(Durante
el curso del año 2003 me tocó exponer ante los compañeros del
colegio el tema de la Educación para la ciudadanía, como no sabía
muy bien como hacerlo decidí hacer un recorrido por la historia
basándome en el concepto de "ciudad". Como todavía se
sigue hablando del tema voy a reproducir la última parte de aquella
reflexión muy personal, nada científica ni documentada, desde
luego, porque hay personas más capacitadas que yo para hablar del
tema, pero quiero aportar mi granito de arena, desde mi experiencia
como profesor).
En el
llamado “Mundo de nuestros días” los logros son
innumerables en todas las facetas de la vida humana. Proliferan las
ideas, que van desde el absurdo, porque la vida vale muy poco, hasta
las más sensatas y coherentes, en un mundo que se recupera por obra
de las nuevas tecnologías y el desarrollo de las democracias y el
Estado del Bienestar.
Se
suceden numerosas etapas: la Guerra Fría, Los Bloques, la Distensión
y la Coexistencia, el Desarme y las conversaciones de paz. La ONU se
vuelca en el Desarrollo de los pueblos y la difusión de los Derechos
Humanos. Nace la Unión Europea. Etc.
Pero
el inconformismo es creciente, por las
desigualdades, el miedo a perder lo conseguido, y por tantas y tantas
cosas, que todos sabemos y vivimos. Parece que no sabemos muy bien
qué hacer con la libertad. Cierto que también, ante las crecientes
desigualdades e injusticias, por la incapacidad de los gobiernos
(tanto de los países ricos como de los pobres), surgen las ONGs.
Hoy estamos
ante un gran cambio, ¿una nueva revolución? Se habla de
globalización, de ciudadanía europea, de ciudadanía universal, por
no mencionar el progreso desbordante, tantos y tantos adelantos que
muchos ni los conocemos, y otros muchos somos incapaces de
utilizarlos, o no podemos siquiera adquirirlos.
Las
dos grandes revoluciones históricas, Renacimiento e Ilustración, se
basaron en las anteriores, y alumbraron grandes progresos. ¿En qué
nos apoyamos hoy para lograr un mundo mejor?
No
hay ciudades sin ciudadanos esforzados, cultos, que dan lo mejor de
sí por su ciudad, con la que se sienten identificados.
La
Historia no ha terminado, hoy se necesita nuevas ideas que alumbren
un futuro más seguro, feliz y próspero para todos. Pero no podemos
dejar que otros piensen por nosotros, hemos de contribuir al triunfo
de las ideas mejores. Hay un peligroso vacío para ser ocupado por
nuevos césares complacientes.
¿Se
puede o se debe enseñar ciudadanía como una
asignatura más? ¿No será más bien la expresión del fracaso de
una sociedad que no ha logrado sus propios objetivos, que no ha hecho
sociedad; y que se ve abocada a un futuro próximo demasiado
imprevisible?
A los
niños, desde luego, no les corresponde tamaña responsabilidad de
arreglar los problemas que los mayores no son capaces de resolver.
¿Quién enseña “ciudadanía”? indudablemente cualquier
ciudadano honrado enseña ciudadanía, con sus ideas y con su
trabajo, por tanto todas las ideologías tienen cabida y ningún
gobierno está legitimado para decir qué se enseña y qué no, qué
es bueno y qué no, si lo hiciera estaríamos ante el adoctrinamiento
propio de una dictadura.
Ante
todo debiéramos proteger la escuela de la ignorancia, evitar que
entren en ella las malas prácticas de una sociedad insegura,
violenta o maleducada.
Llevamos
“educando en valores” desde 1982, y hemos cosechado un fracaso
escolar estrepitoso, ¿irreversible?
La educación es
un valor en sí mismo y suficiente, integra todos los valores,
valores universales que ya están en las primeras culturas, y nuevos
valores que se han ido incorporando laboriosamente generación tras
generación.
A los
niños hay que dejarlos ser niños, así no nos “odiarán” por
enseñarles cosas aburridas, incomprensibles para ellos porque su
corta edad y su propia historia personal no se lo permiten.
Si el
objetivo principal de la educación sigue siendo la formación
integral de la persona y su capacitación para la vida social, ha de
aportar diferentes perspectivas a los alumnos, una mirada al pasado,
crítica pero agradecida, una mirada al futuro desde un presente
inteligente, culto, con la mirada a un lado y a otro, para que nadie
se quede rezagado o discriminado. (Me ha salido una cruz, y el modelo
es Cristo, que asume el pasado para abrirnos la puerta a un futuro
integrador, a costa de su propia vida, dando lo mejor de sí, ¡y es
Dios mismo hecho hombre!. ¡Qué misterio tan atrayente! (El Hombre
Eterno).
En
cuanto a la ciudadanía universal contamos con una institución
mundial, la ONU, que promueve y ampara el cumplimiento de la carta
mundial de LOS DERECHOS HUMANOS, que inspiran la novedosa idea de
ciudadanía universal (mundial, mejor). Pero la ONU cada día está
más desprestigiada y su reforma sigue pendiente, algunos ya quieren
sustituirla por otra cosa.
Hemos
fabricado un mundo de derechos, muy ambicioso, a lo mejor los árboles
ya no nos dejan ver el bosque. Y ante tal complejidad y ante tanta
impaciencia, nuevos césares acechan, son líderes de masas, no de
individuos libres y formados. Es urgente liberar la enseñanza de
ideologías, y enseñar la historia del hombre desde el principio,
paso a paso; el pasado no lo podemos cambiar, si lo conservamos tal
como fue, sin falsificaciones ni alteraciones, nos servirá de fuente
de inspiración y para evitar errores. “…la única forma de
continuar una historia es seguir contándola” (Federico Jiménez
Losantos).
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