jueves, 13 de septiembre de 2012

La voluntad de Dios




Nadie fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol...
y un camino virgen
Dios.
(León Felipe)

El recuerdo de estos versos de mi admirado poeta zamorano, traídos de la mano de un buen amigo, me han abierto el camino para ponerme a “descifrar”, intuir, o más bien a divagar un poco sobre la voluntad de Dios. Al decir “divagar” no quiero menospreciar o burlarme de un concepto tan trascendente, en absoluto, lo digo más bien porque no me considero ni capacitado ni digno de merecer que el Señor me revele el camino que me tiene asignado, acepto humildemente que sólo él lo conoce, y que no me dejará de la mano sí sigo buscando con humildad. Es cierto que hoy voy más relajado, con la edad y los achaques el nivel de exigencia ha cedido, no se puede exigir a un cuerpo algo remendado que haga cuanto la mente es capaz de imaginar o la voluntad de pretender.

Dichas estas observaciones, trataré de reflexionar y escribir sobre mi última experiencia. Creí, por uno de esos espejismos veraniegos, que era capaz de realizar un proyecto sencillo, pero a la vez complicado, porque vivir sencillamente, sin complicaciones mundanas, es una de las cosas mas difíciles de esta vida; es muy difícil controlar, filtrar y clasificar todo lo que nos entra por los cinco sentidos, hay que tener un cerebro que sepa aprovechar lo que es bueno y desechar aquello que no me va a beneficiar, aunque a simple vista nos parezca atractivo o útil.

Al terminar el verano se ha deshecho el proyecto, y se ha deshecho porque han bastado unas pocas semanas para descubrir la voluntad y las intenciones de los impulsores del mismo. Puede que hubiera acuerdo en el objetivo: ofrecer una ocupación a personas sin hogar para dejar la calle, pero las formas obstaculizaban la convivencia necesaria.

Los motivos de un fracaso tan estrepitoso, porque ha acabado incluso con la confianza mutua, han sido, en primer lugar la soberbia, pues yo me creía capaz de aportar una solución a un problema que otros, mejores que yo y con mayor capacidad no han podido resolver, entonces pienso que ellos han sabido interpretar mejor que yo cuál es la voluntad de Dios, son pacientes, y no buscan su protagonismo ni crean falsas expectativas.

Ahora veo con mayor claridad cómo la impaciencia pude hacer mucho daño, y por qué en temas de fe y vida la Iglesia es buena maestra, por eso actúa con tanta prudencia, y su tiempo se acerca más al tiempo de Dios, no corre como el nuestro, a él le basta un instante, un gesto, la calidad y no la cantidad, la voluntad del corazón, la belleza interior, más que toda la riqueza y adorno exterior.

Termino con el salmo 138: “Señor, Tú me sondeas y me conoces; / me conoces cuando me siento o me levanto,/ de lejos penetras mis pensamientos.../ todas mis sendas te son familiares. /Señor, sondéame y conoce mi corazón,/ ponme a prueba y conoce mis sentimientos,/ mira si mi camino se desvía, /guíame por el camino eterno”.

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