José Luís Nunes Martins
La muerte siempre nos parece lejana. No la tomamos como
natural, por lo menos en nosotros mismos y en aquellos que amamos. La juzgamos
como algo inevitable, pero solo en los otros, nunca para nosotros. Como si
estuviéramos seguros de que en alguna parte en el futro alguna cosa sobrenatural
nos confirmará que nosotros, al final, no necesitamos precisamente morir.
Tal vez por eso nos sintamos atraídos o por lo menos no
aludidos cuando alguien próximo se nos muere. La persona muere y nos muere.
También porque su vacío nos obliga a ver la verdad de nuestra existencia de
forma menos ingenua.
Sólo se vive de forma plena cuando se integra en el
corazón la certeza de que la vida en este mundo es finita. Así como tuvo un
comienzo, tendrá un final. Puede ser un fin esperado, quizá de aquí a muchos
años o de repente, trágico e inesperado de aquí a poco tiempo… y ni siquiera
vale la pena buscar el por qué o la justicia de la hora de la muerte. Es así.
Solo el que sabe lo que es la muerte sabrá lo que es la
vida. Sería bueno que todos tuviéramos tanto miedo a la muerte como a una vida
mediocre. Quizá viviésemos más.
La muerte quizá sea un punto en la eternidad donde se
pasa de este mundo al otro, del cual este ya forma parte, a pesar de que haya
mucha gente que lo ignora.
Hay quien cree, con una fe firme y sin límite, que
llegamos a la vida sin ningún sentido, a no ser el azar, y que la muerte es el
fin absoluto de la persona. O sea, que no pasamos de una especie de
coincidencia insignificante del universo que, todo él, no tiene ningún sentido
o razón.
Pero más que comprender la vida en general, lo importante
es vivir la vida que está a mi disposición. No desperdiciando el tiempo, porque
el objetivo de mi vida no es morir, sino que sea feliz.
https://agencia.ecclesia.pt/.../a-morte-dos-outros-e-a.../
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