dicho que escribía muy bien, que tenía una caligrafía elegante, como lo era él en su porte y maneras.

En estas conversaciones baso mi relato, por amor a J., para ofrecerle mi recuerdo permanente y desearle paz.

Hoy no sabemos el paradero de J., ¡qué pena! le ha llegado una carta de su consuegro, ofreciéndole ayuda, pero yo confío en que cualquier día aparezca para recoger la respuesta a  sus  cartas que con tanto esfuerzo y tanta  fe escribía.

El don prodigioso de la vida



Cada hombre es una experiencia de vida diferente, la vida una energía inasible, imposible de encerrar en un cuerpo material y mortal, tira y tira de cada uno, llevándolos por caminos diferentes; aunque partan de las mismas circunstancias, las respuestas son infinitamente variadas. Por muchas que sean las dificultades el hombre vive y revive incluso y busca nuevas expeiencias apasionadamente, una carrera sin pausa y sin control a veces y otras una carrera controlada, de atleta, con cronómetro y todo, pero el final de la carrera, es igual para todos y a todos nos sorprende, unos no quieren morir y otros pensamos que no morimos, que solo cambiamos de estado, para gozar de una felicidad sin fin, gracias a Dios.
Digo esto porque hoy he tenido una conversación verdaderamente apasionante con un “usuario” inusual, una conversación en la que han intervenido a partes iguales la lengua, los gestos, las miradas y la intuición, pues E. es búlgaro y no domina el español. Qué lejos y cuánto tiempo ha necesitado para hacer balance de su vida, pero ha merecido la pena el esfuerzo pues es hoy plenamente consciente de dos cosas muy importantes para él: que su familia ha hecho mucho por él, que cuando llegó era un joven orgulloso y se creía el mejor en todo, pero en Betel ha aprendido la humildad y a amar la vida tranquila y sencilla, por lo que se siente hoy más feliz, es capaz de reír y de disfrutar de la vida; aunque a veces le asalte la tristeza.

E. proviene de una familia media en Bulgaria, tiene cuatro hermanos allí trabajando, él no terminó los estudios superiores por culpa de la droga. Sus padres se preocuparon por él y toda su familia le ayudó a superar el problema, pero los centros de rahabilitación en Bulgaria son meros barracones o almacenes, sin ninguna atención psicológica ni médica. Por este motivo sus padres deciden internarlo en Málaga y aquí ha estado dos años, sin saber español, y teniendo que aceptar una disciplina y unos métodos que no era capaz de asimilar. Salió una semana cuando llevaba año y medio, engañado por un migo con una falsa promesa de trabajo; se sintió enormemte frustrado y desengañado al comprobar que en realidad era un falso amigo que se aprovechó de él pues sólo quería su compañía y que le ayudara a pagar el alquiler del piso. Inmediatamente volvió al centro donde ha estado otro año y pico, hasta que hace una semana salió definitivamente, pero por su cuenta.

Ha permanecido una semana en el albergue y ahora al terminársele el tiempo de estancia en el albergue debe enfrentarse a una realidad que desconoce, solo, y sin haber logrado la rehabilitación de manera segura. Con la ayuda de la trabajadora social va en busca de un albergue cercano para decidir si vuelve al centro, si se pone a buscar trabajo, o si decide ingresar en otro centro con todo tipo de ayudas, para asegurar la rehabilitación.

Al preguntarle yo si no querría volver a Bulgaria me contestó que su madre le ha dicho que allí no hay trabajo, que todo está muy mal, que se quede mejor aquí; pero, no es por esto por lo que realmente no quiere volver, me dijo muy claramente que él quería demostrarse a sí mismo primero y a los suyos después que era una persona nueva, que era capaz de trabajar como el que más, no quiere volver con las manos vacías.

Un gesto muy noble por su parte. En varios momentos tenía ante mi la imagen del hijo pródigo, que quería volver derrotado a la casa de su padre, pero no, quería volver convertido en un hombre de provecho para demostrarles su agradecimiento por tanto como hicieron por él. Ojalá tenga suerte y logre su objetivo.

sábado, 24 de septiembre de 2011

De Tetuán a Nanclares de Oca.


R. ha entrado en la oficina, muy educado, adopta una pose muy formal, muy “profesional”. Su aspecto es el de un hombre mayor, bien vestido, limpio, rasurado, y de aspecto muy saludable para su edad y la vida que se supone ha llevado cualquier persona que entra en este centro.

No parece fácil la conversación con él pues, como él nos dijo, vive en completa soledad, y no habla con nadie, no se fía de nadie, nunca se sabe, y como su vida ha sido todo “lo contrario de las apariencias”, como él mismo nos dirá después, pues mejor no tentar la suerte. Esa es la razón de su aparente hieratismo al principio, ver, observar, tantear el ambiente, y si conviene hablar, hablará, si no, no hablará, en todo caso ya tiene estudiada la respuesta. Porque, ocurrente lo es y mucho: “señora, esta camisa puede ser suya,  de su marido o cualquier otra persona, no es mía, es prestada”, esta fue la respuesta que dio a una señora que le “reprochó” que iba muy bien vestido para ponerse a pedir; la señora quedó tan desconcertada que no acertó a responderle y le dio dos euros, y él agradecido, era lo que pretendía, sacar más dinero. Como vemos sabe decir las cosas muy claras sin ofender.

Efectivamente, hace falta ser muy muy listo para haber sobrevivido huérfano de padre desde niño, acostumbrado a una vida de auténtico pícaro, ya que su madre o no podía o no le preocupaba mucho la conducta de su hijo. Esta situación familiar tiene lugar en Tetuán, siendo entonces protectorado español, por lo que se verá trasladado al reformatorio de Cádiz, por petición de su propia madre, cansada de que los vecinos le afearan la conducta de su hijo. Del reformatorio, de aquellos tiempos, auténtica escuela de cacos y pillos, sale a la vida hecho un licenciado en robos, que, naturalmente darán con él en la cárcel, nada menos que en Nanclares de Oca, allá en el norte, donde el frío y las nevadas son otro castigo añadido para él, y fueron veinte años de su vida, de los setenta que ahora tiene.

Nos cuenta un paréntesis honrado en su vida en el que trabajó en un barco como mozo en la sala de máquinas. Aquí fue donde, según él nos dice una y otra vez, cometió el mayor error de su vida. Tenía un trabajo y podría haber vivido muy bien, con un futuro como cualquier persona decente, y haber formado una familia; pero aquí vino a tentarle el lujo, un compañero llegó todo enjoyado, se cambió, dejó su ropa y sus joyas como todos y R. que lo vio, deslumbrado, cayó en el engaño, se decidió por el dinero fácil. Lo gastó todo en una noche y, naturalmente lo cogió la policía, así ingresó en la cárcel.

Hoy es un hombre solitario, sigue culpándose de su mala vida, por eso acepta lo que le den de muy buena gana, y sólo utiliza su habilidad para el engaño cuando le es necesario. La verdad es que nos hemos reído a placer cuando nos contaba cómo simulaba estar destrozado para entrar en un albergue, o cuando se vestía de señor elegante para dar un golpe. Bromas a parte nos confesó muy sinceramente: “No he podido formar una familia, no voy a dejar nada bueno tras de mi. Estoy fuera de juego, no me engaño, sé lo que he sido”.

Yo traté de animarle diciéndole que Dios sabe por qué estamos aquí, que a veces no nos enteramos ni nosotros mismos, entonces él dio gracias a la Providencia por haberle permitido llegar hasta aquí con tan buena salud. A pesar de sus defectos R. es un compendio de valores que hoy no se aprecian, y es un auténtico maestro de la vida, con un dominio del lenguaje que es un placer escucharlo, a pesar de la dureza de su vida. Dijo tal cual: “cuántas personas habrán pasado por sus ojos”, queriendo decir que el capellán del formatorio ya no se recordaría de él, en cambio él todavía guardaba un recuerdo de él, ni bueno ni malo, así vemos cómo no le ha cegado el rencor a R.

Por encima de todo R. es un señor elegante, noble, sabe distinguir perfectamente entre el bien y el mal, y como reconoce que ha hecho mal, no exige nada, agradece la “caridad” (él mismo usa esta palabra, no anda con remilgos o eufemismos como ahora se estila) sin ofenderse jamás.

Aún me quedaba por descubrir otra cualidad en R. que es extraordinaria; cómo ha sido capaz de conservarla teniendo que afrontar una vida tan calamitosa, habitando lugares inhóspitos y crueles, donde la inocencia ha sido sustituida radicalmente por la ley de la supervivencia, cómo ha logrado mantener intacto y en toda su frescura el ideal de familia, que le permite admirar cada niño que pasa por la calle como si fuera suyo y adornarlo con un piropo elegante a él y a los padres que lo acompañan.

Cuántas veces le he oído en tan corto espacio de tiempo como nos conocemos que su única añoranza, lo único que de veras lamenta, es no haber podido formar una familia, no dejar una hulla tras de sí. No pude entonces por menos de decirle que era un hombre bueno, que esa idea tan pura y tierna que conservaba como un tesoro, esa idea lo salvaría, que desechara el pesimismo y la desesperanza de merecer algo bueno, que un amor puro como el que él conservaba lo salvaría, porque había logrado que su vida no resultara estéril, lo convertía en un auténtico ejemplo de cómo se mantiene intacta una idea noble por muchas y fieras que hayan sido las acometidas.

Quizá, R., esa idea tan pura y sencilla, tan inocente como un niño, te ha preservado, te ha servido de talismán contra el deterioro físico y moral, y además hace de ti un hombre generoso que reparte consejos, gracias y buenas palabras donde quiera que te encuentres. ¿Ves como no ha sido inútil tu vida, pues eres capaz de ver lo que es bueno para ti en los demás y agradecérselo?

Yo estoy convencido, R., que hay personas que tienen una vida de renuncia, sólo realizable en su imaginación, me explico, hay personas que siendo capaces de imaginar una vida muy feliz sin embargo nunca encuentran con quién llevarla a cabo, pero su ideal no se marchita con el tiempo ni con los desengaños, al contrario, ese ideal tiene cada vez más sentido, y cuando ve atisbos de esa felicidad en otros sabe reconocerlos y fomentarlos, y esa es su vida, como si fuera una especie de encargo o misión: ver y hacer ver a cada uno lo bueno que hay en él.





jueves, 22 de septiembre de 2011

¿Ya no hay caballeros?



Hoy han acudido a solicitar ayuda: un abogado, un profesor de élite de esquí de montaña, un deportista de fama, procedentes de distintos lugares de España: Cádiz, Aragón y País Vasco. La historia de cada uno empieza hace ocho años, o dieciocho, o menos, pero en todos ellos parte de una separación matrimonial. Lo más asombroso es que son un buen ejemplo de personas sin hogar que dominan la situación, que se encuentran en el lugar que deben estar, ayudando a otros que se encuentran en fase de descenso o de recuperación.

La pobreza, aunque sea forzada e inesperada, lleva a estas personas a descubrir la generosidad que hay en ellos; todo ahora les viene gratis: un bocadillo, una palabra de aliento, una cama en un albergue; esta generosidad provoca que toda la riqueza que llevan consigo: su carrera, su experiencia profesional, se ponga en marcha al socorro de otros más pobres en recursos y capacidades. Se encuentran con una realidad para la que están sobrados en capacidades y recursos humanos, y descubren el valor de darse sin exigir...

Hoy, estaba embelesado, escuchando la narración espontánea de su vida a A., y me vino a la mente la imagen de un caballero, un caballero que para no hacer más daño a una mujer y a sus hijos, deja la familia, pierde la profesión y se lanza a la vida con lo puesto y nada más, ¿nada más? No, nada más no, se va con una vida de trabajo y esfuerzo a sus espaldas, con un título que le ha capacitado para desempeñar un buen trabajo. Antiguamente los caballeros se iban a la guerra, a servir al Rey, y así su vida no se desperdiciaba, la aprovechaban todos, ganando o perdiendo batallas, pero en todo caso sirviendo a la patria y al rey; ahora una persona como A., que pierde su familia, su trabajo, no tiene otra alternativa, o sí, otros he conocido que se han ido a la legión, para someter su rebeldía a una disciplina ordenada y sacrificar su vida por la familia, la patria, o Dios mismo.

En estos tiempos la alternativa es la calle, que permite muchas formas de supervivencia, y, cuando ya las fuerzas y la moral van flaqueando, y el deterioro ha hecho muchas mellas en el cuerpo y en el alma, entonces por propia iniciativa si aún le quedan fuerzas, o de la mano de algún buen samaritano, llama a la puerta de alguna institución para que le acoja. Entonces viene la remontada de los infiernos de la droga, del alcohol, de la soledad.

Por so A., ahora ofrece sus servicios como abogado a otros que están en peores condiciones que él, es un capital humano que no ha quedado desperdiciado, y resulta admirable porque no ha perdido la fe en la justicia, porque ahora ejerce de abogado de “causas perdidas”, quiero decir de abogado de indigentes, víctimas de alguna injusticia, y saca fuerzas de flaqueza para confiar en el ser humano, en la sociedad, y en sí mismo.

Otro caso es el de P., profesor de esquí, acostumbrado a la disciplina, al esfuerzo, al control del cuerpo, gracias a Dios no tiene ningún vicio, y una vez que ha superado la fase terrible del descenso a la indigencia es otro caballero, también se fue para no hacer más daño a su familia. Malgastó lo que le quedaba, que no era poco, con la intención de acabar consigo mismo seguramente. Pero, él es más fuerte que el poder destructivo del dinero que tenía, la formación que le llevó a ser un afamado maestro en su profesión le ha salvado de la destrucción. Ahora sabe exactamente cuáles son sus cualidades y cómo debe emplearlas, es una persona generosa y quiere devolver la ayuda que le han prestado a él sacándolo del abismo; ahora duda entre volver a su vida pasada o dedicarse a ayudar a otros que están viviendo lo que él, gracias a Dios, ya ha asimilado y superado.

Estamos sin duda en una crisis histórica, que supondrá un cambio de era, no se cómo se llamará porque la actual es “la sociedad de nuestro tiempo”, incluso otros han hablado del fin de la historia; pero ya vemos que la sociedad no ha sabido responder a esas expectativas de desarrollo continuado y sin retorno. Esos profetas que se han fiado de la capacidad humana por sí sola para desarrollar una sociedad perfecta se han equivocado. Yo creo firmemente que una sociedad sin Dios no tiene futuro, el ansia de poder del hombre es irrefrenable y una vez conseguido lo trastorna, se cree Dios y se vuelve despótico.
Estamos viviendo un despilfarro que sobrepasa lo material, están sobrando las personas, y el Estado no garantiza los derechos de todos, los representantes políticos consienten, impasibles, que muchos de sus ciudadanos pierdan derechos fundamentales, hablan y hablan, culpan de los males a otros y no son capaces de cohesionar la sociedad.
Pero, precisamente este caudal humano que hemos visto en estas personas sin hogar, cuando su número sea suficiente, cuando la crisis sea total, cuando en los estados se declare el “sálvese quien pueda”, quizá entonces surja una nueva sociedad, fruto de la generosidad y la entrega a la causa más noble: el derecho a vivir con dignidad y en armonía con todos los seres humanos.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

¿Se puede vivir hoy sin documentación?




Increíble, es sencillamente increíble, A. no tiene identidad oficial, sólo es A. para los que la conocemos, con sus dos apellidos ilustres, pero en la administración no la reconocen, y tiene que ir al hospital, para que la reconozca en este caso el médico.

A. es encantadora, te cuenta unas historias con tal realismo que te engancha, y hasta puedes llegar a creértelas, si te dejas llevar por el aplomo y la seguridad con que describe las situaciones y las personas. Con su porte cuidado y hasta elegante A. nos despista totalmente. Ha sido una verdadera pesquisa a lo Sherlock Holmes lo que la trabajadora social ha llevado a cabo para dar con la verdadera identidad de A., pero ahora A. no se reconoce en su verdadera identidad. Tuvimos que echar imaginación y paciencia para convencerla de que aceptara su nueva identidad, al fin y al cabo en su accidentada vida como espía ha tenido que esconderse y utilizar distintos nombres, pues ahora, con tal de que la atienda el doctor, qué más le da el nombre y los apellidos que le pongan.

Como A. vive de ocupa, ahora le sale otro problema, tiene cita en el juzgado por denuncia del dueño de la casa donde vive con otros compañeros desde hace años. En el juzgado sí es citada con el nombre y apellidos que ella dice tener. ¡Válgame Dios! Y ahora que hemos por fin descubierto su verdadera identidad quién la va a convencer de que está en un error. Ella ahora está dispuesta a poner al inspector de policía en un aprieto y le va a demostrar que ella es quien dice ser y no quien él le dice que es.

Pero, claro, si es que a A. no le duró el carnet nuevo que le consiguió la trabajadora ni un mes, un día se lo llevó a la oficina un barrendero que lo encontró en cualquier sitio de S.F., y en este caso ha tenido suerte y lo ha recuperado.

Aún no ha terminado esta historia promete ser larga y complicada.

No sé si será larga, hoy lleva casi una semana en el hospital y aún no le han comunicado el diagnóstico exacto  ni sabe cuánto tiempo estará ingresada. 

Ahora nos necesita a todos, tenemos que acordarnos mucho de ella para enviarle nuestro apoyo y para que no se sienta tan sola.


Por qué escribo


Nos decían nuestros padres y abuelos : ” hijo, estudia; estudia cuanto puedas, el saber no ocupa lugar”. Cuánta razón tenían y sin embargo las generaciones posteriores, las del progreso, no hemos seguido sus sabios consejos en la educación de nuestros hijos y nietos, hemos sustituido el respeto por el menosprecio al saber, hemos vanalizado tanto el concepto de saber y de cultura que lo que pudo ser un nuevo renacimiento se ha convertido en un fracaso social histórico. Digo esto porque hoy mismo acabo de asombrarme yo de la verdad que encierra aquel antiguo pero sabio consejo; soy de los desencantados con esta sociedad y aunque tarde trata de poner remedio.

Yo tenía un enorme interés en escribir las historias de las personas que vienen a pedir ayuda a la oficina del PSH, me parecía un auténtico despilfarro que quedaran en el anonimato total, olvidados para siempre, menos para Dios, claro. Yo tenía que a ayudar a Dios un poco, tenía que demostrarle que no estaban solas aquí abajo. Pero no encontraba un método para escribir recogiendo lo esencial de su vida, con respeto religioso a su vida y persona. Un día, una persona conversa evangelista y un abogado “callejero” que acudieron a nuestra oficina, con sus relatos me dieron el empujón que necesitaba para empezar a escribir sacando a relucir la dignidad de estas personas que la sociedad les niega de alguna manera.

Pero el método o la fórmula adecuada para atreverme a escribir temas tan serios no la descubro yo por mi mismo, ni me la dan estas personas sin más, ellas son indudablemente la causa principal, pero el método para escribir sin ofender, sin presuponer ni prejuzgar a personas demasiado encuadradas socialmente y marginadas, me lo había aportado mi maestro espiritual de cabecera durante muchos años: José Jiménez Lozano, nadie como él es capaz de escribir sobre la persona más humilde y convertirla en un protagonista con garra.

En otros tiempos yo leía ficción, no pensaba que aquellos personajes eran reales, mi gran asombro ahora ha sido este, descubrir que los personajes que yo creía que eran de ficción son reales, ayer, hoy y siempre.

Cuántas gracias le doy a mis antepasados por el consejo: “estudia, que el saber no ocupa lugar; o lee, lee mucho hijo, que leyendo se aprende mucho” y a mi maestro J.J. Lozano, aunque él no sepa cuánto lo admiro y lo aprecio, ahora hasta me atrevo a ser un discípulo suyo, y no me importa si literariamente no paso de ser un mero aprendiz. Pero sobre todo doy gracias a Dios que me puso en camino y me ha conducido hasta aquí, a San Fernando, un punto de encuentro de vocaciones como explicaré a continuación.

Cómo iba a pensar yo que lo que entonces leía y me llenaba de asombro era una semilla que algún día daría su fruto, o cómo iba yo a pensar que después de años, allá en mi jubilación, iba a retomar un camino que había iniciado hacía más de veinte años, en mi tierra natal, Zamora. Cómo iba yo a pensar cuando estudiaba historia de España y me emocionaba leyendo aquellos pasajes de la Guerra de la Independencia, sobre todo cuando leía que los Diputados se reunían en el Teatro de las Cortes, en la Isla de León, y sentía un deseo enorme de conocer aquel lugar, cómo iba a pensar yo que un día viviría en aquel fantástico lugar. Bueno, pues llevo viviendo aquí ya más de diez años, y en Andalucía veintisiete. Dos deudas tengo yo con San Fernando, una espiritual y otra humana, que estoy encantado de agradecerle, y primero a Dios que me ha tenido a bien conducirme hasta aquí.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Bajo el puente. Como un gato.


F. lleva entre nosotros muchos meses. Quiero resaltar que es portugués, porque así dejaremos en ridículo a los que piensan que los portugueses no son de fiar. F., es un hombre servicial, atento, discreto, agradecido, siempre encuentra la forma de mostrar su agradecimiento oportunamente, como persona muy observadora y discreta que es .

Yo creo que tiene algo de gato, que se le han pegado las cualidades de los gatos con los que convive debajo del puente. Es limpio, acude al Pan nuestro cada día a asearse, incluso creo que se ha ganado “un pase especial”; es agradecido con la comida que se ofrece en el comedor; sin mirar se entera de todo, y actúa con una gran discreción. Igual que los gatos tienen un instinto especial para ganarse el favor de los hombre, F. tiene la cualidad de llevarse bien con quien le puede reportar un beneficio o simplemente una buena compañía, en esto no es como los gatos, los gatos son más egocéntricos, F. no lo es en absoluto, es un buen hombre y ayuda a cualquiera. No quiere esto decir que no enseñe las uñas cuando alguien se extralimita con él o con algún amigo; hay que ser muy valiente, por otra parte, para vivir debajo de un puente durante meses sin tener ningún conflicto con nadie.
Parece incluso que ronronea con su lenguaje entre portugués y español.
Me hace gracia, por decirlo de alguna manera, cuando me dice que tiene algunos problemas para pedir cuando le hace falta dinero, “porque si no vas sucio y mal vestido nadie te mira”, dice ofendido. Esto me demuestra que la sociedad de hoy es tan cínica, clasista y desconfiada como siempre, no ha cambiado el concepto sobre los mendigos, y peor aún la mayoría piensa que piden porque quieren, porque no quieren trabajar, que hay sitios donde se les da cobijo y comida. Ya sé que este tema trae polémica incluso entre los que nos dedicamos a ayudar a las personas sin hogar, pero es una realidad terca y duradera. Dice Jesús, cuando reprochan a la Magdalena que derroche el ungüento en sus pies : “Dejazla hacer, a los pobres los tendréis siempre con vosotros”, ¿Se nos han olvidado estas palabras? ¿A caso queremos ser más que Dios , o creemos que vamos a desterrar nosotros solos el mal de este mundo? No lo sé, pero en todo caso deberíamos ser más humildes.
F. cobra una pensión cortita y aún le da para mandar dinero a sus hijos en Portugal, prefiere seguir viviendo solo, debajo del puente, aguantando sus dolores de espalda, sus momentos de melancolía (fado)y sus remordimientos por las conductas pasadas que le han conducido a su situación presente. Me ha conmovido algunas veces por su generosidad, su capacidad de renuncia , como cuando tenía ahorrado para arreglarse la boca y en cambio le mandó el dinero a su hijo ante una emergencia, “no quiero que le falta nada a él”. No sé, ni me importa la causa por la que está aquí F., me ha dado numerosas lecciones desde que lo conozco, y lo considero un amigo al que me gustaría corresponderle como realmente se merece.

Digo que no sé la causa de su situación, bueno, sé que hay por medio una separación matrimonial, que tuvo algún problema con la droga. Cierto que alguna vez se le ve más decaído, ausente, a veces me ha dado la sensación de que se esconde a las miradas y necesita estar solo.
No sé por qué me trae a la memoria una novela extraordinaria de mi admirado maestro J. Jiménez Lozano: “Ronda de noche”, es una historia de personas marginales, que viven de lo que recogen en la basura, y viene un día a vivir a ese barrio humilde con Claudina su hermano, que se ha quedado en el pueblo solo. Como es un poco corto se pierde y termina siendo raptado por unos traficantes de órganos. Terrible, a partir de aquí todo resulta algo apocalíptico y profético. A veces tengo esa sensación cuando F. desaparece unos días. No quiero ser agorero ni mucho menos, pero ¿cómo metía yo este tema que siempre me ha intrigado? Y además quería yo hacer justicia a este admirable escritor, profundo humanista, el mejor relator de la historia de las almas sencillas y humildes, que engrandece a los más humildes de la sociedad y a los “inocentes”, como Pacífico, el tonto del pueblo que sabe todo de todos y al final les da una lección. Él me ha inspirado sin duda estos relatos míos, pero yo me quedo a enorme distancia del maestro, aunque muy agradecido por su enseñanaza.

Perdona F. que me haya ido por las ramas, mi único propósito es demostrar que la dignidad de las personas no depende de su aspecto o su situación, sino de cómo sea su alma, y tu alma demuestra ser sensible hacia los animales, la naturaleza, los amigos, y hacia las personas en general que dan lo mejor de sí por los demás. ¡Ánimo F., no consientas que nada ni nadie perturbe tu alma sencilla!