Recogí hace tiempo esta cita
sobre los hijos de padres divorciados, pero siento no poder dar más detalles
sobre la fuente y la autora, que creo era una psicóloga americana:
"Muchos, cada vez más y
más niños viven con esos sentimientos…. Un dolor que no lo expresan con
palabras sino que se va traduciendo en conductas que dificultan su sano
crecimiento. Tantos y tantos problemas que heredamos a los hijos ¿Qué pasará en
sus vidas? ¿Cómo percibirán la vida matrimonial? ¿Qué clase de familia
formarán ellos?
He visto “muchas” películas
gringas en que se maneja el problema de los hijos de papás divorciados…. Y es
traumático ver como recae siempre sobre los hijos la responsabilidad de
“comprender” lo que les pasa a los papás… los niños con toda su inmadurez
tienen que “comprender” que los papás ya no se aman… y no al revés, que los
papás entiendan que los hijos sufren irreversiblemente la ruptura de sus
padres. Esas películas extienden un velo de conformidad y aceptación del divorcio
absolutamente".
Como yo soy divorciado, aunque mi
hijo ya fuera mayor de edad cuando se produjo la separación, pues es un tema
que me afecta profundamente. Me afecta personalmente, y sufro cuando veo a
otros niños, hijos de padres separados, y más aún cuando son protagonistas de
noticias, algunas demasiado trágicas, sin que por ello no se nos caiga el
alma al suelo, sin que no se produzca un ‘mea culpa colectivo’, alto y
claro, capaz de hacer variar el derrotero que lleva esta sociedad que la
conduce, mediante el egoísmo más despiadado, a alterar profundamente el orden
natural que la ha protegido y protege, le permite avanzar en su propio
bienestar mediante el conocimiento, el esfuerzo y la colaboración de todos. Ha
escogido un derrotero destructivo, sustituyendo los principios y valores que la
hicieron tan próspera y pacífica por otros contrarios a ellos. Renunciando a
una rica y sólida herencia, voluntariamente o inducida por el espejismo de
poder disfrutar de la felicidad individual sin grandes esfuerzos, ni hacer
méritos para alcanzarla.
Hoy son muchos los que prefieren
seguir este señuelo que se esparce por redes sociales, tertulias, etc. sembrado
por entusiastas servidores de modernas ideologías ansiosos de poder, del
dominio de las conciencias, combatiendo la libertad de expresión, condenando y
despreciando a quien no piensa en ‘plan progre’. De este modo fomentan la
división y el enfrentamiento, atacando, gritando, insultando a los que aún se
atreven a llevarles la contraria, con toda la razón, y por querer servir
siempre a la verdad. Como hizo el gran Maestro Jesucristo, que nos dejó dicho:
‘la verdad os hará libres’, y sabía muy bien lo que decía ya que pagó con su
vida las consecuencias de ser libre, llegando a dejarse matar por los hijos
de las tinieblas, incapaces de soportar la luz de la verdad. Algunos parece que
quieren `matar’ la verdad, para así justificar sus ocurrencias, sus
cambios de opinión a conveniencia, sus fechorías, y hasta sus crímenes.
No les ha resultado difícil así a
los políticos gobernantes, de cualquier tendencia política o ideología,
aprobar e imponernos leyes que derivan de ideologías antinaturales, pues
la sociedad en general consiente o apoya semejantes engendros dominadores de
haciendas, vidas y conciencias. En medio de un caos ‘aparente’, quien sabe si
no está propiciado por el ansia de poder de algunas mentes en extremo
retorcidas, enemigas de la bondad natural y mucho más la que alienta una fe
como la cristiana. Han eliminado la educación clásica, que preparaba para la
vida, para la búsqueda de la verdad y el bien, del bienestar individual y el
bien común. Han impuesto una ley de género para combatir nada menos que a la
naturaleza humana; ahora quieren imponer una ley histórica que pretende vencer
a enemigos ya muertos en los supuestos descendientes de aquellos, insultándolos
y despreciándolos, e impidiendo que hablen y den su versión documentada y
objetiva de la historia real.
“…es traumático ver como
recae siempre sobre los hijos la responsabilidad… y no al revés, que los papás
entiendan que los hijos sufren irreversiblemente la ruptura de sus padres.”
Estas palabras son dignas de ser conocidas y asumidas por todos, ya que
las leyes de género, las “leyes protectoras de la infancia” son meros parches,
cuando no eufemismos siniestros para tratar de ocultar la tragedia que
supone para los niños la pérdida del cariño y la armonía familiar,
del cuidado más esencial que solo puede garantizar la fidelidad, la
entrega e incluso la renuncia a ciertos derechos, que no son sino
expresión del egoísmo impropio de unos padres, y de una inmadurez enfermiza y
peligrosa para la propia supervivencia, tanto de la propia familia como de la
especie humana en general.
Digo todo esto porque me duele la
muerte del último niño asesinado tan vilmente, “El Pescaito”, supongo que lo
llaman así, tan cariñosamente, porque era un niño bueno, pero necesitado
de afecto, y era capaz de transmitir ternura y simpatía a todo el mundo. No
entiendo, y lo digo sin ánimo de culpabilizar a nadie, cómo unos padres, uno de
los cuales tiene una pareja fuera de la familia, puede darle a ese hijo cuanto
amor y cariño necesita. Es que ese padre no había tenido alguna prueba del
egoísmo de su pareja, la cual termina tan atrozmente con la vida del niño. Un
niño no puede tener dos madres y un padre. “Madre no hay más que una”, eso es
lo más grande que se pueda decir de una mujer.
No puedo callarme, no encuentro
desde entonces paz en todo el día, ni de noche. Tengo que decir lo que pienso,
por los niños que sufren la separación de sus padres. Debemos recuperar el amor
a la verdad, a la libertad de pensamiento, el respeto sagrado a las personas y
el sentido de la Justicia, de la paz social. Debemos exigir al gobierno la
protección de la familia, que es quien mejor protege a sus hijos y los puede
preparar para que sean buenas personas, buenos estudiantes y buenos ciudadanos.
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