José Luís Nunes Martins
Hoy parece que el perdón es cada vez más raro, como si no fuese tan precioso para quien lo da como para quien lo recibe. llega a haber incluso quien prefiere alimentar los resentimientos en vez de vivir en paz con el mundo y consigo mismo.
Todos erramos. Muchas veces. Juzagar a alguien por un solo acto es, por lo menos, injusto e imprudente, Más aún si fuera por algo que pudiera tener más de una interpretación. ¿Cuántas veces nos equivocamos sin que hoy no nos demos cuenta de eso? ¿aún más: qué sería de mí si todos aquellos a quien hice mal se hubiesen apartado de mí?
Todos merecemos una segunda oportunidad. Si después el error se repite, entonces tal vez en ese momento, t tal vez solo en ese momento, valga la pena dialogar con la persona e intentar comprender si es consciente de que hay algo de error y de que precisa una oportunidad más o no...
Hoy, un instante basta para que todos se crean seguros para condenar a lguien, poco importa si hay un mal entendido, una consecuencia de causas extrañas a la voluntad o simplemente un mal día. El mayor problema aquí es que ya no distinguimos un acto aislado de un comportamiento habitual.
La confianza que alguien deposita en nosotros, a pesar de nuestras imperfecciones, puede ser la fuerza decisiva que nos impulsa a ser mejores.
¿Es que el otro está de hecho errando, o bajo ciertas condiciones, yo podría estar haciendo lo mismo?
¿Por qué será que nos perdonamos más a nosotros mismos que a los demás?
No hay comentarios:
Publicar un comentario