Van encajando las piezas en mi mente de
manera espontánea y se van encendiendo pequeñas luces de alerta que
me descubren el camino hacia el nuevo cisma europeo, impregnado de
marxismo, por tanto de odio y de humanidad a secas, del imperio de
la ley del más fuerte, del desenfreno moral porque no hay más juez que el hombre mismo.
Es el "neomarxismo" o "neocomunismo" que
recoge los restos de ideologías caducas empezando por la suya, la de
los cristianos con prisa que quieren acabar con la pobreza a la
fuerza o la llamada teología de la liberación; y van sumando otras
más modernas como la ecología catastrofista que culpan al hombre
de todos los males que sufre la naturaleza y más concretamente al
capitalismo (como si el comunismo no hubiera contaminado…el medio
ambiente y las conciencias…); hace suya y se envuelve en la
tolerancia para dar cabida en pie de igualdad a todas las religiones,
creencias y opiniones…Y en este río revuelto ¿quién creen que se
va a llevar la ganancia? Pues los nuevos apóstoles de la sociedad
nueva, se arrogan la categoría de salvadores, y algunos se atreven a
compararse con Jesucristo que vino a cambiarlo todo, según ellos
como un revolucionario.
Así han empezado una lucha sin
cuartel, muy selectiva, atacando a los obispos, al Papa, a quienes
representan a la Iglesia, queriendo dar la imagen de que tienen a la
Iglesia dominada, que no dejan pensar libremente a los fieles, que no
respetan la democracia interna en la iglesia, como si en la iglesia
no mandara el Espíritu Santo desde siempre, y en vez del voto no
rigiera el respeto a la voluntad de Dios. Quieren hacer una Iglesia
de hombres solos, con un Dios creado a su imagen y semejanza,
despreciando la verdadera doctrina cristiana que dice justo lo
contrario, que Dios nos hizo a su imagen y semejanza, y que sin Él
no conseguiremos la verdadera felicidad.
Esas Redes Cristianas que forman parte
de este movimiento se me antojan como unos nuevos soviets que no
acierto a calificar, si “soviets de la nueva iglesia”, o “soviets anticlericales”, su corazón está con los que se oponen
a la Iglesia que suelen ser izquierdistas radicales defensores de no
sé qué igualdad social y de las dictaduras comunistas que aún
quedan. Sin duda recogen el viejo e indómito anticlericalismo
decimonónico que se resiste a desaparecer y confunde churras con
merinas; jamás han pedido perdón las izquierdas por los crímenes
cometidos contra los curas y católicos de a pie a lo largo de la
historia, desde la Primera Internancional hasta la segunda República, en España, fuera de ella son innumerables las víctimas.
Su táctica es eficaz, implacable, han
sembrado todas las instituciones de saboteadores, especialmente la
justicia y la policía (ZP, algunos jueces del tribunal
constitucional y del Supremo, Garzón, Bermúdez, altos mandos
policiales que impiden se esclarezcan atentados o crímenes
siniestros, el juez de vigilancia penitenciaria, etc); con la iglesia
no podrán, pero con las instituciones y el régimen que las
sustentan ya lo creo que han podido, les han bastado cuatro conceptos
y sobre todo el uso y abuso de la palabra tolerancia y de lo
políticamente correcto para intentar sofocar a quienes han venido
denunciando las verdaderas intenciones de este movimiento plasmadas en
el régimen de ZP.
No puedo evitar ver lo que he descrito,
que hay una trama y un plan, las noticias revelan los hechos, los avances y el alcance de dicho movimiento. Las piezas del
puzle van encajando, pero hasta que no esté hasta la más pequeña
en su sitio no podrán decir que han ganado, lo peor es si el puzle
se descompone, y entonces sí tienen la oportunidad de justificar su
revolución. Una revolución mundial, contando con la ONU para
implantar una constitución universal basada en los Derechos Humanos,
ampliada con los derechos de “nueva generación”: al aborto, la
eutanasia, etc., adornado todo esto con una iglesia universal
sincrética y silenciosa.
Quizá el declive de Obama, su gran
pantalla, signifique el declive del movimiento, aunque me temo que no
parará, hay ya demasiados interesados, alianzas y pactos, los
modales internacionales son cada vez más ofensivos, la complacencia
mundial con tantos crímenes en tantos sitios es humillante y
desesperanzadora. Una sensación de indefensión se va dejando sentir
a flor de piel en todos los niveles, en todos los rincones. Es como
cuando se barrunta una calamidad y no se sabe qué hacer o a donde ir
porque no hay un sitio seguro. Siento ser tan apocalíptico, pero no
puedo remediarlo, ni callarlo.
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