José Luís Nunes Martins
Los éxitos y fracasos que resultan de lo que hemos ido
decidiendo hacer, y de lo que hicimos o no después, constituyen nuestra
identidad.
No podemos escoger casi nada de lo que sucede, pero
siempre estamos llamados a ser libres y determinar nuestra respuesta. Nunca es
fácil, porque siempre conlleva cambio y correr algún riesgo.
Hay personas que se pierden porque se quedan esperando
las condiciones perfectas, otras por no querer arriesgar y acabar paralizadas
frente a las posibilidades que tiene delante, y aún aquellas que se mueven
mucho, pero parece que están dando vueltas en círculo por no querer arriesgar
una salida… Todas ellas, en su indecisión, están destruyendo tiempo y vida.
Es muy importante que pensemos bien las opciones que
se presentan. Es importante que creemos hipótesis e inventemos nuevos caminos,
pero llega siempre el momento de decidir y, después, el otro, aún más
importante: el de actuar.
Hay mucha gente que le gusta que la vida le sea
servida, que frente a cualquier exigencia no sabe sino esperar que la cuestión se
disuelva o se resuelva por sí misma, y cree
además que así queda exenta de la responsabilidad de
los resultados que vienen a continuación. Pero no. Son tan culpables de las
tragedias que suceden a raíz de sus indecisiones como alguien que no hace nada
mientras observa a una persona que se está ahogando. Son asesinos con la manía de inocencia.
No debo condenarme por un fracaso que no fui capaz de
prever. Incluso porque después de cada fracaso es tiempo de decidir qué hacer en
relación a él de cara al futuro.
¡La indecisión pesa, cansa, desgasta y es inútil. Porque
no tiene después… es para siempre, no se puede revertir!
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