Los puentes son unas estructuras fascinantes. Con apariencia a menudo de estar colgados en medio del aire, se lanzan por encima del agua abierta, enlazando dos riberas con un nudo de carretera.
Construir puentes es una ocupación difícil y peligrosa. Requiere nervios firmes, pies seguros y mucha fe. Tal vez por eso la construcción de los puentes se utilice como metáfora de la reconciliación. Cuando la gente está fuertemente enfrentada entre sí, se requieren nervios firmes, pies seguros y mucha fe para intentar de nuevo la reunión.
Por peligrosa que sea la ocupación de constructor de puentes, aún más peligroso es dejar sin tender un puente sobre un abismo de ira. Aunque la ira se considera frecuentemente como algo ardiente, es más como un río desbordado: Fría, implacable e incapaz de perdón. Cualquier cosa que se aproxima a sus orillas es arrastrada por su corriente, que todo lo consume. Dado que la ira discurre rápida y en profundidad, a menudo el único modo de sortearla es pasar por encima de ella; lanzando un nudo de perdón de una ribera a la otra: Alzar un puente.
Dejo estas preguntas para que nos sirvan de reflexión: ¿Necesito construir un puente en mi vida? ¿Qué necesito para iniciar la construcción?
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