José luís Nunes Martins
Nacemos libres y libres seremos hasta el día de
nuestra muerte. Cada uno de nuestros días está formado por muchos acontecimientos
que no podemos controlar, ante los cuales estamos llamados a responder, a
actuar, a alterar nuestro rumbo con el fin de continuar el camino de nuestro
destino.
Jamás controlaremos la lluvia o el comportamiento de
los otros, pero siempre seremos los únicos responsables de decidir quién
queremos ser, a donde queremos ir y con quien contamos. Es claro, nuestras
resoluciones no tienen garantía de éxito, pero no hay quien alcance la
felicidad sin coraje para arriesgar a colocarse ante el peligro.
Ninguno de nosotros somos Dios. Esa es una de las
verdades más profundas que tenemos el deber de interiorizar. Yo no soy Dios, tú
no eres Dios. Ninguno de nosotros puede saber o controlar lo que nos rodea. Sin
embargo, nuestra dignidad está en la libertad de crear que, cada día se nos da.
De todas las creaciones, la más importante es nuestra
existencia.
Y llegará el momento de pedirnos cuenta sobre ella. Ya
después del fin de esta nuestra vida, será el momento de responder a la
pregunta fundamental:
“¿QUÉ HICISTE POR LOS OTROS?”
Por bien o mal que haya sido, nada importa lo que nos
hayan hecho (eso será preguntado a cada uno de ellos). Es lo que hicimos, no lo
que pensamos o dejamos de hacer, sino lo que hemos hecho. Solo eso.
Por bien o mal que haya sido, no importan las circunstancias
en que hemos tenido que vivir. A pesar de todo lo que nos haya sucedido, lo que
hicimos es lo que importa. Solo eso.
La razón para eso es simple. La voluntad de dios es
que seamos felices, y no hay otra forma de ser feliz sino amando a los otros.
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