La Navidad, en su versión
comercial, es una historia muy sentimental, llena de paz, de amor y angelitos
rechonchos, tocando el arpa y cantando hosannas. Pero no fue así hace 2017
años…
Cuando oímos hablar de
Navidad, se nos cuenta siempre la misma historia romántica. Se habla de Jesús
bebé y del matrimonio maravilloso, María y José. Se mencionan la vaquilla y el
burrito, con diminutivos que hacen aún más tierna la escena. Los misteriosos
Magos, venidos de Oriente, dan una nota de fantasía, digna de una mega
producción de Disney, en cuanto a la adoración de los pastores introduce una
nota ecológica, políticamente muy correcta, pues funde en el mismo amor el
culto a Dios niño y a la devoción por la naturaleza.
Esta es, por así decir, la
versión comercial de la Navidad: una historia sentimental, llena de paz, de
amor y de angelitos rechonchos, tocando el arpa y cantando hosannas. Pero esta
no es toda la historia que aconteció hace aproximadamente 2017 años…
De hecho, cuando Herodes
supo del nacimiento del Rey de los Judíos, título Mesiánico al que era
inherente a la realeza de Israel, decidió eliminar al usurpador. Al no saber su
paradero, mandó matar a todos los recién nacidos en Belén de Judá. Jesús no
pereció porque antes huyó, con María y José, a Egipto, donde permanecieron
algún tiempo. Pero hubo niños que fueron asesinados en esa ocasión y, como
murieron por Cristo, la Iglesia los venera como mártires.
No se sabe con certeza el
número de víctimas de la furia asesina del tirano, pero se puede creer que
fueron bastantes: casi todos los que habían nacido en Belén, en aquellos dos
últimos años. José y María solo salvaron a Jesús, porque no sabían, ni pudieron
prever, la matanza de los santos inocentes. La horrible muerte de aquellos
niños tiñó, con sangre infantil, el misterio de la Navidad.
También ahora, la Navidad
tiene una vertiente dramática, muchas veces ocultada en estos días de fiesta.
El Evangelio, citando palabras de Jesús en la inminencia de su Pasión y muerte
en la cruz, habla de la alegría del nacimiento de un niño: “La mujer, cuando
está para dar a luz, siente tristeza, porque llegó su hora; pero, cuando da a
luz un hijo, ya no se acuerda de su aflicción, con la alegría de haber traído
un hombre al mundo” (Jn 17,21). ¿¡Pero, qué sucede cuando esa criatura no está
sana y sin defecto!?
El hedonismo moderno se ha
apropiado del odio de Herodes y, todos los años, siega la vida de millares de
niños deficientes. Hay países en los que esos bebés ya no nacen, porque su
muerte es provocada anticipadamente, por vía del llamado aborto terapéutico. En
las naciones en que se ha aprobada la eutanasia, también se practica la
eliminación selectiva de los recién nacidos con mal formaciones. Tal vez
aquellos que, en un momento de desesperación, deciden poner término a la vida
inocente de un niño discapacitado, antes o después de su nacimiento, tengan
algún atenuante, no obstante la gravedad de ese acto homicida. Pero los padres
que, conscientes de las anomalías del hijo en gestación, lo acogen con amor
son, por lo general, verdaderos héroes.
Habrá quien piense que hay
egoísmo en esa actitud, porque incluso para el propio menor sería preferible
abreviar su sufrida existencia. Claro que, si así fuese, todas las vidas
concebidas serían, en nombre de esa suposición, también eliminables, porque
nadie puede garantizar, de antemano, que una nueva vida, física y psíquicamente
normal, va a estar siempre exenta de sufrimiento. En realidad, la única forma
eficaz de evitar el dolor es por la eliminación de la persona porque, donde hay
vida, hay siempre esa posibilidad.
Por otro lado, una persona
incapacitada no es, necesariamente, desgraciada. No obstante sus penosas
circunstancias, si es amada por sus padres y demás familiares, estos niños
también pueden ser felices en esta vida. Pero, aunque su infelicidad fuera por
el propio sufrimiento y conscientemente, nada ni nadie está legitimado para
suprimir su existencia. Por eso, la muerte provocada de un ser humano inocente,
aunque estuviera enfermo, es siempre un asesinato, que ofende gravemente a Dios
y ataca uno de los principios más sagrados de la convivencia social.
Mi amigo Pablo y su mujer
sufrieron una terrible sacudida cuando supieron, por la ecografía, que su
última hija padecía el síndrome de Dawn. El nacimiento de Gracinha fue, con
todo, un momento de felicidad, aunque enturbiado por la aprensión causada por
la deficiencia. Más tarde, cuando comenzó a manifestarse su personalidad, puso de
manifiesto una extrema afectividad e, incluso, su alegría.
Los padres se dieron cuenta
entonces que aquella hija no era una maldición de Dios, ni un castigo, sino un
don y una bendición: si Dios les había dado aquel ser particularmente deficiente,
era porque depositaba en ellos una enorme confianza. Cuando unos padres se
ausentan durante una temporada y, por eso, tienen que distribuir la prole entre familias amigas, confían al
más necesitado al matrimonio que más aprecian. Así hace Dios también,
distinguiendo a los padres a quien concede esta gracia.
Por exigencias
profesionales, Pablo tuvo que vivir un tiempo en el extranjero, a donde no pudo
llevar a su familia. En su pequeño apartamento tenía, luego a la entrada, una
sola fotografía: la de su hija más joven. Al fin del día, al llegar a casa, no
le pesaba el cansancio ni la soledad porque, al mirar aquel retrato, se sentía
acompañado por aquella que era, sin exageración, la alegría de la familia.
Además, cuando venía a Portugal, para estar con la mujer y los hijos, Gracinha
era siempre la que más fiesta le hacía.
Los santos inocentes no
murieron en vano: su muerte por Cristo fue su triunfo y, por eso, la Iglesia
los festeja como protomártires del cristianismo. También ellos son navidad
porque, cuando el Hijo de Dios nació para el mundo, ellos nacieron para la
eternidad. ¡Quiero creer que, en el cielo, hay una gloria especial para estos
hijos predilectos de Dios, pero también para sus padres, hermanos y para
cuantos los acogieron con la misma ternura y amor con que María y José
recibieron a Jesús! ¡Santa Navidad!
http://observador.pt/opiniao/historia-de-um-natal-diferente/