jueves, 13 de septiembre de 2018

EL REINO DE DIOS I



Pablo Garrido Sánchez

El proyecto

Después de dos mil años, la persona y obra de JESÚS de Nazaret originan preguntas de este tipo: “¿Quién eres TÚ, JESÚS?” y “¿Cuál es tu proyecto, JESÚS?” La obra a llevar a cabo o el proyecto coinciden con el encargo del PADRE. JESÚS es enviado por el PADRE a este mundo con una misión. Es frecuente establecer la salvación como lo fundamental de la misión, pero en este salto nos perdemos un conjunto de objetivos parciales que contribuyen a la estructura misma del proyecto previsto por DIOS. Además se mira la salvación en el más allá con un menoscabo de las cosas de este mundo. Algunos pueden pensar que JESÚS miró con desdén las circunstancias de los hombres, sin embargo los evangelios muestran otra cosa bien distinta.

El proyecto de JESÚS de Nazaret tiene en cuenta el Designio Divino y la condición humana en toda su extensión. Nada de lo que afecta a las personas cae fuera del proyecto de JESÚS. La enfermedad, el dolor y el sufrimiento, los odios, las guerras y las venganzas; la fraternidad, la familia y las riquezas; los pobres, los excluidos y los fracasados; y de manera especial hay que devolver al hombre la verdadera imagen de DIOS. ¿Cuántas personas se saben amadas por DIOS de manera incondicional?

“El Reino de DIOS está cerca”

El Reino de DIOS es un don que se nos propone a los hombres, pero en ningún momento se impone; entonces viene bien esta expresión: “El Reino de DIOS está cerca”. El Reino hay que buscarlo y desentrañar en él algo de misterio; hay que pedirlo, porque sólo DIOS lo tiene; hay que reclamarlo, la llamada mantenida perfecciona la Fe que es la llave para entrar en él. En el Padrenuestro pedimos: “Venga a nosotros tu Reino”.

San Marcos

Existe unanimidad sobre la aparición del evangelio de san Marcos, en el año sesenta y siete, de nuestra era, en Roma, que compendia la predicación de san Pedro. El comienzo del Evangelio es el siguiente: “Comienzo del Evangelio de JESÚS el Mesías, HIJO de DIOS” (CF. Mc 1,1). Todo lo que se va a narrar en este relato es lo que JESÚS dijo e hizo con carácter significativo para el contenido mismo del Reino de DIOS. La brevedad del Evangelio de san Marcos nos ayuda a fijarnos en lo importante; y con toda intención señala la presencia del Reino de DIOS en un anuncio que contiene cuatro partes: “Se ha cumplido el tiempo, está cerca el Reino de DIOS; convertíos y creed el Evangelio” (Cf. Mc 1,15)Tres acontecimientos señala san Marcos previos a este anuncio programático: El bautismo de JESÚS en el Jordán por medio de Juan el Bautista, las tentaciones en el desierto de Judea y la muerte de Juan el Bautista a manos de Herodes. El bautismo de JESÚS  resalta  el fondo trinitario que inspirará todas las acciones de JESÚS; el paso por el desierto durante cuarenta días, es un tiempo de entrenamiento espiritual para el nuevo orden divino que ÉL está llamado a implantar; y la muerte de Juan Bautista señala el giro que se produce entre la Antigua Alianza y el tiempo del Mesías, JESÚS  de Nazaret.

El profeta Isaías y el nuevo orden divino

Retrocedemos en el tiempo, aunque no lo hacemos en el fondo del Mensaje. La proclamación programática de JESÚS se realiza a renglón seguido de la vuelta del desierto donde JESÚS, “empujado por el ESPÍRITU, vivió durante cuarenta días entre las fieras y las alimañas, fue tentado por el diablo y los Ángeles lo servían” (Cf. Mc 1,12-13). Este cuadro de las tentaciones de JESÚS en el desierto es la antítesis del paraíso (Cf. Gn2 y 3). El desierto de Judea representa de modo simbólico cómo quedó el mundo después de la debacle originada por el pecado.

El profeta Isaías describe visiones del nuevo orden que nos devuelven a la buena vecindad del paraíso donde “el buey y el león pacen juntos; el lobo y el cordero convivirán sin riesgo ni temor alguno; y un niño meterá la mano en el nido de la serpiente y no sufrirá daño” (Cf. Is 11,6-9). En el segundo relato de la creación el hombre da nombre a la variedad de animales (Cf. Gn 2,19), porque establece con ellos y el resto de lo creado una buena relación en paz y armonía.

La imagen del orden inicial no es el orden del futuro, pues la acción restauradora del MESÍAS tiene por objeto un “orden nuevo”, que tiene en cuenta lo realizado hasta ahora y está dispuesto a superarlo.

El orden natural en paz y armonía entra en otra fase en el propio profeta Isaías cuando todas las naciones son convocadas a un gran banquete de manjares extraordinarios. A este banquete están convocados de los cuatro puntos cardinales y de un extremo a otro: todos están llamados y nadie queda excluido (Cf. Is 25,6-7). El banquete opera  como el símbolo de la perfecta comunión fraterna, y de todos los hombres con DIOS, que es el anfitrión.

Al comienzo de su misión, JESÚS recibe un incremento en el reconocimiento de su identidad como HIJO de DIOS, en el bautismo (Cf. Mc 1,9-11); y el ESPÍRITU como  viento huracanado lo arrastra al desierto (Cf. Mc 1,12). El significado del término empleado por el autor sagrado para indicar la moción del ESPÍRITU no es una transición amable y sosegada, sino enérgica como un viento a punto de arrancar un árbol del suelo donde se asienta: El ESPÍRITU empujó con fuerza a JESÚS al desierto (Cf. Mc 1,12). Lejos, esta imagen, del momento amable en que Adán es situado en el paraíso. JESÚS se designa como el Hijo del hombre, que contiene un gran fondo enigmático. Como hombre perfecto, JESÚS trasciende la humanidad de Adán, pero eso se verá con claridad en la Resurrección. El desierto es la otra cara del paraíso, y único escenario donde el hombre puede encontrarse con DIOS en este mundo. No perdamos de vista que JESÚS está en los compases introductorios al inicio del ministerio evangelizador. Ahora es el momento de grandes determinaciones, y el PADRE lo espera para la toma de esas decisiones trascendentes.

El desierto de Judea es lo suficientemente inhóspito como para llevar las fuerzas humanas al límite de su resistencia en medio de un ayuno total de cuarenta días. El ambiente alrededor carece de cualquier atractivo, su aridez amenazante parece  dispuesta a morder con el veneno de una serpiente o de un escorpión. No es la frondosidad del Paraíso donde se nos antoja imaginar la más variada policromía natural, la fragancia de las mejores flores y el recio aroma de plantas más vigorosas. La suave brisa  del atardecer que enmarcaba los secretos diálogos entre el hombre y DIOS es sustituida por un viento que no trae más que arena, que puede quemar por el día y mostrar su dureza en el frío de la noche. Las condiciones externas del desierto se convierten para JESÚS en una parábola de lo que se va a encontrar en su ministerio público.

El plano espiritual presenta a JESÚS en relación íntima con el PADRE; y distintos momentos en que su espíritu tiene que medirse en el nivel de las fuerzas satánicas, que es compensado por la presencia de los Ángeles, que le servían. Para mostrar el dinamismo del Reino de DIOS, JESÚS, seguirá contando con los actores del desierto, y los Ángeles no dejarán de servirle al tiempo que el se enfrenta a Satanás desde el primer momento (Cf. Mc 1,13). El ritmo trinitario de intervenciones divinas queda patente a lo largo del Evangelio:  JESÚS hace y dice lo que ve hacer al PADRE y dice lo que el PADRE le manda (Cf. Jn.5,19;12,49) Lo mismo que el ESPÍRITU SANTO condujo a JESÚS al desierto, así también lo moverá a curar o a dar gracias por el buen hacer de sus discípulos (Cf. Lc 10,21-22).  Según san Mateo el testamento de JESÚS es trinitario: “Id, y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del PADRE, y del HIJO, y del ESPÍRITU SANTO. Y enseñándoles a guardar todo lo que YO os he mandado” (Cf. Mt 28, 19 - 20).




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