José Luís Nunes Martins
Muchas veces podemos llegar a creer que es posible que
alguien pueda vivir una vida sin accidentes, derrotas, tragedias o caídas. Por
eso, reaccionamos con más indignación de lo que sería normal cuando algo
negativo nos sucede, porque pasamos la vida soñando con nuestro futuro como si
nada malo fuese a suceder, en una especie de optimismo ingenuo.
Lo natural es que tengamos momentos buenos y momentos
malos. Pero tal vez nos sintamos derrotados demasiadas veces, porque, en
verdad, así como nosotros, los otros también fallan, así como todos os
mecanismos a nuestro alrededor.
No deja de ser hermoso que nos indignemos de forma tan
recurrente con el mal, porque eso significa que mantenemos el sentido de la
justicia y nuestra inclinación natural hacia el bien.
Casi todos los errores que forman arte de la vida
pueden ser corregidos con tiempo, paciencia y amor. Mientras sepamos dominar en
nosotros las prisas y los enfados.
La irritación no es lógica ni buena. El mal se combate
con el bien, no con el mal. Reconocer que nada en este mundo es permanente
puede ayudarnos a gestionar mejor nuestras expectativas e incertidumbres. Todo
pasa. Todo pasa y eso es lo normal.
Nuestro deber es ser felices. Y, si no conseguimos
cambiar el mundo en que vivimos, entonces que seamos capaces de cambiar y perfeccionarnos
nosotros, volviéndonos cada vez más capaces de aceptar lo malo que nos sucede. Hasta
el punto de que lo hagamos sin enfados instantáneos, sino con respuestas
prudentes, inteligentes y acertadas.
Habrá quien se admire tanto a sí mismo que no cambie. Esos
no aceptan que haya cosas que los sobrepasan, se creen por encima de todo
cuanto les rodea, por lo que no se adaptan a los desafíos que, quieran que no,
tienen que afrontar y vencer…y es así, que al tratar de preservarse, se pierden…por
no saber distinguir lo esencial de lo que no lo es.
Sepa cada uno de nosotros renovarse y no dejar de dar
frutos siempre nuevos.