José Luís Nunes Martins
Hay días en que
todo parece perder el color. Sin un por qué, una tristeza extraña nos conduce a
una monotonía estéril. No hay nada allí. Ni dentro de nosotros s oye voz
alguna. Como si el sentido de todo se hubiese deshecho. El bien y el mal parecen
iguales…
La soledad cae como
una nevada y nos ciega. No se oye nada y tampoco se consigue decir nada…
Pero en cuanto el
corazón se libra de todo miedo y se comienza a mirar el desaliento con amor,
sin darle el poder que desea, es que nuestro espíritu sonríe, porque comprende
que todas las personas tienen días cenicientos y que ahí solo llega el mal al
mundo si alguien le sacrifica su vida a cambio de una falsa promesa de comodidad.
Solo hay
sufrimiento profundo en un corazón grande. El problema de un espíritu más
elevado es que se vuelva y revuelva contra sí mismo.
Nuestra existencia
exige que fijemos objetivos y que tengamos la energía necesaria para llegar
allí. Soñar no es sino lo primero y el más fácil de los pasos rumbo a la felicidad.
La sabiduría pasa
por descubrir la verdad de cada cosa distinguiéndola de todas las demás. Para
una mente cansada, todo es indiferente.
La grandeza del
espíritu no está en la cantidad de las ideas de que es capaz, sino en la hora
de aquellas que asume cumplir.
Aquel que consigue
decir no a los vientos que intentan apartarlo de sus intenciones, aquel que es
capaz de asumir los días tristes como parte de su camino, y no se detiene en
ellos más de lo natural, vence las tinieblas dentro y fuera de sí.
Hay quien pasa el
tiempo tratando de encontrar la forma de vivir de manera confortable en su
desesperación. Otros sufren aún más por creer en su esperanza, buscado, por
todos los medios, una forma de evadirse de la prisión de la angustia. Solo
estos llegan donde quieren.
Solo vive sus días
quien se revuelve contra la muerte de cada momento.
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