El 02 del 10 del año 2008
escribía una carta, en el Diario de Cádiz, a los directores de los colegios de
San Fernando, y de cualquier ciudad andaluza o española.
Comenzaba así: “Como
voluntario de Cáritas de San Fernando tengo la oportunidad de ser testigo de un
hecho desagradable que se produce en nuestros colegios, cada año por estas
fechas. Se trata del enorme costo de los materiales que piden los profesores a
los niños al principio de curso, especialmente a los más pequeños.
Supongo que los profesores
quieren lo mejor para los niños, pero no sé si tienen en cuenta las
dificultades que muchos padres han de soportar: dolor porque su hijo no pueda
llevar a tiempo los materiales, búsqueda desesperada de ayuda a la asistenta
social, … por fin a las oficinas de Cáritas, siempre con los niños a cuestas
teniendo que ver y oír cómo su madre se esfuerza por lograr la ayuda necesaria,
o sólo la mitad.”
Creo que no ha variado mucho
la situación desde los colegios y la Administración, en cambio sí que se ha ido
implantando en las distintas Cáritas, el programa de ayuda escolar, a
principios de septiembre, para atender esta necesidad concreta de nuestras
familias acogidas.
Aunque en realidad son
distintas organizaciones, principalmente alguna de las cofradías de las
parroquias las que, en colaboración con Cáritas, aportan el material que cada
niño necesita.
En mi parroquia actual, la de
la Divina Pastora, la Cofradía del Huerto, que se hace cargo de costear este
programa, este año se compromete a hacer un esfuerzo aún mayor, dando a cada
niño de nuestras familias acogidas todos
los materiales que el colegio le exija para el curso que comienza en septiembre.
Ahora Cáritas pedirá a las
familias la lista de materiales de los distintos colegios y así, este curso, no
habrá diferencia entre los niños de estos colegios, por tener o no tener los
materiales completos y a tiempo.
Han pasado bastantes años
desde 2008, no hemos mejorado mucho en tantos aspectos, pero también es verdad
que la solidaridad es inagotable; que, a la hora de la verdad, siempre hay
quien se vuelca, sea por el bien de unos niños marginados, sea porque llega la
Navidad, sea porque alguien necesita un electrodoméstico…
No quiere esto decir que no
haya fallos, y algún desencuentro, pero también es verdad que quienes ejercemos
la caridad en nombre de la Iglesia somos humanos y por eso, a veces, y no
necesariamente con mala intención, no somos plenamente conscientes del alcance
de nuestra actitud y de nuestras decisiones, por lo que podemos equivocarnos.
En cualquier caso, siempre
merece la pena comprometerse, y hacer posible que muchas personas reciban una ayuda,
aunque sea mínima, sea material, económica, una información, o simplemente
escucharlas y atenderlas con empatía en sus necesidades.
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