José Luís
Nunes Martins
Casi todos
queremos ir al cielo, pero pocos se esfuerzan por descubrir, escoger y aceptar
su camino para llegar a él.
Solo hay un
camino para cada uno de nosotros. Pasa por quien está cerca de nosotros, todos
aquellos con quienes nos cruzamos varias veces a lo largo de los días. A veces
en el mismo día. Nuestros familiares, aquellos con los que trabajamos y, de una
forma u otra todos aquellos que conocemos al mirar.
En verdad,
todos formamos parte unos de otros, por lo que no podemos ser felices si los
otros no estuvieran bien. Es promoviendo su felicidad como alcanzamos la
nuestra.
Por más paradójico
que parezca, el que solo cuida de sí no consigue el resultado que desea: paz y
alegría.
Los egoístas
creen que los otros son meros figurantes en una historia que tiene solo un
protagonista: ellos mismos. Son el centro de su mundo, donde non cabe nadie
más, de tan grandiosos que se creen. Viven siempre solos, aunque haya alguien
que les satisfaga los caprichos. Viven descontentos, aunque tengan más que
suficiente para ser felices.
El camino para
el cielo pasa por dar con amor, no por acumular por egoísmo.
Puede ser más
pesada nuestra vida de lo que alguna vez creímos posible, pero nunca será más
pesada de lo que nuestros hombros puedan soportar. Y si nos derriba alguna vez,
que seamos capaces de levantarnos y seguir adelante. Muchas ves necesitaremos
la ayuda de otros. Así también los otros, por más fuertes que sean y los
creamos, necesitan nuestra fuerza.
Amar es ir al
encuentro de quien se encuentra débil. No por ser débil, sino solo porque somos
iguales a él y siempre es tiempo de apoyar a quien vive un momento de
necesidad.
Las puestas
del cielo están a nuestro alrededor, un poco por todos lados. Necesitamos parar
y hacer de nuestro silencio espacio y tiempo para que el otro n os revele
aquello que necesita. Pero, necesitamos estar atentos a las miradas que se
cruzan con la nuestra, buscando la verdad que está detrás de cada uno. Después de
parar, escuchar y oír, es tiempo de actuar.
Es tiempo de amarnos
y hacer que los que sufren se sientan amados. Sin palabras ni discursos, pues
las obras del amor no se hacen de promesas ni de bellas frases.
Nunca basta
amar. Es necesario que el otro se sienta amado. Caso contrario, es solo un
ejercicio de buena voluntad, sin resultado. Tal vez hasta un poco egoísta,
porque el objetivo debe ser precisamente que el sufrimiento del otros sea
apaciguado a través del amor que fuéramos capaces.
Para llegar al
cielo es necesario ser luz
¡Quien no es
luz solo aumenta la oscuridad!
https://agencia.ecclesia.pt/portal/como-se-chega-ao-ceu/