Esta semana ando un poco atropellado y casi no he tenido
tiempo de poner en orden los acontecimientos y menos las ideas. Hay tantas
iniciativas, tantos movimientos en marcha, que no hay personas para todos,
porque unos están trabajando, afortunados ellos; otros están ocupados buscando
trabajo, otros tienen bastante quehacer como para además meterse en líos.
Algunos, en cambio, se multiplican, y están en varios sitios a la vez, pero
como esto es imposible, unas veces falta en uno o en otro compromiso, como creo
que es mi caso, la buena voluntad nos puede a veces y…
La verdad es que las cosas por la oficina han ido bastante
tranquilas, pero no quería dejar pasar por alto algunos datos y alguna
anécdota. Un dato que nos pareció revelador de cuánto avanza la crisis es que
llegó un joven cántabro, y Cantabria, no se oye mucho por aquí, se la asocia más
bien con las comunidades ricas del norte.
Otro asunto, casi doméstico, ya que D. en poco tiempo se ha hecho
habitual, y por su carácter pacífico y conversador parece que haya estado por aquí
siempre, no le sale un plan para regresar a las islas afortunadas, donde el clima
es más amable con los que viven en la calle y se va acomodando a San Fernando.
Tiene un problema de artrosis en un brazo que le hace casi imposible
cargar con la mochila, así que le preocupa tener que dormir en la calle ya que
ha concluido su período de estancia en el albergue, además con la que está
cayendo estos días.
Otro día llegó A., un mujer muy especial, que viene de vez
en cuando a ver a Blanca, la trabajadora social; es una “niña grande”, juega
con las pinturas…mientras sigue la conversación de los “mayores”, y de pronto
comienza a hablar, o mejor a expresar sus sentimientos humanitarios y
religiosos como un niño, sin prejuicios ni pelos en la lengua. Llegó nuestro
amigo D., y al escuchar ella sus quejas y temores, con la que está cayendo
estos días, saltó de pronto: “este hombre no puede dormir en la calle. Vamos,
que este hombre hoy no duerme en la calle, duerme en mi casa”. A mí, que le
había caído bien porque apoyaba sus ideas religiosas, me insistía que tenía que
hacer algo, que no podíamos consentir que “este hombre durmiera en la calle hoy”.
Confieso que me vi apurado, algo avergonzado al no poder
convencer a An. para que dejara que otros decidieran y que el mismo D. solucionara
su problema. De cualquier modo, su espontánea manifestación de bondad me impresionó, ¡Cuánta bondad hay
en la pobreza, o en la inocencia de un niño, a veces, claro, pues si todos los
pobres tuvieran estos mismos sentimientos, ser pobre sería una auténtica
bendición y un estado de vida feliz y envidiable, libre de preocupaciones y de
estrés, siempre comprendido!
Ahora viene lo complicado, cuando nos dice Jesús: “si no os
hiciereis como niños…” Entonces, qué debemos pensar, es difícil no dejarse
seducir por semejantes muestras de bondad, que bien pudieran ser la
interpretación de estas palabras de Jesús. Debiéramos tenerlas en cuenta, como
mucho sonreír, y después hacer posible, si se puede, un sueño; seguir el espíritu
de los Reyes Magos, del payaso, hacer felices a los niños y a los que nada tienen, y así ser feliz uno
también: dando lo mejor de sí, saliendo un poco de la rutina y el entorno cómodo
que nos hayamos creado.
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