José Luís Nunes Martins
La arrogancia lleva a los que piensan y se creen por encima de todos los demás. El egoísta se considera el centro de su mundo y quiere que los otros también lo vean como el punto en torno al cual todo se mueve, porque se cree lo único importante.
El arrogante ve siempre lo que le es dado como un pequeño préstamo de todo aquello a lo que cree tener derecho.
La humildad es el reconocimiento de la verdad; ser humilde es la forma más concreta de ser grande.
La arrogancia es fruto de la ignorancia, pues solo quien ignora lo que aun le queda por saber puede jactarse de que ya sabe mucho.
Todos tenemos raíces humildes. Todos comenzamos de cero y, por más armonioso que sea el medio en que crecemos, siempre tendrá limitaciones.
Hay quien no acepta su pequeñez, igual a la de todos nosotros, y por eso procura a toda costa presentarse como alguien que no lo es. Quien así se preocupa con aquello que, de hecho, no es, acaba por olvidarse de valorar y disfrytar de lo que tiene y de lo que es. Error tras error.
Tal vez el mayor problema de quien decide centrarse en sí es que acaba por no amar ni dejarse amar. Y eso es trágico.
El orgullo nos va haciendo subir, escalóm tras escalón, hacia niveles siempre más elevados. El problema es que esos niveles nunca se desciende...solo se cae...al suelo...y solos.
La buena noticia es que hay siempre quien ama y se preocupa de los que se esconden en el orgullo. No nos olvidemos de agradecer a quien nos ayudó a levantarnos después de nuestras mayores caídas.