Nadie
fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que
yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol...
y un camino virgen
Dios.
(León Felipe)
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol...
y un camino virgen
Dios.
(León Felipe)
El recuerdo de estos versos de mi
admirado poeta zamorano, traídos de la mano de un buen amigo, me han
abierto el camino para ponerme a “descifrar”, intuir, o más bien
a divagar un poco sobre la voluntad de Dios. Al decir
“divagar” no quiero menospreciar o burlarme de un concepto tan
trascendente, en absoluto, lo digo más bien porque no me considero
ni capacitado ni digno de merecer que el Señor me revele el camino
que me tiene asignado, acepto humildemente que sólo él lo conoce,
y que no me dejará de la mano sí sigo buscando con humildad. Es
cierto que hoy voy más relajado, con la edad y los achaques el nivel
de exigencia ha cedido, no se puede exigir a un cuerpo algo remendado
que haga cuanto la mente es capaz de imaginar o la voluntad de
pretender.
Dichas estas observaciones, trataré de
reflexionar y escribir sobre mi última experiencia. Creí, por uno
de esos espejismos veraniegos, que era capaz de realizar un proyecto
sencillo, pero a la vez complicado, porque vivir sencillamente, sin
complicaciones mundanas, es una de las cosas mas difíciles de esta
vida; es muy difícil controlar, filtrar y clasificar todo lo que nos
entra por los cinco sentidos, hay que tener un cerebro que sepa
aprovechar lo que es bueno y desechar aquello que no me va a
beneficiar, aunque a simple vista nos parezca atractivo o útil.
Al terminar el verano se ha deshecho el
proyecto, y se ha deshecho porque han bastado unas pocas semanas para
descubrir la voluntad y las intenciones de los impulsores del mismo.
Puede que hubiera acuerdo en el objetivo: ofrecer una ocupación a
personas sin hogar para dejar la calle, pero las formas
obstaculizaban la convivencia necesaria.
Los motivos de un fracaso tan
estrepitoso, porque ha acabado incluso con la confianza mutua, han
sido, en primer lugar la soberbia, pues yo me creía capaz de
aportar una solución a un problema que otros, mejores que yo y con
mayor capacidad no han podido resolver, entonces pienso que ellos han
sabido interpretar mejor que yo cuál es la voluntad de Dios, son
pacientes, y no buscan su protagonismo ni crean falsas expectativas.
Ahora veo con mayor claridad cómo la
impaciencia pude hacer mucho daño, y por qué en temas de fe y vida
la Iglesia es buena maestra, por eso actúa con tanta prudencia, y
su tiempo se acerca más al tiempo de Dios, no corre como el
nuestro, a él le basta un instante, un gesto, la calidad y no la
cantidad, la voluntad del corazón, la belleza interior, más que
toda la riqueza y adorno exterior.
Termino con el
salmo 138: “Señor, Tú me sondeas y me conoces; / me conoces
cuando me siento o me levanto,/ de lejos penetras mis
pensamientos.../ todas mis sendas te son familiares. /Señor,
sondéame y conoce mi corazón,/ ponme a prueba y conoce mis
sentimientos,/ mira si mi camino se desvía, /guíame por el camino
eterno”.
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