sábado, 30 de diciembre de 2017

Quieren un cambio, pero no quieren rectificar




Opinión de JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS



Los malos momentos son tan importantes como los buenos. Tal vez incluso más.

Pasan las horas. El tiempo pasa y todo lo que le está sujeto. Hay buenas y malas semanas. Minutos mejores y peores. Años de gracia y años de desgracias. Y en un solo día se puede vivir la plenitud de la vida, perder todo o llegar hasta el cielo.

Los malos momentos son tan importantes como los buenos. Tal vez incluso más. Nos hacen trabajar y luchar, poniendo a prueba las fuerzas que tenemos para resistir y los talentos para superar las adversidades. Al final, estaremos aún más fuertes y dignos.

Hay instantes en la vida en que nos sentimos en total desequilibrio, como si cayéramos en el abismo, sin amparo alguno. Es la señal clara de que el tiempo de cambiar lo que se debe cambiar está cerca de finalizar. Esta urgencia implica que busquemos incluso aquello que antes habíamos evitado, haciendo aquello que nunca antes habíamos hecho. Con miedo, pero con una enorme voluntad de vivir en paz.

Es esencial que cada uno tenga confianza en sí y en las acciones de las que es capaz. Las intenciones valen muy poco.

Nadie vine a eximirnos de nuestra vida, pero hay quien se pasa la vida a la espera de los milagros. No es fe, es falta de capacidad de comprender el sentido de la existencia.

La flecha que se lanza solo va hacia adelante después de haber sido empujada hacia atrás en el arco. ¡Así, cuando la vida parece estar por amargarnos, lo  cierto es que, resistiendo, más pronto o más tarde, conseguiremos volar más alto que las nubes más bellas!

Parece que las cosas necesitan ir mal antes de ir bien… que tenemos que lidiar con las personas equivocadas antes de conocer las acertadas. Como si fuese un precio, un aprendizaje esencial o una mezcla de las dos cosas…

Los más valientes son aquellos a quienes la miseria intenta abrazar, sin éxito. Viven en la desgracia, mas no se dejan corromper.

Los que toman la vida en sus manos, aquellos que luchan para mantenerse en pie a pesar de todo, son señores del tiempo. Viven en este mundo, pero no le pertenecen, son parte del tiempo que existe antes y después del tiempo.

Desde la eternidad antes del tiempo la vida es un don que se debe merecer. Y así será.

¿Qué hiciste con el tiempo que ya pasó?
Ilustración Carlos Ribeiro


http://rr.sapo.pt/artigo/101804/querem-mudanca-mas-nao-querem-mudar-se

viernes, 29 de diciembre de 2017

¿¡ El día mundial de los pobres, es una hipocresía!?







Con el valor, ciertamente astronómico de la hipotética venta de la Piedad, millones de pobres, que viven ahora en la miseria, podrían recibir una ayuda considerable. 

No es preciso ser  muy perspicaz para adivinar el comentario que, ciertamente, muchos no católicos habrán hecho a propósito de la institución, por el Papa Francisco, del Día Mundial de los Pobres: más que crear una efeméride de este género, que poco o nada va a beneficiar a los más indigentes, mejor sería que el vaticano abriese la mano de sus fabulosos tesoros y, con el valor de la venta de esos bienes, ayudase efectivamente a los pobres. Caso contrario, el Día mundial de los Pobres, que tuvo su primera edición en pasado día 19 de noviembre, se arriesga a ser una gran hipocresía.

La alegada duplicidad de la iglesia en relación a la cuestión social, recuerda la falsa leyenda de la dama cínica que, ricamente vestida y ostentando lujosas joyas, habría respondido así a un mendigo, a la salida de un baile de caridad: -¿¡cómo se atreve el señor a pedirme limosna, cuando estuve toda la noche danzando por su causa!?

La inmensa riqueza de la iglesia católica, principalmente la del Vaticano, es un tópico referido recurrentemente por los anticlericales. En verdad, no se puede dejar de reconocer que la Basílica de San Pedro, el palacio apostólico, la Capilla Sixtina, la Biblioteca de los museos vaticanos encierran obras de arte de incalculable valor. Es cierto que esos tesoros no son directamente rentables –es probable que los ingresos por su exposición al público no sirvan para siquiera para cubrir los gastos inherentes a su conservación –pero no se puede negar que, la venta de alguna de esas obras de arte, sería suficiente para matar el hambre de mucha gente. Piénsese, por ejemplo, en la Piedad de miguel Ángel: ¿no siendo esa famosa imagen  de Nuestra Señora de la Piedad esencial a la misión de la Iglesia, porque no se promueve su venta, en subasta mundial? Los 450 millones de dólares en los que fue rematado recientemente el cuadro “Salvator Mundi”, de Leonardo da Vinci, podrían fácilmente ser superados por la ‘Piedad’. Con el valor astronómico de ese extraordinario ingreso, millones de pobres, que viven ahora en la mayor miseria, podrían ver mejoradas sus condiciones de vida.

Es verdad. Así como es verdad también que esta misma crítica se podría hacer a otras entidades, comenzando por el Estado portugués. Es significativo que, aún en tiempos de la más severa austeridad nacional, nadie haya sugerido  que el Museo nacional de Arte Antigua vendiese alguna de sus obras más valiosas- como, por ejemplo, el tríptico de Nuno Gonçalves –a pesar de saber que tal enajenación iba a permitir al Estado obtener un ingreso nada despreciable. Más aún, fue precisamente en 2015 y 2016 que, paradójicamente, se lanzó una campaña nacional para la adquisición, por 750 mil euros, de ‘la Adoración de los Magos’ de Domingos Antonio Sequeira. Afortunadamente se consiguió, por suscripción pública, rescatar esa obra y devolverla al patrimonio nacional. Curiosamente, no consta que alguien haya considerado hipócrita aquella campaña…

Tampoco se ha escuchado hasta ahora, que se sepa, ninguna voz reclamando la venta de ese cuadro, o de otro tesoro nacional cualquiera, en provecho de las víctimas de los incendios. Nadie consideró hipócritas a la presidencia de la República, o del Parlamento u otro gobierno, por el hecho de no haber dispuesto de los bienes de los museos nacionales con ese fin. Los partidos políticos y las centrales sindicales, siempre tan preocupadas con los pobres, tampoco avanzaron ninguna propuesta en ese sentido, sin que nadie los hubiese acusado de fariseísmo. Por lo visto, la hipocresía es una virtud exclusiva de los católicos y su Iglesia respectiva…

Por increíble  que parezca, lo que muchos querrían que la iglesia hiciese con sus bienes, ya sucedió en otro país. Por eso, con el liberalismo, todos los conventos masculinos fueron extinguidos, así como los femeninos, aunque éstos solo después de la muerte de la última religiosa. Algunos de los conventos expropiados y su mobiliario fueron integrados en el patrimonio nacional, pero la mayor parte de sus bienes muebles  e inmuebles fueron vendidos en subasta pública y después vorazmente dilapidados. Edificios, imágenes de arte sacra y bibliotecas de enorme valor artístico y cultural, que las órdenes religiosas tenían, durante siglos, creado y conservado, para bien de la nación, se perdieron para siempre. Henrique Leitão e Luana Giurgevich publicaron, recientemente, en una obra de referencia (‘Clavis bibliothecarum’, 2016), los catálogos e inventarios de las instituciones religiosas en Portugal, hasta 1834. Más de cuatrocientas bibliotecas desaparecieron con esa catástrofe cultural, solo comparable al terremoto de 1755 y a la tragedia que fue, para enseñanza nacional y cultura científica portuguesa, la expulsión de los jesuitas, en 1759.

¿Qué sucedió con cuadro “Salvator Mundi”, recientemente comprado en subasta, por un desconocido multimillonario? Pura y simplemente desapreció, para el público en general, que ya no lo puede contemplar: desgraciadamente, puede más el poder económico de uno solo que el legítimo interés cultural de todos. Lo mismo sucedería con la ‘Pietà’, o los demás tesoros artísticos del Vaticano, si tuviesen el m ismo destino. Esos bienes son de hecho, de la humanidad; la Iglesia católica solo los conserva y garantiza que estén a disposición de todos, sobre todo de los más pobres. Cualquier sin techo puede ahora entrar en la Basílica de San Pedro y contemplar, gratuitamente y durante el tiempo que quiera, esta magnífica escultura de Miguel Ángel, que le estaría prohibida si fuese propiedad privada, como es ahora el “Salvator Mundi”. Si esa imagen mariana fuese también eventualmente subastada, serían todos los pobres los principales perjudicados, aunque el dinero de su venta revertiese a favor de algunos de ellos.   Porque la ‘Pietà’ es de la Iglesia es de todos nosotros, también de los no creyentes y, sobre todo, de los pobres.

Cristo, siendo rico, se hizo pobre, para que todos fuésemos ricos en su pobreza (cf. 2Cor 8, 9). Su Iglesia, siendo pobre y para los pobres, como recordó el papa Francisco, se hizo rica, para que todos los pobres puedan ser ricos con su riqueza.

http://observador.pt/opiniao/o-dia-mundial-dos-pobres-uma-hipocrisia/


martes, 26 de diciembre de 2017

Historia de una Navidad diferente





La Navidad, en su versión comercial, es una historia muy sentimental, llena de paz, de amor y angelitos rechonchos, tocando el arpa y cantando hosannas. Pero no fue así hace 2017 años…

Cuando oímos hablar de Navidad, se nos cuenta siempre la misma historia romántica. Se habla de Jesús bebé y del matrimonio maravilloso, María y José. Se mencionan la vaquilla y el burrito, con diminutivos que hacen aún más tierna la escena. Los misteriosos Magos, venidos de Oriente, dan una nota de fantasía, digna de una mega producción de Disney, en cuanto a la adoración de los pastores introduce una nota ecológica, políticamente muy correcta, pues funde en el mismo amor el culto a Dios niño y a la devoción por la naturaleza.

Esta es, por así decir, la versión comercial de la Navidad: una historia sentimental, llena de paz, de amor y de angelitos rechonchos, tocando el arpa y cantando hosannas. Pero esta no es toda la historia que aconteció hace aproximadamente 2017 años…

De hecho, cuando Herodes supo del nacimiento del Rey de los Judíos, título Mesiánico al que era inherente a la realeza de Israel, decidió eliminar al usurpador. Al no saber su paradero, mandó matar a todos los recién nacidos en Belén de Judá. Jesús no pereció porque antes huyó, con María y José, a Egipto, donde permanecieron algún tiempo. Pero hubo niños que fueron asesinados en esa ocasión y, como murieron por Cristo, la Iglesia los venera como mártires.

No se sabe con certeza el número de víctimas de la furia asesina del tirano, pero se puede creer que fueron bastantes: casi todos los que habían nacido en Belén, en aquellos dos últimos años. José y María solo salvaron a Jesús, porque no sabían, ni pudieron prever, la matanza de los santos inocentes. La horrible muerte de aquellos niños tiñó, con sangre infantil, el misterio de la Navidad.

También ahora, la Navidad tiene una vertiente dramática, muchas veces ocultada en estos días de fiesta. El Evangelio, citando palabras de Jesús en la inminencia de su Pasión y muerte en la cruz, habla de la alegría del nacimiento de un niño: “La mujer, cuando está para dar a luz, siente tristeza, porque llegó su hora; pero, cuando da a luz un hijo, ya no se acuerda de su aflicción, con la alegría de haber traído un hombre al mundo” (Jn 17,21). ¿¡Pero, qué sucede cuando esa criatura no está sana y sin defecto!?

El hedonismo moderno se ha apropiado del odio de Herodes y, todos los años, siega la vida de millares de niños deficientes. Hay países en los que esos bebés ya no nacen, porque su muerte es provocada anticipadamente, por vía del llamado aborto terapéutico. En las naciones en que se ha aprobada la eutanasia, también se practica la eliminación selectiva de los recién nacidos con mal formaciones. Tal vez aquellos que, en un momento de desesperación, deciden poner término a la vida inocente de un niño discapacitado, antes o después de su nacimiento, tengan algún atenuante, no obstante la gravedad de ese acto homicida. Pero los padres que, conscientes de las anomalías del hijo en gestación, lo acogen con amor son, por lo general, verdaderos héroes.

Habrá quien piense que hay egoísmo en esa actitud, porque incluso para el propio menor sería preferible abreviar su sufrida existencia. Claro que, si así fuese, todas las vidas concebidas serían, en nombre de esa suposición, también eliminables, porque nadie puede garantizar, de antemano, que una nueva vida, física y psíquicamente normal, va a estar siempre exenta de sufrimiento. En realidad, la única forma eficaz de evitar el dolor es por la eliminación de la persona porque, donde hay vida, hay siempre esa posibilidad.

Por otro lado, una persona incapacitada no es, necesariamente, desgraciada. No obstante sus penosas circunstancias, si es amada por sus padres y demás familiares, estos niños también pueden ser felices en esta vida. Pero, aunque su infelicidad fuera por el propio sufrimiento y conscientemente, nada ni nadie está legitimado para suprimir su existencia. Por eso, la muerte provocada de un ser humano inocente, aunque estuviera enfermo, es siempre un asesinato, que ofende gravemente a Dios y ataca uno de los principios más sagrados de la convivencia social.

Mi amigo Pablo y su mujer sufrieron una terrible sacudida cuando supieron, por la ecografía, que su última hija padecía el síndrome de Dawn. El nacimiento de Gracinha fue, con todo, un momento de felicidad, aunque enturbiado por la aprensión causada por la deficiencia. Más tarde, cuando comenzó a manifestarse su personalidad, puso de manifiesto una extrema afectividad e, incluso, su alegría.

Los padres se dieron cuenta entonces que aquella hija no era una maldición de Dios, ni un castigo, sino un don y una bendición: si Dios les había dado aquel ser particularmente deficiente, era porque depositaba en ellos una enorme confianza. Cuando unos padres se ausentan durante una temporada y, por eso, tienen que distribuir  la prole entre familias amigas, confían al más necesitado al matrimonio que más aprecian. Así hace Dios también, distinguiendo a los padres a quien concede esta gracia.

Por exigencias profesionales, Pablo tuvo que vivir un tiempo en el extranjero, a donde no pudo llevar a su familia. En su pequeño apartamento tenía, luego a la entrada, una sola fotografía: la de su hija más joven. Al fin del día, al llegar a casa, no le pesaba el cansancio ni la soledad porque, al mirar aquel retrato, se sentía acompañado por aquella que era, sin exageración, la alegría de la familia. Además, cuando venía a Portugal, para estar con la mujer y los hijos, Gracinha era siempre la que más fiesta le hacía.

Los santos inocentes no murieron en vano: su muerte por Cristo fue su triunfo y, por eso, la Iglesia los festeja como protomártires del cristianismo. También ellos son navidad porque, cuando el Hijo de Dios nació para el mundo, ellos nacieron para la eternidad. ¡Quiero creer que, en el cielo, hay una gloria especial para estos hijos predilectos de Dios, pero también para sus padres, hermanos y para cuantos los acogieron con la misma ternura y amor con que María y José recibieron a Jesús! ¡Santa Navidad!

http://observador.pt/opiniao/historia-de-um-natal-diferente/


sábado, 23 de diciembre de 2017

La Navidad según José




Opinión de José Luís Nunes Martins


No somos señores de nosotros mismos, y nunca seremos buenos jueces de los demás, por más que nos esforcemos y mejor sea nuestra intención.

Muchas veces, el amor exige que nos hagamos invisibles, casi insignificantes, convirtiéndonos en un soporte del otro. Un instrumento escondido de su vida.

En algún momento de nuestra existencia, nos encontramos con  situaciones difíciles, que creemos que están por encima de nuestras fuerzas y talento. Con buen juicio, abandonamos esas posibilidades casi imposibles. ¡Pero es que, en un sueño, nos es dado ver que la vida está tejida de milagros que sobrepasan nuestra capacidad de comprender! Y avanzamos, porque algunos milagros dependen solo de nosotros, para que se hagan verdad.

Hay un hilo invisible que nos une al futuro. A veces se tensa, otras veces lo sentimos nuestro, es muy fuerte, inquebrantable, y nos  impide caer en los agujeros más hondos de la existencia. ¡Nos empuja hacia lo alto, aunque de forma muy delicada y sutil! Con todo, su voluntad es siempre respetada, hasta el punto de que podemos cortar esa línea.

Algunas personas entregan su corazón al egoísmo y al orgullo, creyendo que son jueces de sí mismos y que ante nadie más tendrán que responder. Otras piensan que interesa impresionar y conquistar la opinión de los demás. Ahora bien, no somos señores de nosotros mismos, y nunca seremos buenos jueces de los demás, por más que nos empeñemos y mejor intención tengamos.

En este mundo nuestro, hay mucha gente todavía que no se avergüenza de la miseria ajena. No se alegra con las victorias justas de otros, ni es consciente de que corresponde a cada uno juntar unas cuantas piedras en la construcción del mundo…

La ternura y la humildad no son cosas de débiles, en cambio, sí son virtudes de los más fuertes. De los que no necesitan maltratar a nadie para sentirse importantes.

Con paciencia y tranquilidad, se llega siempre a la hora… y la luz aparece.

El silencio de quien cree que su presencia hace la diferencia es la paz absoluta. La sencillez de algunos gestos, como ayudar a otro en las tareas más simples y vulgares, son casi milagros. ¡Es extraño y curioso, pero las personas se empeñan siempre en  complicarlo, creen que lo esencial es tan  básico que hasta se puede  dejar a un lado!

¿Con el nacimiento del milagro absoluto justo delante de nosotros, qué se nos pide? Que estemos presentes, en silencio y cuidando de lo sencillo. Nada de más, nada de extraordinario.

Claro, estar en el lado bueno implica resistir a los ataques de los que están al otro lado.

¿Tiene importancia que alguien más sepa el bien que hacemos? No, somos nosotros quienes más ganamos con eso. ¿Para qué la vanidad?

Nos corresponde hacer lo que establecemos como nuestro deber, aceptando el resto, porque depende más de nosotros.

Cuando no podemos hacer nada más, debemos entregar el asunto a Dios… e ir a dormir.

Quien se esfuerza en querer lo que Dios quiere, anda muy cerca del cielo.



                                                        Ilustración Carlos Ribeiro


http://rr.sapo.pt/artigo/101386/o-natal-segundo-jose

LA ADORACIÓN






Pablo Garrido Sánchez



El hombre postrado ante DIOS define la adoración. La postración interior de la adoración es el resultado de la admiración por lo revelado. DIOS realiza acciones pedagógicas con nosotros y sabe la forma de hacerse entender. La Biblia está llena de modelos de encuentro con DIOS, en los que su iniciativa conduce a Abraham, a Isaac o a Jacob a reconocerlo como su DIOS único al que deben culto de adoración. La lista de personas alcanzadas por la acción amorosa de DIOS puede ampliarse en la Biblia con profusión, así continuamos con Moisés, Josué, Gedeón, Judit, Rut, o Ester; Elías o Samuel ,Isaías o el autor sagrado del libro de la Sabiduría; los Magos de Oriente o los pastores de Belén. Todos ellos son guiados y se acompañan de una constelación de personas atraídas por el oculto imán de la presencia de DIOS en el corazón de estos discípulos de DIOS.



Jacob, por orden de su padre, sale de la casa paterna en Canaán para dirigirse a la tierra de Jarán, a casa de Labán su pariente, con el fin de buscar esposa. Jacob recibe la bendición paterna y se pone en camino. Al anochecer se dispone a dormir apoyado en una piedra, que le sirve de almohada y se le concede el sueño de la escala de Ángeles que ascienden y descienden desde el trono de YAHVEH hasta la tierra Cf. Gn28 . Al despertar, Jacob, reconoce aquel lugar como un espacio sagrado y unge la piedra en la que se le ha revelado DIOS mediante el sueño. Jacob establece un compromiso de fidelidad ante aquella revelación divina y por la comprobación de la providencia en los acontecimientos que estaban por venir. El cielo se abrió para mostrar algo de su verdad y misterio; y los Ángeles manifestaron también algo de su misión. Dios en su trascendencia puede asistirse de sus intermediarios, que siempre son los bienaventurados, santos o Ángeles.



El cielo se rasgó con la Encarnación del VERBO  y su nacimiento. Los Ángeles tienen una  función prioritaria en este mundo ordenada por el PADRE, y consiste en la adoración del VERBO, JESÚS, nacido de MARÍA: “Adórenle todos los Ángeles de  DIOS” (Cf. Hb 1, 6 ). Cualquier otra tarea para el Ángel distinta de la adoración del VERBO encarnado, es secundaria; y los Ángeles tienen abundantes misiones entre nosotros, pero no pierden de continuo la contemplación de DIOS  mismo (Cf. Mt 18, 10) en todo lo que ÉL es de trascendente e inmanente(interior a la creación), de Humano, en JESÚS de Nazaret, y de divino en su condición de VERBO consustancial al PADRE (Cf Jn 1,1).



La Biblia nos refleja una imagen de los Ángeles de una envergadura espiritual que sobrepasa esa imagen infantil de angelitos rechonchos con alas en la espalda (Cf Ju 13, 6 ; Ap 10, 1ss).



La Navidad es un tiempo entrañable para  vivir la adoración además de corresponder con todos aquellos compromisos familiares y sociales. Por lo menos durante unos días en el año adoptamos unas actitudes más fraternas que nunca vienen mal. Pero, además, deberíamos pedir al SEÑOR que acreciente en nuestros corazones el don de la adoración en ESPÍRITU y Verdad (Cf Jn 4, 23).


viernes, 15 de diciembre de 2017

Entre la cancela y la puerta






Opinión de JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS




Desde el portón de entrada en nuestra interioridad hasta la entrada en nuestra intimidad hay una distancia. Como si el ser más profundo de cada uno de nosotros estuviese escondido dentro de un bosque o solo fuese accesible a través de un laberinto.  



Podemos oír o ver algo y no querer que lo que oímos, o vemos, toque nuestro corazón.



Esta voz secreta que solo se puede escuchar en total recogimiento no está siempre accesible.



El lugar de nuestro valor y nuestra valentía, estando lejos de las murallas que nos protegen del exterior, están aún dentro de una fortaleza interior bien guardada, hasta de nosotros mismos.



Pocos son los que reconocen que son una amenaza para sí mismos. Hay muchos hombres que se creen señores de sí mismos y acaban por volverse salteadores y destructores de sus propios tesoros, porque no saben resguardar su intimidad y confunden lo cercano con lo íntimo, la simple sonrisa con el afecto puro, la palabra con la verdad.



Aceptar, sin prudencia, todo de todos es algo tan tonto como dar todo a todos, sin sensatez.



Es importante guardar las distancias que nos protegen de los ataques del exterior, distinguir lo que se puede decir de aquello que debe ser guardado para ser dicho después y, aún más importante, mantener la integridad de lo que tenemos de más auténtico: nuestro amor.



Quien no reconoce su altura y profundidad, su integridad a todos los niveles, no puede esperar que su verticalidad se mantenga por mucho tiempo. La prudencia y el cuidado para con nosotros mismos son esenciales.



Hay quien exige de los otros un respeto que no es capaz de tenerlo siquiera consigo mismo. Descuidar la cortesía con los que nos son más cercanos es un desastre, ante nosotros mismos es todavía más trágico. Acarea una confusión que nos hace perder lo que tenemos de más valioso: nuestra alma.


Hay un camino que va de la cancela de nosotros mismos hasta la puerta misma de nuestra intimidad. Es importante cuidarlo, mantenerlo limpio, iluminado y sin las amenazas propias de lo que está abandonado.



Este es el camino por donde pasan los que invitamos a vivir con nosotros, en lo más íntimo de lo que somos. Donde un fuego nos calienta sin quemarnos, nos ilumina sin cegarnos, nos señala el camino sin confusión, nos acepta como suyos y nos hace amar.



No podemos amar sin prepararnos para aceptar y acoger al otro en nosotros. Entregándole lo mejor de lo que somos. Aquello que fuimos capaces de preservar para él.




                                                       Ilustración Carlos Ribeiro



domingo, 10 de diciembre de 2017

Amar es destruir la soledad del otro






Opinión de José Luís Nunes Martins




El sentido de la vida pasa por salir de la comodidad y salir al encuentro de los que nadie quiere ver, por ser malos o mejores que nosotros, y caminar con ellos en el tiempo. Dando sin esperar recibir. Aceptando sin juzgar. Perdonando sin un por qué. Aprendiendo siempre.



El egoísmo es una forma que algunos encuentran para lidiar con el miedo a hablar. Una respuesta casi natural para quien no se quiere molestar. Se apartan, haciendo que la distancia le sirva de muralla.



Tendemos a creer que somos diferentes y mejores que los otros.



Creemos que sabemos todo y que nadie nos puede enseñar nada, pues si algo nos es desconocido, lo es porque apenas tiene importancia. La humildad es algo que queda siempre bien en los discursos, aunque no la practiquemos, como si eso fuese señal de inferioridad o cobardía.



Para justificar esta actitud de crear diferencias donde tal vez no existan, ¡nos disculpamos condenando a los otros! ¡No cometemos errores, los otros están equivocados a nuestro entender!



Cuanto más se piensa así, más abandonado se queda.



Otros hay que, por ser buenos acaban por ir siendo apartados. Pocos tienen el coraje de compararse con ellos. Su verdad incomoda. Admitir que son ejemplos a seguir es algo demasiado duro para quien solo quiere elogios y éxitos –aunque no sean verdaderos o merecidos.



El amor no es un juego donde se intercambian beneficios.



En el amor, es quien más pierde, por dar más, el que gana… se gana sí mismo, mostrándose, y viéndose, en su forma más auténtica.



El sentido de la vida pasa por salir de la comodidad y salir al encuentro de los que nadie quiere ver, por ser malos o mejores que nosotros, y caminar con ellos en el tiempo. Dando sin esperar recibir. Aceptando sin juzgar. Perdonando sin un por qué. Aprendiendo siempre.



Creando caminos que, después de llevarnos al encuentro de unos con otros, puedan ser largos o suficientes para que, juntos, sigamos en la misma dirección. Pero sin que por eso cada uno deje de tener que escoger entre una infinidad de caminos.



¡Amar es destruir la soledad del otro… y la nuestra!



                                                         Ilustración Carlos Ribero



http://rr.sapo.pt/artigo/100244/amar-e-destruir-a-solidao-do-outro


sábado, 2 de diciembre de 2017

¿Qué buscas?




Opinión de José LUÍS NUNES MARTINS



Nuestra existencia es mucho más que el tiempo entre el inicio y el fin de la vida. La profundidad es esencial. ¿Cómo se llega allí? A través de la escucha atenta de sí mismo. La mayor parte de las personas como no oye, no sabe hablar y no aprende. Y si no aprende, no sabe preguntar, tampoco responder.

Escuchar a alguien es conocerlo. Escucharnos a nosotros mismos es revelarnos la persona que más importa que conozca y ayude. Claro, la razón habrá de filtrar después lo que entró por el oído.

¿Qué buscas?
Hay diálogos superficiales que, en verdad, no son más que monólogos intercalados.

Los que están silenciosos, a veces, no están escuchando, solo están a la espera de su turno para hablar.


La verdadera escucha es una reflexión profunda. Primero salimos de nosotros mismos y nos dirigimos al otro, entonces reunimos, con todos los sentidos, impresiones, hechos y datos.


Es importante escuchar las voces originales, las que aportan opiniones distintas y aquellas que tienen silencios diferentes de los nuestros.


Hay un peligro común del  que es importante mantenerse a distancia: quedar sordo ante el barullo de  palabras y opiniones en exceso que se escuchan a nuestro lado.

¿Qué buscas?

Escúchate. Dialoga contigo mismo. Acéptate y sonríe a tu corazón.

Con confianza, revélate a ti mismo lo que, en el fondo de ti es más elevado.

No dejes que la muerte te encuentre soñando con lo mismo que soñabas en la juventud. Olvidando que el tiempo pasó y nada hiciste para hacer realidad aquello de lo que eres capaz. Lleno de disculpas para tus prejuicios y orgullo.

¿Qué quieres oír de ti mismo cuando tus días estuvieran cerca del fin?

En aquel momento, frente a la aparente inutilidad de lo que ya no somos capaces… solo queda nuestro valor como personas. Y nuestra voz interior, la de siempre, que un día nos garantizó que íbamos a ser muy felices.


                                                         (Ilustración de Carlos Ribeiro)