Hoy ha sido una mañana un tanto agitada, empezó lenta, sin
dificultades, pero al final, fuera del horario habitual, acudieron en busca de ayuda varias personas:
un joven que anda un tanto desorientado, buscando acomodo fuera de su casa por
incompatibilidad con “la pareja “de su madre; otro que se ha pasado la mañana
con los ojos cerrados, quizá durmiendo, quizá soñando, porque no ha parado de
hojear libros y de vez en cuando se le caían de las manos. Han llegado también
dos mujeres.
Ellas son las que más me han llamado la atención,
representan dos maneras de vivir en la calle. Ambas son extranjeras y muy
diferentes. Estuvieron a punto de la discusión cuando una de ellas le pidió un
segundo cigarro a la otra, pero de pronto descubren que se conocieron hace
tiempo y entonces comenzaron a hablar casi como dos viejas amigas, “¿por qué no
te aseas un poco, puedes hacerlo en el “Pan nuestro?”, le decía una a la otra; “antes
llevabas el pelo hacia arriba, recogido, ¿por qué no te cortas el pelo?”, insistía,
mientras la otra respondía con mejor tono pero con evasivas.
Una presentaba un aspecto más descuidado, entregada a la lata de cerveza y
al tabaco, mejor si es gratis; la otra, nadie diría que vive en a calle, tan
aseada y bien vestida. La primera se muestra más bien maleducada, digo yo que
para impresionar o para justificar su desgracia; la segunda a penas habla, sus
modales son mínimos pero delicados, su mirada muy afable. Las dos son muy
sensibles, sin duda, pero la primera se expresa más espontáneamente y la
segunda, es tan sensible que primero observa a quien tiene delante y ajusta sus
palabras y sus gestos al trato que recibe.
La señora descuidada volvió por la tarde porque la
trabajadora tenía que hacer alguna llamada a la embajada del país de esta
señora, con el fin de conseguirle la documentación necesaria para viajar a su
país. Necesita treinta euros y hacerse unas fotos para obtener los documentos,
pero ella dice que eso es imposible. La trabajadora, con toda la paciencia del
mundo trata de convencerla de que puede esforzarse en conseguir ese dinero, lo
mismo que lo consigue para el tabaco y la cerveza. La señora está un poco
cardilla a esa horas y de pronto se rebela, saca de su interior más humano y de
madre, el recuerdo de su hija, ella solo quiere ir a ver a su hija, y ahora que
tanto lo quiere no puede ir; pero la necesita tanto ahora…que se rebela contra
la trabajadora, se encara con ella y le dice frases muy duras, como si fuera
ella la culpable de no poder cumplir su deseo. Ella marchó dando tumbos y voces
y nosotros nos quedamos preocupados y un tanto tristes.
En el mundo de la calle se dan cada vez más categorías, se pueden ver personas con distintos
grados de formación y sin posibilidad de encontrar un trabajo. Unos hacen de la
calle un modo de vida, pero otros, como la segunda señora, cuidan su aspecto
para que no se note que viven en la calle, para dar con ello confianza a las
personas “normales” que pudieran ofrecerle algún trabajo, y evitar así los
peligros de la calle. A cuántos he oído decir que quisieran librarse de la
calle, pero pocos lo consiguen. Cuando volvía para casa vi a un chico joven,
sentado en el suelo, con un aspecto normal, pidiendo una limosna en un papel
ponía “soy electricista en paro…”